RESEÑAS PRENSA

LA FALSA SUICIDA

 

EL PAÍS, ENERO 2000

El grupo Atra Bilis representa la negación de la propia identidad, Lila Pérez Gil

Una mujer se arroja al vacío y el hombre que la salva de la muerte queda tullido para siempre. Pero no vuelven a verse en mucho tiempo y el suceso cambia la vida de ambos, que huyen de su propia identidad para refugiarse en las de Horacio y Ofelia, los personajes del HamIet de Shakespeare. Ésta es la base argumental de la obra La falsa suicida, de Angélica Liddell, que la compañía Atra Bilis, dedicada a la expresión teatral "fuera de los intereses comerciales" presenta desde hoy en la sala Cuarta Pared."Las mujeres desnudas somos como los muertos: nadie puede dejar de mirarnos", dice Ofelia poco después de arrojarse al vacío y caer sobre Horacio, que se va sin que ella llegue a verle la cara. La caída y los curiosos que congrega marcan para ambos su cambio de personalidad, que en cualquier caso les servirá para escapar de sus verdaderas identidades,como explica Gumersindo Puche, el actor de 26 años que encarna al personaje masculino de esta obra. "Cuando Ofelia se tira, al caer todos los testigos la ven sin bragas y se da cuenta de que no pueden dejar de mirarla", define Puche. Así, Ofelia, interpretada por Angélica González, que también se encarga de la dirección de este montaje, comienza a exhibirse y se convierte en la protagonista de un peepshow en una tienda de objetos sexuales.Mientras tanto, Horacio ha quedado tullido y arrastra su pobre existencia condenado casi a la imposibilidad de moverse. Pero puede matar gatos en las piscinas. Y mirar. De esta forma se reencuentra con la mujer que cambió su vida, como narra el actor. "La reconoce en la sala de exhibición y comienza a ir a verla cada vez más a menudo, y echa moneda tras moneda para no perderla de vista mientras dura su show", continúa Puche. "En realidad es una historia de amor, aunque al principio lo único que sienten al unir de nuevo sus destinos es un odio casi cerval", advierte."La falsa suicida no es una versión de la obra Hamlet, de Shakespeare", explica el actor. "Toma la ambigüedad del personaje de Ofelia. del cual no se sabe si se suicida o muere por accidente, y la extrapola a la historia de una mujer que no sabe verdaderamente quién es".La compañía Atra Bilis se formó en 1993 a la sombra de los textos de Angélica Liddell, álter ego de la actriz Angélica González, de 32 años. "Los textos son una parte más de la obra, que cuando toma vida en el escenario tiene tanta importancia como los demás elementos de la dramaturgia", remarca Puche. Atra Bilis debutó en aquel año con El jardín de las Mandrágoras, y presentó posteriormente Dolorosa (1994), La Cuarta Rosa (1996) y Frankenstein, basado en la obra homónima de Mary Shelley y escenificado con títeres de la técnica japonesa Bunraku.En esta ocasión, la compañía dedica su obra a las "chicas y chicos porno" y los "supervivientes".


METRÓPOLI, EN EL MUNDO, ENERO 2000

La Sala Cuarta Pared le dedica una mirada actual e indiscreta a Ophelia y Horacio. Los dos personajes de Hamlet inspiran la historia de un hombre que asiste a diario a un peep show. Allí trabaja la mujer a la que ha salvado la vida. Con la espalda destrozada por su heróica acción se tortura con un voyeurismo enfermizo que rebosa amor y odio. Atrevida, neoclásica, La falsa suicida, es una reflexión melancólica y arrabalesca de la compañía Atra Bilis sobre dos extraños que se ocultan de sí mismos.

Por una vez la historia no pertenece a Hamlet. Relegado el archiconocido príncipe de Dinamarca al olvido, la compañía Atra Bilis ofrece una oportunidad a las figuras de Ophelia y Horacio, secundarios reconvertidos en protagonistas. Es Ophelia quien, con su muerte en extrafias circunstancias, tentó a Angélica Liddell, autora del texto, a indagar en la veracidad del suicidio. Y es que Shakespeare no lo dejó totalmente claro. Una joven desesperada, caída de un árbol, un vestido empapado que la arrastra al fondo del río, un entierro en el que nadie ha presenciado la muerte... ¿Realmente se suicidó? A partir de esa duda Liddell levanta el argumento de «La falsa suicida». Es el quinto montaje de esta formación, que comenzó en 1995 con cinco miembros. Hoy son sólo dos. Para Angélica, «estos personajes juegan a ser Ophelia y Horacio. No estamos contando la historia de Ophelia. Estamos viendo a dos personajes que utilizan "Hamlet" para expresarse». Maltratado por la vida, el protagonista es un héroe anónimo con la espalda destrozada por haber rescatado a una mujer cuando intentaba suicidarse. Condenado a trabajos marginales y a una existencia obsesiva, se alimenta en la oscuridad de las cabinas de un «peepshow» con una pasión secreta impregnada de rencor. Una inclinación compulsiva que le arrastra a ensañarse con muñecas enmascaradas en las que siempre ve el mismo rostro. «Es un juego. De ahí también el que utilicemos la máscara. Porque ellos se ocultan. Todos en la vida nos ocultamos», explica Sindo, «partenaire» de Angélica en el escenario. «Tenemos otro personaje detrás de nosotros. Públicamente nunca somos como realmente somos».

PROVOCACON E INTELIGENCIA
Con un decorado austero, un vestuario que parece sacado de un desfile de Gaultier a lo Charles Manson, algunas pequeñas coreograflas y un planteamiento simple -dos personajes que dialogan en diversas escenas-, la obra es un compendio de metáforas, pura simbología. Angélica le añade un terrón dulce a la amargura del argumento: «En el fondo es una historia de amor. Él no la odia, aunque le haya destrozado la vida». ¿Provocador?, para esta pareja que hace dos años llevó el «Frankenstein» de Mary W. Shelley al teatro, la provocación es convocar a la inteligencia. Nada que ver con el escándalo. Sindo encuentra en Joan Brossa al «provocador de final de milenio, mientras que los jóvenes desconocemos el vehículo para la provocación. Loulse Bourgeoís, a sus 83 años, es provocadora. Cuando fui a ver su obra pensé que la había hecho alguna adolescente». Lo tienen claro: la provocación pertenece a un exquisito grupo de privilegiados, a los lúcidos. Ellos intentan no dejar indiferente al espectador. Con «La falsa suicida» no les será dificil.

EL CULTURAL, 2-8 de enero de 2000.

Ladrones de versos, Natalia Gamero.

El juego más peligroso es la vida. Por eso los personajes de La falsa suicida juegan a negarla, a convertirla en literatura. Una mujer cae al vacío y un hombre la salva. A partir de ese momento comienza una relación basada en la usurpación de la identidad de los personajes Hamlet y Ofelia. Es el último proyecto de Atra Bilis, que se estrena el día 7, en la sala Cuarta Pared de Madrid. La última obra de la compañía Atra Bilis, La falsa suicida, es la respuesta de su autora y directora, Angélica Liddell, a las dudas que plantea el personaje de Ofelia en Hamlet, En ésta, Liddell narra la historia de una mujer que usurpa la personalidad de Ofelia y con ello se condena a un futuro escrito de antemano al que arrastra a un hombre, Horacio, con el que vivirá una historia de amor. La autora utiliza este juego de espejos, tan antiguo como Las Meninas de Velázquez, como el mundo de Alicia y la reina de corazones, para, poco a poco, verter sobre el escenario su visión personal de la tragedia de Shakespeare y sus personajes.La acción parte de un accidente: una mujer cae al vacío y un hombre evita su muerte. Ella huye sin conocer su personalidad e ignorando que ha quedado tullido sin remedio. Desde entonces, la mujer se exhibe en una cabina erótica y él, a partir de su encuentro, se dedica a perseguirla y sobrevive matando gatos. Su relación, a través de un cristal, empieza como un juego -"Si a ti te llaman Ofelia yo me llamaré Horacio". le dice él a ella- y les conduce a un amor extraño."La falsa suicida no es una versión libre de la obra de Shakespeare sino la historia de dos personajes que juegan, que se abandonan al poder de un texto peligroso de igual manera que se abandonarían a la idea de Dios", aclara Liddell, "Son ladrones de frases, delinquen y el robo les convierte en seres distintos, desgraciados y sabios".Liddell ha intentado trasladar la perspectiva del arte al teatro y la obra tiene tantas aristas como un cuadro cubista. El público debe entender las motivaciones de esta mujer que se exhibe en una cabina para comprender las de Ofelia, que vive vigilada por las miradas de los que la rodean.Atra Bilis debuta en 1993 con el montaje El jardin de las Mandrágoras, al que suceden Dolorosa (1994), La cuarta rosa (1996) y el espectáculo de titeres para adultos Frankenstein. A raiz de este último experimento, en el que utilizan la técnica japonesa Bunraku, la compañia descubre la importancia de los objetos en el escenario. Para nosotros, el espacio escénico es un contenedor de la expresión artística total, regido por leyes tanto teatrales como plásticas", explica Liddell que confiesa no creer en la escenografia funcional. «Creo en los espacios plásticos, simbólicos, creados para que signifiquen algo. Para mí, el escenario tiene tanta importancia como el texto, es un espacio que me permite expresarme de manera plástica y no sólo como dramaturga", concluye. En este experimento, a medio camino entre el teatro y el arte, Angélica Liddell encarna a Ofelia y Gumersindo Puche a Horacio, La Falsa suicida es la historia de dos personajes que prefieren la literatura a la vida, que eligen un destino trágico y, sobre todo, es el resultado de la evolución de Atra Bilis hacia un lenguaje propio, algo que ya intentaron con el experimento gótico Frankenstein y que ahora consolidan con esta insólita interpretación de la tragedia de Shakespeare.


ABC, 10 de enero de 2000

La falsa suicida, de Angélica Lidbell, Pedro Manuel Víllora, .

La peor muerte es la del otro; bajo esta premisa. Liddell construye una historia de amor y perversión entre un matarife y una chica del peep-show: ella ha caído desde un quinto piso y él la ha salvado poniéndose debajo, al precio de romperse la espalda. «La falsa suicida» remite a una suicida teatral, Ofelia, y al amigo hamletíano Horacio. Como en «Hamlet», también aquí se cuestiona la culpa y su apariencia: esa caída, suicida o no, es una inmersión en aguas abisales de pecado y corrupción; igualmente, el amigo cómplice que sirvió de apoyo al potencial suicida príncipe danés, se empeña en mantener un vínculo con la mujer a la que un día libró de la muerte. Como en «Frankenstein» -su mejor trabajo hasta la fecha-, Liddell propone otra relectura de los clásicos desde una perspectiva contemporánea que quiere ver en ellos reflejos de las zonas mas oscuras del inconsciente. De ahí que no sea conveniente aferrarse a una secuencialidad lógica para apreciar «La falsa suicida», porque ese camino sólo lleva al fracaso o el aburrimiento. Es ta obra está hecha a base de chapuzones y fogonazos, de impresiones, y exige de su espectador cierta predisposición en dejarse seducir.


EL PAÍS, 17 de enero de 2000.

Apertura y confusión, Eduardo Haro Tecglen.

La suicida es falsa, la pieza también. Digo pieza, a la francesa, porque obra me parece una palabra demasiado importante, y no veo en qué género (comedia, tragedia, farsa) encuadrar esta manifestación: tampoco lo desean sus creadores, como es natural. Están fuera de esas convenciones.El texto es muy breve: lo alargan canciones, pausas, pequeños pasos, mímica, actitudes, que serían lo que hoy se llama dramaturgía, supongo que a cargo de la directora y actriz: aun así, la representación alcanza apenas una hora. No encuentro mal el texto ni la dramaturgia, ni mucho menos su brevedad: únicamente, no encajan. El texto es poético y quizá interesante si lo dijeran bien y se escuchara suficientemente. Espero tener ocasión de leerlo.Ella es Ana, chica de strip privado, de sex-shop, metida en su cabina; al rnismo tiempo es Ofelia, la de Hamlet, y tiene palabras de aquella y de otras cosas. Él es el mirón, más bien brutal; y al mismo tiempo Horacio, "Horacio, buen amigo" le decía Harmlet. Ofelia se suicida, arrojándose por el balcón: pero el fuerte Horacio la recoge antes de tocar el suelo. Pero, dice ella, al final, no fue un suicidio: es que se cayó. No descifro bien el sentido de todo esto. Miro el programa y trata de aclarármelo: "Una mujer cayendo al vacío y un hombre que la salva extendiendo sus brazos. Desde entonces ella se exhibe en un peep-show y él, tullido, sobrevive matando gatos en las piscinas".La cuestión de los gatos me sorprende enormemente. En cuanto a la dramaturgia, que parece ser de la directora / primera actriz, es "una creación plástica, no eficaz, independiente, que expresa el concepto desarrollado en el texto": me parece todo cierto excepto que tenga relación con el texto. El rnatagatos, Horacio y no Horacio, pasa el tiempo colgando de horcas y ganchos muñecos femeninos, que quizá sean varias ofelias, o varias anas; o es el macho que mata mujeres en general.La actriz pasa la mitad de la obra completamente desnuda, y debo admirar no ya su cuerpo sino la naturalidad con que actúa en tan dificil situación, con la cruda luz encima. Hay que anotar, para la historia del teatro, que es la primera vez que el desnudo se prolonga después de terminada la obra; generalmente los actores y actrices desnudos se echan encima cualquier cosa al salir a saludar. Encuentro aquí un sentido de libertad que me agrada.La otra mitad de la obra la pasa inmóvil en un lavapiés que le cubre de agua hasta la mitad de las pantorrillas. Toda esta escenografia, la de los muñecos y las horcas y la piscinita, y el hombre con la cabeza rapada a rombos, tiene su estética. Aunque ayuden a la confusión. Quizá la busca de la confusión pueda ser el propósito de la autora y la directora, conocedoras del valor de lo confuso (La ceremonia de la confusión, en el título de Arrabal) en el teatro reciente: y el de la "obra abierta", que cada uno puede interpretar. Yo no puedo hacer ese ejercicio, no puedo terminar la obra como espectador porque, al relatarla luego en mi gacetilla, la cerraría cerrado, al menos para los lectores, y no tengo derecho a privarles de su confusión.  


Ubú, revista Salas Alternativas de Teatro nº 8, 2000.

Autoras/es del centenario

Dos autoras de escrituras atípicas y diferentes abren el famoso año dos mil, la madrileña Angélica Liddell y la badalonesa Lluïsa Cunillé. Ambas treintañeras, con varios estrebos detrás, coinciden durante unas semanas en Cuarta Pared. Liddell dirige e interpreta su texto La falsa suicida, una extraña, lírica y dura variaciónactual de temas shakesperianos (Ofelia, Horacio, una cabina porno). La compañía valenciana L'Hongaresa de Paco Zarzoso, que trajo hace un año Vacantes a esta misma sala, también de Cunillé, una delicada y elíptica comedia en cuadros independientes, ahoraestrena en castellano El asunto, un misterioso y agridulce triángulo y relevo de personajes que gira en torno a un detective privado (la pieza obtuvo el Premio Ciudad de Alcoy del 98; a fines del 99 Lluïsa sumaba otro importante premio, el Born, de Ciudadela de Menorca, con su obra L'aniversari). Al filo del centenariode su creación, celebrado en 1999, la Sociedad general de Autores y Editores también ha reflejado y difundido en sus ediciones y ciclos de lecturas dramatizadas la marcha de los teatraeros que trabajan en los nuevos escenarios. Desde 1996, en su Sala Manuel de Falla, han sido leídas obras inéditas de autores como Lourdes Ortiz o Ignacio del Moral, de Fernández, Mayorga, Hernández y González (el teatro del Astillero), de Yolanda Pallín, Antonio Fernández Lera y Carlos Marqueríe (memorable la lectura y acción de sus textos, en marzo pasado, que ahora estrenan en La Alternativa), de Borja Ortiz de Gondra, de las citadas Cunillé y Liddell. En el mismo período, todo ellos han estrenado regular y casi exclusivamente en salas alternativas, que es donde actualmente se estrena la abrumadora mayoría del teatro contemporáneo que se hace en España.


EL MUNDO, 23 de enero de 2000

Crueldad y limpieza, Javier Villan, .

Un atractivo programa doble en la Cuarta Pared. He aquí a la inocente Ofelia convertida en puta, arrastrada por riadas masturbatorías igual que la criatura shakespeariana era arrastrada por la corriente del río. ¿Accidente o suicidio? El azar tiene aquí un subconsciente de voluntad y la voluntad tiene casi siempre un oscuro lado impredecible. Y he aquí, en esta Falsa suicida, a Horacio transmutado por amor y deseo en un matagatos tullido. A lo peor, esta chica de barraca del sexo, prisionera en una doble uma de luz y de cristal, no es Ofelia. Y, a lo peor, Horacio tampoco es Horacio; para la gran ceremonia de la impostura no importa demasiado. Hay algo de arrabalesco en este inquietante texto. Y sobre todo, en la inquietante autora Angélica Liddell.Inquietante plasticidad también la del montaje, en absoluta identidad con el texto: un expresionismo duro y cruel, muñecas ahorcadas, torturadas en un inmenso espacio escénico, sobre la chácena que parece paredón de fusilamiento. Enfasis medido en el gesto antinaturalista, énfasis en las ilustraciones musicales, desde el pasodoble hasta las voces ceremoniales y exquisitas. Rito que Angélica González y Gumersindo Puche ofician con seguridad y sin pudores; en absoluta conexión con el texto (...)

LA RAZÓN, 28 de enero de 2000

Sexo en fotocopias
, Juan Antonio Vizcaíno

La sala Cuarta Pared acoge «La falsa suicida», un montaje original y arriesgado. El enigmático nombre de A. Liddell Zoo viene navegando por el teatro madrileño desde hace unos años con una aureola de misterio y singularidad. Su obra «Leda» fue puesta en escena por el director y músico Óscar Villegas, consiguiendo un espectáculo impecable y de una enorme originalidad. En «La falsa suicida», la misteriosa autora, que prefería ocultarse tras un seudónimo tan críptico, ha dado la cara y el cuerpo, desdoblándose en Angélica Liddell -la autora- y Angélica González- la actriz y directora.La escritura de esta «rara avis» es compleja; no se detiene en el uso discriminado de las palabras, sino que sigue escribiendo su texto en el espacio, con los objetos, con los materiales, con el cuerpo y el rostro de los intérpretes. Es ésta una fórmula sólo reservada para los muy hábiles. Dominar el dramatismo de las palabras y de las imágenes sensoriales que éstas generan es tarea en la que naufragan muchos otros creadores de «supuesta vanguardia» al desplegar el estéril repertorio de su onanismo.Lo raro no es ver los elementos plásticos y dramáticos que «La falsa suicida» convoca en escena, sino que funcionen; que estén bien digeridos por los intérpretes y que cumplan su función, sin aburrir al público.Angélica Liddell hace una lectura personal de Ofelia, la falsa suicida, la doncella ahogada que ni siquiera tiene el privilegio de morir en escena. El texto tiene un gran componente de reflexión sobre el mundo del teatro y sus intérpretes; pero, a la par, tiene la función de liberar las angustias sexuales de la protagonista en constante diálogo con Horacio, el personaje masculino que se rescata del originario «Hamlet». El discurso de la obra es radical también su estética. La actriz actúa desnuda más de media obra tras haberse pasado el resto de la función con las piernas dentro de una pecera. Todos los elementos plásticos que se convocan son simbólioos y ceremoniales. Sólo con esa radicalidad tan acompañada de una gran rigurosidad, se puede hacer avanzar el lenguaje del arte. La iluminacién de Óscar Villegas también habla y sugiere muchas cosas en este atractivo espectáculo de ajustada vanguardia.

PRIMER ACTO nº (---), p.24-25

La falsa suicida, de Angélica Liddell, en Cuarta Pared, José Ramón Fernández,

Una muchacha cuya capacidad de razonar parece licuada, que como Ofelia cae hacia una muerte segura. Un muchacho que obra el milagro de recogerla en sus brazos en su caída desde una ventana, que paga con la invalidez su interrupción del destino y que como Horacio está condenado a ser testigo que mira y sobrevive. La salvación de dos inesperados supervivientes en un mundo sórdido, sobado por las miradas anónimas del Peep Show y por los restos de cientos de gatos muertos. Es el último universo que ha surgido de la imaginación de Angélica Liddell, que se ha podido ver en un sugerente programa doble de la Sala Cuarta Pared de Madrid, junto a la última obra de Lluïsa Cunillé producida por La Hongaresa, El asunto.   Hay en la literatura de Angélica una querencia por lo milagroso. La había en el único texto que hasta ahora ha publicado, Leda, y en los de después: media docena de obras inquietantes más una novela tan difícil y bellamente escrita como las piezas de teatro. Angélica estaba escribiendo Leda cuando participó en un coloquio organizado por Primer acto, publicado en el número 249, en el verano del 93. En esas fechas participaba en el ya célebre taller de dramaturgia dirigido por Marco Antonio de la Parra en la calle Londres. En aquel coloquio mencionaba la obra que acababa de estrenar en Ensayo 100 -cuando estaba en Chueca-, El jardín de las mandrágoras. Tiempo después, estrenó en la Sala Mirador Dolorosa, y una compañía más joven puso en escena La cuarta rosa. Mientras tanto, Angélica comenzaba a investigar el mundo de los títeres, se aventuraba con un buen resultado en la novela y, escribía una nueva, bellísima obnra, que introducía cambios muy importantes en su escritura: Suicidio de amor por un difunto desconocido. Esta obra fue objeto de una lectura dramatizada en el ciclo de la SGAE, el pasado 8 de noviembre. Su investigación con títeres, junto con Gumersindo Puche había dado como resultado un ambicioso Frankenstein, que se pudo ver hace un par de años, también en Cuarta Pared.En esta ocasión, Angélica vuelve sobre una poética del exceso, con algunas diferencias: el distanciamiento que se produce en algunas secuencias por medio de la música y el gesto de la actriz, y el uso evidente de personajes literarios clásicos y la cita literal de textos. Curiosamente, esta obra, que tiene un argumento más lineal y evidente y unos referentes más universales que todas las anteriores de Angélica, ha producido la confusión de la crítica. Hay que decir que durante años, las únicas críticas que recibía su trabajo eran las del incombustible don Lorenzo López Sancho, y de José Henríquez, que al menos vieron sus trabajos.Hamletmachine, de heiner Müller, fue escrita hace décadas y ha sido representada en Madrid por varias compañías: Espacio Cero, Almeida de Londres, Atalaya de Sevilla y Periférico de Buenos Aires. Quiero decir con esto que me sorprende que se sorprendan. Me sorprende que juzguen como una cosa muy rara un texto, incluso una puesta en escena, inmerso en una línea estética que en Europa tiene mucho de clásico. Que sugiera ese tipo de referentes no quiere decir que hayan sido fuentes en que ha bebido Angélica. Pero es evidente que su escritura, originalk y arriesgada, no flota en el vacío, sino que se nutre de mucho de lo mejor que ha dado la cultura de este final de siglo.Su historia sórdida y casi grotesca se mueve entre bandazos de rock y delicados parpadeos prerafaelitas. Su eclecticismo es una declaración de libertad absoluta. Esa libertad sólo tiene un límite: una irrenunciable calidad de página, algo que permanece en todos sus textos.La puesta en escena se ve enriquecida por lo que han crecido los dos actores, tanto Puche como la propia Angélica. Su trabajo es cada vez más sólido, aunque por otro lado sus características limitan las posibilidades del texto. Es algo totalmente subjetivo, pero creo que muchas de las escenas ganarían desde la mesura o el sususrro y se desgarran en el grito y el gesto engrandecido. Para ello, seguramente habrá que esperar la mirada de otros directores.A veces ocurre con los autores que montan sus propios textos que entre la profesión se produce una especie de temor a entrar en competencia con su mirada de autor. Un caso claro es Rodrigo García, que durante algunos años fue el único director de sus textos; más tarde se vieron enriquecidos con la mirada de otros: Guillermo Heras, Juan Pedro Enrile, Adolfo Simón, Javier G. Yagüe. En el caso de Angélica, que suele ser actriz y directora de escena en sus obras, apenas se han podido ver las aproximaciones de otros directores a sus textos La cuarta rosa y Leda y la lectura ya mencionada, con dirección de Ernesto Caballero. Estoy seguro de que sus textos volverán a frutecer en otros escenarios.Esto no es más que la breve reseña de un estreno, pero me gustaría aprovecharla para llamar la atención sobre una de las más interesantes escritoras de teatro de la generación nacida en los sesenta, que nunca ha recibido premio alguno y cuyo único texto editado dejó hace tiempo de habitar en las librerías, cuyas obras se han mostrado al público en montajes que jamás han sido subvencionados ni coproducidos. A ver si tiene suerte y le llega antes la ayuda que los homenajes.

 

anterior