Capítulo X[XI]

Del Preste Juan de las Indias y de su grandíssimo estado.

 

De aquí se va hombre por muchas tierras hasta llegar a la tierra del Preste Juan emperador de las Indias. Su tierra se llama "el reyno de Pentesona". Este emperador Preste Juan tiene muy gran tierra poblada de muchas ciudades y villas muy hermosas. Esta tierra de las Indias es partida en muchas provincias; a causa de los grandes ríos que salen del Parayso Terrenal, en la mar ay muchas islas suyas.

La mayor ciudad de Pentesona se llama Nasse, la qual es muy grandíssima, fuerte, noble y rica, pero no tanto como aquélla del gran Can. La isla de Catay está cerca d´esta ciudad, de la qual llevan especias, sedas, paños de oro y otras mercaderías; pero muchas vezes dexan de yr allá por ser tan lexos y por los grandes peligros que en aquellas /fo. LIIII r./ partes ay, porque ay en aquellas partes grandes rocas de piedras ymán que traen el hierro para si con la virtud que tienen, por lo qual ninguna nao passa por allí que tenga hierro, porque de tal manera aquellas rocas las tirarían para sí que ninguno bastaría a quitarlas.

Yo vi en la mar hecho a manera de isla muchos árboles juntos pequeños y espinosos, y rosas; los marineros me dixeron que aquellos árboles todos eran naos que la piedra ymán con su virtud para sí havía tirado, y por el mucho tiempo que havía que estavan allí, que havían nascido rosas, espinas y yerva. Por lo qual los mercaderes no quieren passar allá si no saben muy bien el passo, por lo qual les conviene yr a comprar a Catay que es mucho más cerca, aunque de Venecia a Catay ay camino de diez o doze meses por mar. Pero mucho más lexos es la tierra del Preste Juan, y para yr allá passan los mercaderes por medio de Persia por una ciudad que se llama Euseres (el philósopho la edificó); después passan un braço de mar y van [a] la otra ciudad que se llama Sebac (ay allí tantos papagayos como aquí golondrinas). En esta tierra no ay trigo ni cevada, por lo qual no comen pan sino arroz, fruta y queso.

Aqueste emperador toma por mujer la hija del gran Can, y el gran Can la d´este emperador. En la tierra del Preste Juan ay muchas perlas y piedras preciosas y muchas otras cosas que sería largo de contar. Pero algunas de las más principales assí de su estado como de su ley contaré. Este emperador Preste Juan christiano y la mayor parte de su gente, empero, no creen ellos todos los artículos de nuestra fe; ellos creen en la Trinidad, y son devotos, buenos y leales los unos a los otros; no se curan de engaños, ni fraudes ni cautelas. Este emperador tiene debaxo de si setenta y dos provincias: en cada provincia ay siete reyes, y aquestos reyes tienen otros reyes debaxo de sí; todos son súbditos a él.

En su tierra ay muchas maravillas porque assí está la mar arenosa que es toda de arena y polvo sin gota de agua, la qual arena se mueve a grandes ondas como la mar y nunca está queda en un tiempo ni en otro; y no puede hombre passar aquella mar en ninguna manera, por esto no pueden saber qué tal sea la tierra que está de la otra parte; aunque en ella no ay agua, ay muy buenos pescados de la mar de agua, y son de buen sabor.

A tres jornadas de la mar arenosa ay muy grandes montañas de las quales sale un río que viene del Parayso Terrenal, y todo es de piedras preciosas sin gota de agua, y corre por medio de los desiertos abaxo a grandes ondas assí como la dicha mar arenosa, en la qual viene a herir y allí peresce. Aqueste río corre tres vezes en la semana y trae grandes rocas por el gran correr que haze con el gran vi[en]to ; y luego como ellas son entradas en la dicha mar no parescen más y son hechas pedaços. En aquestos tres días que este río corre no osa hombre ninguno entrar, mas en los otros días bien entran. De la otra parte del río está una gran plaça toda arenosa entre las montañas; en la dicha plaça todos los días como el sol sale comiençan a crescer los árboles hasta mediodía, y hazen fruto del qual ninguno no osa tomar porque es cosa de encantamiento; y después de mediodía se va poniendo debaxo de tierra y como se ha puesto el sol ninguna cosa paresce; y assí es de cada día, y no es pequeña maravilla esto, que es contra natura.

Item, en aquel desierto ay muchos hombres salvages d´estraña forma y figura, y no hablan cosa ninguna sino que gruñen como puercos; y tienen cuernos en la cabeça y pies como cabrones, los quales son llamados "sátiros", y quando ellos veen algun hombre venir luego se esconden, y son muy ligeros a maravilla.

 

 

 

Assí mismo, ay en este desierto gran copia de perros salvages y otras bestias, y ay muchos papagayos los quales ellos llaman "piscar", y de tales que ellos hablan de su misma natura y saludan las gentes que passan por los caminos del desierto, y tan desembueltamente como haría qualquier hombre, y los que hablan bien tienen la lengua larga y algunos tienen cinco dedos en los pies; otros tres: los que tienen tres dedos son poco hablan y son de mal sentido y no saben sino bozear y llamar.

Capítulo XXII