LLIÇONS DE ZOOLOGIA

Josep Lluís Sirera. El punt, (sin referencia)
 

Sala Palmireno de la Universitat de València

Sembla que, després d'uns quants anys de treballs constants, i un poc massa marginal, per fi comença a arribar l'hora d'un major reconeiximent a Paco Zarzoso. Guanyador del premi Max Aub de la Generalitat Valenciana, estrena ara una de les obres més complicades -i, per a mi, la més reeixida- de les escrites per ell. En efecte, la presència de quatre personatges amb les seues corresponents històries, aparentment quotidianes, necessita el distanciament per defigir les temptacions realistes o, pitjor, melodramàtiques, i per no renunciar tampoc a elements fonamentals en la seua escriptura: la marginalitat d'uns personatges dominants per obsessions aparentement quotidianes; l'espai dramàtic, en la perifèria del mon urbà; l'humor. Sobre un material tan complex, les propostes de muntatge podien ser multiples: des de potenciar el factor humorístic fins a convertir la peça en una tragèdia quotidiana. L'opció triada per Alejandro Jornet, però, ha sigut tremendament respetuosa amb el text. El resultat, tot i ser impecablement correcte -i això és un mèrit indiscutible- deixa un cert regust: com de no haver extret tota la potencialitat teatral possible a les històries, als personatges. Això es fa més visible, per exemple, en el treball dels actors: mentres Mandli i Romo componen una parella pare-fill realment esplèndida, les altres relacions es queden a mig camí, cosa que afebleix la força del personatge teòricament protagonista, Cocodrilo. El monòleg final ha de ressentir-se per força de la falta de definició del personatge. Ressentir-se'n tan sols, subratlle, per què ens trobem davant un espectacle sòlid, atraient i divertit, que ha de contribuir decisivament a estendre entre el públic valencià el coneixement de l'obra de Zarzoso. 

COCODRILO, EN EL ARNICHES

La prensa (Alicante), viernes 27 de noviembre de 1998 
 

El teatro Arniches de Alicante presenta hoy y mañana, a las 21.00 horas, la representación de la obra Cocodrilo, de Paco Zarzoso, a cargo de la Companyia Hongaresa de Teatre y bajo la dirección de Alajandro Jornet, premio Arniches de Teatro 1998 con su texto La mirada del gato: "no deja de sorprenderme Cocdrilo: microcosmos de comportamientos finiseculares. Desde una petición ya casi cotidiana ("Necesito una pistola") hasta el puñetazo de la esperanza ("Mira Caimán: el sol") dicho a un cadáver".

EL TEATRO ARNICHES ACOGE COCODRILO, TEXTO DE ZARZOSO DIRIGIDO POR JORNET

S. Balseyro. La verdad, viernes 27 de noviembre de 1998
 

El dramaturgo Alejandro Jornet, reciente ganador del XIV Premio de teatro Carlos Arniches, dirige el texto Cocodrilo, de Paco Zarzoso, hoy y mañana, a las 21 horas, en el teatro alicantino que lleva precisamente el nombre del galardón conseguido.

La compañía Hongaresa de Teatre es la encargada del montaje de esta obra que relata el encuentro nocturno de cuatro personajes. José Sanchis define Cocodrilo como una obra de fascinante teatralidad y de forma paralela, una "peregrina novela familiar", Para Jornet se trata de de un texto extraordinario y un "microcosmops de comportamientos finiseculares" a través de una compañía, La Hongaresa, "pequeña en posibilidades pero inmensa en espíritu teatral".

(+ ficha técnica)

COCODRILO EN EL TEATRO ARNICHES

Información (de Alicante), 27 de noviembre, 1998.
 

La Companyia Hongaresa de Teatre presenta hoy y mañana, a las 21.00 horas en el teatro Arniches de Alicante, el montaje "Cocodrilo", una obra de Paco Zarzoso, que ha sido dirigida por Alejandro Jornet. Lola López, Juan Mandli, Miguel Ángel Romo y el propio Paco Zarzoso proptagonizan este montaje que narra la historia de cuatro personajes que reúne la noche, para aflorar una ambigua trama de cine negro, en la que dos bandas probablemente delictivas se disputan el control de los territorios de la urbe.

Paralelamente, en esta obra de siete escenas, se desenvuelve una peregrina novela familiar, marco de otra disputa: la que dos progenitores, separados y enfrentados, libran por encauzar el porvenir del hijo.

 

COCODRILO Y FAMILIA

Javier Vallejo. El País, Babelia, 20 de febrero de 1999
 

La de Paco Zarzoso es la historia conocida y tantas veces repetida con fortuna del actor que, en un buen día, decide expresarse en escena con sus propias palabras. Empezó trabajando con directores-autores como Carles Alberola y Carles Alfaro, y acabó volando por cuenta propia con L'Hongaresa, compañía en la que comparte el papel de autor con Lluïsa Cunillé, y el de intérprete con Lola López. Mirador, su última obra, ha ganado recientemente el premio de teatro de la SGAE, Ultramarinos, la última, se estrenará este verano en Sitges y en el Grec de Barcelona, y Cocodrilo, que se presenta ahora en Valencia, mereció el premio de la crítica a raíz de su estreno en la pasada muestra de Alcoi. "Cocodrilo es una tragicomedia en la que desarrollo dos tramas paralelas", explica Zarzoso. "Una muestra, en clave de cine negro, a unos personajes que se disputan los territorios urbanos de la noche. En la otra, una familia se disputa sus territorios personales. El Búho, el protagonista, es un adolescente, víctima del amor de sus padres y de un entorno protector".

El ambiente y los escenarios de Cocodrilo, el esquematismo de sus personajes y la lógica fragmentaria de sus diálogos, traen eco del cómic underground de los primeros años 80, y de una línea más actual y estilizada, a lo Calpurnio. "Dentro de mi obra ésta ocupa un lugar importante: es la primera en la que cuento una historia y en la que escojas el fragmento que escojas, verás que contiene las reglas del juego y el código genético de todos los demás". Sus intérpretes son Juan Mandli, MIguel Ángel Romo, Lola López y Zarzoso, dirigidos por Alejandro Jornet. La escenografía es de Javier Quintanilla, cuarto pilar sobre el que se sostiene la compañía.

Comentario de Julio A. Máñez en El País del 22 de febrero de 1999
 

Por otra parte, la Sala Moratín acoge las representaciones de Cocodrilo (del 23 de febrero al 14 de marzo), de Paco Zarzoso, uno de los más prolíficos autores de la nueva dramaturgia valenciana. La obra, muy elogiada por José Sanchis Sinisterra, de quien Zarzoso ha sido alumno, persiste en los asuntos habituales en la trayectoria del autor: una cierta marginación de los personajes, testimonio de la soledad y de la dificultad de comunicar con otros las propias experiencias. En el montaje, dirigido también por el dramaturgo Alejandro Jornet, intervienen Juan Mandli, Lola López, Miguel Ángel Romo y el propio Paco Zarzoso.

PACO ZARZOSO PRESENTA EN LA SALA MORATÍN "COCODRILO"

Ricardo Rodríguez, Levante, 23 de febrero de 1999.
 

 "En otras ciudades he tenido más facilidades para estrenar"

Paco Zarzoso cuenta casi sus obras teatrales por premios. Desde hoy presenta en la Sala Moratín "Cocodrilo", un texto con cuatro años de vida que aún no había podido estrenar en Valencia. El actor y dramaturgo valenciano confiesa las dificultades para poder estrenar en su ciudad. Zarzoso cree que la escritura teatral en Valencia atraviesa un gran momento.

El autor, actor y dramaturgo valenciano Paco Zarzoso estrena hoy en la sala Moratín una obra inédita, Cocodrilo, que fue escrita en 1995 y que ha tenido que esperar cuatro años para verse por fin representada sobre los escenarios. El texto, que obtuvo en su día una ayuda a la creación de la Conselleria de Cultura, estará puesta en escena por L'Hongaresa, la compañía de la que el propio Zarzoso es miembro y que ya estrenó anteriormente otros textos como Intemperie.

Cocodrilo es un montaje en clave de fábula en el que los personajes tienen nombre de animales y representan la brutalidad de la sociedad moderna.

Pero Zarzoso también ha sido noticia recientemente por haber ganado el premio teatral de la SGAE por su obra Mirador. "Ganar un premio, del tipo que sea, siempre es operativo, pero hay algunos que se preocupan sólo de las primeras fases y debería haber más apoyo en el proceso íntegro, desde que una obra se escribe hasta que se estrena", comenta el escritor.

El galardón, que cuenta con ayudas para la representación y está dotado con un millón de pesetas, permitió también que Mirador pudiera ser representada en la SGAE en primicia en una lectura dramatizada que contó con la presencia del propio director y de un numeroso público que conoció de primera mano la historia de dos hermanos que ven desfilar por su balcón diversos acontecimientos que terminan marcando sus vidas.

Zarzoso continúa con este texto los buenos resultados obtenidos con anteriores creaciones, que han sido estrenadas en diversos escenarios de toda España y que han obtenido diversos premios, como el Max Aub o el de la crítica valenciana.

POCAS FACILIDADES

El autor, a pesar de su éxito, reconoce que "en otras ciudades he tenido más facilidades para estrenar que aquí, en Valencia. En ciudades como Barcelona son los teatros los que te buscan para estrenar, y aquí tienes que ir tú buscando un lugar."

Esa situación, aunque "no se debe considerar como catastrófica", sí que propicia la imposibilidad de que un autor teatral se emancipe totalmente del entorno. Zarzoso es creador de la Companyia Hongaresa de Teatre y es ella quien le proporciona el soporte humano y económico para el estreno de la mayoría de sus obras: "Yo no me puedo quejar, porque la mayoría de mis obras se han estrenado, pero para ello he tenido que buscar yo mismo el equipo de producción y las personas". Sin embargo, "debería existir la posibilidad de que fuera al revés y de que los autores se dedicaran exclusivamente a escribir, que fueran otros los que se encargaran de todo lo que rodea el estreno".

BUEN MOMENTO TEATRAL

A pesar de estas dificultades, Valencia vive actualmente una importante eclosión de autores teatrales que han obtenido diversos premios de ámbito nacional, un panorama "esperanzador, aunque sólo sea por la estadísitica. La situación actual es como la de una mujer embarazada, alrededor de la cual, sin saber muy bien por qué, comienzan a salir otras mujeres que también están embarazadas" Pero esto choca "con el apoyo que desde Teatres de la Generalitat se presta al estreno de autores valencianos." Dificultades que no parecen tener solución: "No soy partidario de un sistema como el de cuotas, que imponga un determinado número de estrenos de autores locales, porque en este cupo se colarían muchas cosas de escasa calidad".

EN LA SOLEDAD DEL TEXTO.

Julio A. Mañez. EL País. Sábado, 6 de marzo de 1999
 

Sala Moratín.Valencia, 3 de marzo.

El espectador habitual supone que un texto dramático cuenta la historia de personajes bien definidos a los que se les atribuye algunos objetivos que tratan de alcanzar, o de personajes cuyo rasgo de carácter es precisamente la imposibilidad de fijarse objetivo alguno.En cualquier caso, se espera una cierta relación causal entre lo que el personaje hace o dice y la índole de las metas que desea, incluida la ausencia de cualquier meta. Nada de esto ocurre en Cocodrilo, construido mediante una sucesión de escenas de contenido que aspira a ser más o menos aleatorio, tomado de retazos de una realidad reconocible pero distorsionados a la manera en que serían percibidos por una conciencia mutilada o condenada a la fragmentación.

Esta experimentación formal choca frontalmente con la convencionalidad intrínseca de la escena, donde los personajes hablan, se desplazan, callan, se juntan o se alejan, con ayuda de una escenografía e iluminados por unos focos que de vez en cuando hacen el oportuno oscuro de transición para pasar a otra cosa sin que el espectador vea a los actores no actuando. Demasiado complicada la exposición de los atisbos de la trama para ser seguida con placer, resulta muy poca cosa en cuanto se descubren sus claves, y no acaba de entenderse por qué razón la ruptura que propone se limita a uno de los segmentos de la artificiosidad escénica. Fuera de esto, se aprecia una cierta voluntad testimonial, la no construcción de un personaje, un tanto a la manera del Mickey Rourke de Rumble fish de Coppola, seriamente tocado por la muerte de un amigo, y los indicios acerca de una relación familiar casi cabalística. Pero todo ello, y bastante más, puede hacerse - me parece- sin buscarse de propósito la enemiga inicial del público. En la soledad de los campos textuales, algo de humor y unas gotas de atribulada paradoja.

THRILLER POSMODERNO

Enrique Herreras, Levante, 7 de marzo de 1999
 

El teatro de Paco Zarzoso está saliendo de los límites marginales. Algunos premios recibidos están ayudando, pero más el hecho de que, poco a poco, su estilo, su universo, está comenzando a calar. No es fácil, las obras de este autor valenciano requieren un esfuerzo, un estar más atentos de lo normal, porque no hay apenas acción, y no es tan importante el conflicto en sí como la situación que se crea.

Por otro lado, al predominar el tono poético, la historia debe completarse de un modo imaginativo por parte del espectador. Es lo que ocurre en Cocodrilo, donde todo atisbo de narración se encuentra deconstruida, en fragmentos. En los personajes repletos de una simbología que sería largo tratar aquí (mejor que ustedes la busquen), y unas obsesiones tan inverosímiles como cotidanas. Todo ello estructurado con una asombrosa matemática (los cambios de parejas). Una historia escondida en un maremágnun de diálogos brillantes, aparentemente cotidianos. Obsesiones, pensamientos en voz alta, sucedáneos de conversaiones que tapan, que esconden. No hay trama para que redoble lo teatral (el silencio, la palabra, la plástica...), como ya apuntara Beckett. Y en medio, personajes, zoología urbana, dos bandas que chocan por controlar la noche, una serie negra de conflictos familiares.

En sí, varias historias con la apariencia de ninguna que entrecruzan. Hay que fijarse mucho, intuir en vez de querer entender. La única pega serían esos momentos en los que se busca la floritura (no hay forma de escaparse del ambiente postmoderno) por encima de la consistencia de los personajes. No obstante, siempre hay un drama tremendo al lado de un sutil humor. He ahí lo que hipnotiza. He ahí la necesidad de una dirección escénica que sepa sacar sangre, vida a todo esto. Por ello, pienso, la batuta de Alejandro Jornet no era la más apropiada. La prueba es que su habitual frialdad (moderno no significa gélido), que tan bien ha casado con algunos textos, no cuadra en éste, ya de por sí frío. Ésta es la trampa en la que cae Jornet: en vez de intentar buscar una mayor organicidad, su esfuerzo se queda en coreografiar (bien) los movimientos.

No obstante, lo más grave está en el casting. Porque si Juan Mandli -El Cerdo- está genial (siempre que está en escena todo adquiere mayor vida), y Miguel Ángel Romo -el Búho- se muestra convincente, no tanto los otros dos personajes. Con todo, debe verse para conocer más a este interesante autor, aparte de observar que los caminos del teatro son inescrutables.

UN TEXTO INQUIETANTE

Virgilio Tortosa, Cartelera Qué y dónde. 15 de marzo de 1999.
 

En unos pocos años, el reciente Premio SGAE de Teatro (Paco Zarzoso) ha ganado los más prestigiosos de su modalidad. Dentro de la oleada de nuevos dramaturgos valencianos, por méritos propios su nombre cuando menos incita al respeto. Con el tiempo ha ido forjando un mundo escénico personal, fiel a sí mismo y creciendo con cada nueva entrega escénica. Cocodrilo es la más estructurada y unitaria de cuantas han sido representadas, pues por fin el discurso ininterrumpido da paso a una historia perfectamente tramada (entre 4 personajes marginales que dialogan y sobre todo monologan) hasta el punto de que en su evolución se llegue a crear un efecto claustrofóbico que desemboca irremisiblemente en un final cargado de tragicidad, en el montaje por otra parte no remarcado. Además, tiene a su favor el hecho de haber llegado a componer diálogos cargados de lirismo, dramaticidad contenida y teatralidad desde el gesto más austero. Precisamente esta puesta escénica adolece de no haber sabido extraer el total del mundo inquietante de este dramaturgo, empezando por una ausencia de pautas directrices ya sean coreográficas ya la gran baza de estos delicados seres: su trazo. Se aprecia con mucho la madurez escénica de un Juan Mandli que hincha el escenario con su sola presencia mediante un instinto actoral de gran poderío; se vislumbran atisbos de buena composición en un Miguel Ángel Romo ejerciendo de hijo alelado por padecer insomnio, un ser con una importante carga de modernidad en su imposible necesidad de desmemoria para hacer tabula rasa. No menos rico es el supuesto protagonista, reencarnado por su autor Paco Zarzoso, quien se encuentra desarmado para componer tan sutil e inquietante personaje, ante una dirección carente de toda pauta actoral: la delicadeza de Cocodrilo se encuentra en el lenguaje de su mirada, movimientos y silencios, una tosquedad y versatilidad ausente en todo momento en Zarzoso, lo que contraresta fuerza al montaje; la cuarta implicada, Lola López, tampoco logra perfilar su personaje ante la carencia de todo tipo de recursos dramáticos. Si la mejor baza de un texto inquietante es la actoral aquí la obra se eslora en los personajes de peso hacia su inverosimilitud por falta de talento compositivo pero sobre todo dirección actoral. La escenografía reproduce perfectamente el ambiente marginal del extrarradio de una urbe donde se ubican los personajes, desde una sobriedad pasmosa, jugando con el guiño de fondo de la mandíbula de un cocodrilo. Aún con todo, lo dicho, esta obra de Zarzoso es una magnífica radiografía de este final y agotado siglo, incluida una sutil crítica al capitalismo consumista.

Comentarios de E. Herreras en La Cartelera (del Levante)

Ambos corresponden al nº del 12 al 18 de marzo de 1999
 

Aunque no sabemos si vendrá mal o bien, pero lo cierto es que no pega con cola la otra programación de Teatres, Cocodrilo, de Paco Zarzoso (en la Moratín). O igual sí: escrituras postmodernas, zoología humana, material de derribo y sutil humor, el de unos personajes o residuos urbanos... Atómico sería que cualquier pasacalle de estos días (Fallas) se perdiera por el quinto piso del esdificio Rialto.

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En Valencia, la novedad fue Cocodrilo (en la Moratín), de Paco Zarzoso. Brillantes monólogos y poca acción. Es decir, un cocodrilo duro de roer que precisa, para su buena digestión, algo más que la fría coreografía de movimientos de Alejandro Jornet, el director. A destacar, el actor Juan Mandli (el Cerdo): organicidad, física, química y sangre. Ese era el camino.

FAUNA NOCTURNA

Neil Diago. Cartelera Turia, nº 1832, 15-21 marzo, 1999.
 

Discípulo de Sanchis Sinisterra, cómplice de Lluïsa Cunillé, con quien ha compartido textos y montajes, Paco Zarzoso es sin duda, dentro de lo último del teatro español, una de las voces más singulares. Su dramaturgia, insólita, extraña, puede desconcertar al espectador no avisado, ignorante de las más recientes ttendencias escénicas. Sus piezas por lo general no cuentan historias, se limitan a plantear situaciones (así sucede en Umbral, en Nocturnos, en Valencia) débilmente hilvanadas, fragmentos de vida captados aparentemente al azar, como esas imágenes inesperadas que a veces afloran en la cinta de video, en el rollo fotográfico, cuando en realidad estábamos filmando o fotografiando otra cosa. Su mundo dramático parece inconcreto, desarbolado, fragmentario, falto de contundencia, de armazón, de carnalidad. Pero quizá sea esa manera de narrar, en la que el silencio y lo inefable significan tanto o más que la anécdota o la palabra, la mejor forma de retratar ciertos temas: la soledad, la incomunicación, el desamor...

En Cocodrilo, sin embargo, el dramaturgo va más allá, y sin abandonar sus pautas de escritura, se atreve a construir un retablo con progresión dramática. Aquí, por primera vez, hay conflicto, personajes definidos y una acción regida por el binomio causa-efecto que concluye en un final trágico, no exento de humor negro (no me refiero, claro, a la última escena, la del monólogo de Cocodrilo, que es, más bien, un epílogo). Todo ello está servido por una puesta en escena (Alejandro Jornet) sobria y eficaz, que sabe ilustrar ese ambiente nocturno, sugestivo e inquietante, que propone el texto. Una puesta en escena en la que es obligado destacar la labor plástica (iluminación y escrenografía) de Javier Quintanilla, la música original de Jesús Serrano y, cómo no, la interpretación, capítulo en el que sobresalen la solidez de Juan Mandli, la sensibilidad de MIguel Ángel Romo y el generoso esfuerzo de Lola López (recién salida de una intervención quirúrgica). El único lunar de esta interesante propuesta, me duele decirlo, es el propio autor en su condición de actor. Paco Zarxoso como intérprete (yo diría también como persona), transmite una imagen entrañable, tierna, delicada, que casa muy poco con el carácter de ese personaje, Cocodrilo, que efectivamente es todo eso (tierno, entrañable, delicado), pero por dentro; externamente da pavor, sobrecoge incluso a los más duros, como el Cerdo. En todo caso, el espectáculo es bien atractivo y sólo cabe felicitar a Teatres de la Generalitat por haberlo programado en una de sus salas.

 

L'HONGARESA. COCODRILO

El temps. 18 de maig de 1998.
 

 Set escenes componen una obra en qual quatre personatges dialoguen, monologuen i callen, sempre a la nit. Tots quatre deambulen per un gèlid paisatge nocturn caminant en cercles, atrapats en un ainvisible teranyina en què es van embolicant més i més. Segons el director de l'obra, Alejandro Jornet, es tracta d'un símil de la vida mateixa: caòtica i impossible. Apassionant.

CUANDO A COCODRILO LE QUITAN SUS ZAPATOS

Arturo Sánchez Velasco. El Planeta, marzo 1999.
 

Hay ocasiones en que uno gira la cabeza hacia el público buscando la reacción de los espectadores. Hay obras, de hecho, en las que uno se encuentra expresiones fascinadas y reconfortantes. Autores, como Paco Zarzoso, consiguen esa correspondencia con los instrumentos más inverosímiles. Como los grandes inventos, sus obras parace que no vayan a volar. Sin embargo lo hacen. Y no lo consigue con nada efectivo ni convencional, sino, como ha dicho Sanchis Sinisterra, instalándose justo al lado de la realidad. Fiel a las "doctrinas" de Sinisterra, Paco zarzoso escudriña en los límites del mundo real para entresacar aquello que nunca hemos visto. la dramaticidad se encuentra en el extrañamiento que nos produce encontrar algo nuevo en un mundo tan reconocible.

Esto sucede en Cocodrilo, representada en la Sala Moratín bajo la dirección de Alejandro Jornet. Nos presentan dos esferas: una social, la familiar, entre madre e hijo (Lola López y M.A. Romo): la otra, marginal, irreal, se desarrolla entre dos delincuentes (Juan Mandli y el propio Zarzoso) que se disputan un territorio. Si una ofrece una realidad cercana, anclada en lo cotidiano, la otra se basa en lo oculto, de ahí que siempre sea de noche. Si bien, lejos de recrear un submundo de marginalidad, se juega con un territorio ficcional reconocible, el de la delincuencia. Los dos son arquetipos puros del cine negro, subvertidos en todo un bestiario (Cocodrilo, Cerdo, Búho...). A partir de aquí, los cuatro personajes tratan de construir su identidad, y eso lo hacen tanto los diurnos, cercanos a nosotros, como los nocturnos. cabe destacar a los actores, encargados de transmitir la tensión entre dos mundos de lógicas irreconciliables. La inquietud, como motivo principal, les hace ser conscientes de que son observados y controlados desde fuera de la escena. la mirada, incluida la de los espectadores, se convierte en una agresión en el mundo de cada uno.

 


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