17-10-1996. ABC, Almudena Guzmán, "El último viaje de Ernesto Caballero llega al Olimpia. Destino desierto".¿Qué puede ocurrir cuando siete personas, premiadas con un atractivo viaje a Tierra Santa, son citadas en una agencia en donde no las recibe nadie? Éste es el punto de partida de Destino desierto, una obra de Ernesto Caballero quien, pese a su juventud, ya tiene una larga experiencia como autor y director teatral avalada por galardones como el Premio José Luis Alonso, concedido por la Asociación de Directores de Escena.
Para Caballero. Destino desierto, «es una gran metáfora de la libertad. En ella planteo que, aunque resulta muy difícil para el ser humano buscar su espacio de libertad por falta de iniciativa, comodidad o miedo, en el fondo no está tan lejos de nosotros».
En Destino desierto, el desierto, precisamente, funciona como simbolo de la libertad humana: «Ese viaje a la arena, al sol, al viento, significa desprenderse de prejuicios y de temores. Lo que ocurre es que en vez de viaje geográfico, lo que estas siete personas van a emprender allí mismo, en la sala de recepción de la agencia, es un viaje iniciático a su interior, un aprendizaje que cambiará sus vidas, porque se trata de siete individuos que habían perdido la capacidad de ilusión~.
Optimismo
Aunque la cuestión de la libertad suele asociarse a un tratamiento más dramático, Ernesto Cabaliero ha optado por la comedia: «Yo soy muy pesimista, pero en esta ocasión me he decantado definitivamente por el optimismo. Por un lado, me hacia mucha gracia incorporar un hecho tan grotesco como los concursos fantásticos que no son más que unos engañabobos; por otro, y pese a que los personajes de esta obra son muy censurables por su maquinalidad, por su falta de expectativas, en vez de cebarme en sus debilidades me apetecía retratarlos con una ironía suave, seguramente porque todos cojeamos algunas veces del mismo pie».
Para Ernesto Caballero, que siente una pasión contagiosa por el teatro -la misma que le hacia no arrojar la toalla cuando le tocaba ir a más de un ensayo sin desayunar porque no tenía un duro-, la situación de los dramaturgos jóvenes de la Villa y Corte «es penosa, sobre todo si la comparamos con ciudades como Barcelona. Los responsables autonómicos tendrían que plantearse que es una injusticia y una vergúenza que no haya en Madrid una política teatral adecuada».
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