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bremesa y Alivio de caminantes. En
el qual se contienenen muy apazibles
y graciosos cuentos, y dichos
muy facetos.
Cuento primero.
N
tamborinero tenía una mujer tan contraria a su opinión
que nunca cosa que le rogara podía acabar con ella que la
hiziesse. Una vez, yendo de un lugar para otro porque havía de
tañer en unos desposorios, y ella cavallera en un asno con su
tamborino encima, al passar de un río díxole: "Muger,
catad no tangáys el tamborino, que se espantará el
asno." Como si dixera "tañeldo": en ser en el río
sonó el tamborino, y el asno, espantándose,
púsose en el hondo, y echó vuestra muger en el
río. Y él, por bien que quiso ayudalle, no tuvo
remedio. Viendo que se havía ahogado, fuela a buscar el
río arriba. Díxole uno que lo estava mirando: "Buen
hombre, ¿qué buscáys?" Respondió: "A mi
muger, que se es ahogada, señor." "¿Y contrario la
havéys de buscar?" Dixo: "Sí, señor, porque mi
muger siempre fue contraria a mis opiniones."
/a iij r/
A Un aldeano de Murcia trocávanle cierta heredad que tenía a la orilla del río con otra que estava dentro de un cercado. La muger rogávale que lo hiziesse, y el aldeano nunca quiso conceder a su ruego. En este intermedio, vino el río tan grande que huvieron de huyr de la heredad, y sobre todas las lástimas que dixo la muger fue ésta: "Dios hos lo perdone, marido, el no querer trocar la tierra. Agora conosceréys que vale más un palmo dentro que dos de fuera."
HAviéndole cabido en suerte a un honrado mancebo de casarse con una biuda mal domada, y él le diesse del pan y del palo, ella fuese a quexar a sus parientes. Los parientes reprehendiendo al marido, que no havía de tratar assí a su muger, sino castigarla con buenas palabras. Offresciéndoles que assí lo haría, la destravada biuda regíase muy peor. El buen mancebo, por no quebrar su promessa, tomó un palo y escrivió a la una parte estas palabras: Pater Noster, y a la otra: Ave María. Y como ella se desmandasse, diole con él. Bolviéndose a quexar, y venidos los parientes, dixéronle que muy mal havía complido su palabra. Res-/[a iij v]/pondió el mancebo: "Antes, señores, he complido lo que me mandastes, que no la he castigado sino con buenas palabras; pero leed lo que he escripto." Viendo su agudeza, no tuvieron qué responder, sino bolverse a sus casas.
VIendo un labrador que en una higuera que tenía en su heredad se havían desesperado en ella (por discurso de tiempo) algunos hombres, teniéndolo por mal agüero, determinó de cortalla; pero antes desto, presumiendo de gracioso hizo hazer un pregón por la ciudad: que si alguno havía que se quisiesse ahorcar en su higuera, que se determinasse dentro de tres días, porque la quería cortar de su campo.
ENcontrando un día el auctor un amigo suyo en el mercado, y como era por la mañana que atravessavan muchas bestias por él, le dixo: "Señor, desempachad de comprar, que van muchas bestias por el mercado." Entonces el auctor se paró, diziendo: "No haze por cierto, porque yo parado sé que estoy agora."
VIngué a Valencia un chocarrero, fingint que sabia de alquímia, lo qual po-/a iiij r/-sà cartells: que al qui li donaria un ducat en or, ne tornaria dos, y al qui dos, quatre, y al qui tres, sis; en fi: tostemps al doble. La gent per provar-lo accudia en pochs ducats, y ell davant ells posava la cantitat de cada hu en sa cresola de terra, escrivint lo nom de quils portava en un paperet posat dins ella, y de allí a pochs dies los tornava dobles.
Cevant-los desta manera, acudiren molts ab grossa cantitat, y ell desaparegué ab més de mil ducats. Venint los burlats a regonéxer les cresoles, trobaren-les buydes ab escrits que deyen: 'Plore cascú son dol ab son cresol'. Y de llavós ensà ha restat est refrany entre la gent.
EStando un gentilhombre en conversación de muchas cortesanas, huvo una que por tratalle de mísero, le pidió de merced que le prestasse medio quarto. El gentilhombre, conociendo su malicia, y por affrentalla en el grado que merescía, dixo: "Medio no, señora, pero tome uno, y quedarán pagados los quatro."
OYendo muchos estudiantes el curso de la Lógica, entró uno dellos, y no hallando lugar do assentarse, por ser grande /[a iiij v]/ en dos maneras, allegósse a otro menor, diziendo que le hiziesse lugar. El otro no queriendo, asióle del braço, y quitóle de donde estava, y assentósse diziendo: "Sede mayori." El menor alçó de presto la mano, diziendo: "Parce minori."
UN chacotero, que por hablar demasiadamente y burlarse de todos llevava un Dios nos libre aposentado en su rostro, encontrándose con un tuerto en el mercado de Valencia y por burlarse dél le dixo: "¿Qué es la causa, hermano, que tan de mañana havéis caminado veynte y quatro leguas?" Respondióle de presto: "Por haverme embarcado en vuestro bergantin."
UN mochacho, que su madre tenía fama de hazer plazer y passar la deshonesta vida, tirava piedras hazia unos gentiles hombres que estavan parados al sol, por ser de invierno; al qual, por velle tan mal criado, dixo el uno dellos: "Está quedo, rapaz, que por dicha darás a tu padre."
EN el tiempo que Roma florescía, florescieron tres cortesanas dichas Layda, Lamia y Flor. A la Layda vino a ver /a v r/ una vez el philósopho Demóstenes desde Grecia, o Corinto, por si era tan hermosa como le havían notificado, y queriendo rebolverse con ella, pidióle tan gran cantidad que le respondió riendo: "Perdóname, Layda, no permitan los dioses que compre tan caro el arrepentimiento." Estraño dicho si el día de oy se notasse.
DE Lamia se dize que vino otro philósopho de Athenas para solamente vella, y no para con ella ajuntarse, sino por ver si la podía apartar del mal camino que llevava, y viniendo a conversación con ella, y contenta de hazer por él, que fingidamente la havía reqüestado, entráronse en un rico aposento que tenía a la qual dixo el philósopho: "Dime, Lamia, ¿no tienes otro lugar más occulto y secreto que éste?" Dixo: "Sí tengo." Y entrándole en otro más adentro, dixo el philósopho: "Otro más escondido querría." Ella entonces metióle en otro que tenía, diziéndole: "Cata aquí lugar que no nos puede ver sino Dios." Respondió el philósopho: "Dios, tanto que peor, perdona, Lamia, que yo no haré un peccado tan suzio delante de Dios." Si tal considerassen los christianos al día de oy no peccarían tan a rienda suelta.
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DE Flor se cuenta que, aunque mala, era muy honestíssima, y sabía tanto, que preguntándole una muger que tenía una hija qué le enseñaría para que fuesse buena, respondió: "Si quieres que tu hija sea buena, enséñale desde niña que tenga temor de salir de casa y vergüenza de hablar." Preguntóle otra qué haría con una hija que tenía que se le començava a levantar y a enamorar. Respondió: "El remedio para la moça alterada y liviana es no la dexar ociosa ni consentirle que ande bien vestida." Preguntóle un hombre casado que quándo se allegaría a su muger. Respondió: "Quando querrás ser menos de lo que eres." Y más, en qué tiempo era bueno. Respondió: "Para el marido, siempre; para los estraños, en ninguno."
CIerto philósopho pobre gentílico, por enseñar a pedir limosna a un hijo que tenía, algunos días llevávalo a las estatuas de piedra y hazía que les pidiesse con el bonete en la mano, y a cabo de rato, como no le respondiessen, bolvía las espaldas. Visto esto por un ciudadano, preguntóle que por qué hazía aquello. Respondió: "Porque /[a vj r]/ aprenda a tener pasciencia, la qual ha de ser naturalmente de los pobres."
EStando en corrillo ciertos hidalgotes, vieron venir un pastor a cavallo con su borriquilla, y tomándolo en medio por burlarse dél, dixéronle: "¿Qué es lo que guardáys, hermano?" El pastor, siendo avisado, respondióles: "Cabrones guardo, señores." Dixéronle: "¿Y sabéys silvar?" Diziendo que sí, importunáronle que silvasse, por ver qué silvo tenía. Ya que huvo silvado dixo el uno dellos: "¿Que no tenéys más rezio silvo que éste?" Respondió: "Sí, señores, pero éste abasta para los cabrones que me oyen."
HAviendo perdido cierto gentil hombre gran cantidad de dinero a primera de Alemaña, levantósse muy ayrado de la mesa, y desembaynando de su espada, dixo: "¿No ay aquí ninguno que se mate conmigo?" Como todo hombre callasse, a cabo de rato, por ser muy gran noche, assentósse en una silla a do luego fue adormido. Después levantándose otro desesperado, porque también havía perdido, y desembaynando su espada dixo: "¿Quién es el que buscava que se matassen con él? Salga si es hombre de su palabra."/[a vj v]/ Como el otro se huviesse despertado y lo oyesse, respondióle tomándole por la mano: "Hermano, dormid un poco sobre esse negocio como yo, que después hablaremos."
VIno un gentilhombre de la corte a pasar en una venta, que la ventera era biuda, la qual tenía una hija de quinze años, y como fuesse en invierno, ya después de haver cenado, estándose todos escalentando al derredor del fuego, dixo la ventera: "¿Qué ay de nuevo en la Corte, señor? El gentilhombre por reyr le repondió: "Lo que ay de nuevo, señora, es que a mandado su Magestad, por falta que ay de gente para la guerra, que las mugeres ancianas casen con mancebos, y las moças con hombres ancianos". "Ay," dixo la hija, "en verdad, señor, que su Magestad no haze lo que deve, ni paresce bien esse mandamiento." Respondió la ventera: "Calla, rapaza, no digas esso, que lo que su Magestad manda está bien mandado, y parescerá bien a todo el mundo, y Dios le alargue la vida."
COmprado que hubo un notario a cierto labrador una carga de leña, descargándola en su casa, a la rebuelta della estava una açada, y como la viesse el notario, di-/[a vij r]/xo: "Buen hombre, sobre esta carga de leña veo grandíssimo pleyto." Respondió el labrador: "¿De qué suerte?" Dijo el notario: "De suerte que hos he comprado la carga assí como estava y no podéys quitar el açada." Respondió el labrador: "En fin, que dezís que ay pleyto." "Sí que lo ay," dixo el notario. "Oíxte que lo ay," replicó el labrador. "Vayan diez reales que no me la podéys poner a pleyto." "Vayan," dixo el notario. "Y dos son," dixo el labrador: "¿Qué dize vuessa merced?" "Lo que digo es que por quanto hos he comprado la carga es mía la açada y todo." "Vuestra," respondió el labrador, "séalo mucho en hora buena, llévesela. ¡Ha! ¿Ve cómo no ay pleyto y son mías las apuestas y sé más que no vos?"
A Un cierto viejo corríanle los mochachos sobre cierta cosa que le dezían. El qual, astutamente, por desviar que los mochachos no se la dixessen, compró confites, y topando con los que la dezían y los que no se acordavan dello, dávales confites, diziendo: "Mochachos, tomad, porque me digáys esso que me soléys dezir." De allí adelante no les quiso dar más, y como los topava dezía: "Mochachos, ¿por qué no me dezís lo que solíades?" "No diremos si no nos /[a vij v]/ days confites. ¿Pensáys que somos bovos?" Y de esta suerte hizo acallar los mochachos de lo que tanto se corría.
BIviendo marido y muger como perro y gato, a causa de haverse casado muy contra su voluntad, viniendo un día a tal estremo que el marido la huvo de abofetear, y como ella supiesse que en días passados havía muerto un vezino suyo sin nadie haver sentimiento dello, empeçó a desentonarle, diziendo: "A este traydor no ay justicia que le castigue, que piensa matarme, assí como a Hulano." No faltó quien lo sintiesse, que luego fue acusado, y según sus confessiones, condenado que lo ahorcassen. Ya que lo llevavan ahorcar, sopplicó que le dexassen hablar con su muger. Venida, y parándose en el camino, por el desseo que tenía la buena muger de ver el fin de sus días, le dixo: "Marido, ¿para qué hos paráys? Andando y hablando, no perdamos tiempo."
ENtrando un vezino en casa de un compadre suyo para ampralle un ducado, que tenía una grandíssima necessidad dél, y viendo que estava recostado en una silla medio durmiendo, por ver si estava despierto o no, /[a viij r]/ dixo: "Compadre, hazedme plazer de dexarme un ducado si no dormís." Respondió: "Duermo." "¿Pues quién me responde?" Replicó: "Vuestro descuydo y mi provecho, pues no me bolvistes otro que el otro día os presté."
UN rústico labrador desseoso de ver el Rey, pensando que era más que hombre, despidiósse de su amo, pidiéndole su soldada. El qual, yendo a la Corte, con el largo camino acabáronsele las blanquillas. Allegado a la Corte, y visto el Rey, viendo que era hombre como él, dixo: "¡O, pésete a la puta que no me parió, que por ver un hombre he gastado lo que tenía, que no me queda sino medio real en todo mi poder!" Y del enojo que tomó le empeçó a doler una muela, y con la passión y la hambre que le aquexava no sabía qué medio se tomasse, porque dezía: "Si yo me saco la muela y doy este medio real, quedaré muerto de hambre. Si me como el medio real, dolerme ha la muela." E en esta contienda, arrimósse a la tabla de un pastelero, por yrsele los ojos tras los pasteles que sacava. Y acaso vinieron a passar por allí dos lacayos, y como le viessen tan embevescido en los pasteles, por burlarse dél, dixéronle: "Villano, ¿qué tantos pasteles te atreverías /[a viij v]/ a comer de una comida?" Respondió: "Pardiez que me comiesse quinientos." Dixeron: "¡Quinientos! ¡Libre nos Dios del diablo!" Replicó: "¿Desso se espantan vuessas mercedes? Apostá que me como mil dellos." Ellos que no y él que sí, dixeron: "¿Qué apostarás?" "¿Qué, señores? Que si no me los comiere que me saquéys esta primera muela." El qual señaló la muela que le dolía. Contentos, el villano empeçó de jugar de diente con la hambre que tenía, muy a sabor. Ya que estuvo harto, paró, y dixo: "Yo he perdido, señores." Los otros, muy regozijados, y chacoteando, llamaron a un barbero, y se la sacaron, aunque el villano fingidamente hazía grandes estremos. Y por más burlarse del, dezían: "¿Havéys visto este nescio de villano, que por hartarse de pasteles se dexó sacar una muela?" Respondió él: "Mayor necedad es la de vosotros, que me havéys muerto la hambre y sacado una muela que toda esta mañana me dolía." En oyr esto los que estavan presentes tomáronse a reyr de la burla que el villano les havía hecho, y los lacayos pagaron, y de affrentados bolvieron las espaldas y se fueron.
ALlegándose a la ciudad de Sevilla un vizcayno y más que hidalgo, con su /b r/ page detrás y escobilla y todo, passeándose por ella, encontró con un grande amigo suyo, el qual le conbidó a comer, sirviéndole a la mesa con escudilla y cuchareta de plata. Ya después de haver comido, saliéndose de la posada, díxole el page: "A buena ce, señor, mucho honra tienes hecho este tu amigo." "¿Qué honra hecho, rapaz, qué honra comer con escudillo y cuchara plata? ¿Desso espantas, villano? De terciopelo la merescía yo."
PReguntó un mercader a un corredor de oreja: "Fulano, ¿qué ay de nuevo en lonja?" Respondió: "Ninguna cosa ay, señor." Y haviéndoselo preguntado por diversas vezes y él siempre acudiendo que no havía nada que contar, supplicóle un día que le contasse alguna mentira. Respondió: "Mentira, señor, ¿quiere que se la diga? No se la diré que no me la pague muy bien." "¿Pagar? ¿y por qué? Replicó: "Porque en su casilugar(1) me da de comer."
UNo que presumía de ser poeta, porque le tuviessen en reputación de alguna cosa, en qualquier obra hallava reproche, y dezía mal de un cierto componedor, al qual viniéndole conferenciantes nuevos, respondió: "Fulano no es señor de su boca, pues yo /[b j v]/ puedo ser señor de mis oydos, y el suffrir está en oyr, y no en dezir."
HAblándole a un mancebo labrador si quería casarse con una moça del mismo pueblo, respondió que no, porque le havían dicho que era gran comedora de pan y que no podría él mantenerla, por no tener más de lo que ganava cada día con sus manos. Sabido por la moça, encontróse con él en la plaça, y díxole: "Sabido he que no queréys casaros conmigo porque dizen que soy gran comedora de pan. ¿Sabéys quánto lo soy que me obligo con solo este mendruguillo de pan que traygo en el arremango de la saya, de beverme un cántaro de vino?" Respondió el mancebo: "Tanto peor, quedad con Dios."
EStava un astrólogo mirando al tiempo que su muger yva de parto en qué signo nascería la criatura, y halló que le nascieron de un parto dos hijos, y que el primero havía de ser un gran cortabolsas, y el segundo un gran matador, de lo qual rescibió tanta tristeza el astrólogo que, no podiendo dissimularla, la conosció su muger y le dixo: "Señor, dadme parte de vuestra fatiga, /b ij/ porque yo la remedie." Dixo el marido: "Habéys de saber que hallo según mi setencia que el primero de nuestros hijos ha de ser cortabolsas, y el segundo gran matador." Dixo entonces la muger: "En la mano está el remedio: al primero, hazeldo bolsero, y cortará bolsas, y al segundo carnicero, y matará carneros."
UN vizcayno hizo una carta a su padre diziendo assí: "Señor padre, antes de hazer carta escrivo en ella un cruz, con un bésame las manos. Hágote saber que oficio que aprendido tienes es trasquiladero, xabonas barbas y cabeças, y a poco a poco mirando personas me hago persona. Al tiempo que no trabajas, por ocio no estar, aprendo xaques y mates, o me hallarás rascando pança, torciendo oreja a la que bozes tienes y gritos como a mosiquero. A señor madre dirás que embíe un camisa con un moixcadero de moixcar narizes. Escrita en año de vij, i.dos.ff. y vii.z.en.r. y en.o. de mes de huvas si cuentas sabes. Amén."
EN una villa, haviendo acabado un vizcayno de labrar el campanario de la yglesia, y los dineros que dél huvo, acaes-/[b ij v]/ ció que tenían un hombre para justiciar, y por no tener verdugo fueron al vizcayno a dezirle que si lo quería ahorcar que le darían un ducado y la ropa, el qual fue contento. Y de ver en quán poco tiempo havía ganado tanto, y hallándose un día sin dineros subiósse al campanario, y a repique de campana acudió todo el pueblo, y en verlo junto assomósse, y díxoles: "Señores, yo llamado sus señorías. Has de saber que blanca no tienes; ya te acuerdas que por colgar hombre el otro día distes ducado; agora he pensado un cosa, y es que a chico con grande holgaré de ahorcar todos los del villa a medio ducado cada uno, pues no tienes haziendas."
LLamava a la puerta de su dama un galán, y ella ya moyna, aunque lo conoscía, díxole que quién era. Respondióle él muy requebradamente: "Señora, es un servidor suyo." Respondió ella entonces: "Y aun por esso hiede tanto."
NAvegando en una nave cierta compañía de soldados, tomóles tan gran tormenta que, desconfiados de los remedios humanos, se pusieron todos en oración, sup-/b iij r/ plicando a Dios los librasse de tanto mal. Y un soldado, en lugar de hazer lo mismo, fuese al aposento del capitán, y començó de comer de lo mejor que allí halló. Maravillado el sargento de ver aquello, díxole:
"¿Qué determinas, soldado, agora con tu comer?" Respondió: "Pese a mal grado bien es que coma un bocado quien tanta agua ha de bever."