Fiestas por la canonización de San Luis Gonzaga y San Stanislao [Estanislao] de Kostka, julio de 1727.

 

Por el P. Juan de Villafañe.

 

Selección y transcripción de Julio Alonso Asenjo

 

Fuente: Diario del Colegio de la Compañía de Jesús de Salamanca, custodiado en la Biblioteca Universitaria de Salamanca, ms. 578, año 1727, mes de julio, pp. 476-487.

 

Se modernizan puntuación y grafías.

 

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«Habiéndose determinado celebrar las canonizaciones de nuestros santos Luis Gonzaga y Stanislao Kostka, desde el día 6 de julio fue el P. Rector a pedir al Cabildo, Universidad y Ciudad que cada una de estas comunidades celebrase su día. Lo cual se hizo dos meses antes de la fiesta con las formalidades siguientes [que se omiten].

Encargáronse de vestir a nuestros Santos: a nuestro P. S. Ignacio la baronesa de San Quintín; a San Francisco Javier la marquesa de Cardeñosa...  (...)

La semana antes que empezasen las fiestas se imprimieron dos cédulas, en que se ponía el orden con que se habían de celebrar, para repartirlas a las comunidades y colegios que se convidaban. (...) Repartiéronse juntamente otras cédulas manuscritas en que se suplicaba a todas las comunidades nos honrase con su asistencia a los sermones y procesión principal y haciendo tocar las campanas. (...)

 Adornose nuestra iglesia muy magnífica y vistosamente, concurriendo para el adorno con bizarra competencia comunidades y particulares, con especialidad el Cabildo, Ciudad y Universidad, Señoras de Sancti Spíritus, Agustinas recoletas y personas particulares, el Intendente y demás caballeros que prestaron sus colgaduras y alhajas, siendo ésta la primera vez que la Ciudad prestó su colgadura. Colgose la iglesia toda, menos la bóveda, florones y capiteles de las pilastras. De la cornisa arriba se vistió de abanicos en los lados de las ventanas y las ventanas se cubrieron con cortinas de tafetán barrado hasta las ocho mayores del cimborio, que se colgaron por la parte interior.  La cornisa se colgó de los abanicos pendientes a trechos con aire y se coronó de tiestos de mirabeles; de los florones abajo se vistió de diversas colgaduras y que con la proporción hacían más hermosa la sociedad.  El altar llegó hasta la bóveda y salió de mucho gusto. Su estructura se puede ver en la relación impresa.  Aquí baste decir que tenía 11 nichos, en que estaban el Santísimo Sacramento, el Niño Jesús, y nuestros nueve Santos Llevó casi 700 luces, entrando los blandones que estaban al pie y eran de la catedral y de las Recoletas., tantas, en fin, que parecieron demasiadas. Muchas y muy preciosas alhajas de plata que fue el único adorno que se añadió a los papeles y luces. . Costó el hacerle y colgar la iglesia 300 ducados. Aunque había muy poca colgadura alquiladas, colgose también lo interior de las capillas todas. Junto a las pilastras del presbiterio se construyeron dos capillas para la música y fue lo de la Universidad todos los días (menos el que celebró la Ciudad, que trajo la de la Catedral), añadiéndole dos oboes, dos tiples y un violón. El violón vino por cuenta de los Maestros: los oboes el uno de Valladolid, el otro con los dos tiples de Villagarcía, por cuenta del colegio Vino de Villagarcía la danza de los niños, que fue muy aplaudida, especialmente por el tamborilero, que era el menor de todos. Vinieron de Valladolid, Villagarcía, Medina, Burgos y Orduña hasta 20 huéspedes. (...)

Dispuestas así las cosas, sábado, 5 de julio, se tocaron a mediodía nuestras campanas, correspondiendo las de la catedral, San Martín, parroquias y comunidades. Por la tarde [y al día siguiente] fueron a traer nuestros Santos de las casas de las señoras que los habían vestido. (...)

A la noche se iluminó la catedral poniendo muchísima luces en los tres corredores, en la media naranja, en la torre y en los torreoncillos tan vistosamente que no había memoria se hubiese iluminado con tanta hermosura. Hubo también muy buenos fuegos, a que correspondimos nosotros... (...) Tocáronse las campanas mientras duraron los fuegos. (...) Y antes de empezar hicieron salva de la catedral con música de chirimías, a que correspondimos con oboes y bajón.

Domingo, 6, por la mañana, empezamos a llevar nuestros santos a la catedral. (...) [Recibimiento con músicas, Te Deum y misa] Por la tarde se juntó la comunidad a las 4 y con sobrepellices fue a la catedral (...) Luego se formó la procesión en que llevaron las andas de los santos los mismos estudiantes que por la mañana. (...) Fue inmenso el concurso de gente por todas partes por donde pasaba la procesión, especialmente en la plaza, donde apenas había desembarazado el paso preciso. En medio de ella se armó un tablado donde, mientras daba la vuelta la procesión, tuvo entretenido y aun suspenso al inmenso gentío con sus habilidades la Danza de los Niños. (...)

Lunes, 7, se envió la Danza de los Niños para que condujese a la Universidad, que celebraba este día. [Los días siguientes fue el turno de las distintas comunidades.] Por la tarde (como también todas las demás) hubo siesta, en que cantaron varios villancicos y se tocaron excelentes sonatas italianas, con dos arpas, dos violones, tres violines y dos oboes: hízola la música de la Universidad. (...)

Viernes, 11, estuvo vaco de función, pero no de quehaceres. Habíase destinado la tarde de ese día para la prueba general de las representaciones que se hicieron lunes y martes. Pero no se pudo hacer en toda forma, porque, aunque se empleó casi toda la noche del jueves y toda la mañana del viernes en armar el teatro, no se pudo disponer de manera que sirviese. Y, así, la prueba se hizo en la sacristía, sin tablado ni cortinas. Con todo eso, todos los que la vieron (que fueron muchos aun de fuera, sin haberlo podido evitar por más cuidado que se tuvo) la aplaudieron tanto que se conoció bien el embarazo que habíamos de tener en el concurso los días en que se representasen dichas funciones. El teatro que se hizo, con las tramoyas y demás adherentes; costó más de tres mil reales y no fue mucho [menor] el coste para la obra.

La representación, aunque era del todo sagrada y sin papel alguno de mujer, tuvo muchas dificultades que vencer para ponerse en práctica y hacerse en la iglesia, porque el P. Rector estaba firme en no permitirlo. Pero fueron tantos los clamores de los caballeros, en especial del Intendente, que en fin lo consiguieron. Y, así, se formó el teatro en la iglesia desde el principio, en lo cual se tardó dos días. Su descripción se podrá ver impresa y, por eso, no se pone aquí.

Sábado, 12, hubo vísperas solemnes, al fin de las cuales inmediatamente dijo una oración en octavas a San Luis Gonzaga el Sr. D. Domingo Enríquez Solís y Gante, hijo primogénito de los Sres. Marqueses de Villalba de los Llanos, condes de Ablitas; díjola vestido de militar. El concurso fue lucidísimo y tan numeroso que no cabía en la iglesia. Díjola con notable gracia y con grande aplauso. Hubo después refresco (...) Por la noche se iluminó la galería y cimborio con casi dobladas luces que las noches antecedentes habiéndose dispuesto tablas que atravesasen en los arcos de las galerías estribando en las cornisillas, para poner segundo orden de luces. Todas las bolas del cimborio se coronaron de tiestos en lugar de escudillas; pero no se pudo lograr bien por correr viento muy recio. Lográronse los fuegos, que fueron muy superiores a todos los pasados, así en cantidad como en invención., Los dos últimos corredorcillos de la linterna se coronaron de estrellones y fuentes de fuego, que lucieron mucho. En el corredor alto del cimborio se colocó una estatua de San Luis Gonzaga y encima un Jesús de luz que, brotando fuego y luz por sus rayos, encendió un cohete que tenía en la mano San Luis dispuesto de manera que por una cuerda pegase fuego a 4 estatuas agigantadas su fuego también, que estaban sobre las torres y representaban otros tantos heresiarcas. Hubo unas bombas de nueva invención que se disparaban con unos morteros de plomo que hizo un Padre. Duraron los fuegos una hora cumplida, disparando los cohetes 3 y 4 bombas al mismo tiempo, además de muchas bombas de carretillas que arrojaban otras a la Plazuela de S. Isidro. Costaron los fuegos dos mil reales. Esta noche pusieron muchos caballeros hachas en sus casas y D. pedro Samaniego, tesorero de la catedral, puso 12.

Domingo, 13. Cantó la misa a San Luis Gonzaga solo el P. rector deste real Colegio (...).

Lunes, 14. Por la tarde fue la primera representación, en que fue tal la tropelía del concurso que, aunque se tomó la providencia de cerrar todas las puertas de la iglesia y del colegio antes de comer y poner soldados a ellas, no se pudieron evitar muchas desazones y quejas de los que, teniendo título para entrar, no podían tan a tiempo como quisieran para coger buen lugar, y de otros que no pudieron entrar. Aun se exageró la tropelía y desorden diciendo que los soldados habían herido a un sacerdote y maltratado a una señora. Lo cual se averiguó después haber sido falso. Lo cierto fue que ni a los caballeros ni a las señoras les valía su carácter para que les diesen paso. Por lo cual y por lo bien que pareció la representación, se discurrió otro medio para que lograse el día siguiente más fácil entrada la gente de distinción y no quedase quejosa la del pueblo. Éste fue que don José Guzmán estuviese guardando los primeros bancos con los soldados para caballeros y regidores, canónigos, graduados y que se dejasen abiertas las puertas para los que quisiesen entrar. Pero, aunque con este medio se evitó algo la tropelía, y las quejas del vulgo, no se pudieron reservar bastantes asientos para la gente de distinción, porque otros madrugaron tanto que previnieron esta providencia y hubo algunos y algunas que se quedaron desde la mañana en la iglesia sin comer, por lograr la función. Y ésta se malogró en gran parte con el bullicio que causaba el vulgo, no cesando de entrar, por estar siempre las puertas abiertas. Por lo cual, aunque a petición de los caballeros se estaba en ánimo de repetirlo todo en un día para satisfacer al pueblo, se mudó de parec[e]r, viendo que era imposible que entrando el vulgo hubiese el silencio necesario para una función que le pedía tanto. Y aun a muchos les pareció que en Salamanca nunca se podrían lograr semejantes funciones como merecen y que así mejor sería no hacerlas nunca. No obstante estos azares, las funciones de estos días lunes y martes parecieron tan bien a los que las lograron que muchos las anteponían a las del Coliseo de la Corte. Y los más moderados decían no haber visto cosa igual hecha por muchachos. Componíanse de todas las circunstancias que suelen concurrir en un grado. El teatro representaba una universidad celeste. El que hacía el papel del Santo (que en la primera función era San Luis y en la segunda San Stanislao) recitaba un cuestión quodlibética propria del grado que pretendía, compuesta de variedad de metros y de varios pasos de música y de tramoyas. Arengábanle después al primero dos querubines; al segundo, dos serafines. Y, habiendo pedido el grado, bajaba San Miguel en una tramoya cantando a dársele, con todo lo demás, que se puede ver en la Relación impresa, y por eso no se pone aquí.

Miércoles, 16. Hubo por la tarde una máscara muy graciosa y lucida, cuya descripción se puede ver impresa. Salió de la Casa de las 4 Torres, donde se juntaron todas las parejas.

Jueves, 17, hubo corrida de novillos, que se dispuso como si fuera función únicamente de los estudiantes navarros que los torearon, haciendo el estrado tan célebre de Pamplona. Pero el gasto le hizo el Colegio, que dio los 12 novillos que se corrieron y la Real escuela que costeó todo lo demás de refresco, etcétera. la corrida salió con tal felicidad y aplauso que es increíble a quien no lo hubiese visto; en suma, fue tal que con esta función se echó tierra a la desazón que tenía el vulgo, por no haber tenido puerta franca para las representaciones. Su descripción está en la Relación impresa.

Sábado, 19, empezaron las fiestas del Colegio de Oviedo a la canonización de Santo Toribio de Mogrovejo, que fueron tan desgraciadas como las nuestras felices. (...)».

 

NOTA.

La Relación de las fiestas de 1727 a que se refiere este Diario, lleva por título La Juventud triunfante, que mereció varias ediciones (Salamanca, s. a. --pero en la Fe de erratas 1727; Valladolid, 1746; Valencia, 1750, pero en la Licencia, 1751).

Su autor fue «Un ingenio de Salamanca», que en la edición de Valencia se identifica con el P. Luis de Losada. Sin embargo en otras fuentes se atribuye al P. Francisco José de Isla o, al menos, a su colaboración. Es equivocada la fecha de 1781, que aparece en La Mojiganga teológica, Descripción de la Fiesta que hicieron los jóvenes teólogos en la ciudad de Salamanca en 1781.  Ed. E. Barriobero y Herrán, Madrid: Mundo Latino. Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1930, donde, sin indicar la fuente, se ofrece el texto correspondiente a los espectáculos de los dos últimos días de los festejos.