En el IV Centenario de la publicación de

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

 

 

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Cervantes estudió en el colegio de los jesuitas de Monterrey.

 

Miguel de Cervantes, que habría nacido, no en 1547 sino en 1549, en Cervantes, lugar de la comarca de Sanabria (ahora en la provincia de Zamora), de niño no estudió con los jesuitas de Córdoba o de Sevilla, como se viene suponiendo o repitiendo. Según hipótesis razonada de César Brandariz, fue alumno del Colegio de Santiago el Mayor de la Villa-Fortaleza de Monterrey (Orense, Galicia), fundado en 1556. (En: Cervantes decodificado, Madrid, Ediciones Martínez Roca, 2005, p. 193.)

 

                                              

 

La villa de Monterrey, con su castillo, palacio y murallas. Fuera de éstas (en el solar donde puede verse hoy un parador de Turismo) se levantó definitivamente el Colegio de la Compañía.

Fuente. E. Rivera Vázquez, Galicia y los jesuitas. Sus colegios de  enseñanza en los siglos XVI al XVIII, La Coruña, Galicia Editorial S.A., 1989, p. 81.

 

 

 

2

Don Quijote personaje ridículo todavía en 1727, 1746, 1751, 1787...

 

«No era sólo este Capricho el que iba en la Mojiganga; otro marchaba junto a él, que, aunque se llamaba Don Quijote, ya saben los eruditos que quijote y capricho son tér­minos sinónimos, o una misma cosa con nombres diferentes. Era Don Quijote un caballero muy conocido, y eso nadie lo pue­de negar. Su traje, el de un caballero an­dante, y, así, era traje peregrino. Iba ar­mado desde la cabeza hasta los talones, pero tan extrañamente que, si no que le acome­tiesen los enemigos invisibles, por los visi­bles yo presto caución. Servíale de yelmo una cazoleta de espumar ollas de pobres, tan porosa, que se exhalaban por ella los pelos (otros los llamaban cerdas; otros, cri­nes) del pobre caballero. El peto y espaldar se componían de tres o cuatro pantallas, en­sartadas al desgaire, tan tiznadas, que algu­nos las tuvieron por hojas de sartenes, y los más se persuadieron que eran matahumos de nueva invención; pero el valeroso caballero aseguraba ser tizne más generoso, porque era la sangre de aquel fementido negro que ex­perimentó su saña en la cueva de Montesi­nos. Enristraba en la mano derecha una que él llamaba lanza, pero en realidad era un palo de pendón de cofradía vuelto al revés; y, no obstante, aseveraba ser la misma lan­za que el valiente Artus de Algarbe quitó a aquel desmesurado gigante que guardaba el puente Mantible; y aunque luego la que­mó, sin embargo, volvieron a unirse las ce­nizas por la admirable virtud de aquel pro­digioso bálsamo con que, untadas las cabezas y los cuerpos de los caballeros andantes de­gollados, se reunían aun después de algunos años. Llevaba ocupada la mano izquierda con una rodela, por mal nombre, que el pro­pio y natural era bacía, y tan propiamente vacía, que no paraba en ella cuerpo fluido, y sin escrúpulo podía aspirar a gorguera, sin que pareciese mucha ambición. Supónese que había de ir en un rocinante en planta o en dibujo, y que si se movía sería por arte de encantamiento. También se debe tener por dicho que no le faltaría a los estribos su fiel escudero Sancho Panza, que, aun después de gobernador de una ínsula, no le sufría el corazón dejar un punto el lado de su que­rido señor Don Quijote, el más apuesto y más aguisado de todos los caballeros. Iba el tal señor Don Quijote muy embebido en la lectura de la admirable Historia de los Doce Pares, que llevaba abierta sobre el arzón de la silla; y daba razón de este su buen gusto y entretenimiento en la siguiente coplilla:

 

Si no se han acabado los Quijotes,

 ¿por qué se han de acabar en nuestros días

 los bellos libros de caballerías?

 

Compañero de Don Quijote caminaba un Ciego de devoción... »

 

(PP. Luis de Losada, S. J. y José Francisco de Isla, S. J. en La Juventud triunfante. Representada en las fiestas, con que celebró el Colegio Real  de la Compañía de Jesús de Salamanca la Canonización de San Luis Gonzaga y de San Estanislao de Kostka, y  con que aplaudió la Protección de las Escuelas Jesuiticas, assignada à San Luis Gonzaga por Nuestro SS. Padre Benedicto XIII. Salamanca,   s. a. [1727]; Valladolid, 1746; Valencia, 1750 [1751]; Madrid, 1787:

 

Cuarta cuadrilla, 2º cuerpo de las parejas ridículas:

Mal Gusto – El Capricho

Un caballero andante – Un ciego

Mauregato – Mingo Revulgo

El Poeta de los pícaros.

 

.                       ---Transcripción y presentación: Julio Alonso Asenjo.)