I. PRENSA DE VALENCIA

POR EL EXILIO DE LO SAGRADO.

Francisco Salinas Torres. El económico de Sagunto.
 

La 1ª Mostra de Teatre Saguntí nos ha permitido conocer el texto Intempèrie fruto de la colaboración entre Lluïsa Cunillè y el saguntino Paco Zarzoso. El pasado día 29 de marzo en la Casa de Cultura Capellán Pallarés, la Companyia Hongaresa de Teatre nos ofreció una sobria puesta en escena y una eficaz interpretación de este, por muchos motivos interesante, texto teatral.

Arrojados a la intemperie dos seres viven abrumados por demoledores conflictos. Dos seres perfectamente identificables entre quienes transitan la gran ciudad, de precisos rasgos biográficos. Dos seres que a pesar de su individualizada traza vienen a ser trasunto de nosotros mismos, espejo en el que contemplamos sin disfraces.

La mujer, de 32 años, peluquera, recién llegada a la ciudad, espera un autobús sentada en un banco, es una noche de verano. Mantiene una conversación con alguien que el espectador no contempla, alguien real o imaginario. Este punto para la fábula importa poco, lo que cuenta es la irreprimible necesidad de comunicarse, al tiempo que un espesor advierte de la imposibilidad de ir más allá de uno. Por eso la desolación de un discurso que a pesar de construirse en segunda persona es en realidad un monólogo. Todo nos recuerda la expresión de los enajenados. Y de enajenación se trata.

La mujer está desorientada. Vive en un espacio sin nombres que contrasta con lo que supone lugar de origen de su interlocutora. En esta expresa su ansiedad no sólo por la belleza de lo primitivo sino también por su autenticidad. Así el collar es de piedras de río.

Frente a la ciudad y sus amenazas, nada inconcretas, que obedecen a implacables planes desorientadores de las oficinas, se levanta un mundo primigenio "donde todo tiene su nombre". Frente a una sociedad mediática donde la lluvia -símbolo de la purificación- debe ser antes anunciada en las noticias, se aventura una suerte de paraíso donde todo es más fácil.

Sólo al final se descubre que también la otra ha sido contaminada por la civilización del progreso y se cae en la cuenta de que en realidad se gana la vida vendiendo collares.

El hombre, 27 años, guardaespaldas, sentado en un banco dialoga con alguien importante. Tampoco el espectador contempla a su interlocutor. Es invierno pero coincide la misma hora de la noche (las cuatro de la madrugada) y similar paisaje urbano. La soledad se adensa, como por contraste, en quien se considera afortunado, un hombre de suerte, y sin embargo fantasea en la hora más dura de la noche receptores inapreciables para los otros.

El hilo conductor de este monólogo son las ilusiones y temores del protagonista en el desolador ambiente del extrarradio de la gran ciudad. La preferencia del norte frente al sur, el temor a un campo lleno de trampas, distancian a este personaje de la mujer del primer soliloquio. Pero la insistencia en parecidos motivos, aunque metamorfoseados, cohesiona el texto.Así la referencia al café Orinoco nos traslada, a pesar de su degradación, al mundo primitivo de la Amazonia. Todo resulta ahora más sórdido, más exasperante.

La irrupción del gran tema -el tema de Dios- de un modo abrumador y sorprendente constituye el clímax del texto. Nada nos resulta ajeno, no obstante, en esta ansiedad por formar parte del bando de Dios, aunque ni siquiera sepamos si, en el monólogo, Dios viene a ser el apodo de un capo del hampa suburbana o la recurrencia al misterio de lo innombrable.

La aparición de la lluvia cierra esta trágica incursión en la irreductible incomunicación humana. Desde el principio nos hemos dejado prender por el temor y la piedad ante las pasiones demasiado humanas que estos seres han encarnado. Hemos comprendido la parábola de esta intemperie, trasunto de la ontológica condición que nos hace seres discontinuos. A desentrañar, o simplemente a constatar esa condición, esa implacable fuerza del destino, se dirige desde siempre el esfuerzo creador de la literatura. En el teatro,cuando nos sobrecoge, asistimos al balbucir originario, a los primeros pasos por el exilio de lo sagrado.

PERSONAJES INVISIBLES .

Enrique Herreras. Levante. Sábado,16 de diciembre de 1995.
 

Sala Atelier-Moma.

Es curioso acercarse a las nuevas dramaturgias, vivir de cerca su evolución, casi siempre dentro de un absurdo llevado al extremo (el mundo ha pasado a ser, más que angustioso, extraño), del amor a las intimidades de los personajes...Eso: sonámbulos parecen los nuevos personajes, siempre hablando solos, aun en presencia de otros, y sin que nadie llame a una ambulancia. Es el mito de la incomunicación, es el mito, en fin, de intentar sacar lo de dentro. Los dramaturgos posmodernos (permitidme este inoportuno calificativo) son como los dentistas de ahora, más pendientes de empastar que de sacar muelas. Exceso de minúsculos relatos, tanto que ya no existen. Como aquí: se ha pasado del sonambulismo a hablar, en la intemperie, con un personaje invisible. ¿A hablar de qué? Yo qué sé, de sus obsesiones; el Hombre, de sus ganas de ser guardaespaldas a toda costa, o la Mujer de explicarse, de decir que llueve (claro, debajo de esto hay mucho ruido subterráneo), o que se ha perdido el autobús...

Bonitas frases, bien escritas, con alguna que otra sorpresa, pero un conflicto tan invisible como los contertulios, por lo que el conjunto de esta obra, escrita en tándem por la catalana Lluïsa Cunillé y el valenciano Paco Zarzoso, no termina de despertar...¿Por qué a mi subjetivismo le tiene que atraer el subjetivismo de otros? No, es preciso volver a los diálogos, a sentir la piel de personajes ardientes (aun en sus intimidades), de grandes conflictos...expresados con el modo más ultramoderno. La vanguardia o es primero filosofia o es nada: palabra por la palabra, acción por la acción, es decir, una anécdota; lo que fue también la dirección de este montaje, con algunos brillos en la actuación de Zarzoso, y una maravillosa, eso sí, imagen fotográfica (¡la iluminación!) desde el primer segundo hasta el último.

II. PRENSA DE BARCELONA

CARACUERO I LA PERRUQUERA.

Dobles parelles (o parelles de dobles).

Marcos Ordoñez. Avui. 29 de abril de 199
 

A la Beckett hi ha un altre esplèndid animal de comèdia, l'actriu valenciana Lola López. Un animal poc pròdig: no l'havíem tornat a veure per aquí des de farà un parell d'anys, des que ella i Lina Lambert van guanyar, ex-aequo, el premi de la Crítica per Libración, de Lluïsa Cunillé. Ara ha tornat dirigint i protagonitzant Intempèrie, un programa doble, un mà a mà entre la Cunillé i el jove dramaturg Paco Zarzoso, el qual, per quadrar el cercle, és el protagonista de la història escrita per la seva col·lega catalana...i l'autor del primer monòleg, un monòleg que (em segueixen?) sembla escrit per Lluïsa Cunillé. ¿Mimetisme, homenatge, pastitx o pervers joc conceptual per desconcertar els estudiosos de les noves dramatúrgies? Deixem el tema per a un altre dia. El menys important és qui va escriure què; l'important és saber si els textos funcionen i si els actors els donen vida o no. Les dues històries transcorren en un parc, de matinada, a l'estiu; en aquest territori que, per abreujar, anomenarem Cunillelàndia. Perquè ella ho va veure (i ho va explicar) primer, perquè ens ha acostumat (una mica massa) a aquestes breus trobades entre solitaris que es neguen furiosament a seguir sols. Aquí hi ha, un altre cop, dos solitaris. Que es dirigeixen a un interlocutor que no veiem. A la primera història, una jove perruquera vol creure que una negra totèmica li obrirà la porta que condueix al regne de l'amistat desinteressada, màgica, de les primeres infanteses. A la segona, un paio que diu que és escorta vol creure que el vell mut amb qui comparteix banc és el Déu dels mafiosos, el pare perdut i finalment trobat que li franquejarà l'entrada a la Família. Oblidem-nos una estona que potser estem ja una mica cansats de noves notes a peu de pàgina del tema Solitaris Buscant Afecte. L'important, un altre cop, és saber si els actors que interpreten aquests solitaris aconsegueixen crear el seu invisible interlocutor o simplement l'inventen. Si el creen, si el veiem, la partida està guanyada i hi ha teatre perquè hi ha algú que parla i algú que escolta; si es limiten a inventar-lo, a dibuixar el buit de la seva absència, ens queden els monòlegs de dos bojos, i això és molt menys interessant. A primera vista, la història de Lluïsa Cunillé sembla menys interessant però és per això, precisament per això, perquè Paco Zarzoso encara no ha après a creure's el seu interlocutor, i la història es queda en un monòleg d'un psicòtic. Lola López s'ho creu amb tot el seu cos; només cal veure com es co·loca en el banc i com col·loca el seu text. I ens fa creure en la negra totèmiva, en la trobada. Creguin-me i comprovin-ho: tota una lliçó de teatre.  

A LA INTEMPERIE.

MªJosé Ragué Arias. El Mundo. Sábado 27 de abril de 1996.  
 

Un banco a la intemperie de una urbe deshumanizada. Soledades anónimas que se encuentran, de distintas razas, de distintas clases sociales. Buscan caminos que han desaparecido, calles que no conservan su identidad, atmósferas que asfixian a la intemperie, la búsqueda de un camino o la búsqueda de un Dios.

Y las cuentas de un collar que son como los años de nuestras vidas, esparcidos por el suelo o por el firmamento. El diálogo es monólogo con una mismo, una soledad frente al silencio de una presencia ausente, una compañía deseada, una protección ofrecida. Son los temas de buena parte de los autores de las "nuevas dramaturgias", sus personajes sin nombre en busca de una identidad de referencia.

Son los nombres de Lluïsa Cunillé, con los de Paco Zarzoso, uno de los últimos nombres que aparece en el teatro valenciano. Se trata de dos monólogos encadenados por una temática y un punto de vista, por un aire escénico difícil de respirar que busca el gesto inacabado y los puntos suspensivos, por un texto que se basa en el subtexto, por unas palabras que dialogan con el silencio y con una triste música de viento.

Parece evidente que la autoría de los dos dramaturgos se reparten en uno y otro monólogo pero Cunillé y Zarzoso no han querido explicitar en el programa qué monólogo corresponde a qué mano. Podría adivinarse, pero también la autoría de ambos queda en el anonimato de sus personajes. Es mejor así si ellos así lo quieren.

Una mujer, a partir de las cuentas de un collar que le ha ofrecido alguien -invisible- de otra raza, sentada en el mismo banco a la intemperie, monologa un mudo diálogo en busca de un camino que no existe.

No tiene fuerza la situación para su duración escénica y tras diez minutos de espectáculo, se descubre que no existe nada tras la nada. Un hombre, en el mismo banco a la intemperie -un "quinqui"- ofrece su protección a alguien de la clase alta-invisible, también sentado en el mismo banco, en quien podría creerse como en un Dios.

El monólogo tiene un arranque brillante y vibra ante el público con la fuerza que le da como actor Paco Zarzoso. Tal vez le sobran diez minutos.

Intemperie es un trabajo interesante que hablando de monotonía puede resultar monótono al espectador. Tiene rigor y una dirección acertada de no ser por algunas caídas de ritmo que aún pudiendo considerarse coherentes con el texto, actúan en detrimento del vigor necesario para mantener la atención del público. Es un eslabón del camino ya trazado de Lluïsa Cunillé, iniciado por Paco Zarzoso.

Sala Beckett. Miércoles, 17 de abril.  

 ATRAPADOS EN UN CÍRCULO VICIOSO.

Pablo Rey. El País. Miércoles, 24 de abril de 1996.
 

Sala Beckett. Barcelona,19 de mayo.

Es de noche. Verano. Un banco al borde de una calle. Una mujer sentada, con maleta. Habla con una mujer inexistente. Esperan un autobús. Fin de la primera parte. Segunda parte. Es de noche. Invierno. Un banco en una calle. Un hombre sentado, con paraguas. Habla con un hombre inexistente. Trata de convencerlo de que necesita protección. Fin de la obra

Lluïsa Cunillé, la escritora más prolífica de la joven dramaturgia catalana, se ha unido a Paco Zarzoso, joven actor y autor valenciano, para llevar a escena esta pieza, Intèmperie, concebida y escrita a medias. Es, pues, un ejercicio a cuatro manos, aunque sigue de cerca el estilo enigmático, de pasiones heladas, de Cunillé.

En el experimento, lo más interesante es, precisamente, la inexistencia del interlocutor en ambos mono/diálogos. A través de las palabras se construye no sólo el mundo interior de la persona que habla, sino también la imagen especular, deformada en las vibraciones de la empatía, de la persona con la que dialoga.En el primer caso, lentamente, aparece la imagen de una vendedora ambulante de collares de abalorios, de otra raza, no se sabe bien cuál, ni de qué país. En el segundo, un individuo, quizá bien vestido, seguramente importante, tal vez Dios. Volvemos a estar ante una pequeña galería de personajes anodinos, minúsculos, antihéroes patéticos, sin siquiera la grandeza de su desvalimiento. Y ante unos recursos constructivos mucho más intesesantes que la peripecia vital de los personajes. Una visión del mundo fragmentaria, pobre, en la que los personajes son conejos asustados ante los focos de un coche.

Enfrentada a la soledad del escenario, Lola López realiza un excelente ejercicio de interpretación, apoyada en el mejor de ambos textos. Lola López es creíble, está viva sobre la escena y hace que la escena viva con ella. Paco Zarzoso, en cambio, y pese a un trabajo más que digno, se enfrenta a una historia mucho más plana que pesa en su interpretación.  


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