25-10-1996. El País, Enrique Centeno. El viaje imposible.Reconocemos a estos siete personajes: sus peculiares formas de hablar y sus diferentes reacciones las escuchamos y vemos cada dia. Un creativo amanerado, una falsa pasota, una 'hippy' a destiempo, la burguesita tendera, el sindicalista despistado o el filósofo de barrio. Los ha reunido Ernesto Caballero con cualquier pretexto en un espacio cerrado, haciéndolos convivir en una situación única. Y ha preferido elegir la metáfora de una empresa a la que acuden para recibir un premio insólito: nada menos que un viaje al desierto. Su mayor acierto es posiblemente el cómo hace hablar a estos personajes, espejo de la cotidianeidad con un punto jocoso y casi esperpéntico. La parábola del viaje a un lugar inexistente, la frustración y las ilusiones de cada uno de ellos, tienen mucho de tópico, y son el telón de fondo sabido y algo ingenuo. Se van mostrando los personajes en un estudio interesante, aunque la situación de todos ellos al final es la misma que cuando se alza el telón, porque Caballero evita la progresión argumental. Se transmite mucha amargura, mucha frustración, una desesperanza que yo creo conservadora. Necesitaríamos también oir la voz del autor, demiurgo acobardado entre bastidores, notario frío o reñidor profesional en viajes imposibles.
Las últimas obras de Ernesto Caballero, uno de nuestros más estimables autores, se basan en este mismo doble procedimiento: por un lado, la mirada y la observación amarga de lo cotidiano, casi haciéndole guiños al espectador, por otro, la creación de un espacio único donde los personajes no entran ni salen obligando a los actores a un trabajo muy elaborado y de alto riesgo. Es lo que, sucedía en Auto, en La última escena y en Rezagados, productos que, como éste, muestran un método de trabajo basado en la creación colectiva, en el "taller", pero que sobre todo en esta ocasión dejan ver una cierta carencia de la idea dramática central, la genialidad presente en el primero de los títulos citados.
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