De las adaptaciones en el teatro jesuita: a propósito de Acolastus,

coloquio latino representado en Montilla (Córdoba), en 1581.*

 

 

                                                                                      MANUEL MOLINA SÁNCHEZ

                                                                                      Universidad de Granada

                                                                                      10 de febrero de 2004

 

 

 

          Cuando en 1529 Gulielmus Gnaphaeus publicó su Acolastus, tal vez no fuera consciente de la repercusión que su obra iba a tener en el panorama teatral europeo.[1] Por su temática, inspirada en la conocida parábola del hijo pródigo de Lucas 15, 11-32, era lógico que uno de los más interesados en adaptar la trama fuese el teatro de colegio. De hecho, sin salirnos del suelo patrio, los jesuitas españoles iniciaron sus producciones dramáticas con adaptaciones o versiones de la obra de Gnafeo. Así, Acevedo la representó corregida[2] en Córdoba el 24 de junio de 1555,[3] y posteriormente volvió sobre el tema en sus comedias Philautus, Charopus y Athanasia.[4] El Padre Guillem Barçalo (Barceló) escribió también en el Colegio mallorquín de Montesión[5] una Comedia prodigi filij, conservada en un manuscrito de la Colección de Cortes de la Real Academia de la Historia.[6] Por su parte Andrés Rodríguez se interesó por la cuestión en su Comedia Parenesia y, sobre todo, en su Acolastus.[7] Finalmente, y dejando a un lado otras manifestaciones surgidas fuera del ámbito escolar,[8] cabría mencionar a Hernando de Ávila con su Comedia sin título (Historia Floridevi) y su Historia Filerini.[9]

          El Acolastus que hoy traemos a colación puede considerarse una obra menor en relación a las anteriores. Se conserva en el ms. 393 de la Colección de Cortes (sign. 9/2574), ff. 28r-32v. Es un pequeño diálogo del que ya García Soriano ofreció una primera y escueta información,[10] que los investigadores posteriores han repetido en forma aún más breve.[11] En realidad, el diálogo no se titula Acolastus: éste es el nombre de uno de sus personajes. El manuscrito sólo ofrece el encabezamiento Colloquium. Si nos hemos referido a él –y así lo seguiremos haciendo– con el nombre de Acolastus, es porque sin duda pertenece a la familia de los descendientes de Gnafeo.

          En efecto, aunque de asunto completamente distinto al del original de Gnafeo,[12] el coloquio conserva ciertos rasgos que lo emparentan con él. El más significativo tal vez sea el nombre de los interlocutores: además de Acolastus, Sirus y Eubulus;[13] es decir, tres de los personajes que figuran en el Acolastus de Gnafeo. En éste, Acolastus es el libertino hijo pródigo, Sirus el sirviente del lenón Sannio y Eubulus el consejero de Pelargus, el padre de Acolasto. Y si bien estos tres personajes se transforman en estudiantes y asumen funciones diferentes en el diálogo montillano, Acolasto sigue representando, como en Gnafeo, la figura no ya lógicamente del hijo libertino, pero sí del estudiante remolón y negligente.

          Por lo demás, el argumento es bastante simple. Eubulo es un estudiante que acaba de perder a su padre y no sabe cómo va a poder ahora seguir costeándose los estudios. En este trance lo encuentra su amigo Siro, que le ofrece como solución ponerse al servicio de un nobilis scholasticus, el cual, a cambio de su trabajo, sufrague los gastos de los estudios. Y he aquí que aparece Acolasto, el estudiante nobilis pero perezoso, abrumado por una necesidad imperiosa: precisa de un compañero con el que repasar y preparar un certamen de gramática en el que va a participar. Tras un divertido e ingenioso diálogo entre Acolasto y Siro, en el que éste repite en forma de eco las últimas sílabas pronunciadas por aquél, convienen los tres en que Eubulo ayudará a Acolasto en sus lecciones y se encargará de llevar sus libros al colegio, y Acolasto correrá con los gastos de los estudios de Eubulo. Termina la obrita con unos dísticos en los que el colegio festeja el triunfo de Acolasto en un certamen celebrado anteriormente.

          Dos aspectos queremos subrayar de la obra. En primer lugar, el diálogo constituye un bello ejemplo de lo que debió ser la práctica escolar cotidiana en los colegios de la Compañía. En este sentido es especialmente valioso para conocer el desarrollo de los certámenes (concertationes) que periódicamente se celebraban en el recinto del colegio. El diálogo alude en concreto a un certamen gramatical público.[14] Si atendemos a la Ratio Studiorum, en su redacción definitiva de 1599, el día fijado para la celebración de certámenes, fuesen públicos o privados, era el sábado por la mañana.[15] Y, en efecto, la acción del coloquio se sitúa en sábado.[16] Acolasto nos enseña también que el debate va a girar sobre aspectos gramaticales: consistirá, en concreto, en un repaso de las lecciones del libro II de Antonio que se han impartido durante la semana, a saber, el género de los nombres y los pretéritos y supinos de los verbos.[17] Lo que nos indica que nos hallamos ante estudiantes de la clase ínfima de gramática, pues, como prescribe la Ratio, estas materias deben impartirse en esta clase.[18] Con respecto al manual, sin embargo, se aprecia que, en vez de la Gramática del jesuita portugués Manuel Álvares, que fue la preferida a nivel institucional por la Compa­ñía,[19] el colegio montillano se vale de la Gramática de Antonio, es decir, las Introductiones latinae de Elio Antonio de Nebrija.[20]

          En cuanto a la forma de desarrollarse el debate, puede darnos una idea el juego de preguntas y respuestas que, bajo el disfraz de un diálogo ecoico entre Acolasto y Siro,[21] el autor ha introducido tan ingeniosamente en el texto. A este respecto, la Ratio recoge que los certámenes pueden adoptar diversas modalidades (enfrentarse los estudiantes individualmente, por grupos, o bien uno solo provocar a varios)[22] y versar sobre distintos aspectos (literarios, sintácticos, morfológicos, en razón del nivel de la clase). El ejemplo que el coloquio nos proporciona (basado, como hemos dicho, en el género de los nombres y en la conjugación de pretéritos y supinos) entra dentro de los debates propios de la clase ínfima de gramáti­ca.[23] La lengua y el estilo empleados, en este sentido, vienen a corroborar esta precisión, pues es un latín muy simple, adecuado a principiantes. En fin, para que la muestra fuese completa, el autor ha terminado su obrita con una descripción del ritual que presidía la coronación del vencedor de un certamen. Para ello ha tenido la idea de presentar a Acolasto como triunfador, en su calidad de jefe de uno de los dos bandos en los que está dividida la escuela,[24] no de este certamen, sino de otro celebrado el sábado anterior.[25] Y, como expone la Ratio,[26] vemos al “pregonero” que, en representa­ción de todo el colegio, celebra la victoria del mejor, y al “coro de cantores” entonar unos dísticos de elogio al vencedor;[27] dísticos que, sin duda, debían ser bastante comunes, pues muestran un gran parecido con los que se leen en el Dialogus de Acevedo.[28]

          Esta última alusión nos sirve para introducir el segundo aspecto que queríamos tratar del coloquio. Es relativo al autor. Con todas las precauciones que se impone tomar a la hora de atribuir una obra jesuítica, pues nos movemos en terreno de nadie, o por mejor decir, de todos,[29] donde a menudo las producciones no son exclusivas de un autor, sino que se enriquecen con sucesivas aportaciones por parte de los padres de la Orden, creemos que hay indicios suficientes como para adjudicar el coloquio al Padre Andrés Rodríguez. En efecto, desde un punto de vista biográfico,[30] sabemos por los catálogos del Archivo Romano de la Compañía de Jesús en la provincia de Andalucía[31] que el Padre Andrés Rodríguez ingresó en la Compañía a comienzos de 1579, y, según algunos testimonios,[32] realizó su noviciado en Montilla, donde, al parecer, le asaltaron las dudas cuando cumplía con su probación.[33] Ya aquí ejerció de maestro de gramática y lengua latinas,[34] ocupación que desarrollaría después más prolijamente, primero en Córdoba, luego en Granada. En esta última ciudad lo hallamos ya en 1583, procedente de Córdoba.[35] Pues bien, si la estancia de nuestro Padre en tierras cordobesas tuvo lugar entre los años 1580 y 1583 y la fecha de representación de nuestro diálogo es de 1581, es muy probable –o, al menos, no hay ningún impedimento en contra– que él fuese el responsable de escribir el coloquio en su calidad de maestro de gramática latina.[36]

          Esta argumentación de tipo biográfico, sin embargo, carecería de fundamento si no fuera porque otra de carácter literario viene en su apoyo. En efecto, si “una prueba decisiva de autoría –decíamos en otro lugar a propósito de la mencionada adjudicación a Rodríguez de las piezas que componen el ms. 15404 de la Biblioteca Nacional–[37] es la autocopia”, el coloquio comparte con otras obras del jesuita algunos pasajes. Especialmente relevantes en este sentido son los versos. Parece como si su autor se complaciese en dejar un vestigio poético de sus, sin duda, notables dotes como versificador. Es un recurso constante en toda la producción del jesuita cordobés.[38] El coloquio, a este respecto, dada su brevedad, presenta sólo dos poemas. De uno hemos hablado ya: son los dísticos elegíacos finales que celebran la victoria del vencedor.[39] En ellos puede observarse ya cierto parecido con algún pasaje de la Demophilęa[40] y del diálogo De praestantissima scientiarum eligenda,[41] dos obras de autoría inequívoca.[42] Y, si bien estas coincidencias no son muy significativas, por el carácter estereotipado que ofrece este género de versos laudatorios,[43] no creemos que pueda decirse lo mismo del otro poema del coloquio: la Oratio que Siro y Eubulo elevan a Dios padre para que los ilumine en su camino.[44] Pues bien, aquí también las coincidencias con las dos obras mencionadas son palpables. Leemos así: taetra quamuis calligine mersos (v. 6 de Acolastus), tetra mortale genus caligine mersum (De praestantissima),[45] mentes hominum obscura caligine mersas (Demophilęa);[46] caecos animos hominum et mortalia corda / illustras (v. 5 de Acolastus), humana illustro lumine corda nouo (Demophilęa).[47] En fin, más allá de estas secuencias, de indudable sabor clásico,[48] la Oratio en general es muy del estilo poético de Rodríguez, de forma que, si unimos las coincidencias literarias con las biográficas, hemos de concluir, con escaso margen de error, que el coloquio es obra del jesuita cordobés.

          Dicho esto, veamos el texto del diálogo.

 

 

                                                              COLLOQVIVM

 

                                          Interlocutores: Acolastus. Sirus. Eubulus.

 

                                                            Eubulus. <Sirus>.[49]

 

[1]     EVB. O me infelicem! O miserum me! Quid ago? Cur non meis ipsis manibus mortem mihi concisco?[50] Melior enim mors erit uita hac tusa et calamitosa, meae[51] omnes spes euanuerunt. Quam caduca haec uita est! Quam uanae et fluxae eius cogitationes! Cito pereunt, cito dilabuntur. Eheu![52] Quid agam aut ubi consistam? Omni enim humano praesidio destitutus sum.

          SIR. Nescio quem clamitantem audiui. Audio equidem ac, si recte iudico, secum loquitur.

          EVB. Eheu![53]

[2]     SIR. Eius uoces afflicti et quasi desperati mihi uidentur esse, eiusque facies tristitiam maximam prae se fert. Maestus[54] ac cogitabundus, quid cogitet aut mente euoluat sua ignoro. Citissime ad eum accedam diligentissimeque ab eo scrutabor quid mali ei euenerit, eoque cognito, remedium adhibebo. Sed hoc quid? Quid hoc?[55] Non hic meus charus et familiaris amicus Eubulus est? – Quid hoc, mi Eubule charissime? Quid hic agis? Non respondes? Quid dicis? Cur obmutescis? An dubitas posse me tuae mederi infirmitati? Ne me istud malum celes.

          EVB. Vae mihi misero!

[3]     SIR. Loquere iam. Quid cunctaris malum hoc aperire mihi, cui tua omnia nota sunt? An mea fides tibi dubia est? Me fidelem semper es[56] expertus et uerum.

          EVB. De tua in me fide non dubito. Sed ita magnus dolor animo maleficus est meo ut uix loqui prae lachrimis ualeam.

          SIR. Ne me diu suspensum teneas, impetum iam lachrimarum retine.

          EVB. Quid dicam? Pater meus...

          SIR. Quid de patre actum est? Decessitne e Montulia?

[4]     EVB. Non, sed ex hac misera et infelici uita.

          SIR. Itane? Quid dicis? Non credo.

          EVB. Verum dico, nec hoc uerum fari uoluissem.

          SIR. Nunc iustam te causam flendi habuisse censeo. Sed aequo animo hoc ferendum, nam omnes mortales nati sumus. Bono fac animo sustineas nec ita te totum fletui ac lamentis dedas.

          EVB. Si id solum euenisset malum, recte mones. Sed an non scis quod mea studia ab eo pendebant?

[5]     SIR. Quid inde?

          EVB. Nunc autem cuius ope aut patrocinio adiutus mea incepta studia persequar ignoro.

          SIR. Durus casus et acerba fortuna.[57] Sed Deo fide, qui se non desinentes non deserit.

          EVB. Iam id ego ab ineunte aetate feci et nunc melius faciam, siquidem in hac misera et calamitosa uersor fortuna, qua maxime eius ope egeo et Matris auxilio, cui me totum tradidi.

[6]     SIR. Igitur, si tibi uidetur, quid hoc in casu faciendum quidue consilii capiendum ut nobis demonstret cum flexis genibus precemur, et opem intactae Virginis imploremus.

 

                                                                       Oratio

 

Ad te, qui superas habitas, Pater optime, sedes,[58]

quique soles hominum rigidos lenire dolores,

quique malis cunctis adhibes medicamina nostris,

qui lumen praeferre soles dubitantibus[59] almum,

qui caecos animos hominum et mortalia corda

illustras, taetra quamuis calligine[60] mersos;[61]

ad te, inquam,[62] palmas et lumina tendo,[63]

lumina[64] deiectis lachrimis mihi[65] facta precando,

praesidiumque tuum sanctum et tua numina posco.[66]

Ignotas aperito[67] uias[68] mentemque guberna,

quid mihi consilium capiam, quae norma sequenda,

in re tam dubia nobis ostende benigne.

 

          SIR. Non dubites quin Deus ipse malo huic pharmacum et medicinam adhibebit.

[7]     EVB. Cur id dicis? Occurritne tibi aliquid?

          SIR. Ita. Estque quod, si tibi placet, alicui nobili scholastico adhaereas officiumque famuli erga eum praestes.

          EVB. Id quoque in mentem mihi uenit, atque diuinitus elapsum consilium credo. Sed id qui fieri poterit, nam hac in uilla[69] horum perpauci reperiuntur?

          SIR. Bono esto animo: qui consilium dedit dabit etiam quo modo commode faciundum sit. Nunc autem uersus uillam eamus.

 

                                                                    Acolastus

 

[8]     Sat quietus ego domi heri eram. Paccate ac tranquile cum aliis sociis ociabar. Nec tota hac hebdomada gimnasium uidi aut eius limina cogitatione attigi. Nescio quid dicam. Magister condiscipulum quemdam ad me misit, qui me concertationes publicas habiturum nunciauit. Quid faciam nescio. Secundi libri Antonii lectiones quae per hos dies lectae sunt ignoro. Faxit Deus aliquem condiscipulum inueniam qui eas mihi repetat. Quidquid petierit ei dabo et si uelit in meam cooptari societatem, non ut famulum sed ut socium recipiam eum. Equidem, ut uideo, apparet nullus. Quid faciam? Melius nil nunc erit quam Antonii lectiones euoluere. Forsan eas intelligam, ad id cogor, facere aliud non possum.

 

                                                    Eubulus. Sirus. <Acolastus>.[70]

 

[9]     SIR. Veni iam, istac ociemur. Hanc tristitiam depone. Cur ita maestus iam diu est? Non deerit tibi commodum idoneum quo studia persequi possis.

          EVB. Id me non latet, sed certe maxima ac paene incredibilis est mei spiritus affectio.

          SIR. Vt ea animo tuo caderet, huc te uenire compuli. Sed tace, nescio quem clamitantem uideo[71]. Acolastus mihi uidetur. Ipse est. Quid hic faciet? Propius[72] accedamus. Lectiones repetit, genera et praeterita. Vis eum derideamus? Specta tantisper, hinc discedamus.

[10]   ACO. Vt credo, hae regulae lectae sunt.

          SIR. Sunt.

          ACO. Quis mihi respondet? Echone ipsa? Erit, nam neminem uideo. †Hae, inquam, et graecum primae uel quod dat 3ª nomen.†

          SIR. Omen.

          ACO. Vere echo ipsa hoc in campestri loco reperiri nequit. Aliquis est scholasticus qui me illudere uult. Sed ut intelligat posse me ei satisfacere, nomini huic respondebo: ‘omen’, neutrius,    “-en dabitur neutris, sed sunto mascula lichen...”.[73]

[11]   SIR. N.

          ACO. ‘N’, neutrius, “neutras pone notas...”,[74] ut ego intelligo.

          SIR. Ligo.

          ACO. Iam praeterita et supina quaerit. Sed respondebo: ‘ligaui, -tum’, ni male iudico.

          SIR. Dico.

          ACO. ‘Dixi, -ctum’, et eadem accipiunt ‘indico’ et ‘praedico’, composita ab eo.

          SIR. Abeo.

[12]   ACO. ‘Abii, abitum’. Vere hic meis habendis concertationibus, ut ea[75] quae rogauit colligo, aptus et idoneus mihi uidetur. Socium mihi uolo. Accersam eum. – Iam, quaeso, hos iocos mitte. Huc prodi, habeo enim tibi dicere aliquid.

          SIR. Quid?

          ACO. Vt mihi nunc haec eadem quae rogas repetas, si uis.

          SIR. Vis?

          ACO. Nil aliud uolo, nil aliud quaero, nil aliud opto, nisi aliquem inuenire qui id faciat, daboque ei quidquid petierit.

          SIR. Erit.

[13]   ACO. Vbinam? Quis mihi, si scis, eum demonstrabit, ut simul lectiones recolamus quas nunc solus relego?

          SIR. Ego.

          ACO. Tu ipse?

          SIR. Ipse.

          ACO. Et poterit repetere ea quae a me non sunt audita?

          SIR. Ita.

          ACO. Tecumne ibi est?

          SIR. Est.

          ACO. Huc igitur prodi eumque tecum affer. – Quid moraris? Angustiis premor maximis. Ne me detineatis amplius. Iam non respondet: abiit, illusus sum. Tempus frustra sumo, concertationes solus repetam.

 

                                                    Eubulus. Sirus. <Acolastus>.[76]

 

[14]   SIR. Nunc ad eum accedam. Animum siquidem cognoui illius, te quoque,[77] ut spero, in suam recipiet societatem. – Bene sis, Acolaste charissime.

          ACO. Feliciter accesseris, mi Sire.

          SIR. Quid hic agitur?

          ACO. Lectiones recolo.

          SIR. Nunc?

          ACO. Nunc.

          SIR. An non temporis sat fuit hac in hebdomada? An hodie quia dies sabbati est quo earum ratio a Magistro exigitur?

[15]   ACO. Non ob id, sed quia concertationes publicas sum habiturus et, ut hoc commodius facerem, quae dicenda sunt recolebam.

          SIR. Et solus?

          ACO. Solus.

          SIR. Cur ita?

          ACO. Quia socius a praeceptore non est ad eas constitutus, sed eum eligere in mea reliquit potestate; cumque illum quaererem, a quodam nescio, qui meorum uerborum ultimas sillabas ut echo ipsa repetebat, illusus sum.

          SIR. Nec quis esset intelligere potuisti?

[16]   ACO. Non, sed uere non bene de te iudico. Sed dicito: num tu is eras?

          SIR. Cur id dicis? An si ego is essem gauderes?

          ACO. O utinam si sic accideret,[78] ut tu is esses et socium mihi inuenires[79] idoneum!

          SIR. Bono esto animo. Tibi satis grammaticae peritum dabo, nostrum scilicet Eubulum.

          ACO. Verum dicis? Accerse iam eum, ni longe abest.

          SIR. Hic me expectat, prope est. – Eubule, Eubule! Huc cito ueneris.

[17]   EVB. Quid est quod me uis? Praesto sum facere quidquid monueris.

          SIR. Nil aliud uolo nisi pergratum tibi reddere nuncium. Inueni tibi dominum, uel potius, socium. Hicque noster amicus et familiaris Acolastus est. Ad id solum ei inseruies, ut lectiones simul cum eo relegas, tuosque et illius libros tecum in scholas comportes.

          EVB. Placet. Id libentissime faciam et non solum id, uerum etiam quidquid imperauerit, citissime exequar.

          ACO. Tuae confido humanitati haec et alia te praestiturum. Sed interim, dum hora est nostrarum concertationum, istac ociantes eas recolamus. [Interim][80] Feliciter[81] ualeas, mi Sire.

          SIR. Et uos etiam feliciter manete.

[18]   EVB. Quid est quod uis nunc praestemus?

          ACO. Iam mentem tibi explicaui meam. Agedum, librum aperi. Sed nescio quid facturus eram idque e memoria excidit. Sed repete praeterita, forsan inter legendum in mentem ueniet.

          EVB. Si tibi uidetur, genera, quia difficiliora sunt.

          ACO. Ita sit. Incipe iam.

          EVB. Femina et cetera.

          ACO. Specta tantisper, iam oblitae rei memini. Quota[82] hora sonuit?

          EVB. Iam sesquihora ante12 sonuit.

[19]   ACO. Quid dicis?

          EVB. Ita est.

          ACO. Aduola, quaeso. Curramus in scholas.

          EVB. Cur ita festinanter properas?

          ACO. In gimnasio duae acies, contrariis ducibus gubernatae, constructae sunt et ducum alter ego sum; sabbatoque praeterito, alter nostrum, corona imperatoris ducisque simul afficiendus erat. Id autem praeceptor in hunc usque diem distulit nosque hac eadem hora adesse praecepit.

 

                                                         <Praeco. Acolastus>.[83]

 

[20]   <PRAE.> Feliciter accesseris, dux inuictissime. Diu hic expectantes tui aduentus desiderium tenuit, ut gratissimum consecutae uictoriae nuncium tibi reddere possemus. Nil est quod paueas, nil quod extimescas: aduersae factionis hostes postrati[84] iacent. Tibi coronas has tota schola ut uictori concedit, teque, quem eximium et praeclarum ducem hucusque habuit, iam principem maximum imperatoremque inuictissimum elegit. Nosque huc ad te misit ut aliqua, si per te licet, quibus ipsis omnes milites egent postulemus.

          ACO. Nil formidetis, quaecumque sint petite: ea enim a me benignissime impetrabitis.

                                                                          

                                                         <Chorus. Acolastus>.[85]

 

[21]   <CHOR.>          Tempora uictoris triumphalis[86] nectere laurus

       uictricisque hederae pulchra corona[87] solet.

Nam semper radix hederae frondesque uirescunt

       et uiridante coma laurus opaca uiget.

Quare uictricis felicia tempora[88] frontis

       ex hedera et lauro serta decora tegent.

Et cum belligeros dextra properaueris hostes,

       iure tibi laurus parta labore[89] datur.

Cum te praestiteris, dux inuictissime, talem

       ut tibi uix possint praemia digna[90] dari,

Cuncta tibi classis gestit se ostendere gratam

       factaque pro meritis condecorare tua.

Egregium[91]ex auro radianti[92] mittit alumno

       distinctum gemmis hoc diadema[93] suo,

Vt tanto dignas ductori reddere grates

       praeclarasque eius res celebrare queat.

Innumeros uiuas optat feliciter annos

       et postrare tua prosperitate cupit.

 

[22]   <ACO.> Non dubito quin uenenosis linguarum aculeis corrodendus sim, quod male partam dictaturam possideam. Vt autem has omnes falsas et iniquas corrosiones[94] uitare possim, conclusiones has publicas laetor et summopere gaudeo a me defendendas esse: nam eis me imperatoris dignitatem iuste consecutum esse apertissime manifestabo.

                                                                          

                                                                        Finis

 

                                                                                                                  1581. Mont.

 

 

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TRADUCCIÓN

 

COLOQUIO

 

Interlocutores: Acolasto. Siro. Eubulo.

 

Eubulo. <Siro>

 

[1]     EUB. ¡Oh, infeliz de mí! ¡Oh, desdichado de mí! ¿Qué hago? ¿Por qué no me provoco la muerte con mis propias manos? Pues mejor será la muerte que esta vida fatigada y desastrosa: todas mis esperanzas se han desvanecido. ¡Qué frágil es esta vida! ¡Qué fútiles y superfluos sus designios! Pronto caducan, pronto se disipan. ¡Ay! ¿Qué puedo hacer o adónde acudir? Pues me ha abandonado todo tipo de ayuda humana.

          SIR. (Aparte) He oído quejarse a alguien. Lo oigo de veras y, si estoy en lo cierto, habla consigo mismo.

          EUB. ¡Ay!

[2]     SIR. (Aparte) Parecen gritos de una persona afligida y desesperada, y su cara manifiesta una gran tristeza. Triste y meditabundo, ignoro qué está pensando o revolviendo en su cabeza. Me acercaré a él rápidamente y le preguntaré qué desgracia le ha ocurrido; conocido esto, le mostraré el remedio. Pero ¿cómo?, ¿cómo es esto? ¿No es éste mi querido e íntimo amigo Eubulo? (A Eubulo) ¿Qué pasa, mi querido Eubulo? ¿Qué haces aquí? ¿No respondes? ¿Qué tienes que decir? ¿Por qué no hablas? ¿Dudas acaso de que sea capaz de curar tu mal? No me ocultes tu desdicha.

          EUB. ¡Ah, desgraciado de mí!

[3]     SIR. Habla ya. ¿Por qué vacilas en descubrir tu mal a quien conoce todo lo tuyo? ¿Es que dudas de mi lealtad? Sabes por experiencia que siempre te he sido fiel y sincero.

          EUB. No dudo de tu lealtad hacia mí. Pero es tan grande el insoportable dolor de mi corazón que apenas me dejan hablar las lágrimas.

          SIR. No me tengas en vilo por más tiempo, contente ya las lágrimas.

          EUB. ¿Qué te puedo decir? Mi padre...

          SIR. ¿Qué ha pasado con tu padre? ¿Se ha ido de Montilla?

[4]     EUB. No, de esta mísera e infeliz vida.

          SIR. ¿Cómo? ¿Qué dices? No me lo creo.

          EUB. Digo la verdad, y ojalá no hubiera tenido que decir esta verdad.

          SIR. Ahora veo que tenías un motivo justo para llorar. Pero has de soportarlo con resignación, pues todos hemos nacido con condición mortal. Procura mantenerte animado y no te dejes llevar por el llanto y los lamentos.

          EUB. Si sólo me hubiese ocurrido este mal, valdrían tus consejos. Pero ¿no sabes que mis estudios dependían de él?

[5]     SIR. ¿Y entonces?

          EUB. Pues que ignoro quién me puede ayudar con sus recursos o patrocinio a proseguir mis estudios.

          SIR. Terrible desgracia y triste fortuna. Pero confía en Dios, que no abandona a los que no se abandonan.

          EUB. Ya lo he hecho desde mi infancia y ahora lo haré más, puesto que me encuentro en esta situación desdichada y calamitosa, en la que necesito sobre todo de su ayuda y del auxilio de su Madre, a quien me he entregado por entero.

[6]     SIR. Bien, pues, si te parece, supliquémosle de rodillas que nos muestre qué debemos hacer o qué decisión debemos tomar en este infortunio, e imploremos la protección de la Virgen Inmaculada.

 

Oración

 

A ti, Padre óptimo, que habitas las regiones celestes,

que sueles mitigar los intensos dolores de los hombres,

que nos procuras la medicina a todos nuestros males,

que sueles mostrar la luz vivificadora a los indecisos,

que los ciegos espíritus de los hombres y sus mortales corazones

iluminas, aun cuando se hallan inmersos en la negra oscuridad;

a ti, digo, tiendo mis manos y mis ojos,

suplicándote me concedas, abandonadas las lágrimas, la luz,

e imploro tu santa protección y tu gracia.

Descúbreme el camino que desconozco y dirige mi mente,

muéstranos con benignidad qué decisión he de tomar,

qué norma he de seguir en situación tan incierta.

 

          SIR. No dudes de que Dios te proporcionará el fármaco y la medicina para este mal.

[7]     EUB. ¿Por qué lo dices? ¿Se te ocurre algo?

          SIR. Sí. Y es que, si te parece bien, te unas a un estudiante noble y le prestes servicio.

          EUB. Eso también lo he pensado yo y creo que es una solución emanada del cielo. Pero ¿cómo podrá llevarse a cabo, pues en esta población se encuentran muy pocos de éstos?

          SIR. No te preocupes: quien dio la solución dará también la manera en que pueda llevarse a cabo adecuadamente. Ahora dirijámonos al pueblo.

 

Acolasto

 

[8]     Estaba yo ayer bastante relajado en casa. Sosegada y tranquilamente me divertía con otros amigos. En toda esta semana no he visto la escuela ni pisado su umbral con el pensamiento. No sé qué decir. El Maestro me ha enviado a un compañero de clase, el cual me ha anunciado que participaré en un certamen público. No sé qué hacer. Las lecciones del libro segundo del ‘Antonio’ que se han leído durante estos días no me las sé. Quiera Dios me encuentre con un compañero que las repase conmigo. Le daré lo que pida y si quiere integrarse en mi grupo, lo acogeré no como un siervo sino como un miembro más. En verdad, que no se ve a nadie. ¿Qué hacer? Nada será mejor ahora que hojear las lecciones del ‘Antonio’. Tal vez las entienda, estoy obligado a ello, no puedo hacer otra cosa.

 

Eubulo. Siro. <Acolasto>.

 

[9]     SIR. Venga ya, demos una vuelta por ahí. Deja ya esa tristeza. ¿Por qué sigues tan afligido? Es ya demasiado tiempo. No te faltará el dinero necesario para que puedas proseguir los estudios.

          EUB. No se me oculta, pero sinceramente siento una pena enorme y casi increíble en mi alma.

          SIR. Por eso te he hecho venir aquí, para que desaparezca de tu corazón. Pero calla, veo a alguien que se queja. Me parece que es Acolasto. Lo es. ¿Qué hará aquí? Acerquémonos un poco más. Repasa las lecciones, los géneros y los pretéritos. ¿Quieres que nos riamos de él? Espera un poco, alejémonos de aquí.

[10]   ACO. Según creo, las reglas que se han leído éstas son.

          SIR. Son.[95]

          ACO. ¿Quién me responde? ¿Mi propio eco? Lo será, pues no veo a nadie. Éstas, digo, junto con el nombre griego, son sin duda las primeras reglas que trae la tercera ¿lección?.[96]

          SIR. Omen.

          ACO. Pensándolo bien, no es posible que haya eco en este lugar abierto. Es algún estudiante que quiere mofarse de mí. Pues para que vea que soy capaz de complacerlo, responderé a este nombre: ‘omen’, de género neutro, “-en se le dará a los neutros, pero sean masculinos lichen...”[97]

[11]   SIR. N.

          ACO. ‘N’, de género neutro, “las letras considéralas neutras...”, según yo colijo.[98]

          SIR. Ligo.

          ACO. Ahora pregunta pretéritos y supinos. Responderé: ‘ligaui, -tum’, si mal no lo digo.

          SIR. Dico.

          ACO. ‘Dixi, -ctum’, e igual se construyen ‘indico’ y ‘praedico’, compuestos suyos.

          SIR. Abeo.

[12]   ACO. ‘Abii, abitum’. En verdad éste me parece apropiado e idóneo para el certamen que he de celebrar, pues comprendo todo lo que me ha preguntado. Lo quiero como socio. Me dirigiré a él. (A Siro) Deja ya, te lo ruego, ese juego. Ven aquí, pues tengo que decirte que...

          SIR. ¿Qué?

          ACO. Que repases ahora conmigo lo mismo que estás preguntando, si quieres.

          SIR. ¿Quieres?

          ACO. No quiero otra cosa, no pretendo otra cosa, no deseo otra cosa que encontrar a alguien que lo haga, y cuanto me pida, bien estará.

          SIR. Estará.

[13]   ACO. ¿Dónde? ¿Quién me lo mostrará, si lo sabes, para que juntos estudiemos las lecciones que ahora yo solo empollo?

          SIR. Yo.

          ACO. ¿Tú personalmente?

          SIR. Personalmente.

          ACO. ¿Y podrá repetirme lo que no oiga claro?

          SIR. Claro.

          ACO. ¿Contigo ahí está?

          SIR. Está.

          ACO. Pues acércate aquí y tráelo contigo. ¿Por qué te demoras? Estoy terriblemente angustiado. No me hagáis esperar más. Ya no contesta: se ha ido, se ha burlado de mí. Pierdo el tiempo en vano, repasaré solo el certamen.

 

Eubulo. Siro. <Acolasto>.

 

[14]   SIR. Me acercaré ahora a él. Si en algo conozco su corazón, te acogerá a ti también, como espero, en su compañía. (A Acolasto) Salud, queridísimo Acolasto.

          ACO. Bienvenido seas, mi querido Siro.

          SIR. ¿Qué haces aquí?

          ACO. Practico las lecciones.

          SIR. ¿Ahora?

          ACO. Ahora.

          SIR. ¿No has tenido tiempo suficiente en esta semana? ¿Es por ser hoy sábado por lo que el Maestro te exige cuenta de ellas?

[15]   ACO. No es por eso, sino porque voy a participar en un certamen público y, para hacerlo mejor, practicaba lo que tenía que decir.

          SIR. ¿Solo?

          ACO. Solo.

          SIR. ¿Y eso?

          ACO. Porque el preceptor no me ha asignado compañero, sino que ha dejado en mis manos la elección. Y cuando me disponía a buscarlo, uno que repetía las últimas sílabas de mis palabras como mi propio eco, se ha burlado de mí.

          SIR. ¿Y no pudiste distinguir quién era?

[16]   ACO. No, pero sinceramente no sé qué pensar de ti. Dime: ¿eras tú él acaso?

          SIR. ¿Por qué dices eso? ¿Te alegrarías si yo fuera él?

          ACO. ¡Oh, ojalá si así ocurriese, que tú fueses él y me encontraras un compañero idóneo!

          SIR. No te preocupes. Te daré a un buen conocedor de la gramática, nuestro querido Eubulo.

          ACO. ¿Dices la verdad? Llámalo ya, si no está lejos.

          SIR. Me está esperando, está cerca. (A Eubulo) ¡Eubulo, Eubulo! Ven aquí rápido.

[17]   EUB. ¿Qué quieres de mí? Estoy dispuesto a hacer lo que me aconsejes.

          SIR. No quiero otra cosa que darte una muy agradable noticia. Te he encontrado un amo, o mejor, un compañero. Es nuestro amigo y querido Acolasto. Sólo le ayudarás a repasar juntos las lecciones y a llevar tus libros y los suyos al colegio.

          EUB. Me parece bien. Lo haré a gustísimo y cumpliré con toda rapidez no sólo eso, sino todo lo que ordene.

          ACO. Tengo plena confianza en tu persona de que realizarás éstos y otros cometidos. Pero entretanto, mientras es la hora de nuestro certamen, repasémoslas dando un paseo por ahí. Ve con Dios, mi querido Siro.

          SIR. Y vosotros también quedad con Dios.

[18]   EUB. ¿Qué quieres que emprendamos ahora?

          ACO. Ya te he explicado mi plan. Venga, abre el libro. Pero tenía yo que hacer algo y se me ha ido de la cabeza. Repite los pretéritos, tal vez mientras leemos me venga de nuevo.

          EUB. Mejor, si te parece, los géneros, que son más difíciles.

          ACO. Está bien. Empieza ya.

          EUB. Femeninos y otras clases.

          ACO. Espera un poco, ya me acuerdo de lo que era. ¿Qué hora ha dado?

          EUB. Han dado las 10’30 horas.

[19]   ACO. ¡Qué dices!

          EUB. Pues eso.

          ACO. Vuela, te lo ruego. Corramos al colegio.

          EUB. ¿A qué viene tanta prisa?

          ACO. Se han formado dos equipos en la escuela dirigidos por jefes de bandos rivales, y yo soy uno de los jefes. El sábado pasado, uno de nosotros dos iba a ser laureado con la doble corona de capitán y jefe. Pero el preceptor aplazó el acto hasta el día de hoy y nos ordenó que nos presentásemos a esta misma hora.

 

<Pregonero. Acolasto>

 

[20]   <PREG.> Bienvenido seas, jefe invencible. Largo tiempo nos ha tenido aquí a la espera el deseo de tu llegada, para poder darte la gratísima noticia de la victoria conseguida. Nada tienes que temer, nada de que asustarte: los enemigos del bando contrario yacen abatidos. A ti como vencedor toda la escuela te concede estas coronas, y a ti, a quien hasta ahora ha tenido por su eximio y preclaro jefe, te ha elegido hoy gran príncipe y capitán invencible. Y nos ha enviado aquí ante ti para pedirte, si das tu consentimiento, algunas de las necesidades que todos los soldados tienen.

          ACO. No tengáis miedo, pedid lo que sea: os lo concederé de buen grado.

 

<Coro. Acolasto>

 

[21]   <COR.>            Las sienes del vencedor triunfal suele ceñirlas

       una hermosa corona de laurel y de hiedra victoriosa.

Pues la raíz y las hojas de la hiedra siempre verdecen

       y en la verdeante cabellera el laurel oscuro se vivifica.[99]

Por ello las felices sienes de la frente vencedora

       las han de cubrir guirnaldas adornadas con hiedra y laurel.

Y puesto que con tu diestra has apremiado a belicosos enemigos,

       merecidamente se te concede el laurel adquirido con esfuerzo.

Por haber demostrado, jefe invencible, tal valor

       que difícilmente se te pueden conceder honores parejos,

toda la clase ansía mostrarse agradecida contigo

       y condecorar tus hazañas como se merecen.

Otorga, pues, a su alumno predilecto esta excelsa diadema

       de reluciente oro, engastada de pedrería,

para poder así dar las gracias merecidas a tan gran capitán

       y celebrar sus preclaras acciones.

Felizmente vivas, anhela, innumerables años

       y que descanses en prosperidad desea.

 

[22]   <ACO.> No dudo que voy a ser destrozado por el venenoso aguijón de lenguas que dicen que poseo el rango de dictador inapropiadamente adquirido. No obstante, para poder sustraerme a todas estas falsas e inicuas patrañas, me alegra y me llena de satisfacción tener que realizar la defensa final de este acto público, pues en ella abiertamente diré que he conseguido con justicia el cargo de general.

 

 

Fin

 

                                                                            Montilla. 1581.

 

 

 

 

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* Este trabajo corresponde a la comunicación del mismo título presentada en el III Congreso Internacional de Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico, celebrado en Alcañiz durante los días 8 al 13 de mayo del 2000. Publicado recientemente en J.Mª Maestre Maestre–J. Pascual Barea–L. Charlo Brea (eds.), Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico III. Homenaje al profesor Antonio Fontán, Alcañiz-Madrid, 2002, vol. III, pp. 1209-1223, para su edición digital lo hemos revisado, corregido y modificado en más de una decena de lugares, así como enriquecido con un mayor número de referencias clásicas y con la traducción. Por lo demás, su elaboración forma parte del Proyecto de investigación «Teatro escolar y humanístico del siglo XVI: estudio, edición crítica y comentario de la producción dramática de Hernando de Ávila, Juan de Cigorondo, Andrés Rodríguez y Jaime Romañá», subvencionado por la DGICYT (Ref. BFF2003-07362).

[1] Sobre la influencia de Acolastus,  véase Atkinson 1964, p. 4, n. 6, y Fradejas 1981.

[2]Aliquot resecatis scaenis, quae spectantium pias aures et oculos possent offendere, nos dice el propio Acevedo (Arch. Rom. Soc. Iesu, Hist. Soc., 172, 271r-272v); cita en Alonso Asenjo 1995, p. 87.

[3] Cf. Segura 1985, p. 324; González Gutiérrez 1993, p. 30 [1997, p. 52]; Alonso Asenjo 1995, pp. 54, 87; Picón 1997a, pp. 15, 299.

[4] Cf. Alonso Asenjo 1995, p. 27; Picón 1997a, p. 300, 1998.

[5] Cf. Picón 1997b, 2002.

[6] Ms. 388, signatura C.C. 9/2569, ff. 136-150. Según Alonso Asenjo 1995, p. 61, la obra hay que situarla después de 1580. Sierra Cózar 1997, a su vez,  especifica aún más y coloca en 1591 el término  post quem.

[7] Conservadas ambas en el ms. 15404 de la Bib. Nac. de Madrid, ff. 1r-42v y 43r-80v respectivamente. La Parenesia se representó en Córdoba, el 23 de enero de 1580, según consta en el propio manuscrito (f. 1r). Acolastus debió escenificarse en fecha cercana a la anterior: en 1580, según el Catálogo de las piezas de teatro que se conservan en el Departamento de manuscritos de la Biblioteca Nacional (t. I, 2ª ed., Madrid, 1934, p. 6, nº 40), hacia 1581, según Alonso Asenjo 1995, p. 62.

[8] Entre las que podríamos destacar la Comedia pródiga, de Luis de Miranda, y la Comedia prodigi filii, de Juan de Valencia. Sobre ambas véase Picón 1995.

[9] Sobre las cuales cf. Alonso Asenjo 1995, pp. 250-262.

[10] “En un volumen de la Colección de Cortes insértase un diálogo escolar, escrito en prosa latina, que se representó en el colegio de Montilla el año 1581, según la data que lleva al fin. Titúlase Colloquium Acolastus. Son sus interlocutores: Acolastus. Sirus. Eubulus. Su asunto se reduce a las lamentaciones que hace ‘Acolastus’ de la vida estudiantil y los consuelos que sus dos compañeros le prodigan. Una de las escenas está compuesta con eco. La acción se localiza en Montulia (Montilla).” (García Soriano 1945, pp. 219 s.)

[11] Cf. González Gutiérrez 1994, p. 83 [1997, p. 299]; Menéndez Peláez 1995, p. 463; Alonso Asenjo 1995, p. 62.

[12] Carece de todo fundamento, y es una muestra de los errores que se cometen cuando no se consulta directamente una fuente, la afirmación de Menéndez Peláez 1995, p. 463: “Es una adaptación de la Comoedia Acolastus del holandés Guillermo Fullo Gnaphaeus, cuyo Acolastus fue una de las obras que mayor influjo tuvo en el teatro jesuítico europeo.”

[13] González Gutiérrez (1994, p. 83), en un desliz un poco incomprensible, interpreta Colloquium Acolastus como título y reduce los personajes del diálogo a dos: Sirg. (transcrito así, en lugar de Sirus, por confusión de la típica abreviatura final -us con la letra ‘g’) y Eubulus. El entuerto vuelve a aparecer en su edición de 1997 (p. 299). Véase al respecto Alonso Asenjo 1997/98, pp. 428-432.

[14] Cf. [8] y [15]. Una muestra de un certamen literario privado (in ipsa classe) puede verse en el [Dialogus certaminis literarii], conservado en el ms. 383 de la Colección de Cortes de la BRAH (signatura 9/2564, ff. 286-290), correspondien­te a la producción literaria de Acevedo.

[15] Die sabbathi mane prima hora publice recitentur memoriter totius hebdomadae praelectiones, secunda hora recolantur, ultima semihora concertetur («Regulae Professoris infimae classis grammaticae, 2», Gil 1992, p. 250). In sabbatho aliove quem academiae consuetudo exigit die, habeant in scholis disputationes per duas horas; longiores etiam, ubi sint magni externorum concursus («Regulae communes omnibus Professoribus superiorum facultatum, 14», Gil 1992, p. 116).

[16] Cf. [14-15].

[17] Cf. [8-9].

[18] “Todas las clases se mantengan en su respectivo grado... Por lo que toca a la gramática, las clases serán tres, con las que se termine lo que podríamos llamar su curso. Por lo tanto, todos los preceptos del Padre Manuel Álvarez se han de dividir en tres partes, cada una destinada a su clase respectiva.” («Regulae communes Professoribus classium inferiorum, 12», Gil 1992, p. 191). “El grado de esta clase [ínfima de gramática] es el conocimien­to perfecto de los rudimentos y una iniciación a la sintaxis... Donde haya dos secciones, a la inferior se le enseñará, del primer libro de Álvarez, los nombres, los verbos, los rudimentos, las catorce reglas sobre la construcción gramatical y el género de los nombres. A la superior, en cambio, del primer libro, la declinación de los nombres, sin los apéndices, y los pretéritos y supinos; y del segundo, la introducción a la sintaxis, sin los apéndices, hasta los verbos impersonales.” («Regulae Professoris infimae classis grammaticae, 1», Gil 1992, p. 249).

[19] Así lo dice expresamente la «Regla 23 del Prepósito Provincial», sin negar, no obstante, la posibilidad de hacer uso de otra gramática, “salva tamen ipsa vi ac proprietate omnium praeceptorum Emmanuelis” (Gil 1992, p. 80). Los De Institutione Grammatica libri III fueron publicados por primera vez en Lisboa, en 1572, y llegaron a alcanzar 530 reimpresio­nes. Sobre la Gramática de Álvares, véase Gómez Gómez 2002.

[20] Se editaron por primera vez en Salamanca, en 1481, con multitud de ediciones y reimpresiones posteriores. Según Palau y Dulcet (Manual del librero hispanoamericano, Barcelona, 2ª ed. 1957, T. X, p. 459), la división en cinco libros de la Gramática fue la habitual desde su 2ª redacción en 1491. El segundo de ellos se ocupaba en hexámetros de las reglas del género y la declinación de los nombres, así como de los pretéritos y supinos de los verbos. Nicolás Antonio (Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, 2ª ed. 1788, T. I, p. 135) advierte, sin embargo, que la gramática al uso que circulaba bajo el nombre de “Antonio” difería de la de Nebrija y su elaboración se debió al jesuita toledano Juan Luis de la Cerda. Para la mayoría de bibliógrafos (Palau, por ejemplo: cf. ibid., p. 466), esta gramática reformada de Juan Luis de la Cerda debe identificarse con la que se publicó en Madrid, en 1598, sin mención del reformador (así también Gil 1997, pp. 119 s.). Investigaciones recientes, sin embargo (cf. Sánchez Salor 2000, pp. 349 s.), han demostrado que el Arte reformada de Nebrija de 1598 (más exactamente 1599, con dos impresiones idénticas, una en Madrid y otra en Antequera) difiere notablemente de la de Juan Luis de la Cerda, publicada en 1603, de forma que ambas deben considerarse gramáticas distintas. El texto del jesuita toledano, por otra parte, adquirió gran éxito y fue el manual habitual en los colegios de la Compañía. Nuestro diálogo, no obstante, se ciñe a las reglas primigenias de Nebrija, como tendremos ocasión de comprobar.

[21] Cf. [10-13].

[22] Cf. «Regulae communes Professoribus classium inferiorum, 31» (Gil 1992, p. 200).

[23] “El certamen o ejercicio escolar se tendrá sobre las faltas que un rival haya descubierto en la composición de su contrario, en preguntar sobre materias en que se ejercitaron a primera hora..., en declinar y conjugar los nombres y verbos más difíciles, sobre todo los que hayan salido en la prelección..., en cambiar en pasiva lo dicho en voz activa, en pretéritos y supinos, en determinar el género y caso de cualquier nombre propuesto, y otros ejercicios semejantes, al arbitrio del profesor” («Regulae Professoris infimae classis grammaticae, 9», Gil 1992, pp. 253-255).

[24] Duas autem fere in partes ad aemulationem fovendam schola dividi poterit, quarum utraque suos habeat magistratus alteri parti adversarios, unicuique discipulorum suo atributo aemulo («Regulae communes Professoribus classium inferiorum, 35», Gil 1992, p. 202).

[25] Cf. [19].

[26] Cf. «Leges praemiorum, 12» (Gil 1992, p. 186).

[27] Cf. [20-21].

[28] Cf. supra, nota 14. Se hallan en el f. 289r:

                             E lauro folijsque tibi uiridantis oliuae

                                serta damus meritis pręmia digna tuis.

                             Hęc manibus labor et studiorum sedula cura

                                texuit, ac nostrae credita sunt fidei.

                             Hęc tibi debetur laurus, quod uiceris hostem

                                acri animo pugnans, dum tua iura tenes.

                             Pallados hinc arbor lauro contexitur almae,

                                pugna quod hęc studijs sit bene sacra pijs.

                             Ergo tu, felix uictrici munere, segnis

                                efficiare caue mensue superba siet.

                             Sed nec dejicias animum tu uictus, at esto

                                fortis et instaura pręlia: uictor eris.

[29] Cf. al respecto Molina Sánchez 1997. Muestra de ello es el parecido señalado de los dísticos finales con los de Acevedo.

[30] Todos los datos biográficos que anotamos a continuación proceden de Borrego Pérez 1995, pp. 25-28.

[31] ARSI, Baet. 8.

[32] Cf. J. de Santibáñez, Elogio de varones ilustres de la Compañía de Jesús de la provincia de Andalucía, ms., s.l., s.a. (Arch. Hist. Prov. Baet.), f. 112; Anónimo, Días memorables en la Provincia de Andalucía, ms., s.l., s.a. (Arch. Hist. Prov. Baet.), vol. II, f. 276; A. de Solís, Los dos espejos que representan los dos siglos que han pasado de la fundación de la casa profesa de la Compañía de Jesús de Sevilla, y sugetos que han florecido y muerto en ella, con las noticias historiales de cada año que a ella pertenecen (copia mecanografia­da en el Arch. Hist. Prov. Baet.) s. l., 1755, espejo 1º, pp. 132-134.

[33] “... recibido en la Compañía y cumpliendo él en Montilla con su primera probación, le saltó tan vivo el gusto de la libertad, que se volvió al siglo. Esta flaqueza le llenó de confusión y ocasionó mayores alientos para cobrarse en el puesto que había perdido.” (J. de Santibáñez, op. cit. en nota anterior, f. 112, y Anónimo, op. cit. en nota anterior, vol. II, f. 276).

[34] “Desde novicio empezó a leer en Montilla las letras humanas” (A. de Solís, op. cit., p. 132); “... fue de veras religioso y eminente maestro. Como de tal echaron mano el colegio de Montilla [y otros]...” (J. de Santibáñez, op. cit. en nota 32, f. 112v, y Anónimo, op. cit. en nota 32, vol. II, f. 276).

[35] Cf. Borrego Pérez 1995, p. 28.

[36] Lo que decimos podría parecer que se contradice con la certera afirmación de Alonso Asenjo (1995, p. 350) de que las obras contenidas en el manuscrito 15404 de la Biblioteca Nacional de Madrid pertenecen a Andrés Rodríguez. La contradicción estaría en que, si la Parenesia se representó en Córdoba en 1580 y Acolastus probablemente hacia 1581 (cf. supra, nota 7), es difícil compaginar estas fechas con la de 1581 de nuestro diálogo en Montilla. Han de tenerse en cuenta, sin embargo, dos hechos. Primero, que no sabemos con exactitud el tiempo concreto entre los años 1580 y 1583 que Rodríguez pasó en Montilla y en Córdoba; sólo tenemos noticia de su noviciado en Montilla y de su presencia en Granada en 1583, procedente de Córdoba. Segundo, la ubicación de Rodríguez en Montilla o en Córdoba en estos años no es vinculante para negarle la autoría del diálogo, porque conocido es el frecuente ir y venir de obras de unos colegios a otros de la Compañía, sobre todo entre poblaciones tan cercanas como Montilla y Córdoba. Sí parece lógico que entre el coloquio y el Acolastus del ms. 15404 haya una prelación: a nuestro modo de ver primero se debió confeccionar el coloquio, como obra menor, y después el gran Acolastus. Por lo demás, la fecha de 1581 que figura al final del diálogo no tiene por qué ser forzosamente la de su concepción: pudo componerse antes y representarse después.

[37] Cf. Molina Sánchez 1999, p. 666.

[38] Por poner sólo unos ejemplos. Un buen número de los dímetros anapésticos que se leen en el f. 8v (paginación nuestra) del Dialogo de metodo estudendi (ms. 399 de la Col. de Cortes de la BRAH; edición de los mismos en Molina Sánchez 1999, p. 667) se repite con ligeras variantes en Demophilęa (ms. 15404 BNM, ff. 101r y 104r). A su vez, varios de los trímetros yámbicos de ésta (f. 113r) pueden verse en Acolastus (ms. 15404 BNM, f. 63r). El hecho de que, en ocasiones, los calcos procedan de autores clásicos, Séneca especialmente, no invalida la afirmación de que Rodríguez muestra especial interés en dejar su huella poética reiterando en sus obras versos completos o partes de versos, sean éstos suyos o tomados de los clásicos.

[39] Cf. [21].

[40] Así el v. 14 del coloquio distinctum gemmis hoc diadema suo se asemeja a la expresión gemmis variata colunt diademata de Demophilęa (f. 95v), lo mismo que el v. pro tali merito pręmia digna feret, repetido a modo de estribillo en la Demophilęa (f. 102v), recuerda a los vv. 10-12 del coloquio.

[41] usque dum lauro crepitante nostra / tempora cingant (f. 25v) y lauri cinctam uiridante corona (f. 27r) leemos en De praestantissima (ms. 399 de la Col. de Cortes de la BRAH, paginación nuestra), que guardan relación con los dos primeros dísticos de nuestro diálogo.

[42] La segunda de ellas presenta el siguiente encabezamiento en el ms. 399 de la Col. de Cortes: “Dialogo de prestantissima scienciarum elligenda, compuesto por el pe ju. de pineda y pe Andres Rodr., hecho en granada”. En cuanto a la Demophilęa, ya Granja López 1991 (pp. 133 ss.) dejó claramente de manifiesto que procedía de la pluma de Rodríguez.

[43] Véase supra, notas 28 y 29.

[44] Cf. [6].

[45] Ms. 399 Col. Cortes BRAH, f. 19r (paginación nuestra).

[46] Ms. 15404 BNM, f. 117v.

[47] Ms. 15404 BNM, f. 102v.

[48] Obscura caligine es iunctura ciceroniana (Arat. Phaen., 34.194) y, con separación entre los términos, se encuentra en Silio Itálico (4.668) y en la Appendix Vergiliana (Aetna 334, 609). Caligine mersum, como cláusula, se lee en Estacio (Theb., 6.510), y caligine mersas en Virgilio (Aen., 6.267). Por último, mortalia corda es cláusula virgiliana (Georg., 1.123, 1.130). Véase, no obstante, lo dicho sobre los calcos clásicos en nota 38.

[49] Sirus addidi.

[50] No hemos hallado testimonio alguno en favor del incoativo concisco. Su presencia en el códice, sin embargo, es irrefutable.

[51] Dadas las continuas fluctuaciones que presenta el manuscrito en la anotación del diptongo [-ae] y de la semiconsonante [-j], a menudo de forma irregular (praesidium/presi­dium; ejus/eius), hemos adoptado para su transcripción el uso clásico. Hemos mantenido, en cambio, algunas grafías medievales y de la época (tipo charissime, ociabar) por su empleo más constante en el texto.

[52] he heu cod. Cf. Hofmann 1958, pp. 19 y 29.

[53] he heu cod.

[54] taestus cod.

[55] Mantenemos la doble pregunta con quid por su uso frecuente en el latín familiar en las autointerrogaciones. Cf. Hofmann 1958, p. 98.

[56] est cod.

[57] Cf. Cic., Verr. 2.5.119.2

[58] Para superas... sedes cf. Sil. 17.604.

[59] dubintatibus cod.

[60] callignis cod.

[61] Cf. Stat., Theb. 10.735: effugit; illi atra mersum caligine pectus. Véase también supra, nota 48.

[62] Cf. Hor., Sat. 2.7.22.

[63] Pentapodia. Sin duda el copista se comió una palabra, pues es poco verosímil que el autor haya prescindido voluntariamente de un pie. En este sentido una solución con bastantes posibilidades de éxito es añadir geminas delante de palmas, un sintagma que, unido al verbo tendere, se encuentra en Lucan. 8.583 y Sil. 15.561; en Val. Fl. 4.473 lo hallamos con el perfecto sustulit. En Sil. 6.466, por otra parte, se lee: palmas... ac lumina caelo.

[64] Nótese el doble significado (‘luz’ y ‘ojos’) con que está empleado el término en este verso y el anterior (silepsis).

[65] mi di cod.

[66] Verg., Aen. 1.666.

[67] Nótese la sístole de aperitŏ.

[68] Para ignotas... uias cf. Verg., Aen. 8.113, Ov., Rem. 578, Val. Fl. 4.371.

[69] Según Corominas (1980, p. 607 s. u.), este término empezó a utilizarse con el valor de “población”, “villa” en los siglos XII y XIII.

[70] Acolastus addidi.

[71] En [1] el verbo utilizado es audio, más lógico que uideo para expresar la relación sensorial con clamito. Mantenemos, no obstante, el texto original, pues puede tener también cabida en la semántica del contexto.

[72] proprius cod.

[73]                 “En dabitur neutris: sed sunto mascula lichen,

                    Ren, splen atque lien, atagen cum pectine, flamen.”

          (Aelii Antonii Nebrissensis, Introductiones in Latinam Grammaticen, per eundem recognitae, atque exactissime correctae glossematis cum antiquo exemplari collatis. Apud inclytam Granatam, anno 1558 [al fin 1560], f. XIXr).

[74]                 “Neutras pone notas, seu gręcas siue latinas”.

          (Aelii Antonii Nebrissensis, Introductiones..., op. cit. en nota anterior, f. XVIIr).

[75] ea (suprascr.) eis cod.

[76] Acolastus addidi.

[77] teque cod.

[78] ex accidisset corr. cod.

[79] No es una errata del copista por inuenirem, como a primera vista pudiera parecer. Siro, de acuerdo con [13], no es el socius idoneus, sino qui eum demonstrabit.

[80] Interim iter. cod.

[81] ex felicissime corr. cod.

[82] qui ista cod. Cf. Hor., Sat. 2.6.44.

[83] Praeco Acolastus addidi.

[84] = prostrati. La expresión (prostratus iacere) es frecuente en la antigüedad: se encuentra en Cicerón, Lucrecio, Livio, Manilio, Lucano, Séneca, Silio, etc. Sin embargo, por el uso que el autor vuelve a hacer del verbo posteriormen­te (cf. postrare en el último pentámetro de [21]), se deduce que el participio está construido no sobre prosterno, como en clásico, sino sobre postro (procedente del tardío *prostro), de donde el infinitivo postrare y el castellano ‘postrar’ (cf. Ernout-Meillet 1979, p. 647, s. u. sterno, y Corominas 1980, p. 471, s. u. ‘postrar’).

[85] Chorus Acolastus addidi.

[86] Abreviamiento yámbico. Puede interpretarse también consonantización de la –i– de trium-. Sin embargo, dada la frecuencia con que Rodríguez hace uso de la correptio iambica (sobre lo cual cf. Molina Sánchez 2004), creemos que es más lógica la primera solución.

[87] Pulchrae... coronae se lee en Sil. 16.299.

[88] Felicia tempora es iunctura presente en Iuv. 2.38.

[89] Cf. Lucr. 5.869, Iuv. 16.50, Mart. 10.47.3.

[90] Praemia digna es iunctura frecuente en los autores clásicos: Verg., Aen. 1.605;  Ov., Ars 2.702, Fast. 1.678, Tr. 3.11.50; Mart. 9.pr.8; Sil. 4.810, 7.202; Stat., Theb. 9.50. Con el verbo dare (praemia digna dabo) se encuentra en Sil. 16.300.

[91] Egregiumque cod.

[92] Cf. Ov., Met. 4.637.

[93] Cf. Cic., Verr. 2.4.62.14-16.

[94] El Mit. Wört. (vol. II, col. 1937) cita como ejemplo de uso translaticio de este vocablo no clásico esta frase del obispo de Utrecht Adalboldus (De vita Heinrichi II imperatoris, 2), que ilustra bastante bien el significado del término en el contexto: “ut invidorum corrosiones devitare valeret [philosophus].

[95] Se inicia aquí, y hasta el [14], el ingenioso y divertido juego lingüístico, basado en la figura del “eco”, del que hemos hablado antes. Puesto que su punto de partida son estructuras gramaticales latinas, no es posible mantener en castellano el “eco” latino. No obstante, hemos intentado reproducir el juego lingüístico en aquellos casos en que el texto nos lo permitía, aún a riesgo de forzar en ocasiones nuestra lengua (y a veces la latina). En dos de estos casos (colijo / ligo, digo / dico) la reproducción, como se observa, es sólo parcial.

[96] El pasaje no es muy claro. Sin duda alude a las reglas de declinación del nombre griego, que aparecen también en el libro II de Nebrija. La traducción anotada es, por tanto, aproximada.

[97] Cf. supra, nota 73.

[98] Cf. supra, nota 74.

[99] Nótese el quiasmo y la enálage: “la oscura cabellera se vivifica con el verdeante laurel”.