Lara Vega, Rosario y José Ramón Rico Muñoz

Abderramán «El Emigrado»

Córdoba, El almendro, 2006

Rosario Lara Vega nació en Montoro. Es Licenciada en Filosofía y Letras y Diplomada en Psicología. En la actualidad, ejerce como profesora de guitarra y de Enseñanza Media. José Ramón Rico Muñoz nació en Barcelona. Es Licenciado en Veterinaria, profesor de clarinete y director de la Banda de Música.

El Emigrado (2006)
El legado del emir (2009)

Tras su desembarco en Almuñécar y su victoria en al-Musara frente a las tropas de Yusuf, Abderramán se dispone a proclamarse emir en Córdoba. El acto estará marcado por un intento de acabar con su vida, que providencialmente Alí desbaratará. Sin embargo, el frustrado magnicidio forma parte de una revuelta que sus enemigos están planeando para devolver el trono a Yusuf. Tres años después de su investidura, y a pesar de las pesquisas llevadas a cabo por Alí, los opositores al gobierno de Abderramán han soliviantado los ánimos de los descontentos, y firmado pactos con los desafectos al poder Omeya. Alguien cercano al emir lo ha traicionado, y los intentos de evitar la rebelión se ven frustrados. La continuidad de Abderramán al frente del emirato tendrá que dirimirse en una cruenta batalla en las inmediaciones de una Córdoba tomada.

Novela histórica

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Los días siguientes a la conquista de Córdoba se sucedieron precipitadamente. Los preparativos para conmemorar el nombramiento del nuevo emir, continuaron a lo largo de todo el mes de junio. La derrota de Yusuf había dando un vuelco al fatídico destino de los Omeyas: el largo destierro tocaba ahora a su fin; al-Andalus ofrecía la oportunidad de forjar un nuevo imperio, lejos de Damasco. Una perla que eclipsaría al lejano Oriente. Todo había cambiado. Los símbolos cobraban ahora valor. La ciudad dejaba de ser el foco de luchas internas, entre yemeníes y qaysíes, para transformarse en una próspera capital. El día prometía ser cálido y brillante. El sol estaba a punto de alcanzar su cenit. Córdoba derramaba caprichosamente su imagen sobre las aguas de Guadalquivir. La ciudad estaba preparada para recibir a su nuevo gobernante, Abd al-Rhaman ben Mu´awiya, el «Sirviente de Misericordioso». Las calles habían sido engalanadas con estandartes y perfumadas con azahar. En la lejanía, los bancales de viñedos contenían la alegría tímidamente (37-38).

Antonio Huertas Morales
Marta Haro Cortés
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