- NO ay quien más los honrosos pechos mueva
- ni quien los coraçones más incite,
- que ver de sus passados la alta prueva
- con la qual el magnánimo compite,
- procura nuevos hechos, fama nueva,
- haziendo que su brazo se exercite
- en obras de destreza y gran pujança
- con que gloria inmortal, vemos, se alcança.
- Lo qual sabiendo bien la dueña dama,
- cuenta su decendencia al cavallero,
- con que el famoso coraçón inflama
- a que aspire al eterno paradero (1).
- Mas quédense aquí agora, que me llama
- la bella Sacridea y su guerrero,
- que ha mucho los dexamos esperando
- y estarán mi descuydo a mal echando.
- Lucino, pues, quedó, y el buen Sergesto,
- si os acordáys de la atrasada historia,
- aguardando animosos en el puesto,
- ganoso cada qual de la victoria.
- Muéveles el honroso presupuesto (2)
- del esperado premio y dulce gloria:
- Lucino quiere el reyno y le procura;
- Sergesto el reyno y dama, y la ventura.
- Estavan los valientes aguardando
- la conocida trompa y ronco estruendo,
- uno y otro el combate desseando
- y de rabia entre sí se deshaziendo.
- No bien la belicosa boz (3) sonando,
- parten, con saña horrible arremetiendo,
- en menudo galope los guerreros,
- y luego con los passos más ligeros.
- En medio la carrera se han tentado
- con las agudas lanças los escudos,
- las quales en hastillas han quebrado
- hiriéndose de dos encuentros crudos,
- y, sin hazer mudança, se han passado,
- dexando a los presentes como mudos
- y atónitos de ver encuentros tales
- de dos hombres humanos y mortales.
- Coléricos dan buelta con presteza,
- en alto levantadas las espadas,
- y con ánimo grande y gran destreza,
- se martillan los petos y celadas.
- Muestran bien de su esfuerço la grandeza
- en las desaforadas cuchilladas,
- sacando de los yelmos vivo fuego
- que, copioso, a su esfera sube luego (4).
- Tientan por todas partes la armadura,
- a la muerte buscando franca puerta;
- mas la fineza, el temple y compostura
- hazen de ambos la suerte ser incierta.
- La destreza del uno, y mano dura,
- provoca al enemigo y le despierta,
- para no descuydarse ni impedirse
- en donde daño tal puede seguirse.
- Bátense sin cesar por todos lados,
- no aviendo de ventaja muestra alguna,
- porque a entrambos guerreros señalados
- ampara de una suerte la Fortuna.
- Fuertes ambos se muestran y alentados
- en la honrosa batalla, aunque importuna;
- aspirando cada uno al vencimiento,
- sacan esfuerço nuevo y nuevo aliento.
- No pueden ya moverse los cavallos,
- en sudor empapados y molidos,
- conque huvieron por fuerça de dexallos
- para herirse con golpes más subidos.
- Nadie pudo; ni el rey pudo apartallos,
- que ya andavan tan bravos y encendidos
- que acordaron dexarlos se cansassen,
- porque assí del combate se apartassen.
- Luego, pues, que en la plaça el pie fixaron,
- como ofendidos pardos se invistieron,
- de suerte que a la elada tierra echaron
- los gallardos escudos que rompieron.
- Descubiertos de amparo se quedaron,
- aunque un punto de esfuerço no perdieron;
- antes, con mayor ánimo y braveza,
- mostrava cada qual su fortaleza.
- ¡Quánto y quánto se estima la armadura
- hecha con fino temple y diestra mano,
- que de fieras heridas assegura,
- dadas con un donayre tan galano!
- Cada uno se mantiene en su ventura,
- teniendo su valor por más que humano,
- y cada qual se esfuerça a ser más fuerte,
- llevando al enemigo a dura muerte.
- Ya tiran a los pies, ya a la cabeça,
- ya hieren de estocada el duro pecho;
- mas con grande advertencia y ligereza
- procuran de mirar por su provecho.
- Ya se dan a dos manos con fiereza,
- estando entre los dos el campo estrecho;
- ya buelven de revés, ya dando tajo,
- hiriendo por arriba y por abajo.
- Ya se entran, ya se apartan y retiran,
- ya reciben, ya dan, ya están dudosos,
- ya a sus golpes a aquel lugar los tiran
- que sean a su contrario más dañosos.
- Como rabiosos tygres ya se miran,
- ya acometen con ánimos furiosos,
- subiendo allí la cólera de punto (5)
- porque al competidor no ven difunto.
- No pueden levantar, de fatigados,
- los braços; pero la ira los levanta
- haziéndolos estar más abivados,
- sin los desalentar fatiga tanta.
- Los petos, que eran fuertes y azerados,
- defienden (6) las heridas; pero quanta
- fuerça llevan los golpes tan espesos,
- para en la tierna carne y duros huessos.
- Siete horas y algo más eran passadas
- (como escrive Lemante), y no cessavan;
- antes, con más rabiosas cuchilladas,
- los poderosos braços descargavan.
- Viéronse aquellas armas encantadas
- que por algunas partes desmallavan (7),
- y no es mucho que ya fueran desechas,
- aunque estuvieran de diamantes hechas.
- Andava algo más floxa la batalla
- cerca de las diez horas que empeçaron,
- que al fin, como eran hombres, ya no se halla
- la fuerça y el vigor con que allí entraron.
- Cubierto el duro suelo está de malla
- que con los fuertes golpes destroçaron,
- y los robustos braços no podían
- levantarse otra vez si decendían.
- Pero la instable buelta de Fortuna,
- que entre los dos neutral se avía mostrado,
- quiso dar a entender ser sola ella una,
- poderosa a dar fama contra el hado,
- y que, quando no ay brío o fuerça alguna,
- suele esforçar el pecho desmayado,
- su voluntad haziendo en qualquier cosa
- por más y más que sea dificultosa.
- Assí, determinó que la donzella,
- que hasta entonces ha sido perseguida
- por el furioso influxo de su estrella
- (en contra y daño suyo encruelecida (8)),
- se declarasse agora en favor de ella,
- sin que aya fuerça humana que lo impida;
- pues era condición que el reyno fuesse
- de aquél que de valor más muestras diesse.
- Sucedió que, como ambos cavalleros
- fuessen su poco a poco desmayando,
- sin ser ya en dar los golpes tan ligeros
- (por ýrseles las fuerças afloxando),
- quisieron, como pláticos (9) guerreros,
- dexar de pelear, determinando
- de bolver, en cobrando algún aliento,
- al començado juego y rompimiento (10).
- Mas Fortuna, que sólo pretendía
- sacar al buen Sergesto victorioso,
- le dio nuevo coraje y osadía,
- brioso aliento y pecho fervoroso,
- y, con rara y no vista valentía,
- dando un ligero salto impetuoso,
- a toda priessa hiere (11) al gran Lucino
- que estava, en verle assí, fuera de tino (12),
- pero no pudo dar respuesta alguna,
- a lo menos de efeto (13), porque estava
- conjurada en su daño la Fortuna,
- que dexarle vencido ya ordenava.
- Rindióse el tolietrano a la importuna
- y fementida diosa (14) que allí andava,
- y assí, cayó a los pies del enemigo,
- vencido de Fortuna como digo.
- El animoso pecho de Sergesto
- mostró en esta sazón su gran nobleza,
- porque con un asalto algo modesto (15),
- el yelmo le quitó de la cabeça,
- y, abraçando al herido con un gesto
- manso, amigable y lleno de grandeza,
- le ayudó a levantar alegremente
- diziendo, que lo oyó toda la gente:
- "-No os vencí, ¡o gran Lucino!, sino el hado,
- que mi fuerça es tan poca con la vuestra,
- que pensaros herir era escusado
- si Fortuna no os fuera oy tan siniestra (16)."
- Lucino, que cuerdo era y avisado,
- le dixo: "-¡O buen Sergesto! Bien se muestra
- la generosa estirpe de a do vienes,
- pues tanta discreción y esfuerço tienes.
- Pero mientras gozare desta vida
- y el alma en mis entrañas estuviere,
- será tu voluntad agradecida
- mostrándolo en las obras que pudiere;
- tu poderosa mano, conocida
- quedará en quanto el Sol su luz nos diere.
- Defiende a Sacridea el año entero,
- que yo gusto de ser tu prisionero."
- Desta suerte, con términos afables,
- los dos fuertes guerreros se tratavan,
- y, con vivas razones amigables,
- la amistad venidera confirmavan;
- y los que, como tygres espantables (17)
- acabarse las vidas procuravan,
- están agora unidos de tal suerte,
- que no se olvidarán en vida o muerte.
- El rey y los demás fuertes guerreros,
- después ya que el combate fue acabado,
- acuden presurosos y ligeros
- a la anchurosa plaça y estacado,
- y sacando de allí los cavalleros
- los llevaron do estava ya aprestado
- un solene banquete, y donde estava
- la bella Sacridea que aguardava.
- La qual, con amoroso, afable gesto
- (aunque el roxo matiz algo incendido),
- dixo: "-No podré yo, galán Sergesto,
- olvidar la merced que he recebido.
- De oy más venga del mundo todo el resto,
- que si amparar queréys vos mi partido
- y en mi favor exercitar vuestra arte,
- no temeré al sangriento, fiero Marte."
- Sergesto (que la vida le robava
- con un bolver de sus gallardos ojos
- un no sé qué donayre que mostrava,
- con que el alma llevava por despojos),
- respondió que quien ánimo le dava,
- siendo el premio de todos sus enojos (18),
- era ella, y que por paga la pedía
- tratasse el alma bien que allá tenía.
- En aquestas razones amorosas
- los dos nuevos amantes estuvieron
- hasta que, en ricas mesas y abundosas,
- delicados manjares les sirvieron.
- Dexémoslos agora en estas cosas,
- que diremos después lo que hizieron,
- y digamos del fuerte Clarimante
- sólo aquello que al cuento es importante.
- Bien os acordaréys cómo llevado
- fue, por encantamento y trato ciego (19),
- al ignoto lugar no freqüentado
- (aunque para su bien de gran sossiego),
- del qual se levantó tan disgustado,
- que ardiendo en su ambicioso, vivo fuego,
- y formando del mundo y dioses queja
- estuvo hasta que habló a la sabia vieja,
- a la qual suplicó que le contasse
- la estirpe generosa que él tenía,
- con que el pecho cuydoso descansasse,
- pues todos los secretos conocía.
- La vieja respondió que la aguardasse,
- y entró por una puerta que allí avía.
- Y queriendo empeçar su honroso cuento,
- fue forçoso dexarlos en su assiento.
- Pero la coyuntura es ya llegada
- en que el sabio, gran mágico Lemante,
- descubre la prosapia señalada
- del gallardo, atrevido Clarimante.
- Agora es menester fuerça doblada,
- boz nueva, nuevo aliento con que cante
- la historia más oculta y prodigiosa
- que ha gozado hasta aquí de verso o prosa.
- Agora es menester atención nueva
- para la nueva, singular memoria,
- de heroycos cavalleros, cuya prueva
- da renombre immortal a nuestra historia.
- Mucho es que humana pluma assí se atreva
- a librar del olvido tanta gloria
- como se estenderá de aquí adelante,
- del roxo Oriente al negro mar de Atlante.
- Diré lo que el autor dexó apurado,
- traduziéndole todo llanamente (20)
- por ser un escritor tan afamado (21)
- que merece le escuche el más prudente.
- El qual dize que, aviendo suplicado
- Clarimante a la vieja que le cuente
- su linage y la tierra de adonde era,
- ella le respondió desta manera:
- "-No estimes en tan poco el largo cuento
- ni creas no ha de serme trabajoso,
- pues he de referirte tan de intento (22),
- tu célebre linage milagroso.
- Mas, por desengañarte (23), estáme atento,
- olvida el pensamiento congoxoso;
- verás que eres de aquellos que la Fama
- esparce por el orbe y los derrama.
- Y no merecerás menor memoria
- ni tu fama será menos parlera,
- si sólo pretendieres nombre y gloria,
- gloria que no se acabe en nuestra era.
- Al mundo quedará clara tu historia
- por siglos de los siglos duradera,
- y vivirás gran tiempo, si quisieres
- regirte por mi voto y pareceres.
- Pero aquesto dexando agora aparte
- (que después trataremos destas cosas),
- quiero en lo que has pedido contentarte,
- descubriéndote altezas espantosas (24).
- Trataré, sin mentir, de parte a parte,
- las historias más raras y famosas
- que a la immortalidad sacra ofrecieron,
- los hechos que los héroes emprendieron.
- En la dichosa Grecia afortunada
- huvo un rey memorable en gran manera.
- Éaco se dezía, y celebrada
- fue su mucha justicia por do quiera,
- tanto, que la infernal, suzia morada,
- rige del gran Plutón, porque como era
- tan justo estando vivo entre mortales,
- muerto juzga las almas infernales.
- Éste dexó un solo hijo, que Peleo
- nombró la antigüedad. Fue valeroso,
- cuyo ingenio dio muestras de un desseo
- admirable, magnánimo y famoso (25).
- Reynó en la fértil costa del Egeo,
- diestro en armas, en guerras venturoso,
- de la gente del reyno siempre amado
- y de los forasteros respetado.
- Andando por la orilla deleytosa
- del sossegado mar Peleo un día,
- vio a Tetis (que del mar es sacra diosa),
- con sus ninfas salir en compañía,
- y, enamorado della, no huvo cosa
- con que no la obligava y atraýa,
- hasta que vino en fin a posseella,
- y sugeta a Lucina se sintió ella (26).
- Dio al venturoso mundo aquel famoso
- Achiles (27), capitán cuya destreza,
- ánimo, esfuerço y pecho valeroso,
- levantaron su fama a tanta alteza.
- Y, si el ser bien hadado y venturoso
- ygualara al caudal de su grandeza,
- gozara de la máquina del mundo (28)
- sin que huviera jamás otro segundo (29).
- Mas estava dispuesto por los hados
- que si a la guerra contra Troya fuesse,
- los de Phrygia quedassen assolados,
- pero que Achiles, sin piedad, muriesse;
- y no yendo, los griegos destroçados
- fuessen y Achiles vida tal huviesse
- que con la de los dioses ygualasse
- y todo hombre mortal atrás dexasse.
- Al centauro Chyrón, desde pequeño,
- le entregaron por ayo y por maestro,
- el qual, con muestra y un trato halagüeño,
- le sacó en letras y armas docto y diestro.
- Después, Tetis cargó de un grave sueño
- al centauro, por ver si del siniestro
- ordenar de los hados libraría
- al mancebo que más que a sí quería.
- Y, estando ya del todo enagenado
- el viejo, llevó Tetis, sacra diosa,
- al magnánimo Achiles mal logrado
- a esconder en una isla deleytosa.
- A Licomedes, rey, se le ha entregado
- para que, en trage de donzella hermosa,
- entre sus mesmas hijas le ocultasse,
- con lo qual de yr a Troya se escapasse.
- Púdose bien hazer, que Achiles era
- de edad que aún los quinze años no tenía,
- de bello rostro y tal que, quien lo viera,
- juzgara que con Venus competía.
- Estuvo, pues, allí, desta manera,
- hasta que el falso Ulises vino un día
- y descubrió el secreto, y fue llevado
- al duro disponer del impío hado.
- Como él era mancebo de tal arte
- y entre las bellas damas siempre andava,
- vino a tener con Deidamía parte,
- hija del rey, a quien el griego amava.
- Y della salió al mundo un otro Marte
- como, en fin, de tal padre se esperava,
- a quien llamaron Pirro, que fue un hombre
- que ganó por su espada eterno nombre (30).
- Achiles, quando estava allá en la guerra,
- llevó a Briseyda, dama celebrada,
- que, en quanto el ancho mar abarca y cierra,
- por diosa de hermosura fue estimada (31) .
- Mas la Fortuna, que en un punto atierra (32)
- la suerte más subida y levantada,
- hizo que contra Achiles se indignasse
- Agamenón, y aquésta le quitasse.
- Privóle de su gusto y alegría,
- pero dissimuló como avisado
- y recibió en su abraço y compañía
- a Diomeda, gallarda en sumo grado (33).
- Hija era de Forbante, que tenía
- tanta copia y manadas de ganado
- (fuera de que era rey), que los criados
- apenas podían ser de alguien contados.
- Engendró de Diomeda a Polipeo,
- que se aventajó a Pirro en fortaleza.
- Éste heredó los reynos de Peleo,
- ganados por esfuerço y por destreza.
- Naciéronle seys hijos que yo creo
- aver tenido todos la grandeza
- de Achiles, si no fuera la ventura,
- en los favorecer, avara y dura.
- Pirro tuvo dos hijos señalados;
- uno dicho Agapenor, otro Almano,
- y estos fueron en Grecia muy nombrados,
- aunque la parca los segó temprano.
- Pero nueve hijos, todos esforçados,
- les dio a los dos el joven soberano (34),
- los quales, con desdichas que tuvieron,
- por la tierra y el mar se repartieron.
- Los hijos seys que agora os refería,
- de Polipeo todos seys nacidos,
- parecióles (35) que el reyno no podía
- sostener seys mancebos tan subidos,
- y assí, con gran denuedo y osadía,
- fueron por varias tierras divididos;
- mas, como ha tantos años que passaron,
- los unos de los otros se olvidaron.
- Has de saber, dichoso Clarimante,
- que Agapenor, de Pirro decendiente,
- tuvo por hijo al celebrado Atlante,
- y Atlante tuvo al valeroso Ufente;
- Ufente a Procas, Procas a Servante,
- y Servante a Menalio el excelente,
- y Menalio a Martelio, padre tuyo,
- con quien mi cuento por aquí concluyo.
- Agora has de saber que, aviendo guerra
- en la región Dircea (36), do reynava
- Menalio, la Fortuna dio por tierra
- con su reyno, con furia horrenda y brava.
- Vínose el gran Martelio a Inglaterra,
- y a la Encantada Selva (do morava
- tu madre), por oráculo divino,
- con immenso trabajo al cabo vino.
- Huvo en aquella tierra un rey famoso,
- llamado Cauro, mi marido y tío,
- tenido por valiente y animoso
- en qualquiera gran hecho y desafío.
- Tuvo un hijo y salióle el más medroso
- que se ha visto jamás, llamado Orgío;
- éste alcançó (37) una hija que en belleza
- venció el ingenio de Naturaleza.
- Yo, que en mágica (38) siempre me he ocupado,
- mirando de Paternia el concurrente (39),
- hallé que un cavallero aventajado
- avía de ser su hijo y decendiente;
- aunque terná contrario el duro hado,
- su fama llegará desde el Oriente
- hasta la escura parte y lugar donde,
- a las noches, el Sol su luz esconde.
- Y vine, por mi ciencia, a saber quando
- esta generación (40) se efetuaría.
- Por todas las estrellas aclarando
- la sazón de la dulce compañía,
- vine, al cabo, a sacar que, costeando (41),
- un príncipe famoso aquí vernía,
- de quien el alto fruto procediesse
- que el contorno del mundo esclareciesse.
- Al fin, vine a saber por ciencia cierta
- que era Martelio a quien guardado estava
- este divino punto y concurrencia (42),
- que tanto a mis designios importava.
- Mostrónoslo a la clara la experiencia,
- en los subidos hechos que él obrava,
- luego que estampó el pie en aquesta tierra,
- do avía a la sazón sangrienta guerra.
- Ganó esta gran montaña a espada pura,
- en que (43) (andando como antes yo sabía
- el dichoso ordenar de mi ventura,
- que en sólo mi Martelio consistía),
- despaché una serpiente horrible y dura
- que aquí me le truxesse el mesmo día;
- y teniéndole dentro este aposento,
- tuvo efeto mi honroso pensamiento,
- porque, entrando tu madre al mesmo instante,
- quedó de su hermosura aprisionado,
- buelto de fiero Marte en tierno amante,
- al imperio de Venus sugetado.
- Sólo tuvo Martelio a Clarimante,
- porque, como animoso y esforçado,
- no quiso a mis consejos arrimarse
- ni del estudio bélico (44) apartarse.
- Avía a esta sazón un gran guerrero,
- a la costa apartado desta tierra,
- (que fue dicho después el bravo Antero,
- que oy reyna en quanto el mar britano encierra),
- venturoso en seguir a Marte fiero,
- usado a dissensión y horrible guerra;
- y assí, con su valor y diestra ayrada,
- la monarchía isleña fue allanada.
- Tu padre provar quiso su ventura
- saliendo deste hermoso, oculto assiento,
- movido del furor de la honra pura
- y de un esclarecido pensamiento.
- Combatió pecho a pecho, ¡o suerte dura!,
- con el famoso Antero, mas no cuento
- el caso por sus puntos (45), por ser cosa
- a mi afligido pecho congoxosa.
- Concluyó, en fin, Antero, mano a mano,
- al triste padre tuyo, pero advierte
- que la bella Rosania y el tirano
- y fementido Amor te darán muerte,
- porque assí lo dispone el curso insano
- y precisso querer del hado y suerte;
- que quedes a sus tiernos pies rendido
- sin el premio alcançar apetecido.
- Mas si la aborrecieres, que posseas
- la fértil isla rica y ancho estado
- con toda aquella alteza que desseas,
- aunque por un espacio limitado.
- Impórtate la vida que me creas,
- viviendo sobre aviso y con cuydado,
- sin encuentros buscar ni más empresas
- de aquéllas en que tal reyno interesas.
- Oýdo has de tu padre y madre amada
- la historia y los sucessos que tuvieron;
- agora la verás, si assí te agrada,
- a quien ventura tal los cielos dieron (46).
- Mas, para que tu suerte prosperada
- llegue donde los hados dispusieron,
- conviene que te advierta de otra cosa
- no menos importante que gustosa.
- El príncipe Aridano, con Melante,
- Sarpedón, Bermodonte el Animoso,
- Elier y Moronte el Arrogante,
- Marpo y Liberio, príncipe famoso,
- Andúbar, cuya altura es de gigante,
- salen del mesmo tronco valeroso
- de donde tú procedes, aunque agora
- lexos el uno de otro vive y mora.
- Y no solos son estos los nacidos
- de aquel sacro principio y ramo griego,
- pero aun otros valientes y escogidos
- que seguirán tu parte a sangre y fuego.
- Todos agora andáys desconocidos
- con dañosa ignorancia y error ciego,
- mas yo lo emendaré con mi alta ciencia,
- poniendo entre vosotros diferencia (47).
- Porque otro insigne vando se levanta,
- de virtud suma y fortaleza rara,
- que el menos valeroso a mil espanta
- con su valiente pecho y diestra clara.
- ¡O amado Clarimante! ¡Y cómo quanta
- virtud tienes en armas ya la avara
- Fortuna va traçando se escurezca
- y a manos de un magnánimo fenezca!
- Pero vende tu vida caramente,
- que, si quieres seguir lo que te digo,
- harás que el más famoso y más valiente
- se precie de tenerte por su amigo;
- sé franco, dadivoso, diligente,
- llano, afable, de insultos enemigo,
- haz a todos plazer, a nadie ofendas,
- préciate de tomar justas contiendas.
- Y con esto serás el más amado
- de quantos ay de Oriente al negro ocaso,
- por famoso en el mundo celebrado,
- que en dilatar tu honor no será escaso;
- a todos serás puesto por dechado
- y esclarecido exemplo a cada passo,
- nivelándose (48) en ti los valerosos
- quando vengan a ser más poderosos.
- Conocerás el vando de tu parte
- en la divisa de su escudo fuerte,
- llevando por su enseña el fiero Marte,
- un león que a una sierpe da la muerte;
- encima del león, con la mesma arte,
- un fénix se verá como que vierte
- sobre el león ufano y victorioso,
- de admirable riqueza un río copioso.
- Achiles, en su escudo, siempre usava
- del fénix como fénix en el mundo (49),
- y Pirro, que en sus obras lo imitava
- sin conocer a nadie por segundo (50),
- un león que a una sierpe destroçava,
- en lo qual, al presente, yo me fundo
- para os dar por divisa lo que usaron
- los valerosos dos que os engendraron.
- Assí, que donde quiera que esculpidas
- vieres estas empressas (51) misteriosas,
- serán siempre de ti reconocidas
- con obras y palabras generosas,
- las quales te darán presas, rendidas,
- las libres voluntades desdeñosas,
- y humanas las verás, por tu provecho,
- ofrecer a la muerte osado pecho.
- El nuevo opuesto vando, que dezía
- que se levanta agora, trae pintada
- un águila caudal (52), la qual querría
- ver en tierra y de todo el mundo hollada,
- y que, con vuestro esfuerço y valentía,
- fuesse a diestro y siniestro maltratada,
- aunque os puedo jurar que quien la lleva
- es gente de admirable y rara prueva.
- Veis aquí, nieto mío, declarado
- el divino linage de quien eres,
- y pues es tan subido y levantado,
- te conviene emprender quanto pudieres.
- Agora, con esfuerço y pecho osado,
- si seguir mi consejo y voto quieres,
- has de hazer un camino y gran jornada
- en que tu illustre fama sea doblada.
- En ella encontrarás con mil guerreros
- que ofrezcan su valor por defenderte,
- dado que avrá también aventureros
- que empleen su potencia en ofenderte.
- Mas, entre tan famosos cavalleros,
- ninguno encontrarás tan bravo y fuerte
- que te pueda oprimir con maña o arte,
- aunque venga el furioso, ayrado Marte.
- Una cosa me ofende y me amedrenta,
- que es ver que no podré con mi alta ciencia
- librarte de un peligro y grande afrenta,
- porque me hazen los hados resistencia.
- Ni Menala, que es maga de gran cuenta,
- de suma discreción y alta experiencia,
- apenas halla modo con que pueda
- echar un clavo a la inconstante rueda (53).
- Que, aviéndote amparado y defendido
- en trances de importancia y peligrosos,
- agora le es vedado y prohïbido
- por los dioses avaros, rigurosos.
- Y, aunque de ambas serás favorecido
- en peligros y en riesgos trabajosos,
- será sólo en curarte y darte aliento
- con armas, provisiones y sustento.
- En lo demás, ¡o suerte atroz y dura!,
- No se permite amparo ni ay maraña,
- que sólo el vivo esfuerço y virtud pura
- darán a cúya (54) fuere la campaña.
- Y, aunque de tu valor estoy segura
- (si no es que, en daño tuyo Amor me engaña),
- temo mucho a la ciega, injusta diosa,
- que es boltaria (55), inconstante y alevosa.
- Pero no te acovardes, ten buen pecho,
- no rindas tu esperança a tales cosas,
- que en el dificultoso y célebre hecho
- se conocen las manos valerosas.
- Y quando estés en más dudoso estrecho,
- pon la vista del alma en las famosas
- empresas que acabaron tus passados,
- con que fueron por dioses reputados,
- las quales te darán devido aliento
- y fácil dexarán lo más dudoso,
- porque al ánimo de honras avariento,
- nada le es impossible ni espantoso.
- Esto es, ¡o Clarimante!, lo que siento;
- réstate que, con pecho valeroso,
- mostrando de tu sangre la excelencia,
- hagas a tu fortuna resistencia."
- Aquí acabó, dexando embelesado
- al animoso joven con la historia;
- por una parte, alegre y confiado,
- viendo de sus passados la alta gloria;
- por otra parte, en parte lastimado,
- por averle traýdo a la memoria
- los estraños sucessos y aventuras,
- encuentros, trances, suertes, desventuras.
- Huélgase de venir de donde viene,
- del fuerte Achiles, griego valeroso,
- en que ocupa, deleyta y entretiene
- el coraçón, de empresas ambicioso;
- y, viendo quánto importa y le conviene
- corresponder con hechos de animoso
- al valor de su padre y alta fama,
- se enciende, anima, exorta, incita, inflama.
- Gózase por ser rey de Inglaterra,
- mas el cómo no alcança, porque advierte
- que el valeroso Antero es muy de guerra
- y tiene cavalleros de gran suerte:
- vee llena de guerreros la ancha tierra,
- que dellos el menor es diestro y fuerte,
- y seguirán al rey y su vandera
- en disfavor y en contra de quienquiera.
- Aunque más le congoxa y le atormenta
- la gracia de Rosania y su hermosura,
- porque el fogoso ardor más se acrecienta
- quanto más se dilata su ventura.
- Pero la astuta maga a cuya cuenta
- está puesto el remedio y grave cura,
- le dixo: "-No te cause pena alguna
- sucesso, caso (56), amor, tiempo, fortuna."
- Abrióse a esta sazón el aposento
- y quatro damas por la puerta entraron,
- todas de singular merecimiento,
- que al belicoso joven saludaron.
- Truxéronle aderezos, y al momento,
- a se vestir, alegres le ayudaron,
- passando algunas pláticas entre ellas
- qual usan con galanes damas bellas.
- También la buena vieja los terciava (57)
- (que no era poco diestra en el oficio),
- a quien el moço ya en estremo amava
- sin punto de ficción ni de artificio.
- Mas, ya que el roxo Apolo se apartava
- del oriental palacio y bello quicio (58),
- salieron del oculto encerramiento
- a ver aquel lugar de encantamento.
- No quiero referiros su hermosura,
- que algún tiempo verná en que lo contemos,
- quando llegue a tratar nuestra escritura
- de un sucesso infeliz que aquí veremos.
- Digo que fue a una torre, cuya altura
- a las nuves tocavan sus estremos,
- donde su viuda madre está encantada
- de altas ninfas servida y adorada.
- Entrando Clarimante, sonó luego
- una música acorde, y melodía,
- y, con maduro peso (59) y gran sossiego,
- la madre a recebirle se ofrecía (60).
- El gusto de los dos y el vivo fuego
- que en las entrañas de ambos discurría,
- no se puede abarcar en larga historia,
- aunque es cosa entre amantes bien notoria.
- Estuvo en este sitio algunos días,
- tomando con su madre gran contento
- en fiestas, juegos y otras alegrías
- que, por no ser prolixo, no las cuento.
- La agüela, que sabía las profecías,
- el futuro ordenar y acaecimiento,
- delante de Partenia y de su hijo
- grandes cosas habló, y al cabo dijo:
- "-Venturoso y valiente Clarimante:
- ya es tiempo de partir de aquesta tierra,
- para que la parlera fama cante
- el celestial valor que en ti se encierra.
- Sucesso ni aventura no te espante,
- que, aunque muevan los hados cruda guerra,
- no podrán acabarte en largos años,
- pero podrán hazerte algunos daños.
- Beve (61) aqueste licor." Y él lo hizo luego,
- quedando del amor algo olvidado,
- y medio muerto el crudo y vivo fuego
- que Rosania en su pecho avía causado.
- "-¿No ves -dixo la vieja-, que eras ciego,
- y cómo tu juÿzio te he tornado?
- Pues en esto verás lo que hiziera
- si el poderoso Jove (62) lo quisiera.
- Y si, para tu fama te importara,
- no salir deste oculto alojamiento,
- con gran facilidad lo remediara
- atendiendo a tu vida y mi contento.
- Pero, si assí lo hiziera, no mirara
- a tu honroso, altanero pensamiento
- ni a la fama y renombre que te espera,
- en mil siglos y edades duradera.
- Porque, con la destreza de tu espada,
- has de immortalizar la sangre mía,
- la qual tanto será más estimada
- quanto fuere mayor tu valentía.
- Vamos a la alta torre, si te agrada,
- donde está mi aposento y la armería,
- y daréte unas armas, las mejores
- que jamás se vistieron guerreadores."
- Fueron los tres al sitio donde estava
- gran copia de armadura milagrosa,
- que de sí un resplandor y luz echava
- qual suele en noche escura dar la diosa (63).
- Clarimante los ojos empleava
- en mirar cada pieça y cada cosa,
- y todas le agradavan, sin que huviesse
- ninguna que los ojos no le hinchiesse (64).
- Qual suele caminante en el estío
- entrar por la floresta, que sembrada
- está de varias flores, do el rocío
- cada olorosa flor tiene bordada,
- que, llegando al lugar fresco y sombrío,
- este sitio y aquél tanto le agrada
- que no sabe escoger, y va gran trecho
- de uno en otro engañando el lasso pecho;
- o qual, quien coge fruta, le acaece
- que cada pieça de ella le combida,
- y luego, en la teniendo, le parece
- que es la que queda allá más escogida (65),
- y, quando tiene ya la que apetece,
- la otra se le antoja más crecida;
- assí la toma, dexa y manosea
- sin se determinar quál mejor sea;
- sucedió no de otra arte al valeroso
- y arrogante guerrero en la armería,
- do tanto peto y yelmo tan costoso,
- y donde diferencia tanta avía,
- que andava con la vista codicioso,
- rodeando y loando quanto vía
- sin saber escoger de todas ellas
- las más a su provecho o las más bellas.
- Mas, viéndole la agüela tan burlado (66)
- en la justa elección de su armadura,
- le dixo: "-Clarimante: yo he mirado
- a la disposición de tu ventura,
- y assí, por muchos años he guardado
- unas hermosas armas, cuya hechura
- no es, a mi parecer, menos costosa,
- que admirable su traça y que vistosa.
- Éstas son las que digo -señalando
- a la siniestra mano-, que prometo
- que en quanto el gran planeta va cercando (67),
- jamás temple (68) se ha visto más perfeto.
- Fabricólas el dios Vulcano (69), quando
- Agamenón mostró poco respeto
- al griego Achiles en quitarle aquélla
- que era su único sol y clara estrella (70).
- Y, aviéndose a su flota retirado,
- juró no pelear con su enemigo
- aunque el griego quedasse destroçado
- en manos del troyano, y sin abrigo (71).
- Pero viendo a Patroclo desmembrado,
- que era su familiar y dulce amigo,
- quiso, en vengança suya y por su causa,
- que hiziesse el juramento y rencor pausa (72).
- Mas armas le faltavan, que el troyano
- Héctor se las quitó a Patroclo muerto,
- y assí, otras pidió Tetis a Vulcano
- en que mostrasse bien su ingenio experto.
- Fabricólas con diestra y sacra mano
- y, puedes, nieto mío, estar bien cierto,
- que nunca otras forjó que aquí llegassen,
- ni en arte ni en valor las ygualassen.
- Después, de mano en mano decendieron
- hasta que yo las huve por ventura,
- porque en cierta ocasión las escondieron
- en una gran caverna y cueva escura.
- Y, pues que para Achiles se hizieron,
- no es mucho tú gozar la coyuntura (73)
- como pariente suyo y decendiente,
- y de los de su cepa el más valiente.
- Su escudo falta sólo, que guardado
- está para otro joven valeroso.
- Mas éste que ganaste en estacado
- a Corimbato, príncipe famoso,
- es perfeto, admirable y estremado,
- y más con este espejo artificioso
- donde verás no sólo los engaños,
- mas reparos también de immensos daños.
- No he querido quitarle su pintura,
- sino sólo añadirle tu divisa,
- porque es maravillosa su hechura
- y la causa común está indecisa."
- ¡O vieja, ya deliras (pues la dura
- suerte del ciego joven huella y pisa
- su sagrado valor y heroyca vida),
- siendo, en darle este escudo, su homicida,
- porque, aunque penetraste (74) el mal sucesso,
- no alcançaste la causa, y desta suerte
- cerraste la sentencia y el processo
- que al joven condenava a dura muerte.
- Abiva tu sentido y cobra el seso,
- al venidero daño y mal advierte;
- que no es justo tener tanta ignorancia
- en cosa tan de tomo y de importancia.
- Pero dexemos esto, y adelante
- llevemos nuestra historia començada.
- Digo, pues, que fue armado Clarimante
- de arnés vistoso y singular celada;
- púsose, poco a poco, lo restante,
- sin llevar parte alguna desarmada,
- quedando tan ufano y jactancioso
- como en la quinta esfera el sanguinoso. (75)
- Sacaron a Frisel (que fue traýdo
- con el mesmo guerrero al hondo assiento (76)),
- de vistosos jaezes guarnecido,
- con un rico y bordado paramento (77).
- Y, abraçando a su madre y despedido,
- queriendo con ayroso movimiento
- partirse, la gran dueña al joven fuerte
- le començó a dezir de aquesta suerte:
- "-Toma este rico anillo, en quien se encierra
- tal virtud, que si estás ya fatigado
- del penoso bullicio de la guerra,
- te bolverá animoso y alentado.
- Pornástele en la boca; que en la tierra
- no ay otro tan famoso y tan provado.
- Pero temo (y con causa), que de necio
- le has de dar a una dama en poco precio.
- Toma aqueste puñal, que no avrá cosa
- que de punta no rompa, aunque más dura,
- si no fuere encantada o prodigiosa
- o tenga mágica arte y compostura.
- Toma esta hermosa vanda milagrosa,
- que, aplicada a la llaga o cortadura,
- la mitiga el dolor, la aprieta y sana,
- cuya gracia y virtud es más que humana.
- Seguirás el camino que este enano
- te enseñare, y no temas cosa alguna,
- sino, con animosa, osada mano,
- procura contrastar tu ruyn fortuna.
- Acompáñete, ¡o nieto!, el Soberano
- mejorando la suerte, que importuna
- te amenaza y aguarda, y déte aliento
- para alcançar tu honroso pensamiento."
- Con esto se partió ya consolado,
- llevando el tosco enano por su guía.
- Pero, quédense aquí, que estoy penado
- de ver lo que a la dama acaecía
- que de aquella floresta y fresco prado,
- mientras el bravo Sarpe combatía,
- la llevaron los dos. Mas dicho he tanto,
- que será bien dexarlo a estotro canto.
- CANTO VII
NOTAS
(1) paradero: "metaphóricamente se toma por el fin o término de alguna cosa" (Aut.).
(2) presupuesto: "usado como substantivo se toma por el motivo, causa o pretexto con que se executa alguna cosa" (Aut.).
(3) Se refiere a la trompa que anuncia el comienzo del combate, citada arriba, en el verso 26.
(4) El fuego que sale de los yelmos parece subir al cielo, "su esfera", pues allí se junta con el del Sol.
(5) subiendo la cólera de punto: alcanzando un estado de cólera más elevado. Aut. señala que punto es "el estado actual de qualquier especie o negocio, y assí se dice: llegó a tal punto la disputa".
(6) defender: "vale vedar" (Cov.). DRAE incluye también "impedir, estorbar".
(7) desmallar: "cortar la malla cuando a la espada fina y a la fortaleza del brazo no puede resistir la malla de que va vestido el contrario" (Cov.). Vid. nota a II, v. 187.
(8) encruelecer: "instigar, fomentar y encender a uno en crueldad" (Aut.).
(9) plático: "el diestro en decir o hacer alguna cosa por la experiencia que tiene, como soldado plático" (Cov.).
(10) rompimiento: "desaveniencia" (sic). (Cov.).
(11) El anacoluto dificulta la comprensión de estos versos, en los que el sujeto es Sergesto y no la fortuna, como puede llegar a entenderse.
(12) sacar de tino: "phrase que fuera del sentido recto, que es atolondrar a alguno con golpe o porrazo, vale analógicamente aturdirle o confundirle con alguna especie o razón, que se le persuade o impressiona" (Aut.).
(13) efeto: 'efecto', "vale también aprecio, calidad, ser y estimación" (Aut.). Los golpes de Lucino eran poco efectivos, de poca calidad o fuerza.
(14) Se refiere a la diosa Fortuna, a quien califica de fementida tal vez por su inconstancia, que le hace quebrantar continuamente (y de manera figurada) su palabra, al no mantenerse firme en nada.
(15) modesto: cabe entender aquí que el asalto fue muy comedido, casi un roce sueve para quitarle el yelmo, según se desprende de la primera acepción que recoge Aut.: "templado y moderado en sus acciones y deseos, contenido en los límites de su estado".
(16) siniestro: "se toma también por viciado, aviesso o mal intencionado" (Aut.).
(17) espantable: "el que pone espanto" (Cov., s. v. espantar).
(18) enojo: "significaba en lo antiguo agravio, injuria, ofensa, daño" (Aut.).
(19) Figuradamente se refiere a los propios encantamientos, realizados con ceguera, es decir, sin mucha reflexión.
(20) llanamente: "con lisura, claridad y verdad" (Aut.).
(21) Martínez se acoge aquí al tópico del escritor famoso y sabio que ha escrito previamente la obra. Sobre este tema, vid. el estudio preliminar, sobre todo los apartados 4.3.1. y 7.1.
(22) Con intención clara.
(23) desengañar: "hablar claro, porque no conciban una cosa por otra" (Cov.).
(24) espantoso: "vale también maravilloso, digno de assombro y admiración" (Aut.).
(25) Éaco fue, en efecto, el juez de los infiernos. Era hijo de Zeus y de la ninfa Egina y, al contrario de lo que afirma Martínez, tuvo tres hijos: Peleo y Telamón con Endéis, y Foco con la nereida Psámate. Su fama de hombre justo le viene porque castigó sin miramientos a sus dos primero hijos tras enterarse de que estos, envidiosos, habían matado a Foco.
(26) Peleo fue elegido por los dioses para que se casara con la nereida Tetis (a la que pretendían Zeus y Poseidón), pues se profetizó que de ella nacería un hijo más poderoso que su padre. Despechada y ofendida por su matrimonio con un mortal, Tetis esquivaba a Peleo, quien se vio obligado a poseerla por la fuerza, tal y como leemos en estos versos. Aconsejado por el centauro Quirón, Peleo acechó a Tetis y la asaltó cuando dormía la siesta sobre un delfín. Las sucesivas metamorfosis de la ninfa (fuego, viento, tigre, serpiente, etc.) fueron insuficientes y finalmente se rindió. De esta relación nació Aquiles. Lucina era la diosa de los partos.
(27) Aquiles, héroe homérico de la Ilíada, hijo de Peleo y Tetis.
(28) máquina: 'máchina', "se llama también un todo compuesto artificiosamente de muchas partes heterogéneas, con cierta disposición que las mueve u ordena, por cuya semejanza se llama assí el universo" (Aut.).
(29) Nunca habría otro como él.
(30) Los versos 329-368 relatan la historia mitológica de Aquiles. Criado por el centauro Quirón a instancias de Tetis, fue llevado posteriormente por ésta a la corte de Licomedes (en la isla de Esciros) para evitar que se cumpliera la profecía, según la cual Aquiles moriría en las guerras de Troya. Ulises llegó a la corte de Licomedes disfrazado de mercader (de ahí que Martínez le llame "el falso Ulises") y descubrió a Aquiles, que se encontraba vestido de mujer entre las hijas del rey para evitar ser reconocido. El astuto Ulises mezcló unas armas con las mercancías que llevaba (básicamente joyas) y el oculto héroe sólo prestó atención a aquéllas, lo que, según algunas versiones, lo delató. En su estancia en la corte de Licomedes, Aquiles mantuvo amores con una hija de aquél, Deidamía, de la que nació Pirro.
(31) Briseida era hija de Brises, sacerdote de Apolo. Aquiles se la llevó consigo tras saquear la ciudad de Lirneso y matar a sus hermanos y a su padre. En los primeros compases de la Ilíada se relata cómo Agamenón, para resarcirse de la pérdida de su esclava Criseida, reclamada por su padre, se lleva a Briseida de las manos de Aquiles, provocando la cólera de éste, que, como es sabido, supone uno de los puntos de partida del poema de Homero.
(32) aterrar: "echar por tierra" (Cov.).
(33) Diomeda no figura entre las mujeres con las que Aquiles mantiene relaciones. A partir de aquí, Martínez se inventa a los descendientes del egregio guerrero, dándoles a veces nombres que sí son localizables en la mitología clásica, como Forbante, Atlante y Agapenor, pero que no pertenecen al entorno familiar de Aquiles. El resto son creaciones del poeta. Vid. el apartado 3.1. del estudio preliminar.
(34) Sin duda se trata de un error del componedor del texto y habría que decir mejor "el Jove soberano", es decir, Júpiter.
(35) Se produce un anacoluto al construir como sujeto la expresión "los hijos seys", en lugar de como complemento indirecto repetido por el pronombre enclítico 'les'. La construcción correcta sería: "a los hijos seys..."
(36) Probablemente se trate de Tebas, pues los naturales de allí son denominados dirceos, tal vez por Dirce, esposa del rey de Tebas, Lico.
(37) alcançar: 'alcanzar', "metaphóricamente vale lo mismo que tener, conseguir, posseer o gozar" (Aut.).
(38) mágica: se trata de un adjetivo al que le falta el sustantivo al que califica, tal vez 'ciencia' o 'arte'.
(39) concurrente: "el que concurre y se halla en alguna parte con otros o pretende juntamente con otros alguna dignidad, cáthedra, oficio, empleo, etc." (Aut.). Aquí se refiere al caballero que había de ser marido de Paternia y, por lo tanto, padre de Clarimante.
(40) generación: "la producción de un viviente de otro viviente, semejantes en la naturaleza, de materia supuesta, a diferencia de la creación" (Aut.).
(41) costear: "ir el navío u embarcación navegando cerca de tierra, a la orilla del mar" (Aut.).
(42) Vid. supra, nota 39.
(43) El antecedente de este relativo es 'montaña'. La expresión "a espada pura" indica el valor de Martelio que, sólo ayudado por su espada, conquistó la mencionada montaña.
(44) estudio bélico: parece referirse a que Martelio tenía una dedicación casi devota a los asuntos bélicos, según se desprende de la siguiente acepción de estudio que recoge Aut.: "vale assimismo diligencia, cuidado, atención, reflexión, reparo en hacer y procurar alguna cosa".
(45) Hemos de entender 'por extenso', narrando cada uno de los puntos que conforman el relato.
(46) Se refiere aquí a la madre de Clarimante, citada en el verso 505.
(47) Si entendemos desconocido como "dissimulado u disfrazado para que no le conozcan" (Aut.), podríamos decir que lo que pretende la maga es dejar palpables las diferencias que individualizan a los guerreros, para que dejen de andar "desconocidos".
(48) nivelar: "metaphóricamente vale observar igualdad o equidad en lo que se executa" (Aut.).
(49) Alude al carácter irrepetible de la grandeza de Aquiles que, como el ave fénix, era único en el mundo, sin igual.
(50) Es decir; nadie podía reconocerse como seguidor o segundo de Pirro, pues, como antes su padre, no tenía parangón con ningún otro guerrero, no había nadie que se le acercase en grandeza.
(51) empressa: 'empresa', "cierto símbolo o figura enigmática, hecha con particular fin, enderezada a conseguir lo que se va a pretender y conquistar o mostrar su valor y ánimo" (Cov.). De ahí que "los caballeros andantes acostumbraban pintar en sus escudos, recamar en sus sobrevestes estos designios y sus particulares intentos" (ibídem).
(52) águila caudal: "o real, la que tiene la pluma rubia encendida, semejante al color del león" (Aut.).
(53) Echar un clavo con la intención de detener el eterno girar de la rueda de la Fortuna, clavarla para dejarla fija.
(54) cúya: tiene aquí un valor cercano al interrogativo, casi como una interrogativa indirecta, pues no se sabe bien a quién pertenecerá la 'campaña'. De ahí que debamos entenderlo como un pronombre interrogativo que, según DRAE, posee "variación también de género y número", como si preguntara "¿cúya es la campaña?"
(55) boltaria: Cov., "voltario, el que fácilmente se muda de una opinión a otra" (s. v. 'volver'). La diosa aquí mencionada es, una vez más, la Fortuna.
(56) caso: "todo lo que sucede sin prevención de temor o esperanza dello" (Cov.).
(57) terciar: "vale assimismo hacer tercio, tomar parte igual en la acción de otros" (Aut.). Entendemos que la vieja contribuye a vestir y aderezar a Clarimante en colaboración con él mismo y con las bellas damas.
(58) Empezaba a amanecer.
(59) Parece una errata evidente por 'paso'.
(60) ofrecerse: "vale también entregarse voluntariamente a otro para executar lo que quisiere" (Aut.). Fontecha recoge un ejemplo de Cervantes con el significado aquí aplicable de 'brindarse'.
(61) Se desliza aquí una errata subsanada en la corrección de pruebas, lo que origina dos estados que afectan al cuadernillo en el que se incluye. Así, algunos ejemplares recogen la palabra con la 'B' inicial invertida. Es el caso de BPT1, BNM2, RAE, Munich o Boston, entre otros.
(62) Júpiter.
(63) La diosa de la noche, Selene, la Luna.
(64) henchir el ojo: "henchir el ojo una cosa, haber dado contento" (Cov.).
(65) escogido: "lo mejor de su género" (Cov.).
(66) burlar: "significa también engañar a alguno o frustrarle sus designios" (Aut.). Cabe entender aquí que Clarimante se encontraba un tanto frustrado, como perdido, al no saber qué armas escoger.
(67) En todo el mundo, pues "el gran planeta" es el Sol que va dando vueltas ('cercando') a la Tierra, según la concepción medieval.
(68) temple: "el punto que se da y fineza a las armas" (Cov.).
(69) Dios romano del fuego, equivalente al griego Hefestos. El episodio de la fabricación de las armas de Aquiles se encuentra narrado al final del canto XVIII de la Ilíada, tras la muerte de Patroclo, cuando el héroe decide abandonar su cólera. En los versos siguientes se hace un esquema, a grandes rasgos, de la acción principal del poema homérico.
(70) Se refiere a Briseida, cuyo rapto provocó la cólera de Aquiles.
(71) abrigo: "vale reparo contra las inclemencias del cielo, particularmente contra el frío" (Cov.). Alude metafóricamente a que los griegos quedan desprotegidos sin su ayuda.
(72) Aquiles, al ver a su querido Patroclo muerto a manos de Héctor, dejó de lado el enfado que le había causado el robo de Briseida. Rompe su juramento de no participar en los combates y abandona la cólera.
(73) Forzada construcción de infinitivo sustituta, por exigencias de la rima y del verso, de la más adecuada: "no es mucho que tú goces la coyuntura", es decir que no es excesivo pretender que Clarimante disfrute de las armas que fueron de Aquiles, su antepasado.
(74) penetrar: "metaphóricamente vale alcanzar con el discurso u comprehender con agudeza alguna cosa oculta u dificultosa o el interior de alguno" (Aut.).
(75) Al margen de este verso, en el original, se anota la palabra Marte, a quien alude la frase. La referencia a "la quinta esfera" tiene que ver con el planeta Marte y con el cielo ('esfera'). Le llama 'sanguinoso' por ser el dios romano de la guerra.
(76) La Selva Encantada en la que se sitúa este pasaje.
(77) paramento: "adorno u atavío con que se cubre alguna cosa" (Aut.).