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Premio Calderón de la Barca
de RAúL HERNÁNDEZ GARRIDO
La accíón: una Selva en una ísla, tan lejos de cualquierparte.
Dirección: GUILLERMO HERAS
Intérpretes: LIDIA PALAZUELOS PACO OBREGóN FERNANDO ROMO JUAN MATUTE SARDO IRISARRI ÁNGELSARDÁ ISAAC CUENDE
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Raúl Hernández Iluminación Miguel Ángel Camacho Escenografía y Vestuario Elisa Sanz Música original José Manuel Mañanas Producción musical Rafael Mañanas Ayudante de Dirección Marisol López Ayudante de Producción Gabriela Olkoz Auxiliar de Dirección Elena Espejo Distribución: TAKARABIA Diseño: r.h.g. UNA PRODUCCIóN BEHEMOT PARA TEATRO DEL ASTILLERO. Con la colaboración del I.N.A.E.M. - Ministerio de Educación y Cultura y de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. |
APROXIMACIÓN A LOS MALDITOS.Manuel Fernández-Cuesta Puerto
"Escribír es un lanzamiento, es como tirarse de un rascacielos", dijo Gómez de la Serna. Un edificio picudo, casi infernal, empinada escalera de caracol, laberinto, que desprecia a los incautos visitantes con la misma intensidad, fiereza, que ama a los elegidos. Subimos peldaño a peldaño, párrafo a párrafo con el manuscrito cosido al forro de los sueños, al forro gris de la necesidad. A mano izquierda, imperceptibles para el cancerbero, yacen docenas de cadáveres mutilados: muertos antes de la batalla, muertos inocentes. Alcanzada la cumbre -el viento peina las decadentes canas del jurado-, los papeles emprenden el vuelo mágico, indómito, que les conducirá a la gloria efímera de unas cuantas representaciones o a la cárcel: un polvoriento archivo.
En la terraza, una selva virgen. Árboles verdes y marrones, azules y rojos, sangre coagulada por el aliento helado de la imposibilidad, dialéctica amo-esclavo, alucinaciones, gritos, alacranes comestibles, culpabilidad escondida en los bolsillos de la guerrera, violencia soterrada, profunda y cínica como agua de lluvia. 0 mansa. Cálida. Todo esto y mucho más está en Los malditos. 0bra original de Raúl Hernández Garrido, colaborador de esta acogedora casa, que ha sido premiada con el Premio Nacional de Teatro, 1.944 , para autores jóvenes "Calderón de la Barca". Un bello reconocimiento, un mérito para aquellos, locos o aventureros, que escriben teatro en estos estúpidos tiempos de tecno-diseño y otras holganzas, En estos años, parecen eternos, de pertinaz sequía (esto ya lo he oído yo en otro sitio y disculpe el lector mi falta de memoria).
Selva, arrogancia del poder, soldados de ninguna causa o de todas, desheredados de la fortuna y la geografía, los personajes del drama, castigados, soportan una existencia llena de incertidumbre. Ya no tenemos futuro, ni siquiera imperfecto, dice Alfonsell. Y no perciben el futuro, anoto para mi propio deleite.
Muchos y variados son los aciertos del autor. El trepidante ritmo transporta al lector y transportará al espectador, hacia las negruzcas simas de la desolación, de la desesperacion. Las escenas, parecen cuadros perfilados en la densidad de la maleza, tienen vigor dramático y acción. Los sujetos principales, objetos inertes en algunos momentos, ajenos a su fatal destino, se buscan con la mirada. Son de la raza de los perseguidos, de la raza de los malditos, condenados por circunstancias lejanas a vagar en espera de la resolución definitiva: la muerte.
Pero no quiere uno sucumbir, caer en el entramado de los tópicos de la interpretación: doctores tiene la iglesia para tales menesteres. La lectura de una pleza dramática, sin haber presenciado, disfrutado y vivido, el placer de la puesta en escena, el otro placer oculto del texto, puede y debe arrojar cierta luz sobre el resultado final: sólo cierta claridad, los claros del bosque. El teatro se desarrolla y culmina en la escena, patio de las relaciones, y en ese entorno, amparados por las sombras, los personajes, dramatis personae, cobran existencia: fugaz pero existencia plena al fin y al cabo.
Como decía, doctores -puristas y libertinos- tiene la iglesia para las arduas labores de la crítica minuciosa. Un lector percibirá, y deseo destacarlo, la calidad de los diálogos, el hermetismo que desprende el "Comandante" y la ingenua sutilidad del niño, el pequeño salvaje, hilo y referencia obligatoria para la total comprensión del trabajo de Raúl Hernández. Igualmente, es digno de mención, el entramado final, escenas superpuestas, transparencias, o como el mismo autor concede, "escenas que van escarbando una dentro de la otra, naciendo cada una de la resonancia que deja oír la otra, y que transcurrían a un mismo tiernpo". En resumen, un estudiado mecanismo, relojería universal, que permite, permitirá, imaginar, recrear hasta el final: el incendio, la metáfora del fuego.
Perdona querido Raúl Hernández Garrido, si los comentarios de este atribulado lector/Imaginario espectador, son desatinados o carentes de interés. Mi intención es otra bien distinta. Una aproximación a una obra dramática es un boceto del porvenir, una pincelada en el revés del telón: una intención. Ruego se haga saber, que un encendido colaborador de esta casa, acogedora ya lo he dicho, ha sido galardonado con un premio. La representación será seguro un éxito de público y crítica, como cuentan las antiguas crónicas mundanas. Así lo espero.
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