(Extraído de la introducción de Sanchis
Sinisterra a la edición de Cocodrilo.)
"Justo al lado de la realidad tan cerca que a veces se
producen confusiones graves, pero a la vez tan lejos que
las filtraciones resultan sospechosas, discurre un mundo
posible de nítidos perfiles y contenido vago". Es
el mundo según Paco Zarzoso, su mundo
escénico.
Un mundo en el que abunda la noche y escasea la
certidumbre, pero que no por ellos está urdido con
la sustancia de los sueños. Las palabras y las
cosas tienen allí un aspecto demasiado concreto,
incluso vulgar, como para hacernos sentir en los dominios
de los onírico. Así y todo, su
lógica no es plenamente la que rige en los estados
de vigilia. (...)
En Cocodrilo es evidente que se cuenta una
historia. O por lo menos, que hay una historia. Por
ahí, en alguna parte, tiene lugar una
porción del destino de cuatro personajes que la
noche reúne en encuentros bimimbres de perfecta
simetría, sólo rota por el soliloquio de
Cocodrilo... En realidad, diálogo con un quinto
personaje, definitivamente ausente. Y en esos encuentros
afloran jirones de una ambigua trama de cine negro, en la
que dos bandas probablemente delictivas se disputan el
control de los territorios de la noche urbana.
Paralelamente, con contornos algo más concretos
pero más realistas, se desenvuelve una peregrina
novela familiar, marco de otra disputa: la que los dos
progenitores, separados y enfrentados, libran por
encauzar el porvenir del hijo.
Pero, con todo, el devenir de la fábula se da
con prioridad fuera de plano: o bien en la extraescena, o
bien en los intersticios de la acción
dramática, de las siete escenas que compoenen la
obra, en la que cuatro personajes dialogan, monologan y
callan inconteniblemente, tratando en vano de afirmarse a
sí mismos, de mover a los otros y/o cambiar de
situación. (...)
Ese misterio que recorre la ambigua trama de
Cocodrilo tiene un matiz peculiar en toda la obra
dramática de Zarzoso, que sustenta su fascinante
teatralidad.
Es el misterio humilde e insidioso de lo
paradójico.
La paradoja es, en el mundo posible -e imposible- de
Paco Zarzoso, esa pequeña fractura que se produce
subrepticiamente entre lo familiar y lo insólito,
entre lo cotidiano y lo excepcional, entre lo obvio y lo
inverosímil, a través de la cual ambos
niveles lógicos, normalmente separados y hasta
inconciliables, entran sin mayores problemas en una
fértil coexistencia pacífica.
José Sanchis Sinisterra.