Corazón templario
Madrid, Martínez Roca, 2004
Enrique de Diego Villagrán nació en Segovia en el año 1956 y se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado numerosos ensayos y estudios políticos, y en la actualidad es columnista en diversos diarios digitales como El Semanal Digital, La Nación, Minuto Digital, Periodista Digital, Diario Liberal y el Diario de América. También dirige y presenta el programa de actualidad y debate A Fondo, así como la tertulia El País de las Maravillas, y es subdirector de la revista Época.
El último rabino (2002) Corazón templario (2004) La lanza templaria (2006) Héroes (2007)
Corre el año 1195, las huestes reales se preparan para la batalla de Alarcos, y Álvar Mozo, no puede ocultar su preocupación. Atrás deja encinta a su amada Flor, a la que no ha podido desposar en secreto. La batalla contra las huestes sarracenas resulta un desastre para los cristianos, pero Álvar se cubre de gloria por su fiereza en el combate, en el que protegió la retirada de los castellanos. No obstante, durante el retroceso de las tropas, al marchar a la defensa de Saelices, resultará malherido y, cuando despierte en Uclés, habrá perdido parte de sus recuerdos. Su misión será partir para pedir refuerzos al rey y dar fe de que Uclés resiste. Recibido en la corte como un héroe, Álvar es investido como capitán de la mesnada real, pero deberá defenderse de la acusación de matar al padre de doña Flor, que ha casado a la dama con el marqués de Pedraza. En su misión real, Álvar participará como embajador en las treguas firmadas contra los sarracenos y en la petición de la colaboración aragonesa contra los desmanes de Sancho VII, que ha atacado castilla. Además, deberá acudir a Segovia para pedir ayuda económica a los judíos, y se encontrará con la peste y con Beatriz, con quien iniciará una pasional relación. Allí escuchará que el marqués de Pedraza viola a mujeres de los alrededores, y más tarde su hermanastro Gaspar le hará creer que el marqués asesinó al padre de doña Flor que maltrata a la dama. Decidido a vengarse, Álvar raptará a doña Flor y se enfrentará a su enemigo, pero la providencial intervención real echará luz sobre el asunto: es Gaspar, quien, enamorado y correspondido por doña Flor, ha urdido todas las maldades para comprometer al de Sotosalbos. La tragedia finalizará con la muerte de Gaspar y el suicidio de doña Flor, desgracias por las cuales Álvar decidirá tomar votos templarios.
Orden del temple (reglas y modo de vida, sin esoterismos) Santo grial (interpretación espiritual) Intrigas palaciegas Peste Convivencia religiosa
http://elmundolibro.elmundo.es/elmundolibro/2004/09/30/narrativa_espanyol/1096565003.html http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=1614&id_seccion=9 http://www.lanacion.es/content/view/320/62/ http://templarios-es.webcindario.com/biblio/(31-01-05)_-_Vizcaya_fue_la_cuna_de.pdf http://www.lukor.com/literatura/noticias/0409/30153932.htm
Conde de Sotosalbos. Su impetuosa petición de matrimonio para salvar la honra de doña flor provoca que el padre de la dama recele de él y la entregue en matrimonio al marqués de Pedraza. Sus proezas en la batalla de Alarcos, en la que dio muerte a un visir musulmán, lo convierten en un héroe en que Castilla necesita mirarse, pero ante la tragedia familiar y amorosa decidirá profesar en la espiritualidad templaria.
Barragana a la que, a pesar del recelo de los Templarios, Álvar decide dar protección en Segóbriga. Volverá a encontrarse con ella en Segovia, donde la salvará del rigor del arcediano de la localidad, y entre ellos se establece una febril relación. Aunque ella esté enamorada de él y desde que lo conoció dejó de yacer con otros Álvar sólo desea su cuerpo: su condición de prostituta enciende su deseo pero le hace repudiar cualquier relación con ella.
La hija del tenente de Requijada nunca amó a Álvar, sino a su hermano Gaspar, de quien realmente estuvo embarazada antes del combate de Alarcos y también después. Su acercamiento hacia el de Sotosalbos sólo es una estratagema para, tras enviudar del de Pedraza, darle muerte y casar con Gaspar. No obstante, ante la muerte de este último, se suicidará y provocará la muerte del hijo que lleva en el vientre.
Templario espiritual que, por decisión de Gómez Ramírez, partirá de Uclés junto a Álvar. Se trata de un hombre huraño pero fiel y avezado en el dominio de la espada. A pesar de sus desavenencias con Álvar, la obediencia debida al temple lo llevará a velar por la vida del castellano en todo momento. Seguirá hasta el límite su ideal de servicio a Dios a expensas de la propia vida (búsqueda del Grial interior).
Senescal templario orgulloso de su Orden y caracterizado por su férrea disciplina. Participa en la batalla de Alarcos de modo heroico. Marchará en algarada contra los sitiadores de Uclés, arriesgando su vida, para destruir la maquinaria bélica de los enemigos. Hecho prisionero por los sarracenos, se desmoronará cuando Álvar pague su rescate, pues esperaba alzarse con la palma del martirio en batalla.
Hermanastro de Álvar. A pesar de que el de Sotosalbos siempre lo trató como un igual, su condición bastarda lo lleva al odio. Hombre sibilino y traidor, es temido por sus súbditos por su soberbia y su tiranía, pero siempre guarda palabras amistosas para ganarse la confianza del hermanastro y afianzar su traición. Cuando sean públicos sus desmanes, se enfrentará a Álvar y caerá bajo su espada.
Regidor de Segovia. Se trata de un hombre cínico y mordaz, pero con agallas y una inteligencia loable para el gobierno de la ciudad. Consciente de la posible epidemia, intentará alejar a Álvar de la ciudad, pero una vez dentro se aliarán para paliar la enfermedad y repeler el fanatismo del arcediano. Cuando la epidemia remita, él y Felisa, una sirvienta de la que se enamorará durante la cuarentena, serán las últimas víctimas. Será él quien pida venganza a Álvar por las atrocidades cometidas presuntamente por el marqués de Pedraza hacia Felisa y las mozas de los contornos.
Uno de los vasallos del conde de Sotosalbos a las órdenes de Gaspar. Cuando Álvar sea acusado de la muerte del tenente de Requijada, decidirá unirse a él, e incluso de salvará la vida en Segovia. Valeroso y honesto, Gimirín no dejará en ningún momento de avisar a Álvar de la maldad de su hermanastro. Gaspar, por su parte, nunca soportará que lo trate como un igual y no dudará en agredirlo al ver su adhesión a Álvar.
Álvar acude como embajador al monarca aragonés para pedirle ayuda en el combate contra Sancho VII de Navarra, reino que se repartirían entre Castilla y Aragón. El monarca, caracterizado por su flojera en las piernas por las abundantes coyundas con sus amantes, es presentado como un hombre de palabra. Se narra también el engaño al que lo sometieron para que yaciera con María de Montpellier, a la que entraron a sus aposentos disfrazada de barragana, y a la cual el monarca llenará de improperios.
El rey es presentado atenazado por los nervios el día previo a la batalla de Alarcos, mientras toma consejo de los suyos sobre qué hacer frente a la hueste enemiga. Enterado de las proezas militares de Álvar, lo recompensará con el cargo de capitán de la mesnada real, pues es un digno ejemplo a seguir para todos los castellanos. Tiempo después, el monarca aparecerá agraviado por el ataque de Sancho VII a su reino.
Del joven infante se describe su asombrosa vitalidad y sus ansias de gloria, aventuras y batallas. Impetuoso pero lúcido, se convertirá en uno de los más fervientes admiradores de Álvar Mozo, a quien le confiesa su deseo de entrar en Jerusalén y recuperar la ciudad para la cristiandad.
La reina es descrita como una mujer de gran belleza y majestuosidad, digna heredera de Leonor de Aquitania. Se narra su pasión por los trovadores y los torneos. Conmovida por la historia de amor de Álvar, intentará ayudarle enviando a un trovador que le concierte una cita con doña Flor, y le entregará un pañuelo carmesí cuando se bata en ordalía contra el marqués de Pedraza.
El arzobispo es presentado como un hombre avezado en asuntos diplomáticos, por lo que acompañará a Álvar en la embajada para pedir treguas a los musulmanes. Destacan en él su lucidez y su apego a los libros, pues en esos tiempos se halla enfrascado en la composición de su obra Historia gothica. Cuando Sancho VII ataque Castilla, también mostrará su encono hacia él.