TIRANTE EL BLANCO A LA ZAGA DE AMADÍS DE GAULA
Rafael Ramos
Universidad de Gerona
Pero Pérez, el sacerdote amigo de don Quijote,
decía al hablar del Amadís de Gaula que
<<este libro fue el primero de caballerías
que se imprimió en España>>. Frecuentemente
se ha señalado que esta observación es
incorrecta, pues no fue el primer libro de caballerías
autóctono publicado en la Península.
La primera edición conservada es de 1508, y
el cotejo de las impresiones más antiguas nos
permiten suponer que hubo otra, hoy perdida, hacia
1496. Pero, antes que Amadís, habría
que nombrar a Tirant lo Blanc, dado ya al molde en
Valencia en 1490 y otra vez en Barcelona en 1497. Cervantes,
sin embargo, confundido por la traducción castellana
del Tirant impresa en Valladolid en 1511, que se presentaba
como texto original de autor anónimo y no como
traducción del catalán, creía
firmemente en lo que decía. Sin duda, los lectores
de su época lo tomaron por cierto. Y el caso
es que acertaba hasta extremos que todavía no
se han tenido en cuenta.
En efecto, Amadís de Gaula era para Miguel
de Cervantes el primero de su género que se
había impreso, el <<dogmatizador de una
secta>> literaria, la de los libros de caballerías
que se habían impreso y leído en toda
Europa a lo largo del siglo XVI, el modelo del que
<<todos los demás han tomado principio
y origen>>. Sin embargo, nunca se ha señalado
que esta influencia se extendió incluso a aquellas
obras que ya existían con anterioridad como
Tirant lo Blanc. Por supuesto, ese influjo no se pudo
materializar sobre el argumento fcomo sabemos que ocurrió
con libros posterioresf, pero sí sobre un aspecto
que frecuentemente suele descuidarse en el estudio
de estas obras: su impresión.
Desde la portada, la traducción castellana del
Tirant, Tirante el Blanco impresa por Diego de Gumiel
en Valladolid en 1511 (fig. 1), demuestra a las claras
la influencia del Amadís de Gaula. Si la comparamos
con la del Amadís de George Coci impreso en
Zaragoza en 1508 (fig. 2), la más antigua de
las ediciones conservadas, observaremos una buena cantidad
de similitudes. Así, el arnés de los
caballeros, en todas sus piezas (del bacinete a la
greba), y el de los caballos es idéntico; reparemos,
incluso, en detalles tan nimios como los remaches del
quijote y el brazal, el umbo de los escudos; la lomera
rematada, la sotacola y el petral del caballo; la postura
de ambos, caballo y caballero, en todos sus detalles,
es la misma; el paisaje que atraviesan fcon la excepción
de la ciudad que se ve en el Tirante justo donde, aplicando
el modelo del Amadís, quedaría un huecof
también es muy similar, con sus piedras y su
lanza rota. Incluso la filacteria con el nombre de
los caballeros (en ambos casos, con la espada sobrepuesta)
y el título que hay bajo los grabados son casi
iguales: <<Los cinco libros del... cavallero
Tirante el Blanco>>, <<Los quatro libros
del... cavallero Amadís de Gaula>>. Todo
hace pensar que, con el material que tenía a
mano, Diego de Gumiel imitó lo más fielmente
que pudo la portada del Amadís de Zaragoza.
Su remedo, sin embargo, adolece de una cierta rigidez,
patente sobre todo en la figura del caballo.
Sin embargo, no se trataría de un caso aislado.
Ese distribución y grabado de la portada se
convirtió en un verdadero modelo para los impresores
de libros de caballerías y textos afines (crónicas
medievales, romances y relatos cortos caballerescos),
que la imitaron repetidas veces a lo largo del siglo
XVI. Son innumerables las portadas que reproducen un
caballero armado que sostiene una espada en posición
vertical sobre su cabeza. A falta de filacteria, siempre
se puede llenar el hueco de la izquierda con un tupido
penacho de plumas. El caballo, mientras tanto, realiza
una corveta. Varían algunos detalles entre las
diferentes ilustraciones pero, por encima de ello,
todas muestran un innegable aire de familia (véanse
los ejemplos de las figs. 3 y 4, que se podrían
multiplicar fácilmente). Incluso la Doctrina
del arte de la caballería de Juan Quixada de
Reayo (Pedro de Castro, Medina del Campo, 1548) trasluce
a las claras su modelo cuarenta años después
de la edición zaragozana, aunque la desaparición
de la filacteria y el horror al vacía de su
autor la enmascaraban parcialmente (fig. 5). En efecto,
cuesta un poco ver al caballero entre la villa fortificada
de la derecha y las flores de la izquierda con que
se han llenado todos los huecos. Sin embargo, basta
un rápido vistazo a cualquiera de los detalles
de su arnés para comprobar que reproduce, pieza
por pieza, el de su modelo. Incluso el escudo de Amadís
en la edición de Zaragoza aparece toscamente
reproducido en su imitación medinense. No es
menor la imitación en el caballo, aunque tosca,
pues se copian hasta los labrados, adornos y remates
de los arreos.
Pero volvamos sobre el Tirante castellano. También
es posible que la división en cinco libros con
que aparece el Tirante castellano, inexistente en su
versión original, sea una imitación de
los cinco libros del Amadís: los cuatro iniciales
más el quinto, Las sergas de Esplandián,
donde acaban las aventuras de los anteriores. Además,
justo cuando en la versión castellana se inician
las aventuras de Tirante en Constantinopla hay un nuevo
prólogo, de igual manera que un prólogo
especial antecedía a los libros IV y V de Amadís
de Gaula, centrados, en efecto, en las andanzas de
los protagonistas por el Imperio de Oriente. ¿Casualidad?
Continuando por ahí nuestras pesquisas, ya no
puede extrañarnos que si en el prólogo
del Amadís se mencionaba la conquista de Granada
como un acontecimiento reciente digno de renombre y
comparable a los grandes hechos de la Antigüedad
(<<Si en el tiempo destos oradores, que más
en las cosas de fama que de interesse ocupavan sus
juizios y fatigavan sus spíritus, acaesciera
aquella santa conquista ... del reino de Granada, !cuántas
flores, cuántas rosas en ella por ellos fueran
sembradas!>>), eso mismo se haga en este nuevo
prólogo del Tirante (<<Dexadas las ystorias,
que están llenas de semejantes exemplos, vimos
por experiencia ... que muchos cavalleros por servicio
de las damas hizieron grandes hechos en armas, que
parecían imposibles, en la conquista de Granada>>).
Así las cosas, parece evidente que la versión
castellana del Tirant, impresa en en 1511 aparece a
la sombra de Amadís de Gaula y, más concretamente,
que su portada viene de la edición zaragozana
de 1508, siguiendo una estela que su impresor sabe
fructífera y que, como hemos visto, llenaría
las portadas de buena parte de los libros de caballerías
del siglo XVI. De esta manera, pues, las palabras de
Pero Pérez con que abríamos este estudio
se revelan totalmente ciertas: todos los libros de
caballerías imitaron al Amadís de Gaula,
incluso los que se habían publicado antes que
él. Ya que no pudo influir sobre su argumento,
lo hizo sobre su portada y su impresión.
Fig. 1
Tirante el Blanco (Diego de Gumiel, Valladolid, 1511)
Fig. 2
Amadís de Gaula (George Coci, Zaragoza, 1508)
Fig. 3
Pero López de Ayala, Crónica del rey don
Pedro de Castilla (Juan Cromberger, Sevilla, 1542)
Cirongilio de Tracia (Jacome Cromberger, Sevilla, 1545)
Amadís de Gaula (Juan de Villaquirán y
Pedro de Castro, Medina del Campo, 1545)
Pedro López de Santa Catalina, Espejo de caballerías,
II (Jacome Cromberger, Sevilla, 1549)
Crónica del rey Alfonso XI (Sebastián
Martínez, Valladolid, 1551)
Feliciano de Silva, Rogel de Grecia (Pierres de la Floresta,
Zaragoza, 1568)
Amadís de Gaula (Vicencio de Portonariis, Salamanca,
1575)
Fig. 4
Clarián de Landanís, II (Juan Vázquez
de Ávila, Sevilla, 1550)
Feliciano de Silva, Rogel de Grecia (Herederos de Andrés
de Burgos, Évora, s.d.)
Romance de don Alonso de Aguilar (Hugo de Mena, Granada,
1567)
Romance del Cid (Hugo de Mena, Granada, 1570)
Romance de don Manuel (Francisco de Guzmán, Toledo,
1576)
Romance de Reinaldos de Montalbán (Hugo de Mena.
Granada, 1570)
Amadís de Gaula (Querino Gerardo, Alcalá
de Henares, 1580)
Enrique, fi de Oliva (Pero López de Haro, Toledo,
1580)
Fig. 5
Juan Quixada de Reayo, Doctrina del arte de la caballería
(Pedro de Castro, Medina del Campo, 1548)