* Comunicación a la "XVI Edición del Seminario Internacional sobre Literatura Española y Edad de Oro: El nacimiento del teatro moderno", celebrada entre los días 11 y 15 de marzo de 1996 en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid y en el Palacio de Valparaíso de Almagro. Se publicó impresa en Edad de Oro, XVI (1997), 29-52, cuyo texto se ofrece aquí corregido.Volver

1 Véase el ya clásico estudio de André Gallego Barnés, Juan Lorenzo Palmireno (1524-1579). Un humanista aragonés en el Studi General de Valencia (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1982). El objetivo primario de su actividad dramatúrgica no excluye otros, como Palmireno mismo afirma y han recogido quienes han mirado con algún detenimiento lo que nos queda de su teatro, que todavía espera un estudio monográfico. Véase Gallego, op. cit.; Henri Mérimée, El arte dramático en Valencia, I (Valencia: Institució Alfons el Magnànim - I. V. E. I., 1985), 248-270; Gallego, op. cit., 151-162; del mismo, "La risa en el teatro escolar de Juan Lorenzo Palmireno", Actes du 3e. Colloque du Groupe d´Études sur le Théâtre Espagnol (Toulouse, 31 janvier-2 fevrier, 1980) (París: CNRS, 1981), 187-196; J. Alonso Asenjo, "Los elementos mágicos del teatro de J. Lorenzo Palmireno", eds. J. Blasco et al., La comedia de magia y de santos (Barcelona: Júcar, 1992), 32-50.Volver

2 Las referencias a la Fabella Ænaria son a su edición en Phrases Ciceronis, Hypotyposes clariss. virorum, Oratio Palmyreni post reditum, ejusdem Fabella Ænaria, Valencia Pedro de Huete, 1574, en 8º, 64 folios, donde la Fabella Ænaria ocupa los fol. 46v-64r. Latassa recoge y debió conocer una edición posterior: «45. —Hypotiposes clarissimorum Virorum, et Fabella Ænaria. Valencia, 1578. en 8º. Salió muy enmendada y corregida».Volver

3 «Acta in Academia Valentina, 6. Idus Februarij. 1574». Era tradición en la Universidad de Valencia que estos ejercicios escolares fueran al mismo tiempo espectáculos o fiestas públicas. Para la ocasión «se levantaban en el interior del Studi unos estra[d]os de madera; uno, destinado a los magistrados de la ciudad [= Jurados]; el otro, con toda probabilidad, para los actores» (Mérimée, I, 245). Así, pues, a la representación de la Fabella Ænaria asistían, además de la comunidad universitaria, con su Rector al frente (en la Præfatio se le apostrofa como «Gymnasiarche»), los Jurados o patronos de la universidad. Asistía también gente al menos de los grupos cultos de la ciudad, como nos consta por la Autobiografía de J. M. Cordero, que comenta que a las manifestaciones del género oratorio que organizaban profesores como F. Decio asistía: «...toda la nobleza, y cauallería de Valencia y todos los theólogos y juristas, médicos y notarios desta ciudad» (F. Martí Grajales, Ensayo de un diccionario biográfico y bibliográfico de los poetas que florecieron en el Reino de Valencia hasta el año 1700 [Madrid: 1927], ad v. Cordero, 130). Lo mismo vemos en la representación en el patio de la Universidad de un «col.loqui comèdia en llatí y en vers espanyol qu'es representà lo primer del present mes de maig [obra de F. Gil, profesor de Gramática de la Universidad de Valencia, en 1586] en presència de ses senyories y del Rector del dit Studi y de molts cauallers y persones notables» (Martí Grajales, op. cit., ad v. Gil, 256b). La afirmación explícita «in Academia valentina» excluye la posibilidad de representación de la Fabella Ænaria en «el Campo de la Ballesta», espacio mencionado por Mérimée (I, 245) y por Jordi Rubió i Balaguer (Humanisme i Renaixement, VIII Congreso de la Corona de Aragón (Valencia: 1973, 31) como lugar de representación de comedias del Estudi General de la Valencia del siglo XVI, «donde el pueblo era espectador».Volver

4 Ver Palmireno, El estudioso cortesano (Valencia: Huete, 1568), 28.Volver

5 El caso más claro es el prólogo a la Com. Lobenia, que es todo lo que de ella nos queda.Volver

6 Quizá puedan añadírsele otras, como servir de manual para las clases de Oratoria: los adversarios achacaban a Palmireno el uso de textos propios en su docencia. O, según el uso de la época, pudiéndose vender por separado sus pliegos, pudo asumir la función de globo sonda de la aceptación del público lector, pues fue expreso el propósito de Palmireno de publicar sus obras dramáticas, como decía al dar a la imprenta sus más extensos fragmentos: «Fragmenta aliquot ex comœdijs Palmireni, quibus lector molestarum præceptionum tœdium discutiet, dum auctor ipse eas emendat, et seorsum in lucem edendas curat. Interim adolescens studiosus exempla inuentionis et elocutionis vrbanitate, et sale comicorum ornata lectitabit» (Tertia et ultima pars Rhetoricæ, Valencia, J. Mey, 1566, 75). Sin embargo, no lo hizo. Mejor, quizá: no pudo hacerlo. Y no por amilanamiento ante las críticas de sus contrincantes, como opina Mérimée (especialmente feroces fueron las de J. J. Falcó), sino probablemente por falta de tiempo para pulir los textos. «Por una falta de tiempo y de dinero», opina Gallego, 1982, 158. Yo creo que más bien por lo primero, pues no parece que los editores y / o impresores valencianos como J. Mey o P. Huete tuvieran problemas para financiar la edición de sus obras; el libro de texto, entonces como hoy (mejor, entonces más que hoy) se vendía como rosquillas, debido a su escasez. Véase lo que dice F. Rico en El sueño del humanismo de las obras de humanistas como Erasmo (sus Colloquia, De civilitate morum puerilium...) y las numerosas ediciones conocidas de los Diálogos (= Linguæ latinæ exercitatio) de J. L. Vives. También las obras de Palmireno se vendían bien y muchas tuvieron reediciones fuera de Valencia incluso avanzado el siglo XVII (Gallego, 1982, especialmente en p. 279ss). A falta de contratos conocidos entre Palmireno y sus editores, apoya lo expresado el hecho de que, según costumbre de la época y como nos consta explícitamente por El estudioso de la aldea, 1568, y por El latino de repente, 1573, varias obras de Palmireno se vendían «en casa del autor», «a la Xerea o placeta de Perpinyà» —donde «nengun cavaller y a», según jocosamente nos dice en la Com. Sigonia, II, 4. Esto responde al uso de pagar al autor sus «derechos» con ejemplares de la obra impresa, que él mismo se encargaba de vender. Sí nos consta, sin embargo, la falta de tiempo de Palmireno: el excesivo número de clases le impedía incluso corregir las galeradas de sus obras. Puede leerse una nota suya de excusa, de redacción apresurada, quizá en la misma imprenta, ante la inminente salida de las prensas —parece que por presión de la demanda— en su Vocabulario del humanista (Valencia: Huete, 1569), 128.Volver

7 En la introducción, en forma de diálogo entre el Autor y el Eco y en la præfatio (f. 46v-47v), en el entremés de los bachilleres (f. 53v), e incluso en su advertencia final al lector cuando la edita (f. 64r).Volver

8 Tenemos noticias de que cuatro años más tarde se le encargó a Palmireno la Comedia de la Seo, (Latassa), encargo que, al parecer, cumplió. Pero no se conserva su texto y la denominación no parece ser un título. Por lo cual, atendiendo al encargo (la Seo) y a las fechas (mes de junio), se ha pensado en una representación religiosa asociada a la festividad del Corpus, semejante a las que por aquellos años se encargaban al Brocense y a otros profesores de la Universidad de Salamanca. Véase J. Alonso Asenjo, "Reencuentro con el Mº Miguel Venegas: Su Comedia en la Fiesta del Santísimo Sacramento": Cuadernos de Filología [Valencia], Anejo L, 2002, 1-23 y http://parnaseo.uv.es/Ars/teatresco/textos : I, 2. Por tanto, alejada de los presupuestos del teatro habitual de Palmireno (Mérimée, I, 261. 266ss; Gallego, 1982, 159s). Latassa recoge la noticia sobre esta comedia, pero añade «en el Agosto». Con lo cual el tema bien pudo ser el tan tradicional de la Asunción en espectáculos catedralicios. Por otra parte, Mérimée y Gallego están de acuerdo en que en la Fabella Ænaria tenemos un tipo de teatro notablemente distinto del representado por el diálogo y las comedias anteriores (que van de 1562 a 1567) de las que conservamos algún fragmento. En este sentido, es una lástima que desconozcamos por completo la pieza representada seis meses antes de la F. Ænaria: «Y, porque me quitaron la joya de terciopelo carmesí avrá seys meses, diziendo que toda mi obra yva latina, pongo en ésta mucho romance. No sé si avré acertado» (f. 46v). Lo único que de ella se nos dice («toda... yva latina») la acerca a las del período anterior (Mérimée, I, 266).Volver

9 Alan D. Deyermond, "The Lost Genre of Medieval Spanish Literature", ed. E. de Bustos Tovar, Actas del Cuarto Congreso Internacional de Hispanistas, Salamanca, 1971, I (Salamanca: Asociación de Hispanistas / Consejo de Castilla y León / Universidad de Salamanca, 1982), 791-813.Volver

10 Martín de Riquer, Història de la literatura catalana, II (Barcelona: 1964), 575ss; R. Beltrán Llavador, Tirant lo Blanch. Evolució i revolta en la novel.la de cavalleries (Valencia: Institució Alfons el Magnànim, 1983), 35ss.Volver

11 Véanse su "Libros de caballerías y novela sentimental", en Historia y Crítica de la Literatura Española, 1 (Barcelona: Crítica, 1980), 351ss, ed. de F. Rico; y "Libros de caballerías y ficción sentimental", ibid., 1/1, 1991, 281ss.Volver

12 Rafael Beltrán Llavador, op. cit., 62-65.Volver

13 Víctor Infante, "La narración caballeresca breve", en M. E. Lacarra, ed., Evolución narrativa e ideológica de la literatura caballeresca (Bilbao: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, 1991), 165-181. El estudio bibliográfico de tales relatos se debe a Nieves Baranda, "Compendio bibliográfico sobre la narrativa caballeresca breve", ibid., 183-191. Tenemos ediciones como las de J. Mª. Viña Liste, Novelas medievales de caballerías (Madrid: Cátedra, 1993) y Nieves Baranda, Historias caballerescas del siglo XVI, I y II (Madrid: Turner, Biblioteca Castro, 1995-96).Volver

14 Especialmente en Infante, 176-180; Baranda, 1995, I, XXIV-XXVI.Volver

15 Frente a Los Cuatro libros de Amadís (Sevilla: Cromberger, 1526), tasados, sin encuadernar, en 150 mrs; frente al Lisuarte (8º libro de Amadís, Sevilla: Cromberger, 1526), 112 mrs. y frente al D. Clarián de Landanís (Sevilla: Cromberger, 1527), 108 mrs., la Historia de la linda Melosina (Sevilla: Cromberger, 1526, 4º), costaba 32 mrs., el Libro del conde Partinuplés (en casa de M. de Eguía, 1526, 4º), 12 mrs., la Historia de la linda Magalona y el muy esforzado caballero Pierres de Provenza (Sevilla: Cromberger, 1519, 4º), 8 mrs.Volver

16 Mérimée, I, 227. 266-70; Gallego, 1982, 160.Volver

17 «ÆNARIA.— Si mis caualleros no son afficionados a esto, ¿qué te haré yo?» (f. 50v). También en contradicción con el sentir común, que tenía en esto a las mujeres por inútiles. Así se lo espeta a la mismísima Infanta el halconero: «... caça de mugeres nunca fue buena sino para cernícalos» (f. 50v). Y el cernícalo es un halcón pequeño, rapaz de segunda categoría —por debajo incluso del tagarote— que se usaba en comparaciones con matiz peyorativo, y, como aquí, en un alarde de misoginia muy propio de la época.Volver

18 Junto con el entremés de los bachilleres, este soliloquio de «Barcenius, ebrius» (f. 56r-57r: atención al apellido: Bárcena) constituye un delicioso cuadro de inspiración plautina.Volver

19 La del Príncipe Alberto, que le ofrece 30.000 ducados, más un diamante, que vale mil (f. 59v). El rey había prometido sólo 10.000 ducados.Volver

20 De modo exquisito ha estudiado esta figura en los libros de caballería españoles Mº. Carmen Marín Pina, "Aproximación al tema de la virgo bellatrix en los libros de caballerías españoles": Criticón, 45 (1989), 81-94. Sobre la «donna guerriera» en la literatura italiana, Marget Tomalin, The Fortune of the Warrior Heroine in Italian Literature, Rávena, 1983, y su reseña por K. W. Hempfer en Romanische Forschungen, 98 (1986), 452-454.Volver

21 «—¿Cómo, señor hermano, tan poco fiáys de mí? Tened por cierto que, aunque soy donzella, no se ha hallado cauallero hasta hoy que me hiziesse boluer el rostro, y tengo mucho más exercitadas las armas que la rueca, ni las randas de palillos» (f. 63r).Volver

22 En este final de la pieza, Palmireno, quizá parafraseando a algún autor clásico, improvisa una leccioncita de geografía para los chicos: Cimbrica Chersonesus es el nombre latino de la Península de Jutlandia, la parte continental y más extensa de Dinamarca, en cuyo extremo septentrional se encuentra el cabo Scagen o Skagen. Al este (de oeste a este y norte) se encuentran las islas danesas: Fyn, Falster, Lolland, Sjælland. Son éstas las que el rey ofrece a Alberto, como dote de Enaria.Volver

23 Como la historia la cuentan los vencedores, adueñados de los aparatos de propaganda, que configuran la lengua, los imperiales que decapitaron al movimiento comunero nos lo vienen presentando como una execrable [ex-sacra...] rebeldía contra la autoridad legítimamente (léase divinamente) constituida, o con asolamientos o latrocinios: «cuevas y cavernas donde sus antepasados en tiempo de comunidades escondían la moneda» (f. 48r).Volver

24 Es un caso más de ese amor de lonh, en la estela de Jaufré Rudel, tan apreciado en la literatura cortés renacentista, e íntimamente relacionado con la heroína de la literatura caballeresca. Un ejemplo es el del «feo y espantoso» Rajartes, rey de los zardos. Oída la fama de la hermosura de la infanta Radamira, heredera del trono de Chipre, emprende el viaje hacia aquella ínsula para ver a la princesa, de la que se enamoró perdidamente, según D. Ortúñez de Calahorra, Espejo de príncipes y cavalleros (El Caballero del Febo), I, ed. de D. Eisenberg (Madrid: Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 1975, 6 vols.), 1, c. 20 [t. I, 152ss] (Contra este monstruo defenderá a la infanta, doncella menesterosa, el Caballero del Febo). También D. Quijote estaba enamorado "de oídas" de Dulcinea. Cf. E. Williamson, El "Quijote" y los libros de caballerías (Madrid: Taurus, 1991), 157ss.Volver

25 Firmina, nostálgica de su patria, compone versos y piensa en una ciudad con dos ríos y un hermoso puente: «Recitabo uersus, quos heri dulci patriæ recordatione componebam. Veniebat in mentem ciuitas illa cæli clementia, ubertate agri, duorumque fluminum» (f. 50r). No me consta en Italia una ciudad de dos ríos. Pero el autor piensa sin duda en Lyon, fundada en la confluencia del Saona y del Ródano. El Viaje de Turquía resalta esa circunstancia al hablar de León de Francia, «que en grandeza y probisión y mercadería ya veis el nombre que acá tiene, que mucho más es el hecho; tiene dos muy caudalosos ríos, por los quales se puede ir a la mar con muchas barcas que van y vienen; casas muy buenas...» (ed. de F. García Salinero (Madrid: Cátedra, 1980), 377s. La mención de un famoso «lapideum pontem perpetua protectum contignatione, munitumque propugnaculis ad utrumque caput, et ornatum peristylijs» (f. 50r) hace pensar en Aviñón, según la popular canción «Sur le pont d'Avignon».Volver

26 «Sunt enim in nostra regione uiridaria, et sæpta ferarum, quæ a parcendo Parcos uulgus appellat, ea lateritijs mænibus cincta uiginti miliarium spatium complectuntur; paratis semper ad Principum uoluptates omnis generis uenationibus, et aucupijs» (f. 50r).Volver

27 Podemos pensar en la Torre de Londres o en la Cárcel de amor de D. de San Pedro. También en los castillos donde estuvieron prisioneros numerosos caballeros de ficción, como Safiramán y Hércules de Astra en D. Silves de la Selva y otros en Palmerín, en las Sergas y en Cirongilio. Pero en la referencia al castillo de Játiva hay un guiño al público, para que piense en el ilustre prisionero allí encerrado no menos de 10 años (de 1512 a 1523), por orden de Fernando el Católico: D. Fernando de Aragón, duque de Calabria y virrey de Valencia de 1526 a 1550.Volver

28 Sobresale su pasión por el juego de naipes, algo tan común en la España áurea, y los lances por cuestiones de honor relacionadas con precedencias y tratamientos (f. 63v-64r), por el estilo del falso suceso del (falso) hidalgo del Lazarillo en su pueblo (trat. III). Probablemente Salentinus y Bolanus corresponden a «Sallent» y «Bolaños».Volver

29 «Alberto duce, Alberto uolente, omnia fausta et læta succedent. (...) regnum ex plumbeo aureum, detersaque rubigine splendidum redditum esse fateamur» (f. 63v).Volver

30 «Yuan quatro pagezicos con sus hachas y, tras ellos, Zárate, el contador, que a cada preso dava seys escudos para sus necessidades» (f. 54r). Así sucedería en la "ínsula Barataria" unos años más tarde: «—¿Quién es aquí mi secretario? —Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno» (Quijote. II, 47).Volver

31 P. Victorio, Variarum lectionum libri XXV, Lyon, apud Ioannem Temporalem, 1554, lib. XVIII, c. XV, pp. 327s. Tácito, Hist. 4, 67; 55,1, Dion Casio, LXVI, 3 y 6 y Plutarco, Amatorius, 25. Debo la primera referencia a José Mª. Maestre Maestre, "El papel del teatro escolar en la enseñanza de la retórica y del latín durante el Renacimiento", en Los humanistas valencianos y sus relaciones con Europa: de J. L. Vives a Gregorio Mayans (Valencia, 22-26 de marzo de 1993). Palmireno había incluido la historia de Julio Sabino en su obra miscelánea Phrases Ciceronis, Hypotyposes clariss. virorum..., impresa en Valencia, Huete, 1572, que tuvo una segunda ed. en 1574. La historia de Julio Sabino constituye la "hypotyposis" «Eponninæ vxoris Iulij Sabini spelunca, fides et constantia ex Cornelio Tacito et P. Victorio» de las Hypotyposes clariss. vir. (f. 37r-38r).Volver

32 Fue D. Pablo Ancos García, alumno de 3º. ciclo, quien me señaló esta fuente de esta historia. Véase el énfasis de Mª de los Reyes Nieto Pérez, "El poder del silencio, II: La cortesana conversa, modelo heroico de la mujer compañera en los cantares": http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista/Revista6/ 2002).Volver

33 F. Gómez Redondo, " La materia épica en la Atalaya de las corónicas del Arcipreste de Talavera: el caso de Fernán González", eds. R. Beltrán, J. L. Canet y J. L. Sirera, Historias y ficciones: Coloquio sobre la literatura del siglo XV (Valencia: Universitat de València / Departament de Filologia Espanyola, 1992), 57-71.Volver

34 N. Baranda, op. cit., 1991 y 1995, I, 497ss.Volver

35 Cf. ed. G. di Stefano, Romancero (Madrid: Taurus, 1993), nº. 113, 330s: «Preso está Fernán González...».Volver

36 Palmireno está más cercano en la forma a aquellos relatos en que abunda el estilo directo, como—por encima de la novelizada Atalaya de las corónicas— la Crónica Geral de 1344 y el PFG. Pero esto no significa que haya seguido uno u otro de estos textos, ya que de ambos se aparta en detalles muy significativos y, de todos, en puntos decisivos,Volver

37 «Sólo no vea yo despedaçar essas carnes que a mis cuestas he traydo. No las vea yo en manos de los verdugos de mi padre» (f. 59v).Volver

38 «...a partir de la segunda mitad del XV, los antiguos héroes de los poemas de gesta se revisten con toda suerte de alusiones caballerescas para transformarse en personajes más ficticios que reales. (...) ...las Estorias o Crónicas de Fernán González impresas desde 1511 convierten al Conde en compañero de armas y desvelos de Amadís y Esplandián...» (Gómez Redondo, op. cit., 60s).Volver

39 Obsérvese el número de ediciones conocidas de tales obras en ese siglo: Crónica [popular] del Cid Ruy Díaz, 14 eds.; Crónica de Tablante de Ricamonte y Jofré y Libro del Infante don Pedro de Portugal, 10 eds. Ver N. Baranda, 1991; 1995 y Viña Liste, 1993.Volver

40 Por ejemplo en lo que se refiere a la muerte del caballero cazador, al desmayo de la Infanta... La referencia a estos hechos es posterior y se hace en función del espectador, no del lector.Volver

41 «ALBERTVS.— Vuestra Alteza es delicada y tiene el trabajo doblado en yr a pie y lleuarme a cuestas. Si yo hallasse cómo romper estos grillos, yo le aliuiaría de todo lo que padece» (f. 58v).Volver

42 «PILANIVS.— ¿Y cómo pudieron salirse? ¿Quién osaría acompañar a la hija de su Rey? ¿Quién les daría caualgadura?Volver

AMMONIVS.— Caualgadura blanda lleuaua; porque vn viejo dize que vio de su ventana una donzella, que lleuaua a cuestas a vn mancebo con grillos a los pies...» (f. 57r). Es un juego de palabras muy apreciado del bachiller Palmireno (Gallego, 1981, 189s), así como sin duda de los chicos. A los oyentes de la Fabella Ænaria quizá les evocara un juego semejante oído o leído en la C. de Amphitrión de Timoneda, donde se juega con "empreñadura" y "empreñablanda". Curiosamente, con esta obra comparte Palmireno igualmente el recuerdo de lecturas de libros de caballerías: Timoneda pone en boca de Sosia Tardío los nombres deturpados de Reinaldos de Montalbán («Regañaldos») y de Amadís de Gaula («Armagís de Jaula»).Volver

43 Es posible que así fuera, pues se hizo más tarde en representaciones de corral (y la puerta al patio de una Universidad era normalmente más espaciosa que la de un corral). Por lo demás, es posible que ya hubiera otro caballo en escena: el cuartago del caballero Vulpino, que quiso violar a la Infanta. Cf. «este quartaguillo» en f. 59v.Volver

44 Véase la dudosa y ambigua redacción del siguiente texto: «El deleyte que nos da véese [en] que una conseja que sabemos ser patraña escuchamos con atención, porque parece a la hystoria, y dexamos el comer, dormir y otras cosas semejantes por ver en qué paró la aventura de Richardeto con la hermosa Flor Despina, Don Duardos y Flérida, Maymonda y Camilote, y semejantes mentiras que nos leen o cuentan en ciudad o caminando» (El estudioso de la aldea, Valencia, 1568, 242s).Volver

45 Dejo de lado a Phasganius, nombre que todavía no he podido adscribir a nadie, pero que, en razón de su alcurnia —es hermano de la nobilísima matrona Marcelia—, podría muy bien no deber nada a los libros de caballerías.Volver

46 El morfema -ón aparece como "antropónimo" frecuente de jayanes de los libros de caballerías: Brandagedeón, Herbión, Orbión y Bradamán Campeón en el Caballero del Febo; Texón en el Clarián de Landanís; Dramirón en el Lisuarte de Grecia; Bradaleón en el Belianís de Grecia, Parte III y IV; Patagón, que dio nombre a la Patagonia argentina...Volver

47 Probablemente debamos excluir de su compaña a «Trebatius», como nombre del emperador de Constantinopla del Caballero del Febo, pues aparece flanqueado por Labeo y Sabellicus (y un desconocido Iabolenus), ambos relacionados con el mundo de las Humanidades. Palmireno suele presentar en el encabezamiento de sus escenas nombres de dramatis personæ homogéneos por decoro o por el campo de una actividad en que destacaron. Trebatius sería, pues, el corresponsal de Cicerón, la primera de cuyas epístolas, editada hacía poco por el valenciano F. Escobar (Colloquia familiaria et alia quædam opuscula erudienda iuventuti accomodatissima, opera doctissimorum virorum collecta, et Francisci Scobarii in primam Ciceronis epistolam ad Trebatium docta comentatio, 1557), habría comentado Palmireno en clase ni siquiera dos años antes a sus alumnos / actores, pues tales Cartas se estudiaban en la tercera classe (A. Gallego, "Reforma de las clases de gramática", en Actes du 1er. Colloque sur le Pays Valencien à l’époque moderne. Pau: Université de Pau, 1989, 64). Palmireno cita una epístola de Cicerón a este Trebacio en la Segunda Parte del latino de repente (Valencia: Huete, 1573, 144). También podía tratarse del Trebatius traductor latino de los Hieroglyphica de Hora Apolo (u Horapolo), por los que se interesó Palmireno, quien escribió Los jeroglíficos de Horapollo (Valencia: Antonio Sanahuja, 1556). Labeo, compañero de escena, debe el nombre a Marco Antistio Labeo, jurisconsulto romano (antes del año 43 - ca. 22), adversario político de Augusto y escritor de numerosas obras jurídicas. Sabellicus, por su parte, está por Marco Antonio o Marcantonio Cocci de Vicovaro, historiador y humanista italiano (Vicovaro, 1436-Venecia, 1506), discípulo de Julio Pomponio Leto, que enseñó Retórica en Údine y Venecia y escribió, entre otras obras, Epistulæ familiares necnon orationes et poemata. Alberto es desde los "godos" nombre muy propio de príncipes o de personas notables (como también Petronio), y aparece en el Caballero del Febo como nombre de caballero anciano (I, 46-48).Volver

48 Sobre la Valencia del XVI como foco de producción cultural señorial, J. Oleza, "La Corte, el amor, el teatro y la guerra": Edad de Oro, V (1986), 149-182. Para narrativa, la novela pastoril: se puede decir que en Valencia empieza (Montemayor) y acaba (Mercader) el género. Valencianos como N. Espinosa y F. Garrido de Villena inician el cultivo de la épica culta.Volver

49 A. Gallego, "A propósito del origen social de los estudiantes en el Studi General de Valencia (siglo XVI)", Estudios de historia de Valencia (Valencia: Universidad, 1978), 171-181, especialmente en p. 171s. Quizá los leyeran como "todo el mundo" y/ o a imitación de los grupos dirigentes. Cf. M. Chevalier, Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y XVII (Madrid: Turner, 1976), 69-103. Pero en todo caso, como "jóvenes" y / o "de buena familia" que eran, según explica D. Eisenberg, en "Who read the Romances of Chivalry?": Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age (Newark, Del.: Juan de la Cuesta, 1982), 89-110. También el pastor Eugenio, mozo discreto y cortesano, que, según Quijote I, 51, leía libros de caballerías. Y «cortesano», desde Erasmo, era (o podía entenderse) el que estudiaba (las artes liberales): «Pro nobilibus autem habendi sunt omnes qui studiis liberalibus excolunt animum», en De civilitate morum puerilium, I, ed. de Julia Varela (Madrid: MEC, 1985) 18.Volver

50 T. Ferrer, La práctica escénica cortesana: de la época del Emperador a la de Felipe III (Londres: Tamesis Books, 1991), 27ss.Volver

51 Sobre naipes, véase el texto del f. 47r cit. infra. Sobre la presencia de adolescentes en burdeles, éste: «¿Qué diremos hoy, a doze o a treze años, con açotes no bastamos a sacarlos del lugar público de rameras? Y assí a quinze años les sale la barba, quedan chiquitos de cuerpo y hechos vn esqueleto con media Francia en el cuerpo?» (El estudioso de la aldea, p. 47).Volver

52 Estas son las funciones principales que Palmireno atribuye a su teatro, sin excluir otras. Véanse Gallego 1981 y 1982; Alonso Asenjo, 1992. Además de la presencia del latín, que se manifiesta de modo particular como aprovechamiento de elementos de obras clásicas o humanísticas (referencias, expresiones y citas, apotegmas, relatos e hypotyposes varias), memorizables y memorizados, la misma organización externa de la obra remite claramente al ejercicio retórico, al cual hay que incorporar el mayor número posible de estudiantes, aunque sea con una actuación fugaz. Exceptuado el personaje / actor Enaria, pocos aparecen en más de una escena-cuadro: Alberto, en 3; Venator, Fumanus y Firmina, en 2. Son frecuentes en textos dramáticos del teatro de colegio acotaciones como «Salgan los más que hubiere».Volver

53 Cf. Las Reglas que Lorenzo Palmyreno puso a la puerta del Auditorio por la Segunda parte del latino de repente, Valencia, Huete, 1573 y 1574, regla 27, en p. 194s. El «cuento» del emperador Luis puede leerse en el c. XXI del Libro de los siete sabios de Roma, versión occidental del Sendebar; sobre él informa y ofrece bibliografía reciente N. Baranda, 1991, 189s. La historia se aprovechó en el teatro, como consta por la comedia manuscrita citada por F. Antonucci y S. Arata, eds., en El enjambre mala soy yo, el dulce panal mi obra (Sevilla: UNED / Universidad de Sevilla / Universitat de València, 1995), 39, nota), y por una loa de Lope de Vega publicada en la misma obra (nº. 3).Volver

54 Se la cuenta Petronio a Alberto mientras va y vuelve el alguacil de la Corte y Alberto debe rogarle que interrumpa tan truculento relato: «Señor, no cuente más, que se me erizan los cabellos; y tal monstro como éste no sé qué elementos le sustentauan» (f. 62rv).Volver

55 En versos de Varrón, Satiræ menippeæ, vv. 269-280, con omisión, por errata sin duda, del v. 274: «aquam uomentes inferam mortalibus».Volver

56 Palmireno califica de «regocijada» la Selva de aventuras de Jerónimo de Contreras y valora más bajo los Naufragios de Álvar Cabeza de Vaca, obras que cita en El estudioso cortesano (p. 73. 83-85). Cf. R. H. Kossoff, "Lorenzo Palmireno, crítico literario", Actas del V Congreso Internacional de Hispanistas (Burdeos: Universidad, 1977), 543-547. Al final del Argumento de la Fabella Ænaria menciona los «trabajos y aduersidades, con el venturoso fin» de sus protagonistas.Volver

57 M. Cruz García de Enterría, Sociedad y poesía de cordel en el Barroco (Madrid: Taurus, 1973).Volver

58 Tiene razón Petronio al acudir entonces al dicho: «los duelos con pan [el pan de la boda] son buenos», ya que, «la cárcel, con tal compañera, será passadera» (f. 63r), pues, aunque el refrán «los duelos con pan son buenos» es manifiesta corrupción de «los duelos con pan son menos», como bien dice, por ejemplo, A. Liñán y Verdugo en su Guía y avisos de forasteros que vienen a la Corte , "Aviso segundo" (Madrid: Editora Nacional, 1980), 96, la forma deturpada viene aquí como anillo al dedo.Volver

59 En la C. Octavia la noble y (por eso) manirrota Marcelia, en bronca descomunal con su marido, defiende para su hijo la rancia crianza de un noble español; se niega a cubrir con su dote las deudas de las que es responsable y no sólo resiste a la fuerza de su marido que la amenaza, sino que, ayudada por su criada Columbina, le propina una soberana paliza, para más tarde despacharle a su hermano Fasganio, rodeado de jaques, que le den un escarmiento. A su vez, la joven Octavia se concierta con sus raptores para huir con su novio Rapicio, el consentido hijo de Marcelia. La Aspasia de la C. Sigonia hace gala de gran desparpajo y maneja a su antojo a una jarca de tan pomposos como inútiles médicos. Allí mismo vemos a la displicente adolescente enamorada Taurina, que planta cara a los físicos. La lista Orestilla de la Fab. Ænaria, harta de oír «frialdades» (f. 57r), deja con la palabra en la boca a gárrulos bachilleres.Volver

60 Éste negaría cualquier función importante a las mujeres. Sin embargo, C. Castillo cree que es exagerado concebirlo de esa manera; y observa, por ejemplo, que la intervención de Sóstrata es decisiva para lograr el final feliz del Heautontimoroumenos (en "La comedia romana: herencia e innovación": I. Arellano, V. García Ruiz, M. Vitse eds., Del horror a la risa. Los géneros dramáticos clásicos, Homenaje a C. Faliu-Lacourt [Kassel: Reichenberger, 1994], 61-77, en p. 75).Volver

61 La famosa, infamada e infamante Celestina; Lelia en Los Engañados; Florencia en la Comedia de Sepúlveda... Se ha observado una evolución del papel de la mujer en el teatro profesional prelopista hasta hacer de algunas de ellas verdaderos sujetos de la acción. Así Manuel V. Diago, en "La mujer en el teatro profesional del Renacimiento: entre la sumisión y la astucia (A propósito de Las tres Comedias de Joan Timoneda)": Criticón, 63, 1995, 103-117.Volver

62 Malveena McKendrick, El teatro en España (1470-1700) (Palma de Mallorca: Olañeta, 1994), 65.Volver

63 Aparece armada en escena para tomar parte en un desafío; la reina le confía la defensa de su honor; se da a conocer al levantar la visera; urde arriesgados lances y se muestra decidida y valerosa. Ver E. Juliá Martínez, Poetas dramáticos valencianos, I (Madrid: 1929), espec. I, acto III, p. 617ss.Volver

64 Especial coincidencia se da también entre Marcela y Enaria al verse envueltas en una trama especialmente novelesca, que funde episodios de Orlando Furioso con naufragios, bandoleros, bosques y pastores o cazadores y enredosos amores.Volver

65 Juntamente con Paulus Manutius, Petrus Victorius, Carolus Sigonius (de cuyo nombre derivará el de la C. Sigonia de Palmireno), Adrianus Turnebus y otros en El Diálogo de imitatione Ciceronis de Lorenzo Palmireno que se imprimió en Zaragoza en 1570 y ahora sale añadido y enmendado, en Valencia, 1573, como parte de la Segunda parte del latino de repente (Valencia: Huete, 1573), 114.Volver

66 Dice D. Eisenberg que esta figura de la dama cazadora «responde más a la España contemporánea que al mundo caballeresco» (op. cit., t. II, 220, n. 14s). Y es verdad lo primero, pero no lo que sigue. Damas cazadoras aparecen en los poemas épicos italianos, quizá siguiendo el paradigma de Dido y Eneas (Æn IV, 129-172). Son razones suficientes para que las damas aficionadas a la caza sean personaje habitual de los libros de caballerías, desde el Palmerín de Olivia (Salamanca, 1511: lib. I, c. 67, p. 227 ss de la ed. de G. di Stefano, Pisa, 1966), obra de una mujer: «Femina composuit...» dice Jo. Augur Transmierensis en versos latinos de la recomendación del libro al lector. A cazar se dedica también Claridiana, la «hija del emperador Theodoro de Trapisonda y de la emperatriz Diana [¡!], reina de las amazonas», quien dice: «Desde niña me he criado en este ejercicio de la caça» (Caballero del Febo, I, c. 45 [t. 2, 221]; III, c. 5 [t. V, 35. 49]). En consecuencia, también en la parodia de tales libros, el Quijote, aparecerá la dama cazadora y, precisamente, la más empingorotada: la duquesa (Quijote II, 30).Volver

67 Curiosa la acotación: «Aquí dança la Infanta Ænaria». Si, por una parte, sirve para ofrecer una escena de solaz y descanso al público, por otra, nos muestra la importancia que la danza tenía en la sociedad del Siglo de Oro y, por tanto, en la educación de los jóvenes —muchachos— en el siglo XVI. Las representaciones teatrales, que incluían la danza, servían a los chicos, entre otros fines, para lograr el dominio del cuerpo: gestos, ademanes y meneos. Por eso se sentía en la época, como en tiempos clásicos, que danzar «aprovecha, como dice Galeno en el De sanitate tuenda, para formar bien el cuerpo y dalle buen brío, y estále bien a un niño, porque adquiere buen donaire, como lo probó Baltasar Castellón en su Cortesano» (L. Barahona de Soto, médico, Diálogos, citado en Las Lágrimas de Angélica, ed. de J. Lara Garrido [Madrid: Cátedra, 1981], 129s). En la responsabilidad de la mujer en el gobierno de la casa insisten los humanistas (Erasmo, Vives...) y moralistas, como fray Luis de León.Volver

68 Parecen resumirse en Enaria las funciones que tuvieron que asumir las mujeres nobles europeas de los tiempos de las Cruzadas, en ausencia de sus maridos o padres. Cf. M. Wade Labarge, La mujer en la Edad Media, Madrid: Nueva, 1988, p. 110.Volver

69 Lo había demostrado ya llevando al prisionero a cuestas por montes y cárcavas. La fortaleza de esta infanta no es hiperbólica; toda la tradición textual anota esa virtud. Cf. Gómez Redondo, op. cit., 67-68, n. 26.Volver

70 No le importa (ya no podía importarle), al contrario que a los autores de las crónicas, si, el Conde preso, los moros lograban o no sus fines y si ella se hace cómplice de "herejía". Cf. Crónica Geral de 1344, f. 129b. La Crónica / Estoria de Fernán González dice habla que la Infanta «faría tan gran deservicio a Dios» (c. XII, 514).Volver

71 Como Scylla y «sexcenta» casos más (f. 58r): Scylla, hija de Niso, rey de Mégara, traicionó a su padre («scelus illud immane») por el amor de Minoa.Volver

72 Cf. Marín Pina, op. cit., p. 88ss.Volver

73 Medea quiere vengar a su padre Rajartes (I, c. 20 [t. I, 157]; III, c. 11 [t. V, 111]). De Claridiana se podría decir que estaba a ello predestinada, siendo hija de emperador y de amazona. Desde niña dada a la caza, ha decidido «tomar orden de cavallería», porque su madre, «siendo donzella hizo tan altas cosas en las armas que no huvo cavallero en su tiempo que le passasse, y tengo mucho desseo de parescelle en algo» (Caballero del Febo, II, c. 45 [t. II, p. 221]). Mostrará su casta cuando se le comunique que el Caballero del Febo se ha casado con Lindabrides (III, c. 5 y 16 [t. V, 193ss]). Emilie Begman y L. Middlebrook se refieren a «versiones sefarditas [de romances viejos] de "la doncella guerrera", en [las] que una joven se viste de hombre para servir en lugar de su padre», en Iris Zavala, Breve historia feminista de la literatura española (en lengua castellana). II. La mujer en la literatura española (Barcelona: Ed. Anthropos /Comunidad de Madrid, 1995), 147.Volver

74 «Por naturaleza y no por necesidad, Minerva manifiesta una especial inclinación por el mundo de las armas, que la lleva a abandonar su reposada vida femenina y a ejercitar la caballería» (Marín Pina, op. cit., 93).Volver

75 En sus palabras se percibe un eco de las de Minerva: «Los dioses repartieron en mí tanta parte de buena ventura, que hasta hoy no he hallado caballero que contra mí mucho en batalla pudiera durar» (Marín Pina, op. cit., 91).Volver

76 La trata Ausonio en el epigrama De Pallade volente certare armis cum Venere: «Cui Venus: armatam tu me, temeraria, temnis, / quæ, quo te vici tempore, nuda fui?», y lo habían imitado poetas renacentistas italianos y españoles.Volver

77 Sin embargo, los temas caballerescos aparecen muy pronto en el teatro hispánico. Véase T. Ferrer, La práctica escénica cortesana: de la época del emperador a la de Felipe III, Londres, Tamesis Books, 1991, y Nobleza y espectáculo teatral (1535-1622) (Valencia: UNED / Univ. de Sevilla /Univ. de València, 1993), 35; 187 n. 13; 191-196; 245-269.Volver

78 Si contamos a(l) Eco, que no es necesario que fuera visible, ni que su voz fuera la de un actor añadido. Actúa de modo destacado el "Autor" en el diálogo inicial y en el prólogo (Praefatio). Sobre el origen social de los estudiantes del Estudi General de Valencia por esta época, véase el art. cit. de 1978 de A. Gallego, y, del mismo, "Reforma de las clases de gramática", Actes du Ier. Colloque su le Pays Valencien à l'époque moderne (Pau, les 21, 22 et 23 Avril 1978) (Pau: Université de Pau, 1980), 55-74.Volver

79 J. L. Vives, De institutione feminæ christianæ, lib. I, c. 4 (Valencia: Ayuntamiento de Valencia, Col. J. L. Vives 4A, 1994), 67-71. Todas estas lecturas, claro está, nada tienen que ver con las «..."fabulas, historias et narratiunculas", tan divertidas como honestas, con las que [la mujer casada debe] reponer y recrear a su marido cuando esté cansado o enfermo» (ibid. II, c. 6). Ni parece que deba confundirse esta valoración "pedagógica" (la mujer en aquella época era siempre menor de edad) de la narrativa por Vives con su actitud ante la ficción, mucho más matizada; cf. J. Gómez-Montero, "Licet poetæ fingere? Los textos ficcionales de J. Luis Vives y su legitimación de la ficción poética", ed. de C. Strosetzki, Juan Luis Vives. Sein Werk und seine Bedeutung für Spanien und Deutschland (Francfort: Vervuert, 1995), 82-96. La opinión de A. Venegas en el prólogo al Apólogo de la ociosidad y el trabajo de Luis Mexía, comentado y moralizado por F. Cervantes de Salazar (Alcalá: Brocar, 1546).Volver

80 Lope de Vega, en forma de pregunta retórica, da por sabida esa afición femenina en La dama boba: «¿Quién le mete a una mujer / con Petrarca y Garcilaso...» (III, vv. 2109s).Volver

81 En su Libro de la conversión de la Magdalena (Madrid: Aguilar, 1963), 44, Prólogo. Un creador como Cervantes conoce el trasfondo de la acometida de los moralistas e indirectamente nos explica que ésta se da porque hay doncellas, como la «noble y rica» Luscinda, a quienes gusta en particular el Amadís; en su ejemplar, regalo de Cardenio, busca Luscinda la carta de su amador (Quijote I, 24); o labradoras ricas como Dorotea, quien tanta literatura de ésa ha leído que el cura (un experto en la materia) le cede representar su papel de princesa Micomicona (Quijote I, 19). Incluso la hija del ventero, analfabeta como es, confiesa que recibe «gusto en oíllo» (lo que cuentan los libros de caballerías) y que le agradan «las lamentaciones que los caballeros hacen cuando están ausentes de sus señoras; que en verdad que algunas veces me hacen llorar, de compasión que les tengo» (Quijote I, 32). Para ella el auténtico dechado hubiera sido la Infanta Enaria, pues para esta campesina aquellas señoras son excesivamente crueles o melindrosas.Volver

82 «El papel cultural de la mujer sube en importancia a medida que la sociedad se hace cortesana... (...) También ahora lo caballeresco se manifiesta como obra de arte a la que contribuye de manera decisiva el nuevo tipo de mujer; la personalidad libre femenina. La mujer mantiene la sociabilidad en la corte, forma la nueva sociedad cortesana, educándola en un nuevo ideal de disciplina y de cultura de la responsabilidad, que asocia a las características propias del humanismo las de la caballería» (A. von Martin, Sociología del Renacimiento (México: FCE, 1970), 105 y 107).Volver

83 En El Cortesano, ed. de R. Reyes Cano, Madrid, Espasa-Calpe, 1984, lib. III, c. 3, 256s.Volver

84 Ver, entre otros, M. Bataillon, Erasmo en España (México: FCE, 1966), 484-88; S. García Martínez, "Sobre la introducción del helenismo en la Universidad de Valencia durante la primera mitad del Quinientos", Actes du Ier. Colloque su le Pays Valencien à l'époque moderne (Pau, les 21, 22 et 23 Avril 1978) (Pau: Université de Pau, 1980), 391s; J. Fuster, Heretgies, revoltes i sermons (Barcelona: Ed. Selecta, 1968), 143ss.Volver

85 A. de la Granja, "El entremés: la larga risa de un teatro breve", en I. Arellano, V. García Ruiz, M. Vitse eds., Del horror a la risa. Los géneros dramáticos clásicos, Homenaje a C. Faliu-Lacourt (Kassel: Reichenberger, 1994), 161-189, especialmente en p. 172.Volver

86 Como los versos puestos en boca de una infanta: «¿Quién me echó agua en el rostro?...» (f. 60v) o los de una canción popular en labios de Alberto: «Muera yo de muerte mala..» (f. 60r), que contrastan con los elegíacos lamentos latinos que el Príncipe acaba de proferir.Volver

87 Véanse, en la misma F. Ænaria, los «hombrazos negros, quemados del sol...» del f. 49r. O los ejemplos de sus Campi eloquentiæ (Valencia: Huete, 1574) «per primam dilatandi rationem amplificatam» de "El negro dançar perdió a mi tía» (pp. 29-31); la «descriptio deformis fœminæ a divisione totius in partes» (pp. 31-32) o el "testamento de un borracho" (pp. 33-35).Volver

88 Alberto al pensar que Enaria está muerta (f. 60v). Por cierto, como Amadís después de leer la carta de Oriana (I, 45); como Rosicler, cuando Olivia le declara su desamor (I, c. 40 [t. II, 118ss]); o el Caballero del Febo cuando se da cuenta que ha peleado contra Claridiana, su amor (III, c. 11 [t. V, p. 120s); etc.Volver

89 Aunque es muy posible que los contemporáneos vieran menos fantasía que nosotros en tales relatos. Cf. Daniel Eisenberg, "Introd." a su cit. ed. del Caballero del Febo de D. Ortúñez de Calahorra, t. I, p. LXXXVII, n. 112. Lo mismo nos advierte Luis Zapata en el c. II. de su Miscelánea o Varia historia.Volver

90 Ne mihi vitio vertat ['culpe'] benignus lector non servatas esse Comediæ leges, quando quidem Farsas hispanicas, non Terentij grauitatem, in gratiam vulgi imitatus sum» (f. 64r, observación final al lector).Volver