Autor: Juan Francisco Maura (The University of Vermont).
Título Artículo: ¿COBARDÍA,
CRUELDAD Y OPORTUNISMO ESPAÑOL?: ALGUNAS VALORACIONES SOBRE LA “VERDADERA”
HISTORIA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA
Fecha de envío: 10/02/2003
Resumen:
La raíz del odio contra España debe ser entendida como el miedo a una poderosa
nación que directa o indirectamente obedecía órdenes de Roma. Lógicamente, el
mundo protestante difícilmente podía ver bien el hecho que un país católico con
el historial militar más impecable de su tiempo amenazase al resto de los
países europeos con una conquista religiosa y militar. Esta propaganda en
contra de España no tendría la importancia que tiene hoy si se limitase a algo
del pasado, a un periodo histórico de confrontaciones económico-religiosas.
Abstract: The root of the hatred against Spain
must be understood as the fear of an extremely powerful nation which also
directly or indirectly obeyed orders from Rome. Logically, the Protestant world
could hardly look favorably on the fact that a Catholic country with the most
impeccable military record of the period, was threatening the rest of the
European countries with religious and military conquest. This propaganda aimed
against Spain would not have the importance that it does today if it were
limited to a thing of the past, to a historical period of economic-religious
confrontations.
¿COBARDÍA, CRUELDAD Y OPORTUNISMO ESPAÑOL?: ALGUNAS VALORACIONES SOBRE
LA “VERDADERA” HISTORIA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA:[1]
That
Pride, Treachery and Cruelty have been long the distinguishing Characteristiks
of a Spaniard, all Nations that have had any Dealings or Concerns with that
People can sufficiently testify; especially the English, against whom they have
always express'd the most inveterate Hatred, and exercised the most inhuman
Barbarities upon them whenever any Advantage gave them an Opportunity (Panfleto
inglés, 1740.)[2]
Viene al caso afirmar, que si bien este aparente
interés por todo lo relacionado con este período histórico ha dado un empuje
extraordinario a la historiografía hispánica, también ha dejado entrever una
falta seria de rigor por parte de algunos estudiosos del tema. Quizás, haya
sido un exceso de confianza en su carácter interdisciplinario lo que ha hecho
que muchas veces se hayan apreciado deficiencias y limitaciones tanto en el
aspecto lingüístico-literario, como en el antropológico o histórico de la
materia. De la misma forma, la falta de una presencia física, en las culturas
motivo de sus análisis, por parte de algunos expertos en este campo, ha hecho
que muy difícilmente o de una manera superficial se haya podido trasmitir en
palabras aquello que no se ha podido experimentar, “sentir”, directamente.
Although culture exist in the trading post, the hill fort, or the sheep run, antropology exist in the book, the article, the lecture, the museum display, or sometimes nowadays the film. To become aware of it is to realize that the line between mode of representation and sustantive content is as undrawable in cultural analysis as it is in painting; and that fact in turn seems to threaten the objetive status of anthropological knowledge by suggesting that its source is not social reality but scholarly artife (Geertz 16).
En el caso ibérico, donde la cantidad de manuscritos
catalogados y sin catalogar es inmensa, sin un conocimiento profundo de la
lengua --portuguesa o española--, es muy difícil tener acceso a documentación
primaria de los siglos XV y XVI existente en los diferentes archivos
peninsulares. Igualmente, sin un entrenamiento mínimo en Paleografía y
Diplomática difícilmente se podrá trabajar con este material.[3]
En algunas de las nuevas corrientes teórico-literarias, como el “New
Historicism” o en algunos aspectos del post-colonialismo o post-modernismo
donde se han hecho sugestivas e innovadoras aportaciones al estudio del mundo
hispánico de los siglos XVI y XVII, se han utilizado, de la misma manera, temas
y biografías de esta época con una frivolidad y un exceso de generalizaciones
peligrosamente contagiosa.[4]
Esta declaración introductoria tiene como punto de
partida, no el frenar la interminable acumulación de “fábula” --¿quién está
libre de este tipo de creación?--, sino, el llamar la atención cuando los
límites de la información presentada aparecen flagrantemente tergiversados.[5]
No ya por la imaginación y personal interpretación de sus autores, sino por una
mala traducción, o una falacia debida a la carencia, no sólo de un mínimo
conocimiento lingüístico o histórico necesario de una cultura y una época, sino
de un exceso de caricaturización estereotípica y simplona de otras culturas.
Esto es debido, a la reminiscencia de una Leyenda Negra anti-hispánica, que en
muchos aspectos sigue viva en el mundo protestante, creada a mi modo de ver,
por modas en la crítica literaria, antropológica o sociológica poco
familiarizadas con el mundo hispánico.[6]
“Human knowledge
extends on all sides farther than the eye can reach; and of that which would be
generally worth knowing, no one man can possess the thousand part. (Shopenhauer
41)”
Particularmente, en el mundo académico, sobre todo,
en el pre-tenure, aparecen publicaciones que para poder plantear una
tesis o un enfoque original, tienen que ajustarse a las necesidades o moda del momento para satisfacer a
aquellos que controlan el aparato intelectual en sus respectivas ramas. Son
pocas las alternativas para el joven estudioso que tiene que abrirse camino. No
tiene justificación, sin embargo, el hecho de querer utilizar los medios que
están a nuestro alcance cuando el fin es querer defender una ideología
política, apoyada en hechos carentes de base histórica o incluso científica.
Napoleón no nació en París porque Hayden White, pensador tan polémico como
sugestivo, haya dicho que los historiadores son un género de fabulistas.
Existen una serie de documentos que verifican una serie de hechos, que aunque
pueden ser incorrectos, dada su notoriedad pueden ser corroborados con muchos
otros: Napoleón nació en Córcega y Cortés nunca llegó a quemar sus barcos.[7]
Más peligroso aún es querer demostrar algo equívoco incluso con total
conocimiento de causa y excesivo tecnicismo retórico: “An obscure and vague
manner of expression is always and every where a very bad sign. In ninetynine cases out of a hundred it comes from
vagueness of thought (Shopenhauer 21).”[8]
Ruegoos que esta mi carta y todas
las otras que os he escrito o las queméis o las tengáis en un cofre debajo de
una llave que persona nunca las vea para volvermelas a mí cuando pluguiera a
Dios que os vea... (Carta de Isabel la Católica a su confesor)[9]
Hay que decir que si Bernal Díaz califica a su
historia de “verdadera” era porque no pensaba que las publicadas anteriormente
por personas que no habían participado directamente en la conquista pudiesen
calificarse como tal. Bernal Díaz, por otra parte, no representa necesariamente
al escritor aficionado, “Bernal Díaz exemplifies the amateur writer”, como
algunos que han tomando literalmente sus palabras han querido creer:[10]
y diré como estando escribiendo
esta relación vi las crónicas de los coronistas Francisco López de Gómara y la
del doctor Illescas y las de Jovio, que hablan en las conquistas de la Nueva
España, y lo que sobre ello me pareciere declarar, adonde hubiere contradicción,
lo propondré clara y verdaderamente, y va muy diferente de lo que han escrito
los coronistas por mi nombrados (Díaz, Cap. XVII, 29.)[11]
El tema que ahora nos ocupa, que es el de la veracidad de algunas especulaciones sobre la “Verdadera historia de la conquista de la Nueva España”, se centrará en un ejemplo reciente, de este momento histórico tan cargado política e ideologicamente de la actuación cortesiana en el imperio mexicano.
En primer lugar, se presentará el caso de una
escritora angloparlante, Inga Clendinnen, una de las especialistas en el mundo
azteca más conocidas y respetadas en estos momentos en los Estados Unidos a
ráiz de la publicación de su libro: Aztecs
an interpretation. Consciente del peso académico de la citada escritora, y
de la solidez de su reputación en el campo en que trabaja, pienso que es
necesario hacer algunas consideraciones. En particular, sobre la publicación de
un dramático artículo; “'Fierce and Unnatural Cruelty': Cortés and the Conquest
of México”, en donde se ponen de manifiesto algunos equívocos.[12]
La base de su
trabajo se apoya en la pregunta de cómo un puñado de cuatrocientos aventureros
españoles pudieron conquistar el imperio mexicano en sólo dos años: “How was it
that a motley bunch of Spanish adventurers, never numbering much more than four
hundred or so, was able to defeat an Amerindian military power on its own
ground in the space of two years (Clendinnen 12)?” Es a partir de
este cuestionamiento donde se comienzan a interpretar y analizar estos hechos. “On analysis, every mimesis
can be shown to be distorted and can serve, therefore, as an ocassion for yet
another description of the same phenomenon, one claiming to be more realistic,
more faithful to the fact (White 3)”. Sobra decir que
el presente trabajo está escrito a la sombra de un punto de vista personal, y
por ende subjetivo, que aspira, al menos, a revocar, y en algunos casos limar,
algunas interpretaciones anacrónicas e incoherentes. Tampoco, es la intención
de este artículo intentar analizar las diferentes manifestaciones semióticas y
las interpretaciones que en este sentido hacen los aztecas. Escribe Clendinnen: “The
conquest mattered to Spaniards and to other Europeans because it provided their
first great paradigm for European encounters with an organized native state
(Clendinnen 12)”.
Conocedora en detalle de lo ocurrido desde la
llegada de Cortés a América, Clendinnen, cae en la cómoda generalización de
etiquetar a un grupo específico con un nombre genérico: “europeos”. Si bien
España, desde el control de los cristianos de la península, ha pasado a formar
parte de ese conjunto de pueblos cristianos llamado Europa, nada más lejano, ni
más remoto para el católico de los diferentes reinos ibéricos del siglo XVI que
el identificarse con grupos nórdicos también cristianos pero de lenguas,
culturas, tradiciones y valores muy diferentes a los existentes en el mundo
cristiano-mediterráneo. Poco tiene que ver, hasta el día de hoy, una persona de
Granada o de Palermo con una de Zurich o Hamburgo. Un andaluz, incluso un
castellano, tendrá una conexión más fuerte con cualquier país latino del sur de
Europa o América que con un país de cultura protestante. Sin embargo, esta
generalización de hablar de los europeos, como si de un bloque monolítico se
tratase, se está haciendo muy común por aquellos estudiosos que no han tenido
la oportunidad de experimentar y estudiar las abismales diferencias existentes
entre estos, y de lo simplista que puede llegar a ser esta generalización. En
el caso de la península ibérica, esta diferencia se agudiza todavía más por el
riquísimo legado islámico todavía presente. No es sorprendente, por otro lado,
que la cultura islámica haya inspirado aspectos de la Divina Comedia o que
incluso San Juan de la Cruz tuviera precursores musulmanes como el poeta
malagueño Ibn 'Abb_d (Braudel 563):
...the black eyes of the Andalusians, the hundreds of Arabic place-names, or the thousands of words embedded in the vocabulary of the former conquered race who had become the rulers of Spain. A dead heritage, some will say, unimpressed by the fact that culinary habits, certain trades and structures of hierarchy still convey the voice of Islam in the everyday life of Spain and Portugal (Braudel 561).
El distinguido arabista español, Emilio García Gómez, en la contestación al discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia de su compañero y discípulo, Joaquín Vallvé Bermejo, menciona las nuevas contribuciones que sus estudios han aportado al estudio de la influencia arabigo andaluza en el Renacimiento italiano:
Don Julián Rivera y don Miguel
Asín se fueron de este mundo sin saber que respectivamente, las jarchas iban a
confirmar la existencia en al-Andalus de una 'poesía romanceada' y que la
aparición del Libro de la Escala iba
a comprobar la influencia de la 'escatología musulmana en la Divina Comedia'
(García Gómez 136).
El mismo García Gómez, terminaba su discurso
recordando unas palabras de Ortega y Gasset: “No tengo prisa porque se me de la
razón. La razón no es un tren que parte a hora fija. Prisa la tiene sólo el
enfermo y el ambicioso” (García Gómez 137). Lo que quizás no supiera García
Gómez, es que en la ética de algunos pueblos del norte de Europa, “ambición” y
“agresividad” son consideradas cualidades positivas.
Sin embargo, Clendinnen prefiere generalizar y acusar a los “europeos” de ser ellos los que generalizan: “The monolithic “Aztec empire” is a European hallucination: in this atomistic polity, the units were held together by the tension of mutual repulsion” (25-26).
No se debe olvidar que Cortés no llega a México como
representante de ningún país ni de ninguna ideología. Cortés es un rebelde al
gobernador de Cuba, Diego Velázquez, que “compra” con sus hechos y ganancias su
libertad y la del grupo de “insubordinados” que dirige. La mayor parte de las
“conquistas”, hechas en las primeras décadas del siglo XVI, no fueron
iniciativas de España o de “Europa” sino que tuvieron un carácter privado en su
financiación y desarrollo. Sí salía bien, la Corona se llevaba un 5% de las
ganancias conseguidas.[13]
Estos descubrimientos se hacían sin que el rey tuviese que aportar ningún
dinero. Una vez que las conquistas se llevaban a cabo, eran reconocidas por la
Corona a base de capitulaciones en donde el conquistador se comprometía a una
serie de requisitos y a pagar una parte de las ganancias obtenidas.[14] De la misma manera se ha dicho que las
mujeres no formaron parte de las expediciones españolas. No hace falta
mencionar la interminable lista de mujeres solteras así como mujeres de
virreyes, gobernadores y capitanes que estuvieron presentes desde un primer
momento.[15]
El primer estado organizado moderno con el que se
encuentra Cortés, según la información que el mismo nos da, no es el azteca,
como dice Clendinnen, sino el tlaxcalteca.[16]
“The conquest [de
México] mattered to Spaniards and to other Europeans because it provided their
first great paradigm for European encounters with an organized native state
(12)”. Si bien la descripción que nos da Cortés de la
ciudad de México, es la más elaborada en cuanto a detalles, la descripción de
Tlaxcala, la primera en cuanto a ciudades importantes se refiere, no se queda
muy atrás:
La ciudad es tan grande y de tanta
admiración, que aunque mucho de lo que della podría decir deje, lo poco que
diré creo que es casi increíble, porque es muy mayor que Granada y muy más
fuerte, y de tan buenos edificios y de mucha más gente que Granada tenía al
tiempo que se ganó, y muy mejor abastecida de las cosas de la tierra, que es de
pan y de aves y caza y pescados de los ríos, y de otras legumbres y cosas que
ellos comen muy buenas. Hay en esta ciudad un mercado en que cuotidianamente,
todos los días, hay en él de treinta mil almas arriba vendiendo y comprando...
Finalmente, que entre ellos hay toda manera de buena orden y policía y es gente
de toda razón y concierto...la orden que hasta ahora se ha alcanzado que la
gente della tiene en gobernarse es casi como las señorías de de Venecia y
Génova o Pisa...(Cortés 44-45).
Por alguna razón, Clendinnen desacredita a la
primera oportunidad a estos aliados de Cortés y se pregunta si realmente los
aztecas tenían alguna justificación para sacrificarles en números tan elevados,
como ocurría frecuentemente en sus ceremonias religiosas. “Only the Tlaxcalans sought neither loot nor captives as
they surged into Tenochtitlan but to kill (40)”. Clendinnen,
efectivamente, sí llega a la conclusión de que estas matanzas por parte de los
aztecas estaban justificadas como un “requisito estructural”, o como un
“corolario necesario” para mantener su imperio. Por lo visto, para Clendinnen,
el fin justifica los medios:
I have come see their [los tlaxcaltecas] exclusion, their
role as outsiders, not as an unfortunate quirk but a structural requirement, a
necessary corollary, of the kind of empire it was. Asked wheather he could
defeat the Tlaxcalans if he chose, Moctezoma was said to have replied that he
could, but preferred to have an enemy against whom to test his warriors and to
secure high-quality victims. I believe him (Clendinnen 40).
Los nazis tuvieron “structural requirements” similares para excluir y exterminar a muchos de los judíos de su sociedad. Lo mismo ocurrió con la creación de la Inquisición en Francia como aparato político contra los albigenses. ¿Estuvo justificada también la expulsión de los musulmanes y judíos de la península ibérica? ¿Estaría justificada hoy en día la expulsión de personas de origen hispánico o africano de Estados Unidos? Con una suma preocupación por ensalzar el elemento mexicano y denigrar el español, Clendinnen minimiza el elemento militar más importante, a mi juicio, de la conquista de México: la alianza con los tlaxcaltecas. Estos son presentados como criaturas sanguinarias y grotescas, que muy lejos de llegar a la sofisticación, nobleza y refinamiento del guerrero azteca, no pasan de ser seres vengativos que aprovechan la coyuntura histórica que se les presenta para exterminar a sus enemigos naturales. Me parece una posición extrema, incluso irracional, el querer defender la visión “civilizada” de los aztecas y pintar a los tlaxcaltecas como seres bárbaros sedientos de sangre y revancha. Siempre se han buscado justificaciones para cualquier tipo de matanzas, unas veces en nombre de dios, otras, más recientemente, en el de la democracia.
If a man wants to read good books, he must make a point of
avoiding bad ones; for life is short, and time and energy limited (Schopenhauer
63).
Nadie duda que la historia la escriben los
vencedores, ya nos lo recuerda Clendinnen: “Historians are the camp followers
of the imperialist...(Clendinnen 18)”. Desde un punto de vista políticamente
correcto, los vencedores son lo que se ha venido a llamar “europeos”, no
importa que estos pertenezcan a minorías étnicas o religiosas de diferente
signo. Tampoco importa que sean de Turquía, Bosnia o de Finlandia, y que hayan
sido invadidos en multitud de ocasiones como en el caso de Polonia. Al parecer
no es necesario hacer una precisión cronológica de la historia de estos
pueblos. “Europeo” es un término tan ambiguo como, “caucásico” o “latino
americano”[17]. En
Estados Unidos el hecho de nacer en un país de habla hispana, de tener apellido
hispano y hablar español, aunque se sea hijo de alemanes o italianos, no da
derecho a calificarse como “white”.[18]
En cualquier caso, pese al despegue económico y cultural que ha tenido España
en los últimos años y a su cada vez más cercana vinculación con la economía de
los países más industrializados de Europa, no forma, ni ha formado parte desde
hace algunos siglos de esa élite política y cultural que es la que domina hoy
los destinos del mundo. Si es verdad que, “historians are the campfollowers of
the imperialist”, como dice Clendinnen, también es verdad que hace trescientos
años que la historia “verdadera” u “oficial” no se escribe en español.
Clendinnen, en el caso que viene a continuación,
analiza un hecho histórico, sin ninguna referencia cronológica o documental de
esa época, a modo retrospectivo. Todo esto para contarnos, a su manera, que en
estos “gloriosos días” en que, según ella, la historia ya no enseña nada su
propia “historia”:
The Mexican Conquest as model for European-native relations
was reanimated for English-speaking world through the marvelously dramatic History of the Conquest of Mexico
written by W.H. Prescott in the early 1840s, a bestseller in those glorious
days when History still taught lessons. The lessons that great history taught
was that Europeans will triumph over natives, however formidable the apparent
odds, because of cultural superiority, manifesting itself visibly in equipment
but residing much more powerfully in mental and moral qualities (Clendinnen
12).
Con el ejemplo de una obra aparecida más de trescientos años después de la conquista, Clendinnen, sigue utilizando el término “europeos”, como si la España de esa época, no hace mucho liberada del yugo francés tras una sangrienta guerra de Independencia contra las tropas napoleónicas, pudiese ser considerada un modelo imperialista de superioridad y arrogancia militar. Sin mencionar la infranqueable barrera existente, desde el Concilio de Trento, entre el mundo protestante y el católico y la descalificación económica y política de este último desde la caída de España como imperio a finales del siglo XVII hasta nuestros días, Clendinnen sigue hablando con una total confianza de “Europeans”. No es el caso, ya que España, en menor grado Italia y Portugal, queda por mucho tiempo al margen de los destinos de Europa ya en manos protestantes, siempre con Francia entre medias, con una escala de valores, en muchos casos, diametralmente opuesta a la sensibilidad latina-mediterránea. Sería más propio hablar de Inglaterra, Holanda, Alemania y Francia que de Europa. Ciertamente, los países antes citados sí tuvieron una intensa participación colonial durante los siglos XVIII, XIX y XX.
“Mi patria
es mi lengua”, decía Rafael Lapesa en el ciclo de conferencias “Sobre el Ser de
España”, al poco tiempo de ingresar como miembro de la Real Academia de la
Historia, recordando al filósofo español Miguel de Unamuno y a la poeta chilena
Gabriela Mistral.[19]
En el caso de culturas universales, en el sentido racial y lingüístico, como es
el caso de la hispánica, existen lazos aún más fuertes que el puramente
geográfico. No es este el caso para la mayoría de los países europeos.
Louis
Montrose en su artículo “The Work of Gender in the Discourse of Discovery”,
usando la crónica de Walter Raleigh como ejemplo, sintetiza esta visión que
algunos habitantes del llamado continente europeo tenían entre ellos: “For the
Englishmen in the New World, the Spaniards are proximate figures of Otherness:
in being Catholic, Latin, and Mediterranean they are spiritually,
linguistically, ethnically, and ecologically alien (Montrose 194).” Clendinnen
insiste, no obstante, en subrayar una serie de cualidades intrínsecas, según
ella, del “modelo europeo:
Presscott found in the person of the Spanish commander the
model of European man: ruthless, pragmatic, singled-minded, and (the
unfortunate excesses of Spanish Catholicism aside) superbly rational in his
manipulative intelligence, strategic flexibility, and capacity to decide a
course of action and to persist in it (Clendinnen 13).
Clendinnen, con este comentario,
parece haber hallado un modelo de “hombre europeo”. Sin embargo, el español
--con toda la dificultad que esta generalización representa-- nunca se ha
caracterizado por ser “superbly rational”, ni excesivamente pragmático, más
bien estos adjetivos se aplicarían mejor al mundo protestante, a un alemán o a
un inglés --con la dificultad que igualmente esta calificación representa--. Como sabemos, Cortés, que individualmente sí
es pragmático y decidido, tiene, a diferencia de otros héroes nórdicos, la
capacidad de llorar en varias ocasiones y de ser meloso y tener la risa en la
boca: “Y como Cortés hablaba algunas veces muy meloso y con la risa en la boca,
le dijo medio riendo...(Díaz Cap. CXIX, 229.)[20]
Clendinnen también ataca al catolicismo español; “the unfortunate excesses of
Spanish Catholicism aside...(Clendinnen 13).” ¿Viene al caso atacar a la religión de España en particular?, ¿fueron
mejores otras religiones durante ese período histórico?[21]
Y al mismo Cortés le tenían asido
y engarrafado para llevarle a sacrificar, y le habían herido en una pierna, y
quiso Dios que por su buen esfuerzo y porque le socorrió el mismo valentísimo soldado
Cristóbal de Olea, que fue el que la otra vez en Xochimilco le libró de los
mexicanos, y le ayudó a cabalgar y salvó a Cortés la vida, y el esforzado Olea
quedó allí muerto con los demás que dicho tengo...(Bernal Díaz del Castillo
CCIV, 559).
Clendinnen apoya su tesis con algunos trabajos publicados sobre el
tema de la conquista, y a uno de ellos en particular le da el calificativo de
“la relación más sofisticada intelectualmente de la conquista (Clendinnen 13)”:
“The general contours of the Prescottian fable are still clearly discernible in
the most recent and certainly the most intellectually sophisticated account of
the Conquest, Tzvetan Todorov's The
Conquest of America: The Question of the Other.(Clendinnen 13).”
En este ejemplo de la conquista de América tenemos
un caso muy significativo, digno de reflexión. El célebre crítico literario
búlgaro Tzvetan Todorov publicó su obra The
Conquest of America en 1982, en la que analiza algunos de los pormenores
más significativos de la conquista.[22]
Todorov, en la citada obra, demuestra una identificación directa con las
fuentes que defienden la postura del débil.[23]
Pero a pesar de todo, en algunos puntos concretos, da una visión de la
conquista bastante completa y objetiva. Para empezar, como era de esperar,
Todorov dedica su obra a una mujer, una mujer perteneciente al grupo de los
débiles y vencidos. “I
dedicated this book to the memory of a Mayan woman devoured by dogs
(Dedication)”. No tiene nada de malo identificarse con una mártir
de un pueblo que ha sido invadido por la fuerza de las armas. Es más, todos
aquellos que no se identifiquen con esta pobre mujer pueden poner en entredicho
su categoría moral como personas. No existe otra salida posible. Sin embargo,
esta mujer maya, sacrificada por los cristianos que llegaron a sus tierras, no
representa nada más que el mismo proceso ocurrido bajo la dominación romana,
cuando éstos sacrificaban a cristianas y cristianos a las fieras, que entonces
eran una minoría, para el divertimiento y ocio de los ciudadanos romanos. La
única pregunta, en este caso, es saber si realmente existen unos “buenos” y
unos “malos”. Por lo que nos ha enseñado la historia hasta el presente, la
mayor parte de las conquistas y campañas militares han tenido fines económicos
y políticos, que han sido respaldados inteligentemente con fines religiosos
para llevarlos a cabo. Este proceder no es característico de ninguna cultura en
particular de Oriente u Occidente, sino que parece común a todas las que han
ejercido poder sobre otras en algún determinado momento de la historia. Todorov
es consciente de esta realidad; sin embargo, mantiene su punto de vista
maniqueo, dándoles a los conquistadores el papel de “malvados”.
Martín Fernández de Navarrete, en su Colección de viajes y descubrimientos, refiriéndose
a la importancia que el historiador debe prestar a los documentos originales, y
no a los censores o apologistas de uno u otro bando, dice lo siguiente:
...Unos escriben con precipitación
y ligereza; otros con excesivo candor y credulidad, algunos con una reserva
artificiosa, indican lo mismo que quieren callar, y varios, llevados de una
exaltación maniática, reprenden cuanto se opone a su sistema o modo de pensar.
En medio de tales embarazos y contradicciones, nada puede rectificar y dirigir
el juicio del historiador tanto como los documentos auténticos y originales,
que, producidos por las circunstancias del momento, están exentos de prevención y parcialidad, y a veces, por sus
consecuencias, suelen ser de mayor auxilio y utilidad de lo que aparece por su
simple contenido y lectura (Fernández de Navarrete, I, 44).
Desgraciadamente, tanto Todorov como Clendinnen,
parece que no tienen acceso a documentación original, y sería interesante saber
a ciencia cierta si tienen que depender exclusivamente de traducciones.
En cuanto a los aztecas, Todorov tiene la
sensibilidad de captar que este pueblo fue a su vez explotador de otros:
The Indians in the regions Cortés first
passed through are not more impressed by his imperialist intentions because
they have already been conquered and colonized -- by the Aztecs. Mexico at the
time is not a homogeneous state, but a conglomerate of populations, defeated by
the Aztecs who occupy the top of the pyramid. So that far from incarnating an
absolute evil, Cortés often appears to them as a lesser evil, as a liberator,
so to speak, who permits them to throw off the yoke of a tyranny especially
detestable because so close at hand (Todorov 58).
¿Cómo habría
reaccionado el pueblo maya con sus enemigos? Desgraciadamente, Todorov basa
gran parte de su obra en las exageraciones del padre Las Casas, arquetipo, por
excelencia, del defensor del débil y por ende, el más famoso de todos los
cronistas del Nuevo Mundo. El mismo Todorov reconoce, sin embargo, que Las
Casas, al contrario que Sahagún y otros miembros de órdenes religiosas, no se
preocupase de aprender la lengua de los indígenas: “even Las Casas never
masters a native language” (Todorov 219). Si bien es cierto que las primeras
leyes en defensa de los indios fueron establecidas en 1512 (Leyes de Burgos),
demasiado tarde para aplicarse y frenar las matanzas y abusos ocurridos en el
Caribe desde el segundo viaje colombino en 1495, solo tres años después del
descubrimiento, los Reyes Católicos ya tenían conciencia de que el trato que se
debía dar a los habitantes del nuevo continente debía ser justo, y consecuente
con la doctrina de Cristo:
Después del segundo viaje
colombino, el Almirante había enviado un cargamento de indios que fueron
autorizados a vender por la Corona en abril de 1495. Pero al día siguiente se
ordenó que el dinero de la venta, fuera retenido, pues los Reyes estaban
preocupados en conciencia y deseaban saber la moralidad de su acción por boca
de teólogos. Fue en este momento cuando se inició el proceso de poner en
cuarentena lo que se estaba haciendo (Morales 305-306).
Existe una cédula real, poco conocida, en el Archivo Ducal de Alba en
la que el rey concede la facultad a las indias de la isla de Santo Domingo de
casarse con los naturales de los reinos de Castilla: “yo vos mando que así lo
guardéis e cumpláis executéis e fagáis guardar e cumplir e executar...en
Valladolid a cinco días del mes de febrero de 1515 años... (ADA, carpeta 247,
Legajo 1, Doc. 2).[24]
Igual razón da el obispo de Cuba al “César”: -- los indios se van acabando,
porque los españoles, a falta de mujeres, se casan con indias. Indio que puede
haber una de ochenta años, lo tiene a buena ventura (RAH 56).[25]
Volviendo a Todorov, se observa que, deja pasar “a
la ligera” información valiosísima como puede ser la del número de habitantes
existente en el Nuevo Mundo antes de la llegada de los españoles. Este
testimonio está basado en la parcialísima información que presenta el padre Las
Casas en su Brevísima relación de la
destrucción de las Indias, y la de otros, “today's historians”, a los que
no cita. Según las estimaciones de Todorov, la población indígena en el Nuevo
Mundo antes de la llegada de los españoles correspondería a la cifra de 80
millones. Una vez más, se agradecería que, en este tipo de información tan
crucial y crítica, a la hora de analizar los hechos que ocurrieron en los
primeros años de la conquista, se citasen las fuentes concretas que han
proporcionado dicha información.[26]
Por otra parte, dentro de otros estudios más recientes y autorizados sobre el
tema en cuestión, no sólo parecen exageradas las cifras utilizadas por Todorov,
sino que pasan a formar parte de la romántica idea que, hasta ahora, se ha
venido teniendo de España y su arrastrada “Leyenda Negra”.
Existe cierta delectación morbosa por exagerar todo
lo referente a un período sin precedentes en la historia moderna. Es triste,
por otra parte, que algunos pensadores de talla internacional basen sus
argumentos en bases tan frágiles. El crítico búlgaro, después de exponer sus estadísticas,
“without going into detail”, afirma:
If the word genocide has ever been applied to a situation with some accuracy, this is here the case. It constitutes a record not only in relative terms (a destruction on the order of 90 percent or more), but also in absolute terms, since we are speaking of a population diminution estimated at 70 million human lives. None of the great massacres of the twentieth century can be compared to this hecatomb.
Todorov tendría razón si sus estadísticas fuesen
ciertas y tuviese fundamentos fehacientes. Pero dista mucho la cifra de una
destrucción del 90% de 80 millones que da Todorov, a la de un 20% aproximado de
13 millones, que dan otras fuentes (Martínez 155). Fueron, por otra parte, las
epidemias las causas más importantes de estas muertes, sin descartar
óbviamente, las brutalidades habidas durante la conquista. Bernal Díaz del
Castillo cita un incidente importantísimo, ya que demuestra como también un
“conquistador” es consciente de las terribles pérdidas de indios causadas por
culpa de las epidemias:
Y volvamos ahora a Narváez y a un
negro que traía lleno de viruelas, que harto negro fue para la Nueva España,
que fuese causa que se pegase e hinchiese toda la tierra de ellas, de lo cual
hubo gran mortandad, que según decían los indios, jamás tal enfermedad
tuvieron, y como no la conocían lavábanse muchas veces, y a esta causa se
murieron gran cantidad de ellos. Por manera que negra la ventura de Narváez, y
más prieta la muerte de tanta gente sin ser cristianos.[27]
Fue la viruela la que, desde un primer momento,
arrebató más vidas a los habitantes de las tierras americanas. Gibson en su libro, The Aztecs under Spanish Rule, hace
mención a este asunto: “the view that Spanish mistreatment of the Indians was
primarily responsible for large-scale population decline, has now lost much of
its earlier acceptance; among all causes, epidemic diseases is now recognized
as paramount (Gibson 136).”
Todorov, indiscutiblemente, da mérito a la
copiosísima información dada por el padre Sahagún y por el padre Durán, pero a
pesar de todo, juzga sus opiniones como partidistas y parciales. En el caso de
Sahagún, Todorov afirma que siendo las intenciones de éste, en un principio
ecuménicas, con el tiempo pasaron a tener un carácter científico y
metodológico, no limitándose por lo tanto al fin inicial:
Whatever Sahagún's initial intention, it is clear that the
wealth of materials available to him has convinced him to replace his initial
project by another, and that he has sought to constitute an encyclopedic
description, in which the affairs of men or even of nature take up as much
space as the divine or the supernatural...(Todorov 235).
Hasta aquí, Todorov tiene razón, en vista del
exquisito cuidado que el padre Sahagún puso en sus trabajos enciclopédicos
sobre la cultura nahuatl. Estos trabajos, que han llegado a nuestros días y que
se puede decir que van más allá de una simple intención didáctica en el sentido
cristiano, ya que en ellos se puede ver el celo del científico y del etnólogo que
tiene curiosidad por conocer y recopilar conocimientos hasta entonces nunca
vistos u oídos. “Ethnology
will become a form of exegesis that has not ceased providing the modern West
with what it needs in order to articulate its identity through a relation with
the past or the future, with foreign lands or with nature (Certeau 221).” Sin
embargo, Todorov acusa a estos frailes -- Sahagún y Durán -- de ser parciales a
la hora de presentar sus planteamientos en referencia al papel jugado por los
indios y su labor dentro de la nueva sociedad novohispana. La pregunta es saber
si existe, o ha existido, algún historiador que no haya estado condicionado en
alguna medida por su religión, sus intereses personales o económicos, su
educación, su miedo, o cualquier otra circunstancia que afecte a los seres
humanos. Pienso que ni el mismo Todorov puede escparase de ver “la realidad”
desde el prisma de su propia ideología. Existen, en Todorov, varios momentos en
que se contradice en lo referente a la manera de pensar de estos primeros
padres de la conquista: “The replacement of Aztec society by Spanish society is
therefore a two-edged sword; and after having carefully weighed the pros and
cons, Sahagún decides, more forcefully than Durán, that the final result is
negative” (Todorov 237). Por alguna razón Todorov afirma que el padre Sahagún
ve en el cristianismo una doctrina fracasada del Nuevo Mundo. “Sahagún formulates no
revolutionary conclusions; but the implications of his reasoning is surely that
Christianization has on the whole brought more harm than good, and that it
would have been better if it had not taken place at all (Todorov 238).” Unas líneas más adelante, el mismo Todorov
dice: “all the documents we possess testify that, to the end of his life, he
remained preoccupied by the Christianization of the Mexicans more than anything
else.” A pesar de estas claras contradicciones y de dar cierto carácter
profético a las maldiciones que el padre Las Casas echa sobre España en su
testamento, se sigue teniendo por “necesaria” la obra del crítico búlgaro: “God
will vent upon Spain His wrath and His fury, for nearly all of Spain has shared
in the bloody wealth usurped at the cost of so much ruin and slaughter”
(Todorov 245).
Todorov quiere dar a su obra el carácter de histórica,
de “verdadera”, como si su información y la interpretación que se ha hecho de
ésta, fuese la única posible. El mismo Todorov cae en la falacia de todos
aquellos que ven su propia manera de pensar como la única correcta, sin darse
cuenta que la “verdad” es algo subjetivo que puede tener infinitos puntos de
vista.
Todorov, con una ingenuidad manifiesta del
comportamiento humano en situaciones extremas, como son las guerras, piensa que
por el hecho de “informarnos” de algunos acontecimientos, no volverán a
repetirse. Dice Todorov en las últimas páginas de su libro:
I am writing this book to prevent this story and a thousand
others like it from being forgotten. I believe in the necessity of “seeking the
truth” and in the obligation of making it known; I know that the function of
information exists, and that the effect of information can be powerful. My hope
is not that Mayan women will now have European men thrown to the dogs (an
absurd supposition, obviously), but that we remember what can happen if we do not
succeed in discovering the other (Todorov 247).
Loable intento de “prevenir a la humanidad” de lo
que puede pasar, si no descubrimos al “otro”. En este caso, los sucesos
narrados tienen cinco siglos de antigüedad. Cabe preguntarse si es cuestión de
“recordar” nuestra historia para “descubrir al otro” y no volver a caer en la
tentación de explotar y dominar a aquellos que el destino ha puesto en nuestro
camino. ¿Es suficiente descubrir al otro? Anteriormente, se vio como el pueblo
azteca pasó de ser explotador de sus vecinos por medio las armas, impuestos, y
otras maneras a ser conquistado por los españoles. Hoy en día vemos y
“descubrimos” cómo los horrores de un pasado muy reciente están siendo
repetidos a la misma escala por pueblos considerados “civilizados”. Quizás sea
necesario ver al hombre no como al “otro” sino como a uno mismo y ver que
todos, en menor o mayor escala, somos capaces de los más elevados actos de
bondad o maldad, según el momento y las circunstancias.
Allí están los manantiales puros de la
historia de España de los cuatro últimos siglos... y que por negligencia,
pereza o falta de reflexión han desatendido muchos escritores, contentándose
con prestar incautamente su buena fe a autores extranjeros, que por lo común escriben con suma parcialidad,
y frecuentemente equivocan y trastruecan no sólo los hechos, sino hasta la
nomenclatura material de nuestros pueblos y de los nombres y apellidos de
nuestros personajes (Fernández de Navarrete, I, 33-34).
Inge Clendinnen en su particular interpretación de
la historia, cita un enunciado de Paul Veyne para defender su posicionamiento a
la hora de interpretar los hechos que en este trabajo nos ocupan, que merece la
pena comentar: “I place Paul Veyne's bracingly simple test: “Historical criticism
has only one fuction: to answer the questions asked of it by the historian: 'I
believe this document teaches me this:may I trust it to do that? (Clendinnen
14)”. Clendinnen acierta, a mi modo de ver, en tomar una actitud iconoclasta,
aunque primordial en cualquier tipo de investigación histórica, como es la de
filtrar, verificar y poner a prueba la información que nos llega a través de
fuentes documentales. No es suficiente, por otra parte, negar validez a aquella
documentación que sea ajena a nuestros intereses para crear nuestra propia
interpretación de los hechos. Aunque exista, no lo niego, la tentación de
querer presentar nuestra perspectiva como la única válida. Es este proceso, ni
más ni menos, al que todos debemos estar sujetos cada vez que hagamos un juicio
de valor, incluyendo Clendinnen.
En
referencia al hombre más informado de su época sobre el mundo azteca,
Clendinnen dice: “Few men would have had access to Moctezuma's person, much
less his thoughts, and Sahagúns informants, young an inconsequential men in
1520, would not have been among those few (Clendinnen 16).” Obviamente,
Clendinnen desconoce, o no da la importancia que debiera, la erudición del
padre Sahagún (1500-1590), considerado por algunos como “el padre de la
etnología moderna”. Políglota, educado en Salamanca, dedicó sesenta años de su
vida al estudio de la cultura y lengua de los aztecas. Cosa extraña, por otra
parte, porque si algo se sabe hoy sobre el mundo azteca es gracias a la
información dejada por este hombre infatigable y sus cuidadosamente
seleccionados ayudantes que distaban mucho de ser “inconsequential men”. Su
método de investigación se compara con los utilizados por los etnólogos
modernos en cuanto a confeccionamiento de preguntas, selección de informadores
y recogida de material con intérpretes y traductores bilingües y trilingües.[28]
Clendinnen
especula continuamente con los hechos ocurridos con palabras como: “would not
have been (16), “Must have been (27)”, “Moctezoma's death, probably at Spanish
hands... (Clendinnen 14)”. O con frases hechas sin ninguna coherencia lógica:
“And they were alert to the possibilities of psychological warfare,
capitalizing on the Spaniards' peculiar dread of death by sacrifice and the
cannibalizing of the corpse (Clendinen 26-27).” ¿Existe alguna
criatura en este mundo que no tenga terror a morir, “dread of death”,
sacrificado o en manos de antropófagos que luego se vestían con sus pieles?
¿Realmente son los españoles los únicos seres que tienen esta “peculiaridad”?
Especular con las acciones de un pueblo no ha sido siempre lo más acertado,
sobre todo, cuando se hace para denigrar a otra cultura. Viene esto a cuento,
porque en España también existió un erudito, de otra época, perteneciente a la
Inquisición, que con una ingenuidad que rayaba el humorismo hizo, a su vez,
juicios de valor sobre religiones y países creando y manteniendo, en la mente
de sus contemporáneos, falsos y peligrosos estereotipos.
Desde que se publicó en España el primer diccionario
de uso de la lengua española, en 1611, hemos podido comprobar que no todas las
especulaciones pueden ser acertadas, aunque estén escritas por las autoridades
más importantes del momento. En este caso, este diccionario significaba lo que
hoy podría ser la más sofisticada enciclopedia u acumulación de información
existente a nuestro alcance. Esta visión de la forma de pensar de un pueblo, en
un determinado período histórico y religioso, es una ayuda incalculable para
poder analizarle. Podríamos decir algo parecido del artículo de Clendinnen. En
este caso, el autor, capellán de Felipe II, canónigo de la catedral de Cuenca y
consultor del Santo Oficio, Sebastián de Covarrubias y Horozco (1539-1613),
refleja la visión de su momento histórico creando una obra innovadora de
carácter lexicográfico y crítico. Veamos dos ejemplos. Uno religioso: “Talmud.
Libro perverso y ridículo, que los judíos, después de la dispersión suya, en la
destrucción de Jerusalén, han compuesto, todo fabuloso y desatinado
(Covarrubias 952)”. Un ejemplo etnológico: “China. La provincia que de pocos
años acá se ha descubierto en las Indias, de tanta riqueza y policía que
admira. Ay historia propia y relaciones particulares embiadas por los padres de
la Compañía de Jesús, que en aquella tierra han hecho gran fruto espiritual con
su doctrina y ejemplo (Covarrubias 435).” La diferencia entre Covarrubias y
Clendinnen es que los medios para confirmar la información no eran los mismos
cuando se publico el Diccionario,
hace casi cuatrocientos años. Uno de los momentos más acertados en el trabajo
de Clendinnen es cómo ella misma encuentra las palabras acertadas para
calificar su propia estrategia al analizar los hechos: “powerful, insidious
human desire to craft a dramatically satisfaying and coherent story out of
fragmentary and ambiguous experience...(Clendinnen 14). Parece como si
estuviera preparando el camino para insertar información conscientemente
manipulada. Digo “parece”, porque la
única pregunta que resta es saber si la autora es realmente consciente
de lo que escribe:
Conscious manipulation, while it might well be present, is
not the most interesting issue here, but rather the subtle, powerful, insidious
human desire to craft a dramatically satisfying and coherent story out of
fragmentary and ambiguous experience, or (the historian's temptation) out of
the fragmentary and ambiguous “evidence” we happen to have work with. (Clendinnen 14).
Una de las características principales de la
literatura española, es su realismo. Personajes y héroes sacados directamente
de la historia, donde fácilmente se pueden identificar la mayoría de los
nombres de personas, lugares geográficos y detalles de todas clases. Los héroes
españoles no son míticos o sobrehumanos sino seres ordinarios, llenos de las
virtudes o debilidades de los seres de carne y hueso. Esta característica, de
un realismo objetivo, aparece en la literatura española desde su primera épica,
El Cantar del Mio Cid, hasta las
obras de Lope de Vega, Cervantes o Calderón, incluyendo el Romancero y el Lazarillo. A diferencia de otras épicas
europeas, como la francesa o la germánica, donde lo fantástico y sobrenatural
aparece con mucha más frecuencia, en la castellana resulta algo insólito
(Alborg 22). “Sobriedad estética”, pareja a “templanza ética”, llama Menéndez
Pidal a este realismo español, cualidad atribuida desde siempre al arte
peninsular como una de sus principales características. El realismo español,
según lo define Menéndez Pidal, consiste “en concebir la idealidad poética muy
cerca de la realidad, muy sobriamente”, o en “ejercitar la inventiva creadora
en la selección poética de los hechos por todos conocidos” (Alborg 21).
Clendinnen tratando de fabricar “su” dramática, romántica, excitante y
coherente “historia”, sin ninguna base ni comentario, afirma: “The story-making
predilection is powerfully present in the major Spanish sources (Clendinnen
15)”. El lector, sobre todo, si no habla español y desconoce la literatura
hispánica, no tiene porqué dudar necesariamente de la información que se le
presenta.
Los ballesteros y escopeteros
desde el peñol que he dicho les alcanzaban con las ballestas y escopetas, y,
aunque no mucho, mataban algunos y herían a otros... (Bernal Díaz, Cap. CXLIV,
314).
Uno de los puntos más importantes de su artículo
corresponde al aspecto castrense. Son muy frecuentes las alusiones a la
estretagia llevada a cabo por Cortés o al tipo de armas utilizadas por este. “We have already noted the
Spanish predilection for ambush as part of a wider preference for killing at
least risk (Clendinnen 27).” Clendinnen entra en un territorio bastante
inestable, ya que las “emboscadas” no son una característica exclusivamente
española. Según sabemos por cronistas como Cabeza de Vaca, Fidalgo de Elvas, o
el mismo Cortés, los indios también las hacían. En las guerras entre cristianos
y musulmanes también eran frecuentes. Lo mismo ha ocurrido hasta nuestros días
en Vietnam, sobre todo si uno de los grupos combatientes era mucho menos
numeroso. Igualmente dice: “Siege was the quintaessential European strategy...
(30)” Sólo hace falta leer la Biblia para darnos cuenta de que el “sitio” fue
parte habitual de la estrategia de los ejércitos de esa época.[29]
Las ciudades se amurallaban con el fin de poder aguantar asaltos y sitios. Uno
de los mayores errores, en el aspecto militar de Clendinnen, es el de confirmar
la presencia de armas no existentes en este período. No existían francotiradores que apuntaban
a los líderes aztecas, como se nos quiere hacer creer, de igual manera que no
existía el mosquete: “Spaniards valued their crossbows and muskets for their
capacity to pick off selected enemies well behind the line of engagement: as
snipers, as we would say (Clendinnen 27).” Interesa
observar que el mosquete, del que hace mención Clendinnen, no existió durante
la conquista de México (1519-1521). Apareció en España hacia el año 1525, pero
no se generalizó su empleo hasta después de 1550 y no se empleó en Francia
hasta el año 1568.[30]
Ni Bernal Díaz del Castillo, ni Hernán Cortés utilizan el término de
“mosqueteros”, sino el de “escopeteros”. Clendinnen probablemente se esté
refiriendo al arcabuz, pero este problema de traducción no tendría mayor
importancia si solo se limitase a esto, ya que ambas armas eran muy parecidas,
sino a la relevancia estratégica y militar que Clendinnen quiere poner en la
utilización de esta arma de fuego. Clendinnen, después de dar esta información,
nos invita a indagar y ampliar nuestro conocimiento en unas obras
especializadas en el tema. Una de ellas, es una edición traducida de las Cartas de Relación de Cortés de Anthony
Pagden, Letters from Mexico y la
otra, Las armas de la Conquista, de
Alberto María Salas. Clendinnen se pregunta porqué los mosquetes son raramente
mencionados en las crónicas indígenas, quizás fuese porque no existían...
Spaniards valued muskets equally with crossbows, a musketter
being allocated the same share of the spoils as a crossbowman, yet oddly
muskets are mentioned infrequently in Indian accounts, perhaps because the ball
could not be followed in flight, while crossbow bolts whirred and sang as they
came; Florentine Codex, 12.22.62. For
a succint and accessible account of sixteenth-century cannon, in their enormous
variety, see Pagden, Cortés, 507-8.
Most of the small guns used in America could fire a ball of twenty pounds over some
four hundred meters (ibid., n.59). For a more
extended account, see Alberto María Salas, Las
armas de la Conquista...(Clendinnen n.43, 45.).
En estas obras, lo que se dice de estas armas, no
concuerda en absoluto con lo que Clendinnen nos quiere “contar”. Escribe Salas
como conclusión del uso de las armas de la conquista:
Puestos a valorar las armas,
creemos que ni el arcabuz ni todos los diversos tipos de piezas de artillería
que se usaron durante el siglo XVI, ni las alcancías, bombas y otros ingenios
semejantes, fueron tan decisivos en la lucha como el caballo, la espada o
simplemente como las armas defensivas (Salas 221).
Parece como si Clendinnen estuviese fabricando datos
inexistentes para reforzar su tesis de que el arcabuz fue un factor decisivo en
la conquista de México. En la famosa batalla de Otumba, en que Cortés tuvo que
salir de México, se libró prácticamente sin artillería y sin arcabuces: “En las
primeras grandes conquistas las armas de fuego, escasas y muy lentas, no
adquirieron la innegable importancia que asumieron en la lucha durante el siglo
XVII en Chile...” (Salas 220). El explorador jerezano Alvar Núñez Cabeza de
Vaca, en el capítulo XXV de sus Naufragios,
menciona que debido a la movilidad y
agilidad de los indios fue poco útil el arcabuz y la ballesta en espacios muy
abiertos, siendo sólo eficaces cuando luchaban en ríos o atolladeros. Escribe
Alvar Núñez:
La manera que tienen de pelear es
abajados por el suelo, y mientras se flechan andan hablando y saltando siempre
de un cabo para otro, guardándose de las flechas de sus enemigos, tanto, que en
semejantes partes pueden rescibir muy poco daño de ballestas y arcabuces; antes
los indios burlan de ellos, porque estas armas no aprovechan para ellos en
campos llanos, adonde ellos andan sueltos; son buenas para estrechos y lugares
de agua; en todo lo demás, los caballos son los que han de sojuzgar y lo que
los indios universalmente temen.
En la cita que viene a continuación, Clendinnen,
invita al lector que busque más información sobre los cañones del siglo XVI. En
su edición de Letters from Mexico, Anthony
Pagen, basándose en Alberto María Salas, efectivamente, da información sobre
los cañones utilizados en estas expediciones, sin embargo, no hace una
descripción dramática ni exagerada del poder de estas armas, más bien al
contrario:
Sixteenth-century cannon varied enormously in lenght and
caliber, though little in design. The types used in America in the early period
were of necessity small...The falconet was a swivel gun designed for mounting
on a ship's gunnel. It had a removable breechblock which resulted in great loss
of power, making it both ineffective and dangerous to the gunner; the lombard
was a similar weapon (Cortés 507-8,
n.59)
Aunque suene sarcástico, Clendinnen sabe escribir y concebir
situaciones que sólo una mente con una imaginación tan fértil como la suya es
capaz de hacer. “The
psichological demoralization attending those sudden, trivializing deaths of
great men painted for war, but not yet engaged in combat, must have been formidable. (Were the victim actively engaged in
battle, the matter was different. Then he died nobly; although pierce by a bolt
or a ball from a distance, his blood flowed forth to feed the earth as a
warrior's should.) (Clendinnen 27)”. Este comentario resulta maniqueo,
aunque poético en extremo, parece una apología del valor mexicano, o una épica
del vencido. A pesar de todo, y una vez más, el libro que Clendinnen recomienda
como obra especializada en el tema, Las
armas de la conquista, que contradice por completo esta suposición: “must
have been formidable”. Escribe Salas:
Al comienzo habrán creído los
indios que aquellas armas deparaban algo más que la muerte; que eran la voz
irritada de alguno de sus dioses que los castigaba. Pero cuando sucedió el
desengaño, lo desafiaron con la misma impavidez con que esperaban la acometida
del caballo... Ni la numerosa arcabucería, ni la artillería bastaron para
arredrar a los indios que sitiaban y daban guerra a Cortés en sus aposentos de
México, ni a los que apretaban a los españoles en Cuzco (220-21).
A pesar de todo, Clendinnen “creando” su verdadera
anti-historia intenta convencer al lector, pese a que muriesen tres cuartas
partes de los soldados de Cortés en la batalla de Otumba, de la comodidad y
cobardía del soldado español en sus enfrentamientos con los indígenas: “To
inflict such deaths-at a distance, without putting one's own life in
play-developed a Mexican reading of the character of the Spanish warrior
(Clendinnen 27).” El ensayo “Fierce and Unnatural Cruelty': Cortés and the
Conquest of México”, llega a su clímax cuando la autora pasa al insulto directo
contra los españoles llamándoles, cobardes, oportunistas y falsos. “Against the Spaniards,
cowardly opportunist imposible to trust, who disdained the signs of victory and
defeat, they lacked any alternative. (Clendinnen
34)”.[31]
Clendinnen, con esta violencia escrita y falta de
respeto y educación por la veracidad de los hechos y por la cultura española,
pierde autoridad en sus argumentos. Sin duda, ignora la labor de la infantería
española de ese siglo, no solamente luchando contra indígenas, sino contra los
ejércitos más poderosos de Europa, el Mediterráneo y Norte de África. A pesar de todo, arremete una
y otra vez contra todo lo español: “Mexican warriors continued to seek
face-to-face combat with these most unsatisfactory opponents, who skulked and
refuse battle, who clung together in tight bands behind their cannon, who fled
without shame (Clendinnen 31)”. Clendinnen dice que el cañón de
los españoles no era percibido como un arma de guerra por los indios. Sin
embargo, los españoles construyen posteriormente uno enorme de mentira en la
toma de Tenoxtitlán, para asustarles: “He constructed a war-engine, an
intimidatory piece of European technology that had the advantage of not
requiring gunpowder: the marvelous catapult (Clendinnen 37). La catapulta que
menciona Clendinnen, es más antigua que la misma Europa. Pese a no tener un
origen claro, se tiene noticia a través de Plinio que su invención procede de
los fenicios o sirios y que los griegos ya la usaban en el siglo IV a. de C.
contra los macedonios, y después contra los cartaginenses y romanos para lanzar
piedras y saetas.[32]
Sí es una pieza intimidatoria e inútil, pero no de “tecnología europea”. Clendinnen,
desconoce la actuación no sólo de españoles sino de españolas como María de
Estrada y Beatriz Bermúdez de Velasco en la conquista de México.[33]
Se quiera o no, los famosos “tercios” españoles pudieron sobradamente demostrar
su valor durante el siglo XV, XVI y buena parte del XVII. Ya fuese en tierra
como en San Quintín y Ravenna contra los franceses, en Flandes contra los
holandeses y alemanes, o en el mar como en Lepanto contra los turcos, en Madera
contra los ingleses; las tropas españolas, sobre todo su infantería, siempre
fueron consideradas de las más arrojadas del mundo. Nicolás de Maquiavelo
(1469-1527), al que no se le puede de acusar de ser “amigo de España”, lo
confirma en El Príncipe:
Y aunque las infanterías suiza y
española sean consideradas terribles, sin embargo, tienen ambas un defecto, a
causa del cual una tercera clase de tropas podría no solamente oponerse a
ellas, sino confiar en superarlas... Por
esto se vio, y se verá por experiencia, que los españoles no pueden hacer
frente a una caballería francesa, y los suizos son aniquilados por una
infantería española... se vio un ejemplo en la batalla de Rávena, cuando la
infantería española se enfrentó con las tropas alemanas, las cuales observaban
el mismo método que los suizos: de ahí que los españoles, con la agilidad de su
cuerpo y la ayuda de sus brazales, hubieran penetrado entre las picas de los
alemanes y se hallaran en seguridad para atacarlos, sin que ellos tuvieran
medio de defenderse; y si no los hubiera embestido la caballería, los habrían
destruido a todos (Maquiavelo Cap. XXVI, 6, 184).
Para
terminar con el aspecto militar y estratégico de su trabajo, vuelve a arremeter
contra lo que Cortés, al igual que muchos hidalgos de esa época, consideraban
lo más preciado, “la fama”, para lo que viene a cuento esta cita: “Spaniards
measured success in terms of body counts, territory controled, and evidence of
decay in the morale of the “enemy”... (Clendinnen 28). La fuente elegida por
Clendinnen para verificar la importancia de las armas de fuego en la conquista,
Alberto María Salas, que una y otra vez, desacredita toda la fabulación creada
sobre la “tecnología europea”, concluye con esta afirmación diciendo que existe
una opinión “desmerecedora e interesada” en hacer creer que la conquista se
hizo gracias a las armas de fuego:
Existe el prejuicio, la opinión
desmerecedora e interesada de que la Conquista se hizo por las armas de fuego.
La ventaja que en esto llevaba el conquistador, como ocurría con la mayor parte
[1]de
sus armas, es innegable, pero será bueno recordar que hubo expediciones en que
el arcabuz y la problemática artillería de la época no se hicieron oír, como en
las batallas de Hernández de Córdoba y Grijalba en México, y que en las
primeras que riñó Cortés eran sumamente escasas (Salas 219).
Uno de los argumentos que se han usado para
disculpar o aceptar la violencia física en el mundo azteca, ha sido el
religioso o el ritual. Clendinnen,
igualmente lo utiliza en el caso azteca, pero no en el tlaxacalteca,
poseedores, según ella, de esa “phobic cruelty (39)”: “The Mexicans had very
precise rules about violent assaults on the body, as their sacrificial rituals
makes clear, but the notion of a “preemptive massacre” of warriors was not in
their vocabulary (Clendinnen 28)”. Lo que dice Clendinnen no es
compartido, no obstante, por Bernal Díaz, que no estaba tan convencido de esta
afirmación cuando le dan a entender que uno de los famosos guisados que
preparaban a Moctezuma y a su corte era de niños de poca edad.
Oí decir que le solían guisar
carnes de muchachos de poca edad, y, como tenía tantas diversidades de guisados
y de tantas cosas, no lo echábamos de ver si era carne humana o de otras
cosas...más sé ciertamente desde que nuestro capitán le reprendía el sacrificio
y comer de carne humana, que desde entonces mandó que no le guisasen tal manjar
(Bernal Díaz, Cap. XCI. 167.)
Igualmente, Clendinnen critica a los españoles por
usar sus caballos como “bestias brutas” al servicio de los “señores de la
creación”, y ensalza a los aztecas diciendo que los indios tenían una noción
completamente diferente de lo que los animales significaban: “Indians were in
no doubt that horses were animals. But that did not reduce them, as it did for the Spaniards,
to brute beast, unwitting, unthinking servants of the lords of creation.
Indians had a different understanding of how animals signified (Clendinnen
29).” Con mucha probabilidad, muchos de los grupos
indígenas tendrían un contacto más directo con la naturaleza y una concepción
panteista del universo más desarrollada que la de los cristianos, pero esta
afirmación no tiene porqué ser necesariamente genérica. Uno de los cristianos,
Bernal Díaz, informa de la situación de algunos de estos animales:
Pues más tenían en aquella maldita
casa muchas víboras y culebras emponzoñadas, que traen en la cola uno que suena
como cascabeles; estas son las peores víboras de todas... y les daban a comer
de los cuerpos de los indios que sacrificaban y otras carnes de perros que
ellos solían criar (Bernal Díaz, Cap. XCI, 169).
Los perros no eran los únicos en correr tal suerte, los venados y
gallinas y “otras cosas que cazaban” también eran pasto del apetito de las
fieras que mantenían en cautiverio.
Esa, siempre añorada Edad Dorada, en donde los
humanos vivían en completa armonía, que aparece recreada en algunos movimientos
literarios, y como se ha apreciado en escritores comporáneos, tendremos que
buscarla dentro de nosotros mismos. Ni siquiera en la América precolombina hay
indicios de que este tipo de sociedad existiese. Es un sentimiento noble, y
hasta cierto punto legítimo, el querer defender a los menos favorecidos por las
circunstancias, de ahí la popular identificación con el “vencido”, pero también
es necesario mantener unos límites de coherencia y objetividad cuando los
hechos son presentados.
No ha sido la meta de este trabajo el hacer una
apología de las “glorias” militares de España durante los siglos XV y XVI.
Todas las ocupaciones militares, sean del signo que sean, son brutales y
traumáticas y la española no fue una excepción. Sí lo es, no obstante,
contrarrestar todo el cúmulo de des-información e interpretación, claramente inexacta, partidista y personal de unos hechos ocurridos
hace quinientos años.
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[1] Una versión de este artículo fue publicado con
anterioridad. “Nuevas aproximaciones historiográficas: La políticamente
correcta historia de la conquista de la Nueva España”. Revista de Estudios Hispánicos (PR)
26.2 (1999): 71-95 .
[2] Panfleto
Inglés, Old England for Ever or Spanish
Cruelty Display'd. Publicado y vendido en
Londres y Westminster. 1740.
[3] La Diplomática es la ciencia que juzga la falsedad o autenticidad de
los documentos a través del estudio de los caracteres internos o externos. La
Paleografía analiza la forma de la letra en todo tipo de escritos. Véase: Jesús
Muñoz Rivero, Paleografía Diplomática
Española de los siglos XII al XVII. (Madrid: Atlas, 1972) 5.
[4] Existen grandes excepciones. Muchos de estos autores poseen agudas y
originales interpretaciones de este período. Véanse entre otros:
Michel de Certeau, Stephen Greenblatt, Louis Montrose y Hayden White.
[5] Véase Keith
Jenkins, From Carr and Elton to Rorty and
White. London: Routledge, 1995.
[6] En ningún momento pretendo afirmar que la falta de conocimientos
básicos para trabajar con material de los siglos XV, XVI y XVII sea una
generalidad en los Estados Unidos, donde existe un buen número de especialistas
al más alto nivel en el campo colonial. Lo que sí quiero resaltar, es el hecho
que muchos de estos especialistas, jamás haya pisado un archivo, ni haya tenido
acceso a documentación primaria, fuera de las que se pueden conseguir en las
bibliotecas convencionales. Hay que decir también que algunos no hablan la
lengua --española o portuguesa-- o tienen un conocimiento limitadísimo de ella.
Con mucha dificultad se podría ser un especialista en Shakespeare sin saber
inglés y sin haber visitado nunca un país anglosajón.
[7] Estos serían quizás dos de los ejemplo más obvios. Como se sabe,
todavía se discute hoy cual fue la cuna de Cristóbal Colón.
[8] Los mecanismos usados para desvirtuar información válida representan
un enorme riesgo en una sociedad altamente informatizada y culturalmente
polarizada como la nuestra. La información presentada sobre los acontecimientos
conectados con 1492 ha inducido a muchos a hacer un examen de conciencia al
poder ver desde diferentes puntos de vista una época tan compleja. La
desmitificación de la figura de Colón y la identificación con el vencido, han
sido, en muchos casos, el canon a seguir en un momento políticamente correcto.
Algunos de los libros escritos sobre la conquista sirven como modelos de esta
desinformación, tratando a personajes históricos desde prismas que difícilmente
hoy podrían ser considerados como "contemporáneos". Véase un
ejemplo: "Modern scholars have concluded that the Spaniards who came to
impose their civilization on the Americas were men whose traditional heritage
of cruelty had been given new impetus by quickly changing historical
circumstances" (Varner xiii). El dar por
hecho todos los estereotipos y falsas creencias de las acciones de un pueblo
sin tener prueba fehaciente de éstas, nos separa de una seria aproximación
histórica.
[9] "Carta de Isabel la Católica a su confesor". Manuscrito
9442. Madrid: Biblioteca Nacional, siglo XVII. 117-119.
[10] Véase Rolena
Adorno, "Reconsidering Colonial Discourse for Sixteenth-and
Seventeenth-Century Spanish America," in "Colonial Debate," Latin American Research Review 28 (1993)
143. Bernal Díaz es considerado por muchos por lo que el
mismo ha querido retratar de su persona: un sencillo "aficionado" de
las letras, que muy lejos de querer pretender la categoría de uno de los cronistas
oficiales, se conforma con presentar su testimonio de la mejor y más verídica
manera posible. Esta falsa modestia no tiene porque interpretarse literalmente
ya que muchos de los mejores cronistas de la época se encontraban en una
situación similar. Recuérdese a Cristóbal Colón (lo que nos ha dejado las
Casas), Cabeza de Vaca, Ercilla y Zúñiga, etc. Qué más quisiéramos hoy en día
que muchas tesis doctorales estuvieran escritas con el mismo rigor y calidad de
prosa que su Verdadera Historia.
[11] En una nota de una conocida traducción al inglés de la obra de Jean
de Lery, History of a voyage to the Land
of Brasil, se afirma que Gómara había sido el secretario de Hernán Cortés
en el Nuevo Mundo: "Gómara, who had been Cortés's secretary in the New
World, is Lery's chief source for Spanish history, and was for Montaigne as
well." Esta información que es totalmente incorrecta, es precisamente la
causa de que Gómara no hubiese estado nunca en el Nuevo Mundo, la que impulsa a
Bernal a escribir su "verdadera" historia. Véase Jean de Lery, History of a voyage to the Land of Brasil. Traslation
and introduction by Janet Whatley. Berkeley: University of California Press,
1990. Preface n.4.
[12] El título de su último libro me parece mucho más sincero y apropiado.
Véase de la misma autora: Aztecs: an
interpretation. Cambridge University Press, 1991. Véase
también de la misma autora: Ambivalent
conquest: Maya and Spaniard in Yucatan, 1517-1570.
[13] Esta tradición fue utilizada anteriormente por los árabes cuando
ocuparon la península ibérica. Véase Jaime Vicens Vives, Historia Económica de España. Barcelona: Ediciones Vicens-Vives,
1987. 99-115.
[14] Esto demuestra un desconocimiento, por otra parte, que casi todas las
expediciones al Nuevo Mundo tuvieron una iniciativa privada, y que por esta
razón estuvieron dirigidas personalmente por miembros de las familias más
potentadas y representativas de la época, que se hacían acompañar de otros de
menos fortuna. Todos arriesgaban cuanto poseían desde los más ricos hasta los
más pobres. Se tiende a pensar que fue el Estado el responsable de estas
expediciones, cuando éste, a lo sumo se llevaba un quinto de los bienes
conquistados. Véase Icaza xxii.
[15] Véase la siguiente ley en donde se obliga, sea cual fuere, la
condición social del pasajero a Indias, a llevar a su mujer:
Declaramos por personas prohibidas para embarcarse a
y pasar a las Indias, todos los casados y desposados en estos Reinos, si no
llevasen consigo sus mujeres, aunque sean Virreyes, Oidores, Gobernadores, o
nos fuesen a servir en cualquier cargo y oficios de Guerra, Justicia y
Hacienda, porque es nuestra voluntad que todos los susodichos lleven a sus
mujeres; y así mismo concurra la calidad de llevar licencia nuestra para sus
personas, mujeres y criados (Ots 14. 368).
[16] Obsérvese el carácter propagandístico de la cita,
lógicamente con el fin de despertar la atención de la corte en ese momento. En
menor grado se podría decir lo mismo de la descripción de la capital azteca.
[17] ¿Por qué una persona de habla francesa de Quebec no se puede
denominar latinoamericano?
[18] Véanse muchas de las solicitudes de trabajo en Estados Unidos. En la
información confidencial que se pide en muchas universidades (1994), por
ejemplo, en el apartado dedicado a "Ethnic Background", herencia
étnica, dentro de la categoría de "Hispanic" no se incluye a los
"Mexican Americans". En otras, en la categoría de
"hispanos" dice: "regardles of race", "sin tener en
cuenta la raza". Igualmente, en las categorías de "blancos" y
"negros", se especifica que no sean hispanos. ¿Existe realmente algún
organismo oficial en Estados Unidos que decida quiénes son y a qué categoría
pertenecen los hispanos? Véanse solicitudes de trabajo correspondientes al año
1994 en muchas universidades de los Estados Unidos.
[19] Rafael Lapesa Melgar, España:
una lengua universal. Real Academia de la Historia, 25 de abril de 1996.
[20] Sabemos por algunos cronistas que Cortés, al igual que el Cid, lloró
en varias ocasiones. A la muerte de Moctezuma: "Y Cortés lloró por él, y
todos nuestros capitanes y soldados, y hombres hubo entre nosotros, de los que
conocíamos y tratábamos, de que fuera tan llorado como si fuera nuestro
padre...(Díaz, Cap. CXXVII, 253). Dice también Bernal Díaz, que Cortés lloró
cuando los aztecas le entregan cuatro cabezas de españoles cortadas diciendo
que eran de Alvarado, Sandoval y del mismo Bernal Díaz: "Entonces dizque
desmayó mucho más Cortés de lo que antes estaba y se le saltaron las lágrimas
por los ojos...(Díaz, Cap. CLII, 350.)
[21] El resultado de la des-información lleva a la creación de
estereotipos permanentes de personas y pueblos, en este caso el hispano, que se
van acumulando en los bancos de información tradicionales a medida que se
transmite un mensaje falso, pero altamente contagioso. Es el comienzo de una
epidemia cultural de resultados insospechados. En el mundo actual, y de una
manera sistemática, sobre todo a través de los medios de información, se
observa como la retórica de los que venden sus productos o la demagogia de los
que venden sus ideas no está muy ajena a los cánones a los que me refería unas
líneas antes. Es, pues, el lenguaje utilizado en el discurso literario,
político o comercial un arma sutil que hace desprevenir las defensas del
sentido común con un metatexto que a nivel inconsciente, penetra las defensas
del lector, desprevenido en unos casos, o consciente de sus limitaciones
culturales en otros, aceptando pasivamente la información presentada. Este
"modus operandi" ha existido desde el principio de los tiempos, pero
no ha sido hasta nuestros días en que, a través de una sofisticada variedad de
medios culturales e informativos, hemos podido contrarrestar las diferentes
fuentes de opinión.
[22] Vale la pena citar al crítico Antonio García Berrio sobre la obra
escrita por Todorov sobre la conquista:
Menos aceptable, en la medida en que creo desproporcionados sus
argumentos metodológicos a la magnitud del teórico texto que se trata de
describir --la sociedad española e india de la conquista de Méjico --, es su
reciente e irrelevante versión semiótica de los tópicos más manoseados de la ya
tediosa Leyenda Negra (García Berrio 356n).
[23] Clendinnen lo hace con los aztecas, pero no los tlaxcaltecas.
[24] ADA: Archivo ducal de Alba.
[25] RAH: Real Academia de la Historia. Colección Muñoz.
[26] La estimación de la población de América y sus regiones principales,
en vísperas del descubrimiento y conquista, ha sido materia muy controvertida,
ya que sólo se conservan datos e indicios indirectos acerca de lugares
determinados.
[27] Bernal Díaz del Castillo, Cap. CXXIV, 244.
[28]
Sin embargo, la razón de infravalorar a Sahagún por parte de Clendinnen es
otra. Cuanto menos se conozca su obra mejor, ya que aunque sea políticamente
correcto identificarse con todo lo que no sea europeo, la crítica feminista
dificilmente aceptará los extremos de humillación a los que llega la mujer en
la cultura del México precolombino. Tampoco se pueden justicar los innumerables
ejemplos de crueldad a personas y animales como “religious requirements” de la
misma manera que no se puede justificar la Inquisición española por la misma
causa. Si leemos la Historia de las cosas
de la Nueva España, nos horrorizaremos del maltrato que los hombres,
incluso los niños, hacían a las mujeres en la cultura mexica. Los ejemplos son
numerosos. Veamos dos. En el libro segundo que trata de las fiestas y
ceremonias que los naturales de la Nueva España hacían a sus dioses encontramos
en el capítulo XVII: “[A] honra de esta diosa mataban una mujer, y desque le
habían sacado el corazón, cortábanle la cabeza y hacían areito con ella. El que
iba delante llevaba la cabeza por los cabellos en la mano derecha, haciendo sus
ademanes de baile (92). Unas líneas más adelante aparece que al día siguiente
de la ceremonia los del pueblo hacían talegas: “y a todas las mujeres que
topaban por la calle dábanlas de talegazos; llegaba a tanto este juego que
también los muchachos hacían talegas, y aporreaban con ellas a las muchachas,
tanto que las hacían llorar (92). Los
ejemplos de este tipo son muy numerosos.
[29] Véase Samuel 13, 1-7.
[30] Mosquete, Enciclopedia Universal Ilustrada, tomo XXXVI,
Madrid: Espasa-Calpe, 1958. 1305-6.
[31]
Véase sobre este tema mi libro. Women in the Conquest of the
Americas. New
York: Peter Lang, 1997.
[32] Catapulta, Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid: Espasa-Calpe,
vol. 12. 1958. 483.
[33] Véase mi artículo: "La épica olvidada de la conqista de Mexico:
María de Estrada, Beatriz Bermudez de Velasco y otras mujeres de armas
tomar."