POR EL EXILIO DE LO SAGRADO.
Francisco Salinas Torres. El económico de Sagunto.
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PERSONAJES INVISIBLES .
Enrique Herreras. Levante.
Sábado,16 de diciembre de
1995. Sala Atelier-Moma. Es curioso acercarse a las nuevas dramaturgias, vivir
de cerca su evolución, casi siempre dentro de un
absurdo llevado al extremo (el mundo ha pasado a ser,
más que angustioso, extraño), del amor a
las intimidades de los personajes...Eso:
sonámbulos parecen los nuevos personajes, siempre
hablando solos, aun en presencia de otros, y sin que
nadie llame a una ambulancia. Es el mito de la
incomunicación, es el mito, en fin, de intentar
sacar lo de dentro. Los dramaturgos posmodernos
(permitidme este inoportuno calificativo) son como los
dentistas de ahora, más pendientes de empastar que
de sacar muelas. Exceso de minúsculos relatos,
tanto que ya no existen. Como aquí: se ha pasado
del sonambulismo a hablar, en la intemperie, con un
personaje invisible. ¿A hablar de qué? Yo
qué sé, de sus obsesiones; el Hombre, de
sus ganas de ser guardaespaldas a toda costa, o la Mujer
de explicarse, de decir que llueve (claro, debajo de esto
hay mucho ruido subterráneo), o que se ha perdido
el autobús... Bonitas frases, bien escritas, con alguna que otra
sorpresa, pero un conflicto tan invisible como los
contertulios, por lo que el conjunto de esta obra,
escrita en tándem por la catalana Lluïsa
Cunillé y el valenciano Paco Zarzoso, no termina
de despertar...¿Por qué a mi subjetivismo le
tiene que atraer el subjetivismo de otros? No, es preciso
volver a los diálogos, a sentir la piel de
personajes ardientes (aun en sus intimidades), de grandes
conflictos...expresados con el modo más
ultramoderno. La vanguardia o es primero filosofia o es
nada: palabra por la palabra, acción por la
acción, es decir, una anécdota; lo que fue
también la dirección de este montaje, con
algunos brillos en la actuación de Zarzoso, y una
maravillosa, eso sí, imagen fotográfica
(¡la iluminación!) desde el primer segundo
hasta el último.
II. PRENSA DE BARCELONA CARACUERO I LA PERRUQUERA.
Dobles parelles (o parelles de dobles).
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A LA INTEMPERIE.
MªJosé Ragué
Arias. El Mundo. Sábado 27 de abril de 1996.
Un banco a la intemperie de una urbe deshumanizada.
Soledades anónimas que se encuentran, de distintas
razas, de distintas clases sociales. Buscan caminos que
han desaparecido, calles que no conservan su identidad,
atmósferas que asfixian a la intemperie, la
búsqueda de un camino o la búsqueda de un
Dios. Y las cuentas de un collar que son como los
años de nuestras vidas, esparcidos por el suelo o
por el firmamento. El diálogo es monólogo
con una mismo, una soledad frente al silencio de una
presencia ausente, una compañía deseada,
una protección ofrecida. Son los temas de buena
parte de los autores de las "nuevas dramaturgias", sus
personajes sin nombre en busca de una identidad de
referencia. Son los nombres de Lluïsa Cunillé, con los
de Paco Zarzoso, uno de los últimos nombres que
aparece en el teatro valenciano. Se trata de dos
monólogos encadenados por una temática y un
punto de vista, por un aire escénico
difícil de respirar que busca el gesto inacabado y
los puntos suspensivos, por un texto que se basa en el
subtexto, por unas palabras que dialogan con el silencio
y con una triste música de viento. Parece evidente que la autoría de los dos
dramaturgos se reparten en uno y otro monólogo
pero Cunillé y Zarzoso no han querido explicitar
en el programa qué monólogo corresponde a
qué mano. Podría adivinarse, pero
también la autoría de ambos queda en el
anonimato de sus personajes. Es mejor así si ellos
así lo quieren. Una mujer, a partir de las cuentas de un collar que le
ha ofrecido alguien -invisible- de otra raza, sentada en
el mismo banco a la intemperie, monologa un mudo
diálogo en busca de un camino que no existe. No tiene fuerza la situación para su
duración escénica y tras diez minutos de
espectáculo, se descubre que no existe nada tras
la nada. Un hombre, en el mismo banco a la intemperie -un
"quinqui"- ofrece su protección a alguien de la
clase alta-invisible, también sentado en el mismo
banco, en quien podría creerse como en un
Dios. El monólogo tiene un arranque brillante y vibra
ante el público con la fuerza que le da como actor
Paco Zarzoso. Tal vez le sobran diez minutos. Intemperie es un trabajo interesante que hablando de
monotonía puede resultar monótono al
espectador. Tiene rigor y una dirección acertada
de no ser por algunas caídas de ritmo que
aún pudiendo considerarse coherentes con el texto,
actúan en detrimento del vigor necesario para
mantener la atención del público. Es un
eslabón del camino ya trazado de Lluïsa
Cunillé, iniciado por Paco Zarzoso. Sala Beckett. Miércoles, 17 de abril.
ATRAPADOS EN UN CÍRCULO VICIOSO.
Pablo Rey. El País.
Miércoles, 24 de abril de
1996. Sala Beckett. Barcelona,19 de mayo. Es de noche. Verano. Un banco al borde de una calle.
Una mujer sentada, con maleta. Habla con una mujer
inexistente. Esperan un autobús. Fin de la primera
parte. Segunda parte. Es de noche. Invierno. Un banco en
una calle. Un hombre sentado, con paraguas. Habla con un
hombre inexistente. Trata de convencerlo de que necesita
protección. Fin de la obra Lluïsa Cunillé, la escritora más
prolífica de la joven dramaturgia catalana, se ha
unido a Paco Zarzoso, joven actor y autor valenciano,
para llevar a escena esta pieza,
Intèmperie, concebida y escrita a medias.
Es, pues, un ejercicio a cuatro manos, aunque sigue de
cerca el estilo enigmático, de pasiones heladas,
de Cunillé. En el experimento, lo más interesante es,
precisamente, la inexistencia del interlocutor en ambos
mono/diálogos. A través de las palabras se
construye no sólo el mundo interior de la persona
que habla, sino también la imagen especular,
deformada en las vibraciones de la empatía, de la
persona con la que dialoga.En el primer caso, lentamente,
aparece la imagen de una vendedora ambulante de collares
de abalorios, de otra raza, no se sabe bien cuál,
ni de qué país. En el segundo, un
individuo, quizá bien vestido, seguramente
importante, tal vez Dios. Volvemos a estar ante una
pequeña galería de personajes anodinos,
minúsculos, antihéroes patéticos,
sin siquiera la grandeza de su desvalimiento. Y ante unos
recursos constructivos mucho más intesesantes que
la peripecia vital de los personajes. Una visión
del mundo fragmentaria, pobre, en la que los personajes
son conejos asustados ante los focos de un coche. Enfrentada a la soledad del escenario, Lola
López realiza un excelente ejercicio de
interpretación, apoyada en el mejor de ambos
textos. Lola López es creíble, está
viva sobre la escena y hace que la escena viva con ella.
Paco Zarzoso, en cambio, y pese a un trabajo más
que digno, se enfrenta a una historia mucho más
plana que pesa en su interpretación.
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