Autor: Bautista Martínez Iniesta (CEP de Málaga)
Título
Artículo: Los romances fronterizos: Crónica poética de
la Reconquista Granadina y Antología del Romancero fronterizo
Fecha de envío: 05/06/2003
Resumen:
El artículo resalta el valor de los romances fronterizos como documentos poéticos de la historia e intrahistoria de dos comunidades enfrentadas (la cristiana y la musulmana) en el reino de Granada. Poetizan unos hechos históricos de los que se nutren con frecuencia las crónicas de la época, salpicados de escenas entrañables de la intimidad de los protagonistas. Poetas épicos anónimos cantan las tomas de ciudades significativas del reino (Antequera, Álora, Alhama...), que constituirán el preludio de la toma de Granada. Al mismo tiempo los romances fronterizos dan cuenta de otros hechos de armas que se producían en la frontera, como son las correrías y los duelos de paladines.
Abstract:
The article stresses the value of the border romances as poetic documents
of the history and intrahistory of two confronted communities (the Christian
and the Muslim) in the kingdom of Granada. They poeticise some historical facts
frequently nourish that period chronicles, sprinkled with warm scenes of the
protagonists intimacy. Anonymous Epic poets sing the conquest of outstanding
towns of the kingdom (Antequera, Álora, Alhama...) that will be the prelude of
the conquest of Granada. At the same time the border romances they also give
information of another armed conflicts that took place on the border, such as
the adventures and the duels between paladins.
LOS ROMANCES
FRONTERIZOS:
CRÓNICA POÉTICA DE
LA RECONQUISTA GRANADINA
y
ANTOLOGÍA DEL
ROMANCERO FRONTERIZO
“Los romances son poemas
épico-líricos breves que se cantan al son de un instrumento, sea en danzas
corales, sea en reuniones tenidas para recreo simplemente o para el trabajo en
común”.[1] Se trata de composiciones
poéticas consistentes en tiradas de versos de dieciséis sílabas monorrimos en
asonante,[2] que narran “con un estilo
propio una historia de interés general y que, por lo tanto, es retenida y
repetida por una parte de aquellos que la oyen, difundiéndose así en el tiempo
y en el espacio. Esta repetición no es estática, sino dinámica, ya que suele
presentar cambios que dan lugar a una notable gama de variaciones en los
diferentes textos de cada romance”,[3] que constituyen versiones del
mismo. Parece tener su origen en los cantares de gesta medievales, según la
teoría de Menéndez Pidal, popularizados hacia el siglo XIV a través de los
juglares, quienes facilitaron la fragmentación de los temas en su divulgación
por las ciudades y pueblos de España. Efectivamente, los juglares recitaban los
pasajes de los cantares de gesta que más gustaban a su auditorio, deviniendo
esos fragmentos en relatos breves, con autonomía narrativa, aunque desligados
del cuerpo narrativo a que pertenecían, por lo que no es raro encontrar
comienzos abruptos y finales truncos. Tal peculiaridad facilitó, sobre todo en
los primeros tiempos, que la historia contada en el romance estuviera abierta a
posibles soluciones, que cristalizaron generalmente en versiones distintas del
mismo tema. Estos cantos épicos fueron conformando merced a su popularidad el llamado
Romancero viejo o tradicional.
“La producción de romances viejos se inicia
en la segunda mitad del siglo XIII y tiene su periodo de mayor actividad desde
la segunda mitad del siglo XIV, hasta los dos decenios primeros del XVI”.[4] Al mismo tiempo que se opera la
fragmentación de los cantares de gesta, surgen los primeros romances con
temática de la época, llamados por M. Pidal “noticieros”, siendo los más
característicos los que cuentan hechos acaecidos en el reinado de Pedro I el
Cruel. Más adelante, hacia la segunda mitad del siglo XV, empiezan a componerse
romances sobre temas novelescos, carolingios, bretones o tomados de las baladas
divulgadas por Europa, dando lugar al vasto corpus poético que
constituye el Romancero español.
Entre los romances
noticieros sobresalen los llamados “fronterizos”, calificados por Milá y
Fontanals como “joya incomparable de la poesía en lengua castellana”.[5] Forman una crónica poética y
popular del avance de la Reconquista desde el último tercio del siglo XIV y de
la difícil convivencia de moros y cristianos en los territorios de frontera.
Frente a los romances viejos o tradicionales que surgieron de los cantares de
gesta, esta nueva muestra de cantos épicos emerge de manera esporádica, al
socaire de las correrías, algaradas, rebatos y saqueos de villas, acontecidos
en territorios fronterizos con el reino de Granada. En ellos se acumulan
“instantáneas recogidas por el ojo sobresaltado del algarador, diálogos
vibrantes que más que referidos parecen escuchados, rápidas pinturas que más
parecen vistas que descritas”,[6] bien porque así lo concibió el
poeta popular, bien porque el texto que conservamos es un fragmento
superviviente de un romance más extenso. “Los romances fronterizos no mienten
nunca. Ninguna fábula propiamente tal ha entrado en ellos, de tantas como
recargan nuestros anales de reinos y ciudades. Lo que suele haber es confusión
de personas, lugares y tiempos, fácil de desembrollar casi siempre, cuando se
tiene a mano el hilo conductor de la cronología histórica”.[7]
El contenido de estos poemas populares
refleja la intrahistoria de las dos comunidades enfrentadas, “la historia
personal de muchos fronteros con sus aciertos y sus errores, con sus triunfos y
sus fracasos”,[8] poetizando unos hechos
históricos, de los que se nutren con frecuencia las crónicas de la época. Lo
mismo que los cantares de gesta, los romances fronterizos tienen un evidente
carácter histórico: hechos intranscendentes o personajes de significado muy
secundario adquieren especial relieve cuando al testimonio de la historia
unimos los relatos poéticos. Unas veces dan noticia del cerco o la toma de una
ciudad (Baeza, Antequera, Álora...), otras se hacen eco de las correrías por
territorio enemigo (romances de Fernandarias, de los caballeros de Moclín,
Sayavedra...), otras recrean retazos de importantes hechos de armas
protagonizados por un héroe histórico o legendario (el Maestre de Calatrava,
Albayaldos, Ponce de León...) y otras finalmente reflejan los duelos habidos
entre moros y cristianos durante el asedio de Granada (Garcilaso de la Vega) o
expresan la admiración que los castellanos sentían por la ciudad nazarí
(Abenámar).
En algunos de los
hechos de guerra contados estas crónicas poéticas populares conectan con
problemas políticos que se vivían en la frontera, como es el caso de los
romances que componen el ciclo de Pedro I. En otros casos se observa una
estrecha relación del juglar con familias nobles comprometidas con la guerra de
Granada, las cuales desean verse inmortalizadas en los versos épicos del
romance. Así “los antañones apellidos castellanos viejos de los Lara, Gustioz y
González, ceden el paso a los Fernández y Díaz, más humildes como simples jefes
de escuderos, y los de Almanzor a los modestos Venegas, Reduán, Audalla, y así
hasta un innominado rey de Granada cuyo beneficiario a la postre será el Rey
Chiquito, de triste historia engrandecida por la leyenda.[9]
El auge de estos cantos épicos
de frontera se iniciará a partir de la toma de Antequera por el infante don
Fernando en 1410 y culminará con la conquista de Granada en 1492. Como es
natural, muchos textos se han perdido, pero conservamos una variada muestra de
ellos, que nos induce a pensar en el profundo arraigo que estos cantares
tuvieron entre las gentes que poblaban la frontera, a veces tan difuminada, de
moros y cristianos.
1. Cerco y toma de ciudades
1.1. Baeza
El Romance del cerco de Baeza,
es el más antiguo de todos los fronterizos, recogido por Argote de Molina en su
libro Nobleza de Andalucía (Sevilla, 1588), el cual está inspirado en el
sitio de dicha ciudad andaluza y es el único conservado del siglo XIV.
Pertenece al grupo de los que se difundieron sobre el rey don Pedro, escritos
después de su muerte (1369) por los partidarios de don Enrique, que
entonces gobernaban Baeza. Por razones de enemistad política don Pedro
ayudó al rey granadino a poner cerco a la ciudad en 1368.
El romance cuenta el cerco que
sufrió Baeza por las tropas del caudillo moro Audalla Mir, ayudado por las
fuerzas del rey don Pedro, llamado despectivamente “el traidor de Pero Gil”,[10]
como le decían sus enemigos, los partidarios de don Enrique:
Cercada tiene a
Baeza - ese arráez Audalla Mir
con ochenta mil
peones - caballeros cinco mil;
con él va ese
traidor, - el traidor de Pero Gil.
(vv. 1-3)
Gracias a la heroica
intervención de Ruy Fernández, caballero principal y caudillo de los escuderos,
fracasa el asalto a los muros:
Ruy Fernández
va delante, - aquese caudillo ardil,
arremete con
Audalla, - comiénzale de herir,
cortado le ha
la cabeza, - los demás dan a huir
(vv. 8-10)
El Romance del asalto de
Baeza, más breve que el anterior y narrado desde la perspectiva mora, es
una muestra palpable del fragmentismo de los romances fronterizos. Está constituido
por una intervención del rey moro, instando a sus “moricos” a tomar Baeza,
matar a los ancianos y someter a la juventud
Y los viejos y
las viejas - los meted todos a espada
y los mozos y
las mozas - los traed en cabalgada,
(vv. 3-4)
Ordena, además, que le lleven a
la hija de Pero Díaz, el defensor de la ciudad, para ser “su enamorada”,
encomendándole la acción al capitán Vanegas, personaje también histórico,
apodado el tornadizo,[11] ya que él no levantaría
sospechas:
Id vos, capitán
Vanegas, - porque venga más honrada,
porque,
enviándoos a vos, - no recelo en la
tornada
que recibiréis
afrenta - ni cosa desaguisada.
(vv.7-9)
1.2. Antequera
La toma de Antequera en 1410
tras varios meses de asedio tuvo especial resonancia entre los castellanos por
ser “el más honroso triunfo que las armas cristianas lograron desde la batalla
del Salado hasta la rendición de Granada”[12], no sólo por la importancia de
la villa conquistada y su valor estratégico, sino también por la heroica
resistencia de sus habitantes y los denodados esfuerzos militares y
diplomáticos que los granadinos hicieron para levantar el cerco. Después de la
conquista, Antequera queda en situación de villa fronteriza, cuyos pobladores
debían vivir en un continuo alerta, aunque esta circunstancia no impedía los
contactos de moros y cristianos más allá de las algaradas y saqueos.
Los poetas de fines del XV y del
XVI reflejan en sus romances el recuerdo de aquellos momentos heroicos, ennobleciendo
la figura del moro derrotado, que relata con tristeza y dolor la pérdida de su
tierra. Curiosamente todos los romances, excepto el del caballero de Orbaneja,
cuentan la historia de la conquista de Antequera desde la perspectiva del moro
perdedor. El esquema, que se repite con algunas variantes, es el siguiente: 1)
un moro sale hacia Granada para informar al rey del asedio o de la toma de
Antequera, 2) dolor que experimenta el rey al recibir la noticia y 3) envío de
tropas contra los cristianos. En el Romance muy antiguo y viejo del moro
alcaide de Antequera el emisario llega clamando desde Archidona :
- Si supieras,
el rey moro, - mi triste mensajería
mesarías tus
cabellos - y la tu barba vellida
(vv. 15-16)
hasta Granada, donde encuentra
al rey en la Alhambra:
-¿Qué nuevas me
traes, el moro, - de Antequera esa mi villa?
- No te las
diré, el buen rey, - si no me otorgas la vida.
- Dímelas, el
moro viejo, - que otorgada te sería.
(vv. 24-26)
y le informa de la trágica
situación de Antequera:
- Las nuevas
que, rey, sabrás - no son nuevas de alegría:
que ese infante
don Fernando - cercada tiene tu villa.
Muchos
caballeros suyos - la combaten cada día:
(vv. 27-30)
De día le dan
combate, - de noche hacen la mina;
los moros que
estaban dentro - cueros de vaca comían;
si no socorres,
el rey, - tu villa se perdería.
(vv.32-34)
Por su parte el Romance del
moro de Antequera no termina aquí, sino que continúa relatando la
severa reacción del rey ante la noticia: el envío de un potente ejército contra
los cristianos, que resulta vencido en la batalla de la Boca del Asna, tras la
cual comienza el asalto:
Después de
aquesta batalla - fue la villa combatida
con lombardas y
pertrechos, y con una gran bastida
con que le
ganan las torres - de donde era defendida
(vv.49-51)
y la conquista de Antequera:[13]
Después dieron
el castillo - los moros en pleitesía,
que libres con
sus haciendas - el infante los pornía
en la villa de
Archidona,- lo cual todo se cumplía.
Y así se ganó
Antequera - a loor de santa María.
(vv.52-55)
En el Romance de la mañana de
San Juan se nos informa de la repercusión que tuvo en Granada la noticia de
la conquista de Antequera. En la mañana de San Juan, cuando los cortesanos
granadinos celebraban por la vega la fiesta, un viejo moro llegó a Granada para
comunicar al rey la pérdida de Antequera:
Dando voces
viene un moro - y mesándose la barba.
Como antel Rey
fue llegado, - dijérale esta palabra:
- “con tu
licencia, señor, - te diré una nueva mala:
que ese infante
don Fernando - tiene Antequera ganada.
Han muerto allí
muchos moros, - yo soy quien mejor librara,
[cuatro]
lanzadas trayo,- que el cuerpo todo me pasan”.
(vv. 25-30)
Como se sabe, Antequera fue
ganada en septiembre (el 16 la villa y el 24 el castillo), por ello situar la
noticia de la conquista en el día de San Juan constituye un anacronismo
histórico, pero funciona como recurso literario. El sintagma “la mañana de San
Juan” del primer verso, tan cargado de sugestiones festivas, marca el escenario
donde el moro emisario revelará su mala nueva. Además esta introducción, en la
que el poeta se recrea describiendo los cortejos amorosos y los ricos vestidos
de caballeros y damas, como sucederá más tarde en los romances moriscos, sirve
de contrapunto a la noticia del desastre anunciado por el mensajero. Menéndez
Pidal llama la atención sobre el efecto artístico de hacer surgir la noticia
después de la dilatada descripción “del festival bullicioso de la corte” y
explica a continuación que “el poeta escoge el día de San Juan por ser fiesta
muy señalada, que juntamente con los cristianos celebraban los moros, lo mismo
en Oriente que en Andalucía”.[14] El rey reacciona con celeridad,
después que “la color se le mudara”, mandando hacer una correría por tierras de
Alcalá la Real, de la que vuelven victoriosos a Granada. Esta acción le
reconforta, pero prosigue su dolor por la pérdida de Antequera:
Bien fue desto
el Rey contento, - mas Antequera lloraba,
que lo que el
Infante toma, - siempre bien lo conservaba,
que la gente de
Castilla - defiende muy bien la plaza.
(vv. 55-57)
Pérdida, a la que no se resigna,
por lo que prepara tropas para reconquistar la plaza y nombra capitán a Muley
Guadalpujarra, quien se compromete bajo juramento a recobrar la villa o a morir
en su empeño:
Éste hizo un
juramento - y sobre el Alcorán jurara
de cobrar
presto Antequera, - y aun Córdoba la llana,
aprender a don
Fernando - o morir en la demanda.
(vv. 71-73)
El fuerte impacto y la amarga
aflicción que supuso para los granadinos la toma de Antequera se manifiesta en
algunos casos como arranque de un romance fronterizo, que evoluciona por la
mitad a morisco. Así ocurre en el romance que Joan de Timoneda refundió en su Rosa
de Amores, haciendo de él dos versiones, que continúan lo que Menéndez
Pelayo consideraba el primitivo romance (los 24 primeros versos). En él el rey
de Granada se lamenta de la pérdida de Antequera:
En Granada está
el rey moro - que no osa salir della.
De las torres
del Alhambra - mirando estaba la vega.
Miraba los sus
moricos - cómo corrían la tierra.
El semblante
tiene triste, - pensando está en Antequera.
De los sus ojos
llorando - destas palabras dijera:
- ¡Antequera,
villa mía, - oh, quien nunca te perdiera!
(vv. 1-6)
y desearía canjearla por
Granada:
Si le pluguiese
al buen rey - hacer conmigo una trueca,
que le diese yo
a Granada - y me volviese Antequera.
(vv. 15-16)
El carácter épico se trunca
estrepitosamente a partir del verso 19, adquiriendo un tono lírico cuando el poeta
pone en boca del rey la causa por la que quiere canjear Granada por Antequera:
no por el valor de la villa, sino porque en ella ha quedado su “morica”:[15]
No lo he yo por
la villa, - que Granada mejor era,
sino por una
morica - que estaba dentro della,
que en los días
de mi vida - yo no vi cosa más bella.
(vv. 19-21)
1.3. Álora
La muerte del adelantado don
Diego de Rivera, acaecida en el cerco de Álora en 1434, recogida en la Crónica
de Juan II, sirve de tema para el romance que comienza Álora la bien
cercada, calificado de “verdadero y antiguo” en un pliego suelto de la
biblioteca de Praga. De él se hace eco Juan de Mena en el Laberinto de
Fortuna (estrofa 190, dedicada al Adelantado):
Aquel que tú vees con la saetada,
que nunca más faze
mudança del gesto,
mas por virtud
de morir tan honesto
dexa su sangre
tan bien derramada
sobre la
villa non poco cantada,
el adelantado
Diego de Ribera
es, el que fizo
la vuestra frontera
tender las sus
faldas más contra Granada
El romance debió de componerse
poco tiempo después del hecho histórico y probablemente fuera más extenso y
pormenorizado; incluso podían haberse realizado varias versiones del mismo
hecho como parece desprenderse del verso 5 de la estrofa del Laberinto. El
romance, que por su distribución temática y dinamismo, constituye un buen
ejemplo de romance fronterizo, comienza con un apóstrofe, mediante el cual el
poeta (que participó o finge haber participado en los hechos que relata) en
cuatro versos recrea para sus oyentes la situación de Álora con una economía de
medios admirable: hace referencia a lo ocurrido (el cerco de la villa), al
protagonista (el Adelantado) y a los medios empleados (peones y hombres de
armas más la imprescindible artillería).
Continúa el relato el que podíamos
llamar narrador cronista, el cual ofrece al auditorio una panorámica del bullir
intranquilo y temeroso de los habitantes de la villa por medio de la forma
verbal “viérades”, una de las fórmulas épicas empleadas para testimoniar la
veracidad de lo narrado:
Viérades moros
y moras - todos huir al castillo:
las moras
llevaban la ropa, - los moros harina y
trigo,
y las moras de
quince años - llevaban el oro fino
y los moricos
pequeños - llevaban la pasa e higo
(vv. 5-8)
El aedo retoma de nuevo la narración
para contar lo que constituye el motivo central del romance: la muerte del
Adelantado por una saeta enemiga, como resultado de una trampa tendida por un
moro apostado entre almena y almena, que llama a voces al Adelantado:
-¡Treguas, treguas, adelantado, - por tuyo se da el castillo!-
(v. 13)
y de la imprudencia del
castellano, el cual
Alza la visera
arriba - por ver el que tal le dijo;
asestárale a la
frente, - salido le ha al colodrillo.
(vv. 14-15)
A pesar de los esfuerzos realizados
por sus criados Pablo y Jacobillo, que le prestaron los primeros auxilios antes
de llevarlo al médico, el Adelantado muere:
A las primeras
palabras - el testamento les dijo.
(v. 19)
1.4. Alhama
La serie de romances dedicados a
la conquista de Granada se inicia con el Romance de la pérdida de Alhama,
de marcado tono elegíaco. Muy divulgado en su tiempo, conservamos de él varias
versiones, y Ginés Pérez de Hita presentó dos distintas en su libro Guerras
civiles de Granada (1595): una, la más poética, que cuenta con el
estribillo cada dos versos “¡Ay de mi Alhama!” y otra sin estribillo. Creía
Pérez de Hita que este romance había sido escrito originalmente en arábigo y
traducido posteriormente al castellano. Así lo entendieron los eruditos Milá y Fontanals
y Menéndez Pelayo, pero más tarde Menéndez Pidal[16]
demostró que fue escrito en castellano, pero desde una óptica mora, como
ocurrió con otros muchos: “Desde antiguo revelan los romances influjo, a veces
muy fuerte, de ideas y sentimientos moros, simpatía al pueblo enemigo, pero no
traducción de originales árabes”.[17]
El romance refleja la conmoción
que produjo en el rey de Granada la pérdida de una plaza tan importante y tan
cercana a la capital nazarí. En 1482 las tropas de los Reyes Católicos, capitaneadas
por Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, tomaron la villa de Alhama, lo que
constituyó sin duda un duro golpe para la monarquía granadina. El rey granadino
Muley Abul Hasan (1466-1485), trató sin éxito de recuperar la plaza, pues eran
conscientes de que a partir de esa conquista los castellanos tenían allanado el
camino para el asalto a la capital del reino.
El texto poético, que cada dos
versos hace caer como lúgubre son de campana el estribillo “Ay de mi Alhama”,
se abre con la airada reacción del rey granadino al conocer la pérdida de
Alhama cuando paseaba tranquilamente:
Cartas le
fueron venidas - que Alhama era ganada.
Las cartas echó
en el fuego, - y al mensajero matara.
(vv. 3-4)
Sin pérdida de tiempo (“descabalga de una mula y en un caballo cabalga”) se dirige a la Alhambra para convocar urgentemente a sus vasallos al toque de trompeta y al son de tambores de guerra:
Los moros, que
el son oyeron - que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos
a dos - juntado se ha gran batalla
(vv. 11-12)
Después que el soberano les
informa de la caída de Alhama, un venerable alfaquí, “de barba crecida y cana”,
lo anatematiza, culpándole de la derrota por haber tomado partido por los
cegríes, “tornadizos de Córdoba”, contra los abencerrajes, “que eran la flor de
Granada”, durante la guerra civil que enfrentó a ambos bandos. La dura
imprecación del alfaquí culmina en una acerada maldición:
Por eso
mereces, rey, - una pena muy doblada:
que te pierdas
tú y el reino, - y aquí se pierda Granada.
(vv. 21-22)
En la versión sin estribillo,
mucho más prosaica, finaliza el romance con una apología de los vencedores, don
Rodrigo de León y Martín Galindo, “que primero echó el escala”, y con la frustración
del rey, que regresa a Granada triste y abatido, después de haber intentado sin
éxito recobrar Alhama:
De que el rey
no pudo más, - triste se volvió a Granada.
(v.26)
Completan la materia de Alhama
dos breves romances fragmentarios, desgajados sin duda de otro más extenso, con
asonantes uno en ía (“Moro alcaide, Moro alcaide,- el de la barba
vellida”) y el otro en áa (“Moro alcaide, moro alcaide,- el de la
vellida barba”). En estos romances-escena se trata la pérdida de Alhama
mostrando la intrahistoria de la contienda, el lado personal y humano de uno de
los protagonistas de la guerra, el alcaide de la villa. El rey manda prender al
alcaide para exigirle responsabilidades por haber estado ausente el día que
Alhama fue tomada por los castellanos. En su descargo el alcaide responde que
tuvo que irse a Ronda a la boda de una prima, pero que dejó bien guardada la
villa:
Yo dejé cobro
en Alhama, - el mejor que yo podía.
(v.6)
Por último profundamente
enfadado, le espeta al mensajero que su dolor no es más pequeño que el del rey,
pues
Si el rey perdió su ciudad - yo perdí cuanto tenía:
perdí mi mujer
y hijos, - la cosa que más quería.
(vv. 7-8)
1.5. Baza
Importa por su frescura y vigor
el Romance del cerco de Baza, conservado en el Cancionero Musical de
los siglos XV y XVI de Barbieri. “Debió de ser compuesto entre septiembre y
octubre de 1489, cuando el Rey ordenó hacer, en vez de tiendas de campaña,
casas de tapia y teja para resistir la invernada durante el cerco, y ese
romance se cantaría en las grandes fiestas y músicas con que la Reina fue
recibida en el campamento el 5 de noviembre”.[18]
Con ese tipo de campamento los Reyes Católicos querían dar a entender a los
moros que no se moverían de allí hasta que Baza cayera en sus manos. Esta firme
actitud colaboró a la rendición de la ciudad, que se entregó a los castellanos
el 4 de diciembre de 1489.
El texto que conservamos es un
fragmento desprendido del original más extenso y es un ejemplo más de romance-escena.
Consta de dos partes, la primera narrativa (vv. 1-5) y la segunda dialogada
(vv. 6-13).
La parte narrativa nos presenta
desde el punto de vista cristiano al rey don Fernando mirando la ciudad
cercada:
Sobre Baza
estaba el rey, - lunes después de yantar
(v. 1)
En los cuatro versos siguientes
el narrador enumera lo que tiene ante su vista, desde lo más próximo a lo más
lejano (“las ricas tiendas del real”, “las huertas grandes”, “el arrabal”, “el
adarve fuerte” y “las torres espesas”), valiéndose del recurso de la anáfora
(“miraba”), tan extendido en el romancero viejo.
En la parte dialogada un moro
intenta disuadir al rey castellano de que levante el cerco:
que los fríos
de esta tierra - no los podrás comportar.
(v.8)
Por si el frío no hace cambiar
de opinión a don Fernando, el moro le manifiesta su capacidad de aguantar:
Pan tenemos por
diez años, - mil vacas para salar;
(v. 9)
y su firme disposición a la
defensa
veinte mil
moros hay dentro,- todos de armas tomar;
ochocientos de
a caballo - para el escaramuzar;
siete caudillos
tenemos - tan buenos como Roldán,
y juramento
tienen hecho - antes morir que se dar.
(vv.10-13)
2. Correrías de frontera
Los saqueos, golpes de mano y
demás ataques por sorpresa llevados a cabo en territorio fronterizo, tanto por
cristianos como por moros, eran una práctica habitual en los años de la guerra
fronteriza, motivados por afán de riqueza, deseos de venganza o de atemorizar a
la población vecina a fin de tenerlos pacificados. Todos estos ataques
sorpresivos, protagonizados por fronteros arrojados y ambiciosos (muchas veces
imprudentes y temerarios) finalizan con éxito o con fracaso y originan con
frecuencia romances, en los que se cuenta aquel suceso protagonizado por un
alcaide o por un jefe de frontera. Su carácter noticiero a veces sirve a las
crónicas de fuente de información, aunque también hay muchos casos en los que
el romance pone en verso rimado el texto de la crónica o el poeta echa mano de
ella para componer algún pasaje oscuro de la historia.
2.1. Fernandarias
Uno de los primeros romances que
relata una historia de correrías es el Romance de Fernandarias, el cual,
según Menéndez Pelayo[19]
es una paráfrasis de la Crónica de Juan II, pero Milá y Fontanals y
posteriormente Menéndez Pidal[20]
han demostrado lo contrario, es decir, que la crónica acude al romance como
fuente de información. El texto cuenta la venganza de Fernán Arias Saavedra,
alcaide de Cañete la Real, por la muerte de su hijo Fernando a manos de los
moros, acaecida en una correría por Setenil, realizada de forma irreflexiva y
temeraria cuando sustituía a su padre al mando de la plaza. Comienza con un
apóstrofe, en el que se resume lo sucedido, es decir, la muerte del imprudente
hijo en una incursión contra los moros:
Buen alcaide de
Cañete, - mal consejo habéis tomado:
en correr a
Setenil - hacho se había voluntario.
¡Harto hace el
caballero - que guarda lo encomendado!
Pensasteis
correr seguro - y celada os han armado.
(vv. 1-4)
y la venganza del padre:
Fernadarias
Sayavedra,- vuestro padre os ha vengado,
(v.5)
el cual se lamenta ante sus
compañeros de armas la inmadurez y temeridad de su hijo, cuando van camino de
Ronda con ánimo vengativo:
Nunca quiso mi
consejo,- siempre fue mozo liviano
que por alancear
un moro - perdiera cualquier estado.
(vv. 9-10)
En la última parte, narrada en
tercera persona, se cuenta la venganza sobre los moros de Ronda, cuyo éxito se
vio empañado por la muerte de Juan Delgadillo y otros compañeros. Pero el dolor
por la muerte de su hijo era tan grande que
... el buen viejo Fernandarias - no se tuvo por vengado.
(v. 22)
2.2. Caballeros de Moclín
El Romance de los caballeros
de Moclín relata una algarada de los moros de Moclín contra las villas de
Huelma y Alcalá, al Sur de Jaén, ocurrida en 1424. En ella encuentra la muerte
Pedro Hernández, hijo del alcaide de Alcalá la Real.
El romance se abre con una
reunión de “caballeros de Moclín” y “peones de Colomera”, en la que deciden
correr los campos de Alcalá, saqueando primero los molinos de Huelma:
Allá la van a
hacer - a esos molinos de Huelma:
derrocaban los
molinos, - derramaban la cibera,
prendían los
molineros - cuantos hay en la ribera.
(vv. 4-6)
Pero un viejo, “que era más discreto
en la guerra”, les recrimina el exiguo resultado de su cabalgada:
-Para tanto
caballero - chica cabalgada es ésta.
(v. 8)
y les propone soltar a un
prisionero herido (“que en llegando luego muera”) para que comunique a los de
Alcalá el escarmiento dado a los habitantes de Huelma. Recibida la información:
Caballeros de
Alcalá, - no os alabaréis de aquesta,
que por una que
hicisteis - y tan caro como cuesta,
que los moros
de Moclín - corrido vos han la presa.
(vv. 16-19)
don Pedro, sin atender los consejos
de Sayavedra, su padre, cabalga impetuoso a enfrentarse con el enemigo,
adivinándose en el final abrupto del romance el desenlace fatal del joven
imprudente:
-No vayades
allá, hijo,- si mi maldición os venga;
que si hoy
fuera la suya - mañana será la vuestra.
(vv. 23-24)
2.3. Sayavedra (“Río Verde, Río
Verde”)
Del Romance de Sayavedra
(“Río Verde, Río Verde”) conservamos tres versiones, que corresponden: una al Cancionero
de Romances, s.a., que se sustenta en los hechos históricos, y otras dos a las
Guerras civiles de Granada (1595) de Ginés Pérez de Hita, que mezclan
dos sucesos distintos acontecidos en Sierra Bermeja, uno protagonizado por
Sayavedra en 1448 y el otro por Alonso de Aguilar en 1501.[21]
La historia en la que se basa el
romance se remonta al 10 de marzo de 1448, cuando las unidades del ejercito
cristiano, en una correría de castigo por la costa malagueña, sufrieron una
aparatosa derrota cerca de Sierra Bermeja y Río Verde, en las proximidades de
Marbella. Al mando de los cristianos iban Juan de Saavedra, alcaide de Jimena
de la Frontera, y Pedro de Ordiales o Urdiales, ilustre caballero sevillano.
Urdiales murió y Saavedra cayó prisionero de los moros, siendo rescatado dos
años después mediante la intervención de Juan II.
Este acontecimiento fronterizo
produjo gran consternación entre los cristianos andaluces, como reflejan las
crónicas de la época y demás textos literarios. El romance que nos ocupa recrea
la derrota de la cabalgada cristiana acaecida en Río Verde desde una
perspectiva literaria popular, alejándose novelescamente del suceso, pero sin
faltar al principio aristotélico de la verosimilitud y a la lógica interna
textual. Por eso no llama la atención que Sayavedra muera por defender su fe en
un acto de heroísmo de cristiano militante, tan en boga en la literatura con
temática de la Reconquista.
Comienza ex abrupto, como
tantos otros, con un apóstrofe que personifica al Río Verde y la Sierra Bermeja
y sirve para comunicar al auditorio la noticia del desastre militar sufrido en
esos parajes. En él “murió gran caballería” y “mataron a Ordiales”, amigo de
Sayavedra, “que huyendo iba” escondiéndose entre los arbustos y matorrales del
bosque, hasta que al tercer día, vencido por la sed y el hambre,
Por buscar
algún remedio -a l camino se salía.
Visto lo habían
los moros - que andan por la serranía;
los moros
desque lo vieron - luego para él venían.
(vv. 7-9)
Sayavedra cayó prisionero y fue presentado luego ante el rey. Después de ser identificado como
el que mataba tus
moros - y tu gente destruía,
el que hacía
cabalgada - y se encerraba en su manida.
(vv. 16-17)
se entabló un diálogo entre el
rey y el prisionero. El rey moro quería saber qué haría Sayavedra con él si
fuera su prisionero y el cristiano le contestaba:
Si cristiano te
tornases - grande honra te haría,
si así no lo
hicieses - muy bien te castigaría,
la cabeza de
los hombros - luego te la cortaría.
(vv. 23-25)
El rey le mandó callar y le
propuso lo mismo si abjuraba de su fe cristiana. La propuesta causó hondo dolor
al héroe cristiano, quien prefería morir antes que renegar. Finalmente y como
castigo a su obstinación los caballeros lo mataron, cumpliendo la orden del
rey, si bien Sayavedra se defendió como un valiente:
Echó mano a su espada,
- de todos se defendía;
mas como era
uno solo - allí hizo fin a su vida.
(vv. 35-36)
3.- Un respiro en la frontera: Abenámar
En medio de la referencia
constante a hechos de armas y sus consecuencias, reiterada en los romances del
ciclo fronterizo, emerge como un recoleto oasis Abenámar, “tan ajeno por
su espíritu y por su forma a la inspiración general de los cantos de frontera”,[22]
en el que se cambia el fragor de la batalla por el diálogo sobre los monumentos
granadinos. Sin duda éste es el romance fronterizo más bello, “es, además de
una obra de arte inmortal, un documento histórico imperecedero, o, mejor dicho,
un documento histórico que aparece en forma artística. El romance es historia
que llega a ser arte, estremecimiento histórico hecho beldad”.[23]
Muchas páginas se han escrito sobre este hermoso poema, debido fundamentalmente
a su originalidad y a sus valores estéticos, también la identificación
histórica del moro Abenámar ha llevado a estudiosos del romancero a bucear en
la historia de la Reconquista granadina.
El texto refiere ante todo un
vivo diálogo entre el rey Juan II de Castilla y el moro Abenámar, en el que el
rey pregunta al moro acerca de los monumentos que divisa a lo lejos en Granada
y éste le responde identificándolos con sus nombres y características. Se
admite generalmente que esta escena revive el encuentro histórico de don Juan
con un moro granadino, lo que resulta más discutible es la identificación de
Abenámar. Menéndez Pidal[24]
estima que se trata de Abenalmao (Yusuf Ibn Alahmar), noble granadino amigo de
los castellanos, cuyo encuentro pudo celebrarse en junio de 1431, cuando el rey
castellano estuvo acampado cerca de Granada. Por su parte Torres Fontes[25]
cree que Abenámar era un capitán que traicionó a Yusuf Ibn Alahmar pasándose a
los cristianos, a cuyo servicio estuvo desde 1431 a 1436. Sin embargo P.
Benichou se aparta de la historicidad de los personajes, sosteniendo que
resulta difícil identificar al “moro de la morería”( “puede ser Abenalmao;
puede ser Abenámar el capitán; y también, para decirlo todo, igual puede ser un
interlocutor inventado, frente al rey de Castilla, en el proceso de elaboración
del poema”[26]). Por su
parte el rey don Juan “que descubre y desea a Granada” está tan poco
individualizado, que podría pasar por Enrique IV o Fernando el Católico, y
Abenámar, que “ni siquiera se nos presenta como príncipe o caballero
granadino”, desempeña la función de “interlocutor inventado”, siendo “su única
función en el poema revelar, como moro, la excelencia sin par de la ciudad, y
exaltar el deseo del rey”.[27]
Conservamos del romance tres
versiones: la primera, corresponde al Cancionero de Romances, s.a. de
Amberes; recogida también en la Silva I de Zaragoza (1550) y en la Rosa
Española de Timoneda (1573). Hay una segunda más larga, que incorpora una
introducción situacional y añade al final unos versos que hablan de un supuesto
ataque a Granada, y una tercera, incluida en las Guerras civiles de Granada
(1595) de G. Pérez de Hita, que es la más estudiada, es además la más corta y
sin lugar a dudas la que llega a más altas cotas de belleza literaria. Ésta es
la que sigo en el presente trabajo.
En su estructura compositiva el
romance “responde a una de las tres fases contempladas por la teoría
tradicionalista en las gestas: el nacimiento como poesía noticiera, la
reelaboración en variantes y la adición de temas secundarios, motivos
descriptivos o novelización”.[28]
Empieza en abrupto, como nos tiene acostumbrados el romancero viejo, con
apóstrofe reiterado (“Abenámar, Abenámar”) en medio de un diálogo entre
Abenámar y otro personaje desconocido, del que luego sabremos que es el rey don
Juan. “Vaga y misteriosamente comienza el diálogo con los augurios del
nacimiento de Abenámar y la declaración de su genealogía”[29]:
-¡Abenámar,
Abenámar, - moro de la morería,
el día que tú
naciste - grandes señales había!
Estaba la mar
en calma, - la luna estaba crecida;
(vv. 1-3)
A continuación el interlocutor de
Abenámar quiere asegurarse de que le va a responder con verdad a lo que ansía
preguntarle, apelando a las señales extraordinarias que concurrieron en su
nacimiento. Por su parte el moro se muestra dispuesto a ello y para ganarse la
credibilidad del cristiano, ya que los castellanos desconfiaban siempre de los
moros, afirma ser hijo de moro y de cristiana, la cual le enseñó de niño a no
mentir. Confiando el rey en Abenámar, le pregunta:
¿qué castillos
son aquellos? - ¡Altos son y relucían!
(v. 12)
En los versos que siguen
Abenámar se recrea en la contestación, ponderando los detalles de cada
monumento granadino (la Alhambra, los Alijares, el Generalife y las Torres
Bermejas), suministrando incluso información erudita sobre los artistas:
El moro que los
labraba - cien doblas ganaba al día,
y el día que no
los labra - otras tantas se perdía.
(vv. 15-16)
El rey, fascinado por la
pormenorizada descripción que el moro Abenámar ha hecho de las maravillas de
Granada, en un rapto de amor apasionado, la pide en matrimonio, emulando
fórmulas alegóricas de la poesía árabe:
-Si tú
quisieses, Granada, - contigo me casaría;
darte he yo en
arras y dote - a Córdoba y a Sevilla.-
(vv. 20-21)
La respuesta negativa de la bella
ciudad personificada sorprende por inteligente y discreta:
-Casada soy,
rey don Juan, - casada soy, que no viuda;
el moro que a
mí me tiene - muy grande bien me quería.
(vv. 22-23)
4. El ejército cristiano se
aproxima a Granada
El último tramo de la
reconquista granadina produce un importante repertorio de romances fronterizos,
escritos en su mayoría por poetas cortesanos con objeto de halagar a los reyes
y a la nobleza andaluza, que llevaba el mayor peso de la guerra. En esta época
los romances se cantaban en los campamentos cristianos para recrear y enardecer
a los soldados y también servían para amenizar las fiestas populares de los
enclaves cristianos fronterizos. Prueba de ello es que los poetas tienden a la
idealización de la materia, sin importarle demasiado la distorsión de la
historia. En algunos casos estos romances están muy próximos a los moriscos,
pues gustan de las descripciones de los trajes de moros y cristianos y de las
banderas e insignias de los ejércitos. “La moda morisca comienza a hacerse
presente en estos años así como la trovadoresca, esto explica las variedades de
matices que sorprendemos en las muestras de este periodo y las interferencias
que se advierten. Así, ciertos romances se basan casi exclusivamente en la
lucha a muerte entre dos caballeros, uno moro y otro cristiano, al estilo de
los duelos tradicionales”.[30]
El romance que comienza
“Mensajeros le han entrado - al Rey Chico de Granada” no responde a un
acontecimiento histórico concreto, sino a los movimientos de tropas castellanas
previos al sitio de Granada. El romance tiene dos versiones, que se hallan en
las Guerras civiles de Granada (1595) de G. Pérez de Hita, cuya autoría
o adaptación le pertenecen. En ambas aparece la misma apología de Isabel y
Fernando, el firme propósito manifestado por los monarcas de permanecer allí
hasta la toma de la ciudad y el carácter religioso de la empresa. En la primera
versión (que sigo en este trabajo) hay una referencia a la guerra civil
granadina entre cegríes y abencerrajes, cuestión que no aparece en la segunda.
Se abre el romance con la
presencia ante el Rey Chico de dos mensajeros. El primero que llega, Mahomad
Zegrí, malherido y “con el rostro demudado” es el que transmite al soberano las
noticias:
- Nuevas te
traigo, Señor, - y una mala embajada
(v.7)
Le informa en primer lugar de la
proximidad a Granada de los ejércitos cristianos, acaudillados por los Reyes
Católicos, quienes han hecho el juramento:
de no salir de
la vega - hasta ganar Granada;
(v. 15)
En segundo lugar les revela que
las heridas que trae son consecuencia de una batalla en la vega entre cegríes y
abencerrajes:
treinta zegrís
quedan muertos, - pasados por el espada.
Los cristianos
bencerrajes - con braveza no pensada,
con otros acompañados
- de la cristiana mesnada,
hicieron
aqueste estrago - en la gente de Granada.
(vv. 20-23)
El final resulta patético: el
mensajero Zegrí se desmaya y lo llevan a su casa mientras que el rey se queda
sumido en la tristeza:
Estas palabras
diciendo, - el Zegrí allí desmaya:
desto quedó
triste el Rey, - no pudo hablar palabra.
Quitaron de
allí al Zegrí, - y lleváronle a su casa.
(vv. 26-28)
5. Desafíos y duelos: paladines
admirados
En una guerra fronteriza tan larga
no podían faltar paladines y esforzados caballeros que sobresalieran sobre los
demás y sirvieran de admiración al pueblo. Su fortaleza y bravura hicieron que
la gente sintiera verdadera pasión por ellos y engrandeciera y mitificara sus
proezas. Este es el caso del Maestre de Calatrava, con sus contendientes moros
Albayaldos y Aliatar; don Manuel Ponce de León y Garcilaso de la Vega.
5.1. El Maestre de Calatrava
“Todo un ciclo romancístico se
forja en torno a la figura anónima del Maestre de Calatrava, haciendo de él un
caballero sin par, modelo de valentía y entrega, debelador constante de los
paladines moros, empedernido justador, símbolo de la caballería cortesana del
siglo XV”.[31] Parece ser
que la personalidad del Maestre corresponde a don Rodrigo Téllez Girón, hijo de
don Pedro, intrigante y valeroso caballero, conquistador de Archidona (1462) y
aspirante audaz al matrimonio con Isabel de Castilla.
Don Rodrigo sucedió a su padre
en el maestrazgo a la edad de 12 años, en la guerra civil por el trono de
Castilla tomó partido por la Beltraneja, distinguiéndose por su ferocidad y
crueldad con los enemigos en el asalto a Ciudad Real; finalizada la contienda,
se pone al servicio de los Reyes Católicos y participa en la guerra de Granada,
aunque por poco tiempo, pues murió heroicamente a los 27 años el 5 de julio de
1482 en el primer asalto a Loja. Su ferocidad en el ataque, su temple bizarro y
porte gallardo y su muerte temprana hicieron del Maestre un héroe fronterizo
rayano en la leyenda, pues la voz del romancero le atribuyó arriesgadas y
espectaculares hazañas. “No tuvo tiempo para ser un gran capitán, pero fue, sin
duda, un arrojadísimo aventurero, y nada conmueve tanto la fibra popular como
el ver truncadas en flor las esperanzas de gloria. Empresas de caballero
andante son las que cuentan de él los romances, y forman juntos una breve
leyenda”.[32]
Sobre el Romance del Maestre
de Calatrava disponemos de varias versiones. La más antigua y también la
más breve pertenece a la Silva de Zaragoza de 1550. A juicio de Menéndez
Pelayo esta versión básica constituye el germen de los otros romances más
extensos en torno a las gestas del Maestre. Las demás versiones parten de este
cuerpo fundamental, que complementan con toda suerte de aventuras caballerescas
hasta límites inverosímiles, alimentadas por la fantasía popular. El texto del
romance primigenio se limita a la presentación del héroe con la fórmula
característica de los romances que componen el ciclo de los Infantes de Lara:
¡Ay Dios, qué buen caballero - el Maestre de Calatrava!
¡Cuán bien que
corre los moros - por la vega de Granada!,
(vv. 1-2)
investido de sus atributos más
sobresalientes, como son la arrogancia y la valentía en su lucha pertinaz
contra los moros:
Con su brazo arremangado
-arrojara la su lanza
Cada día mata
moros, - cada día los mataba,
vega abajo,
vega arriba, - ¡oh, cómo los acosaba!
Hasta a
lanzadas metellos - por las puertas de Granada.
(vv. 3, 4-6)
Tan grande es su bravura y
fortaleza que
Tiénenle tan
grande miedo - que nadie salir osaba.
El rey, con
gran temor, - siempre encerrado se estaba;
no osa salir de
día; - de noche bien se guardaba.
(vv. 8-10)
A un personaje real, pero
envuelto en la leyenda, como es el Maestre de Calatrava, la ficción poético-histórica
tenía que crear la figura de un antagonista que estuviera a su altura. Éste fue
el paladín Albayaldos, un héroe inventado, sin apoyatura histórica, que la
imaginación popular hizo venir de África, pues en Granada no había ningún
caballero capaz de enfrentarse al Maestre. Es probable que en el fondo de la
radicación africana de Albayaldos estuviera el conocimiento que existía entre
los cristianos de la fallida petición de auxilio cursada por el rey nazarí a
los soberanos africanos. Fuere como fuere, resulta que Albayaldos emerge como
habitual contendiente de don Rodrigo en casi todos los romances del ciclo. Así
en una versión más extensa, incluida en Rosa Española. Segunda parte de
Romances (1573) de Joan de Timoneda, aparece el moro Albayaldos, pues en su
tierra había tenido conocimiento del miedo que los granadinos profesaban al
Maestre:
Oído lo había
Albayaldos - en sus tierras donde estaba;
arma fustas y
galeras, - por la mar gran gente armaba,
saléselo a
recebir - el Rey Chico de Granada
(vv. 8-10)
Una vez en Granada, el monarca le confirma los estragos que don Rodrigo produce entre los moros:
-“La verdad,
dijo el moro, - la verdad te fue contada,
que no hay moro
en mi tierra - que lo espere cara a cara,
si no fuere el buen
Escado, - que era alcaide del Alhama;
y una vez que
saliera - ¡caro costó a Granada!”
(vv. 19-22)
y Albayaldos pide al rey
prestados los caballeros que habían asolado en una correría las tierras de Jaén
y emprende de nuevo la cabalgada, ocasionando los destrozos y calamidades que
en otro tiempo perpetraran los caballeros de Moclín. Un prisionero que
liberaron fue quien dio al Maestre la nueva de la presencia de Albayaldos:
Por las puertas
de Jaén - al Maestre voces daba:
-“¿Dónde estás
tú, el Maestre? - ¿Qués de tu noble compaña?
Hoy pierdes
toda tu gloria, - Albayaldos te la gana”.
(vv. 50-52)
Al grito de “¡Al arma, mis caballeros!”, Don Rodrigo se pone en marcha
rápidamente y por el camino se topa con la cabalgada de Albayaldos, quien al ver
al Maestre se desmaya y cae muerto:
Andando en la
pelea - con Albayaldos topara:
con la fuerza
del Maestre - Albayaldos se desmaya.
Cayó muerto del
caballo, - su fin allí lo acabara.
Los suyos
desque lo vieron - cada cual a huir se daba
(vv.64-67)
El Maestre-Albayaldos
En el Romance de la muerte de
Albayaldos, que comienza “Santa Fe qué bien pareces”, Albayaldos roba
protagonismo al Maestre. El poema discurre entre el moroso diálogo del paladín
venido de África con el rey sobre la forma de combatir al Maestre y la
preparación del ataque. La muerte de Albayaldos la despacha el narrador en tan
solo dos versos al final del romance. El argumento arranca del mismo tema que
el romance anterior, es decir, el miedo que el Maestre (instalado ahora en
Santa Fe) infundía entre los granadinos, incapaces de hacerle frente, pero
Albayaldos, sabedor de la situación, se apresta a cruzar el Estrecho para
ofrecerse al rey nazarí como rival del temido castellano. Hasta aquí igual que
el romance anterior, pero a partir de este punto el aedo traslada el
enfrentamiento de los campeones a las inmediaciones de Granada, cada uno con
sus correspondientes caballeros y peones. A Albayaldos:
Diérale el rey
dos mil moros, - los que él le señalara:
todos los toma mancebos,
- casado no le agradaba.
(vv. 47-48)
Con estos hombres sale por la
vega a medir sus fuerzas con don Rodrigo, el cual
salióse los a
recebir - por aquella vega llana
con quinientos comendadores,
- que entonces más no alcanzaba.
(vv. 50-51)
En el fragor de la lucha se
encuentran los héroes cuando Albayaldos hería a un cristiano:
...el maestre
que llegaba
a grandes voces
diciendo: - “¡Santiago! y ¡Calatrava!”
(vv.58-59)
y es entonces cuando don Rodrigo
de una lanzada da muerte al moro Albayaldos:
Álzase en los
estribos, - y la lanza le arrojaba:
diole por el
corazón, - salido le había a la espalda.
(vv. 60-61)
El romance finaliza con la retirada
de los moros a Granada ante la vista del rey, que después de esta derrota ve su
miedo acrecentado.
El Maestre-Alatar
El Romance del moro Alatar,
que comienza “De Granada parte el moro”, relata otra hazaña del Maestre, el
enfrentamiento con Alatar cuando iba camino de Antequera. Los hechos narrados
no responden a la realidad histórica, pero eso le importaba poco a la inventiva
popular, que había instalado al Maestre en la leyenda. Alatar, el Aliatar
histórico, alcaide de Loja y suegro de Boabdil, se encuentra con el Maestre
yendo camino de Antequera:
Camino va de
Antequera, - parecía que volaba.
..........................................................................
Antes que
llegue Antequera, - vido una seña cristiana;
vuelve riendas
del caballo - y para allá lo guiaba,
la lanza iba
blandiendo - parecía que la quebraba.
Saléselo a
recebir - el maestre de Calatrava.
(vv. 15, 17-20)
Sin mediar palabra, “arremete el
uno al otro”, después de encomendarse cada uno a su Dios respectivo. El
narrador apenas se entretiene en los pormenores de la lucha, como si los diera
por sabidos entre sus oyentes, y remata enseguida la pelea, en la que vence el
Maestre:
Acometió recio
al moro, - la cabeza le cortara;
(v. 30)
El texto poético está muy próximo
artísticamente a los romances moriscos, ya que el poeta se recrea en la
descripción del atuendo militar de Alatar (vv. 5-12), más propio para la
galantería cortesana de las justas y los torneos que para la guerra, si bien la
acción vivida por los personajes se inscribe en la guerra fronteriza de
Granada.
El Maestre- Barbarín
La fama del maestre don Rodrigo
perduró durante mucho tiempo y el eco de sus empresas sirvió de motivo poético
para un romance artístico, que constituye otra versión del Romance del
Maestre de Calatrava ofrecida por Timoneda en Rosa Española. En este
romance, a imitación de los viejos, pero “introduciendo rasgos de galantería,
que entonces eran novedad y luego se prodigaron con exceso, pinta el triunfal
paseo del Maestre por la vega de Granada y su desafío con el moro Barbarín”.[33]
En la Alhambra el Maestre comparece ante la Reina, a quien solicita venia para
la celebración de un duelo con el moro que acepte su reto. El moro Barbarín
será su contrincante:
Oídolo ha
Barbarín, - que quiere tomar la empresa;
las damas lo
están armando, - mirándolo está la Reina.
Muy gallardo
sale el moro, - caballero en una yegua,
por las calles
donde iba - va diciendo: “¡Muera, muera!”
(vv. 18-21)
Después de un tenso diálogo los
dos paladines inician el duelo:
Apártanse uno
de otro - con diligencia y presteza,
juegan muy bien
de las lanzas, - arman muy buena pelea.
(vv.
28-29)
El Maestre, “más diestro”,
consigue malherir a Barbarín, el cual huye “desesperado” sin atender a su enemigo,
que lo reclama a grandes voces apelando a su reputación entre las damas. Al ver
que no retorna, le arroja su lanza hiriéndolo de muerte:
Acertádole
había al moro,- el moro en tierra cayera;
apeádose ha el
Maestre,- y cortóle la cabeza.
(vv. 36-37)
Pone punto final al romance un
gesto de autosatisfacción y cortesía de don Rodrigo, que se ofrece a la Reina
como leal caballero.
5.2. Ponce de León
Un tratamiento distinguido
obtiene en el Romancero don Manuel Ponce de León, primogénito de los condes de
Bailén y hermano del Marqués de Cádiz, a quien prestó ayuda con escasa
notoriedad en alguna empresa. Figura más legendaria que histórica, ha sido
tratado con generosidad en el Romancero, sobre todo en el Romancero nuevo. Su
pase a la leyenda probablemente se deba a sus galanteos amorosos con las damas
cortesanas, por cuyos efectos se agigantaron y embellecieron sus acciones
caballerescas. Muchos fueron los actos de heroísmo que la ficción poética le
atribuyó: sobresalió en los combates con moros ilustres a las puertas de
Granada, destacó asimismo en el enfrentamiento con el alcaide de Ronda y Juan
de la Cueva lo enfrentó en un romance a un caballero francés “desnudos los dos
en carnes - sin adargas ni lorigas”. Pero la leyenda que más nombre ha
proporcionado sin duda a Ponce de León es la del guante arrojado por una dama a
una jaula de leones y sacado después por el audaz caballero.[34]
El Romance de don Manuel
Ponce de León trata de una arriesgada y valiente proeza. El texto se abre
con una pregunta angustiada del rey, por la que solicita la intervención de
algún caballero de los suyos “más preciado” para decapitar a un moro que
resulta invencible en la lidia. Don Manuel Ponce de León se ofrece voluntario,
a pesar de su debilidad a causa de unas heridas. Por ello
Gran lástima le
dan las damas - de velle que va tan flaco.
(v. 10)
Ya en la plaza don Manuel se
encuentra con el moro Muza, que trata de intimidarlo para que se retire,
revelándole su identidad:
“Que yo soy el
moro Muza, - ese moro tan nombrado:
soy de los
almoradíes, - de quien el Cid ha temblado”.
(vv. 17-18)
Pero el caballero cristiano no
puede contrariar a las damas, pues en definitiva son quienes alientan su
enfrentamiento:
“que pues las
damas me envían, - no volveré sin recaudo”.
(v. 20),
evidenciando con esa actitud la
doble responsabilidad contraída, por una parte su deber marcial y por otra, su
galanteo amoroso. Después de este corto diálogo empieza la pelea, y
aprovechando que Muza se ha apeado del caballo para luchar en tierra, don Manuel
lo alancea mortalmente y le corta la cabeza, que se la ofrece al rey.
5.3. Garcilaso de la Vega
De los romances que narran
desafíos entre moros y cristianos durante el asedio de Granada, el más conocido
de todos, debido a las posteriores versiones teatrales,[35]
es el que trata de la victoria de Garcilaso de la Vega sobre el moro retador,
que llevaba la leyenda del Ave María colgada en la cola de su caballo.
El Romance de Garcilaso de la Vega es un romance fronterizo con ribetes
novelescos que se halla inserto en el capítulo XVII de las Guerras civiles
de Granada de G. Pérez de Hita (1595) y no parece ser tan antiguo como
afirma el autor, sino obra de un poeta del siglo XVI, que refundió historias
correspondientes a personas distintas, las cuales tenían en común el nombre de
Garcilaso de la Vega. El autor del romance atribuye la leyenda de la estela del
Ave María (que corresponde a un Garcilaso de la Vega que luchó en la
batalla del Salado)[36]
al Garcilaso que combatió en la guerra de Granada. Comienza el poema con la
ubicación espacio-temporal donde va a acontecer la historia: Santa Fe,
concurrida de altas dignidades nobiliarias junto al rey Fernando y las nueve de
la mañana. A continuación aparece desafiante un moro montado en un caballo
negro, que se dirige al campo cristiano. El poeta describe su atuendo guerrero
con tintes moriscos, señalando al final con preocupación:
Aqueste perro,
con befa,- en la cola del caballo
La sagrada Ave
María - llevaba haciendo escarnio.
(vv. 15-16)
Cerca de las tiendas cristianas
lanza el reto:
-“¿Cuál será
aquel caballero - que sea tan esforzado
que quiera
hacer conmigo - batalla en aqueste campo?
(vv. 18-19)
Sin importarle que salga uno, dos,
tres o cuatro caballeros, el narrador pone en boca del moro, en su apelación
retadora, una relación de caballeros cristianos de alto linaje con clara
intención encomiástica, encabezada por el Alcaide de los Donceles y cerrada por
el mismo de Ponce de León, orlado con su leyenda del guante echado en la jaula
de leones. De entre los caballeros dispuestos a enfrentarse con el moro se
adelanta Garcilaso, “mozo gallardo, esforzado”, que sale al campo a pesar de no
haber obtenido la venia real por su corta edad:
Pero muy
secretamente - Garcilaso se había armado
y en un caballo
morcillo - salido se había al campo.
(vv. 39-40)
Se dirige al moro con valentía,
mientras que éste lo ningunea y menosprecia por su mocedad, pidiéndole que se
aleje y en su lugar venga un hombre barbado. Enojado Garcilaso arremete contra
el moro altanero con tal ímpetu, que de una lanzada le produce la muerte;
después de cortarle la cabeza, le retira el Ave María de la cola del
caballo, besándola con fervor:
quitó el Ave
María - de la cola del caballo:
hincado de
ambas rodillas, - con devoción le ha besado
(vv. 59-60)
Finaliza el romance con el
reconocimiento y admiración del rey y de la nobleza por su hazaña y como
explicación al auditorio el aedo apostilla erróneamente que el apellido “de la
Vega” lo lleva desde hoy por esta proeza:
Garcilaso de la
Vega - desde allí se ha intitulado,
porque en la
vega hiciera - campo con aquel pagano.
(68-69)
6. Granada ha sido perdida
Después de la rendición de Granada,
el Rey Chico emprende el camino hacia el exilio de la Alpujarra. Poco tiempo
después surge una leyenda tradicional, probablemente entre los moriscos,
titulada Suspiro del Moro, que se populariza en seguida en los ambientes
cristianos. Una de las versiones más antiguas se debe a fray Antonio de
Guevara, Epístolas familiares: Letra para Garci Sánchez de la Vega, en la
cual escribe el autor una cosa muy notable que le contó un morisco en Granada
(20 parte, carta 60), s.a., aunque Menéndez Pelayo estima que puede ser de
1526. En el texto de Guevara un morisco cuenta cómo se perdió Granada por la
contienda entre el rey y los abencerrajes, permitiendo a los Reyes Católicos
tomarla “en tan poco tiempo y con tan poco daño”. Continúa el relato del
morisco con la historia que da nombre a la leyenda, y dice así:
Otro día
después que se entregó la ciudad y el Alhambra al rey Fernando, luego se partió
el rey Chiquito para tierras del Alpujarra, las cuales tierras quedaron en la
capitulación que él las tuviese y por suyas las gozase. Iban con el rey
Chiquito aquel día la Reina, su madre, delante, y toda la caballería de su
corte detrás; y como llegasen a este lugar, a do tú y yo tenemos agora los
pies, volvió el Rey atrás la cara para mirar la ciudad y el Alhambra, como a
cosa que no esperaba ya más de ver, y mucho menos de recobrar. Acordándose,
pues, el triste rey, y todo los que allí íbamos con él, de la aventura que nos
había acontecido, y del famoso reino que habíamos perdido, tornándonos todos a
llorar, y aun nuestras barbas todas canas a mesar, pidiendo a Alá misericordia,
y aun a la muerte que nos quitase la vida. Como a la madre del Rey (que iba
delante), dijesen que el Rey y los caballeros estaban todos parados, mirando y
llorando el Alhambra y ciudad que habían perdido, dio un palo a la yegua en que
iba , y dijo estas palabras: “Justa cosa es que el Rey y los caballeros lloren
como mujeres, pues no pelearon como caballeros”.
Concluye el relato con un aserto
contundente del Emperador, a quien en otra ocasión le contó la misma historia:
Muy gran razón
tuvo la madre del Rey en decir lo que dijo, y ninguna tuvo el Rey su hijo, en
hacer lo que hizo; porque yo si fuera él, o si él fuera yo, antes tomara esta
Alhambra por mi sepultura, que no vivir sin reino en el Alpujarra.
Es muy probable que la Carta
de fray Antonio de Guevara y la tradición popular granadina constituyan la
fuente de inspiración del Romance del Rey Chico que perdió Granada, descubierto
en los años cuarenta en la Biblioteca de la Universidad de Cracovia. En él se
cuenta esencialmente la partida del Rey Chico hacia la Alpujarra. El poema
principia con una presentación del protagonista, el Rey Chico, y sus
circunstancias, es decir, la salida hacia la Alpujarra el año1492, “un lunes a
mediodía”, acompañado de su madre y de sus mejores caballeros:
Por ese Genil
abajo - que el Rey Chico se salía,
los estribos se
han mojado - que eran de gran valía.
(vv. 6-7)
Al llegar a una cuesta muy alta desde
la que se veía Granada, la miró profundamente dolorido y prorrumpió en un largo
lamento, que recuerda las lamentaciones de don Rodrigo por la pérdida de
España. En él manifiesta su admiración por la ciudad perdida:
“¡Oh Granada la
famosa, - mi consuelo y alegría!,
¡oh mi alto
Albaicín - y mi rica Alcaicería!,
¡oh mi Alhambra
y Alijares - y mezquita de valía!,
¡(mis baños,
huertas y ríos, - donde holgar me solía!”
(vv. 12-15)
y pronuncia una reflexión
filosófico-moral sobre los avatares de la fortuna:
¡Oh rueda de la
fortuna, - loco es quien en ti fía,
que ayer era
rey famoso - y hoy no tengo cosa mía!
(vv. 19-20)
Después cayó desmayado y el
séquito se paró. Preguntando la sultana la razón de la parada, un moro viejo le
respondió que su hijo miraba afligido a Granada. Entonces la madre le respondió
con esta sentencia firme que da fin al romance:
“Bien es que
como mujer - llore con grande agonía
el que como
caballero - su estado no defendía”.
(vv.
29-30)
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ANTOLOGÍA DEL ROMANCERO FRONTERIZO
I.- Cerco y toma de ciudades
I. 1.- Baeza
Romance
del cerco de Baeza1
Cercada tiene a Baeza - ese
Audalla Mir
con ochenta mil peones, -
caballeros cinco mil;
con él va ese traidor, - el
traidor de Pero Gil.
Por la puerta de Bedmar - la empieza
de combatir;
pone escalas al muro, -
comiénzanle a conquerir. 5
Ganada tiene una torre, - no le
pueden resistir,
cuando de la de Calonge -
escuderos vi salir:
Ruy Fernández va delante, -
aquese caudillo ardil,
arremete con Audalla, - comiénzale
de herir,
cortado le ha la cabeza, - los
demás dan a huir. 10
Romance
del asalto a Baeza2
-Moricos, los mis moricos, - los
que ganáis mi soldada,
derribédesme a Baeza, - esa
ciudad torreada,
y los viejos y las viejas - los
meted todos a espada,
y los mozos y las mozas - los
traed en cabalgada,
y la hija de Pero Díaz - par ser
mi enamorada 5
y a su hermana Leonor, - de
quien sea acompañada.
Id vos, capitán Venegas, -
porque venga más honrada,
porque, enviándoos a vos, - no
recelo en la tornada
que recibiréis afrenta - ni cosa
desaguisada.
I.2.- Antequera
Romance muy antiguo y viejo del moro
alcaide de Antequera3
De Antequera sale un moro, - de
Antequera aquesa villa,
cartas llevaba en su mano, -
cartas de mensajería:
escritas iban con sangre - y no
por falta de tinta.
El moro que ellas llevaba, -
ciento y veinte años había;
ciento y veinte años el moro, -
de doscientos parecía. 5
la barba llevaba blanca - muy
larga hasta la cinta,
con la cabeza pelada, - la calva
le relucía.
Toca llevaba tocada, - muy
grande precio valía;
la mora que la labrara, - por su
amiga la tenía.
Caballero en una yegua - que
grande precio valía, 10
no por falta de caballos, - que
hartos él se tenía.
Alhareme en su cabeza - con borlas
de seda fina;
siete celadas le echaron, - de
todas se escabullía.
Por los campos de Archidona - a
grandes voces decía:
-“Si supieses, el rey moro, - mi
triste mensajería 15
mesarías tus cabellos - y la tu
barba vellida”.
Tales lástimas haciendo - llega
a la puerta de Elvira;
vase por los palacios - donde el
rey moro vivía.
Encontrado ha con el rey - que
del Alhambra salía
con doscientos de a caballo, -
los mejores que tenía. 20
Ante el rey, cuando le halla, -
tales palabras decía:
-“Mantenga Dios a tu alteza, -
salve Dios tu señoría”.
-“Bien vengas, el moro viejo, -
días ha que te atendía.
¿Qué nuevas me traes, el moro, -
de Antequera esa mi villa?”
-“No te las diré, el buen rey, -
si no me otorgas la vida.” 25
-“Dímelas, el moro viejo, - que otorgada
te sería”.
-“Las nuevas que, rey, sabrás -
no son nuevas de alegría,
que ese infante don Fernando -
cercada tiene la villa;
muchos caballeros suyos - la
combaten cada día,
aquese Juan de Velasco - y el
que Enríquez se decía, 30
el de Rojas y Narváez, -
caballeros de valía;
de día le dan combate, - de noche hacen la mina.
Los moros que estaban dentro -
cueros de vaca comían.
Si no socorres el rey - tu villa
se perdería”.
La
mañana de San Juan4
La mañana de San Juan - al
tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros -
por la vega de Granada.
revolviendo sus caballos - y
jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas -
bordados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas -
tejidas de oro y grana. 5
El moro que amores tiene -
señales dello mostraba
y el que no tenía amores - allí
no escaramuzaba.
Las damas moras los miran - de
las torres del Alhambra,
también se los mira el rey - de
dentro del alcazaba.
Dando voces vino un moro - y
mesándose la barba. 10
Como antel rey fue llegado, -
dijérale esta palabra:
- “Con tu licencia, señor, - te
diré una nueva mala:
que ese infante don Fernando -
tiene Antequera ganada.
Han muerto allí muchos moros, -
yo soy quien mejor librara,
[cuatro] lanzadas trayo, - que
el cuerpo todo me pasan” 15
Oyendo el rey esta nueva - la
color se le mudara;
mandó tañer sus trompetas - y
tocar todos al arma,
juntó dos mil de caballo -
porque correrías haga.
En llegando en Alcalá, - que la
Real se llamaba,
talando viñas y panes - unas
escaramuzas traban. 20
Fueron muchos los cristianos, -
mas llevaron orden mala.
Los moros, que son de guerra, -
dado les han mala carga.
Dellos matan, dellos prenden - y
llevan gran cabalgada.
Con tal vitoria los moros - la
vuelta dan de Granada.
Bien fue desto el rey contento -
mas Antequera lloraba, 25
que lo que el Infante toma -
siempre bien lo conservaba,
que la gente de Castilla -
defiende muy bien la plaza.
Mandó hacer alarde luego - de la
gente de Granada,
dentro de la gran ciudad -
treinta mil moros juntara
y dioles por capitán - a Muley
Guadalpujarra, 30
que era moro de consejo - y bien
escogida lanza,
el que mató a Pedro Hernández -
y a Bocanegra ganara.
Éste hizo juramento - y sobre el
alcorán jurara
de cobrar presto a Antequera - y
aun a Córdoba la llana,
a prender a don Fernando o morir
en la demanda, 35
que hasta cumplir la jura - más
no volviera a Granada
ni burlar más con doncellas - ni
afeitar más la su barba.
I.3.- Álora
Romance de la conquista de Álora5
Álora la bien cercada, - tú que estás
en par del río,
cercóte el adelantado - una
mañana en domingo,
de peones y hombres de armas -
el campo bien guarnecido;
con la gran artillería - hecho
le habían un portillo.
Viérades moros y moras - todos
huir al castillo: 5
las moras llevaban la ropa, -
los moros harina y trigo,
y las moras de quince años -
llevaban el oro fino
y los moricos pequeños -
llevaban la pasa e higo.
Por cima de la muralla - su
pendón lleva tendido;
entre almena y almena - quedado
se había un morico 10
con una ballesta armada - y en
ella puesto un cuadrillo.
En altas voces decía, - que la
gente le había oído:
-“¡Treguas, treguas, adelantado,
- por tuyo se da el castillo!”-
Alza la visera arriba - por ver
el que tal dijo;
asestárale a la frente, - salido
le ha al colodrillo. 15
Sacólo
Pablo de rienda, - y de mano Jacobillo,
estos dos que había criado - en
su casa desde chicos;
lleváronle a los maestros - por ver si será guarido.
A las primeras palabras - el
testamento les dijo.
I.4.- Alhama
Romance de la pérdida de Alhama6
Paseábase el rey moro - por la
ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira -
hasta la de Bibarrambla
-¡Ay de mi Alhama!-
Cartas le fueron venidas - que
Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego, - y
al mensajero matara.
-¡Ay de mi Alhama!-
Descabalga de una mula - y en un
caballo cabalga; 5
por el Zacatín arriba - subido
se había al Alhambra.
-¡Ay de mi Alhama!-
Como en el Alhambra estuvo, - al
mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, -
sus añafiles de plata.
-¡Ay de mi Alhama!-
Y que las cajas de guerra -
apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, - los
de la vega y Granada. 10
-¡Ay de mi Alhama!-
Los moros, que el son oyeron -
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos - juntado
se ha gran batalla.
-¡Ay de mi Alhama!-
Allí habló un moro viejo, - de
esta manera hablara:
- ¿Para qué nos llamas, rey? -
¿Para qué esta llamada?
-¡Ay de mi Alhama!-
- Habéis de saber, amigos, - una
nueva desdichada: 15
que cristianos de braveza - ya
nos han ganado Alhama.
-¡Ay de mi Alhama!-
Allí habló un alfaquí - de barba
crecida y cana:
- ¡Bien se te emplea buen rey, -
buen rey bien se te empleara!
-¡Ay de mi Alhama!-
Mataste los Bencerrajes, - que
eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos - de Córdoba
la nombrada. 20
-¡Ay de mi Alhama!-
Por eso mereces, rey, - una pena
muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, -
y aquí se pierda Granada.
-¡Ay de mi Alhama!-
I.5.- Baza
Romance del cerco de Baza7
Sobre Baza estaba el rey, - lunes
después de yantar.
Miraba las ricas tiendas - que
estaban en su real,
miraba las huestes grandes - y
miraba el arrabal,
miraba el adarve fuerte - que
tenía la ciudad,
miraba las torres espesas, - que
no las puede contar. 5
Un moro tras una almena - comenzóle
de hablar:
-“Vete, [vete], el rey Fernando,
- no quieras aquí invernar,
que los fríos de esta tierra -no
los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años, - mil
vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro, -
todos de armas tomar; 10
ochocientos de caballo - para el
escaramuzar;
siete caudillos tenemos - tan
buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho - antes
morir que se dar”.
II..- Correrías de frontera
II.1.- Romance de Fernandarias
Buen alcaide ce Cañete, - mal
consejo habéis tomado:
en correr a Setenil - hecho se
había voluntario.
¡Harto hace el caballero - que
guarda lo encomendado!
Pensasteis correr seguro - y
celada os han armado.
Fernandarias Sayavedra, -
vuestro padre os ha vengado, 5
que acuerda correr a Ronda, y a
los suyos va hablando:
-“El mi hijo Fernandarias - muy
mala cuenta me ha dado:
encomendéle a Cañete, - él
muerto fuera en el campo.
Nunca quiso mi consejo, -
siempre fue mozo liviano
que para alancear a un moro -
perdiera cualquier estado. 10
Siempre esperé su muerte - en
verle tan voluntario.
¡Mas hoy los moros de Ronda -
conocerán que le amo!”-
A Gonzalo de Aguilar - en celada
le han dejado.
Viniendo a vista de Ronda - los
moros salen al campo;
Fernandarias dio una vuelta -
con ardid muy concertado, 15
y Gonzalo de Aguilar - sale a
ellos denodado,
blandeando la su lanza - iba
diciendo: -”¡Santiago,
a ellos que no son nada! - ¡Hoy
venguemos a Fernando!”-
Murió allí Juan Delgadillo - con
hartos buenos cristianos.
Mas por las puertas de Ronda - los
moros iban entrando; 20
veinticinco traía presos, -
trescientos moros mataron.
Mas el buen viejo Fernandarias -
no se tuvo por vengado.
II.-2.- Romance de los caballeros de
Moclín8
Caballeros de Moclín, - peones
de Colomera
entrado había en acuerdo - en su
aconsejada negra,
a los campos de Alcalá - donde
irían hacer presa.
Allá la van a hacer - a esos
molinos de Huelma:
derrocaban los molinos, -
derramaban la cibera, 5
prendían los molineros - cuantos
hay en la ribera.
Ahí hablara un viejo - que era
más discreto en guerra:
-“Para tanto caballero - chica
cabalgada es ésta.
Soltemos un prisionero - que
Alcalá lleve la nueva;
démosle tales heridas - que en
llegando luego muera; 10
cortémosle el brazo derecho -
porque no nos haga guerra.”-
Por soltar un molinero - un
mancebo se les sale,
que era nacido y criado - en
jerez de la Frontera,
que corre más que un gamo - y
salta más que una cierva;
por los campos de Alcalá -
diciendo va: -“¡Afuera, afuera! 15
Caballeros de Alcalá, - no os
alabaréis de aquesta,
que por una que hicisteis - y
tan caro como cuesta,
que los moros de Moclín -
corrido vos han la ribera,
robado vos han el campo, -
llevado vos han la presa”.-
Oído lo ha don Pedro - por su
desventura negra, 20
cabalgara en su caballo - que le
decían Bocanegra;
al salir de la ciudad - encontró
con Sayavedra:
-“No vayades allá, hijo, - sí mi
maldición os venga;
que si hoy fuera la suya -
mañana será la nuestra”.
II.3.- Romance de Sayavedra9
Río Verde, río Verde, - más
negro vas que la tinta:
entre ti y sierra Bermeja -
murió gran caballería,
mataron a Ordiales, - Sayavedra
huyendo iba;
con el temor de los moros - en
un jaral se metía;
Tres días ha con sus noches -
que bocado no comía: 5
aquejábale la sed - y la hambre
que tenía.
Por buscar algún remedio - al
camino se salía.
Visto lo habían los moros - que
andan por la serranía;
los moros desque lo vieron -
luego para él se venían.
Unos dicen: -“¡Muera, muera!”-
Otros dicen: -“¡Viva, viva!”- 10
Tómanle entre todos ellos, -
bien acompañado iba;
allá le van a presentar - al rey
de la morería.
Desque el rey moro lo vido -
bien oiréis lo que decía:
-“¿Quién es ese caballero - que
ha escapado con vida?”-
-“Sayavedra es, señor, Sayavedra
el de Sevilla, 15
el que mataba tus moros - y tu
gente destruía,
el que hacía cabalgadas - y se
encerraba en su manida.”-
Allí hablara el rey moro, - bien
oiréis lo que decía:
-“Dígasme tu, Sayavedra, - sí
Alá te alargue la vida:
si en tu tierra me tuvieses -
qué honra tú me harías.”- 20
Allí habló Sayavedra, - de esta
suerte le decía:
-“Yo te lo diré, señor, - nada
no te mentiría:
si cristiano te tornases -
grande honra te haría,
y si así no lo hicieses - muy
bien te castigaría,
la cabeza de los hombros - luego
te la cortaría.”- 25
-“Calles, calles, Sayavedra, -
cese tu malencolía.
Tórnate moro si quieres - y
verás qué te daría:
darte he villas y castillos - y
joyas de gran valía”.-
Gran pesar ha Sayavedra - de
esto que oír decía;
con una voz rigurosa - de esta
suerte respondía: 30
-“Muera, muera Sayavedra:- la fe
no renegaría,
que mientras vida tuviere - la
fe yo defendería”.-
Allí hablara el rey moro - y de
esta suerte decía:
-“Prendedlo, mis caballeros, - y
de él me haced justicia.”-
Echó mano a su espada, - de
todos se defendía, 35
mas como era uno solo - allí
hizo fin a su vida.
III.- Romance de Abenámar10
-“¡Abenámar, Abenámar, - moro de
la morería,
el día que tú naciste - grandes
señales había!
Estaba la mar en calma, - la
luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace - no
debe decir mentira.”-
Allí responde el moro, - bien
oiréis lo que decía: 5
-“No te la diré, señor, - aunque
me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro - y
de una cristiana cautiva.
Siendo yo niño y muchacho - mi
madre me lo decía
que mentira no dijese, - que era
grande villanía;
por tanto pregunta, rey, - que
la verdad te diría.”- 10
-“Yo te agradezco, Abenámar, -
aquesta tu cortesía:
¿Qué castillos son aquellos? -
¡Altos son y relucían!”-
-“El Alhambra era, señor, - y la
otra la mezquita;
los otros los Alijares -
labrados a maravilla.
El moro que los labraba - cien
doblas ganaba al día, 15
y el que no los labra - otras
tantas se perdía.
El otro el Generalife, - huerta que
par no tenía;
el otro Torres Bermejas, -
castillo de gran valía.”-
Allí habló el rey don Juan, -
bien oiréis lo que decía:
-“Si tú quisieses, Granada, -
contigo me casaría; 20
darte he yo en arras y dote - a
Córdoba y a Sevilla.”-
-“Casada soy, rey don Juan, -
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene - muy
grande bien me quería.”.
IV.- El ejército cristiano se
aproxima a Granada11
Mensajeros le han entrado - al
rey Chico de Granada;
entran por la puerta de Elvira -
y paran en el Alhambra.
Ese primero que llega - Mahomad
Zegrí se llama;
herido viene en el brazo - de
una muy mala lanzada;
y así como llegó, - desta manera
le habla, 5
con el rostro demudado, - de
color muy fría y blanca:
-“Nuevas te traigo, señor, - y
una mala embajada:
por ese fresco Genil - mucha
gente viene armada,
sus banderas traen tendidas, -
puestos a son de batalla,
un estandarte dorado - en aquel
viene bordada 10
una muy hermosa cruz, - que más
relumbra que plata,
y un Cristo crucificado -traía
por cada banda,
y el general desta gente - el
rey Fernando se llama;
todos hacen juramento - en la
imagen figurada
de no salir de la vega - hasta
ganar a Granada; 15
y con esta gente viene - una
reina muy preciada,
llamada doña Isabel, - de grande
nobleza y fama.
Veisme aquí, herido vengo -
agora de una batalla,
que entre cristianos y moros -
en la vega fue trabada:
treinta zegrís quedan muertos, -
pasados por el espada. 20
Los cristianos bencerrajes - con
braveza no pensada,
con otros acompañados - de la
cristiana mesnada,
hicieron aqueste estrago - en la
gente de Granada.
Perdóname por Dios, rey, - que
no puedo dar la habla,
que me siento desmayado - de la
sangre que me falta”-. 25
Estas palabras diciendo, - el
zegrí allí desmaya:
desto quedó triste el rey, - no pudo
hablar palabra.
Quitaron de allí al zegrí - y
lleváronle a su casa.
V.- Desafíos y duelos:
paladines admirados
V.1.- El maestre de Calatrava
Romance del Maestre de Calatrava12
¡Ay, dios, qué buen caballero -
el maestre de Calatrava!
Cuán bien corre a los moros -
por la vega de Granada,
desde la puerta de Elvira -
hasta la de Bibarrambla!
Con su brazo arremangado -
arrojara la su lanza.
Aquesta injuria que hace - nadie
osa demandalla; 5
Cada día mata moros, cada día
los mataba
vega abajo, vega arriba, - ¡oh,
cómo los acosaba,
hasta a lanzadas metellos - por
las puertas de Granada!
Tiénenle tan grande miedo - que
nadie salir osaba,
nunca huyó a ninguno, - a todos
los esperaba, 10
hasta que a espadas vueltas -
los hace entrar en Granada.
El Rey con gran temor - siempre
encerrado se estaba,
No osa salir de día, - de noche
bien se guardaba.
V.2.- Albayaldos
Romance de la muerte de Albayaldos13
¡Santa Fe, cuan bien pareces -
en los campos de Granada!,
que en ti están duques y condes,
- muchos señores de salva,
en ti estaba el buen Maestre -
que dicen de Calatrava,
éste a quien temen los moros, -
esos moros de Granada,
y aquese que los corría, -
picándolos con su lanza 5
desde la Puente de Pinos - hasta
la sierra Nevada,
y después de bien corrida - da
la vuelta por Granada.
[...]
Sabido lo ha Albayaldos - allá
allende do estaba,
hiciera armar un navío - pasara
la mar salada.
Sálenselo a recibir - esos moros
de Granada,
allá se lo aposentaban - en lo alto
de la Alhambra.
Íbaselo a ver el Rey, - el rey
Alixar de Granada:
-“Bien vengades, Albayaldos, -
buena sea vuestra llegada. 20
Si venís a ganar sueldo, - dar
os lo he de buena gana,
y si venís por mujer, - dar se
os ha mora lozana:
de tres hijas que yo tengo, -
dar se os ha la gallarda!”-
-“¡Mahoma te guarde, rey, - Alá
sea tu guarda!,
que no vengo a ganar sueldo, -
que en mis tierras lo pagaba; 25
ni vengo a tomar mujer, - porque
yo casado estaba;
mas una nueva es venida - de la
cual a mí pesaba,
que vos corría la tierra - el
Maestre de Calatrava,
que sin ningún temor - hasta la
ciudad llegaba,
y por la puerta de Elvira -
atestaba la su lanza, 30
a que nadie de vosotros -
demandar se lo posaba.
A esto vengo yo, el Rey, - a
esto fue mi llegada,
Para prender al Maestre - y
traelle por la barba-”.
[...]
V.3.- Alatar
Romance del moro Alatar14
De Granada parte el moro - que
Alatar se llamaba,
primo hermano de Albayaldo, - el
que el Maestre matara,
caballero en un caballo - que de
diez años pasaba:
tres cristianos se le curan, - y
él mismo le da cebada.
Una lanza con dos hierros - que
de treinta palmos pasa: 5
hizo la aposta el moro - para
bien señorealla;
una darga ante sus pechos - toda
muza y cotellada,
[...]
Rogando iba a Mahoma, - a Mahoma
suplicaba
le demuestre algún cristiano -
en que ensangriente su lanza.
Camino va de Antequera, -
parecía que volaba: 15
solo va sin compañía - con una
furiosa saña.
Antes que llegue Antequera, -
vido una seña cristiana;
vuelve riendas al caballo - y para
allá lo guiaba,
la lanza iba blandiendo -
parecía que quebraba.
Sáleselo a recibir - el Maestre
de Calatrava, 20
caballero en una yegua - que ese
día la ganara
con esfuerzo y valentía - a ese
alcaide de Alhama;
armado de todas armas, - hermoso
se divisaba;
una veleta traía - en una lanza
acerada.
Arremete el uno al otro, - el
moro gran grito daba: 25
-“¡Por Alá, perro cristiano, -
yo te prenderé por la barba!”-
Y el Maestre entre sí mismo - a
Jesús se encomendara.
Ya andaba cansado el moro, - su
caballo ya cansaba;
el Maestre, que es valiente, -
muy grande esfuerzo tomara.
Acometió recio al moro, - la
cabeza le cortara; 30
el caballo, que era bueno, - al
Rey se lo presentara,
la cabeza en el arzón, - porque
supiese la causa.
V.4.- Ponce de León
Romance de don Manuel
Ponce de León15
-“¿Cuál será aquel caballero -
de los míos más preciado,
que me traiga la cabeza - de
aquel moro señalado,
que delante de mis ojos - a
cuatro ha lanceado,
pues que las cabezas trae - en
el pretal del caballo?”-
Oídolo ha don Manuel, - que
andaba allí paseando, 5
que de unas viejas heridas - no
estaba del todo sano.
Apriesa pide las armas, - y en
un punto fue armado,,
y por delante el corredor - va
arremetiendo el caballo.
Con la gran fuerza que puso, -
la sangre le ha reventado:
gran lástima le han las damas -
de velle que va tan flaco. 10
Ruéganle todos que vuelva; - mas
él no quiere aceptarlo.
Derecho va para el moro, - que
está en la plaza parado.
El moro desque lo vido, - desta
manera ha hablado:
-“Bien sé yo, don Manuel, - que
vienes determinado
y es la causa conocerme - por
las nuevas que te han dado; 15
mas, porque logres tus días, -
vuélvete y deja el caballo,
que soy yo el moro Muza, - ese
moro tan nombrado:
soy de los almoradíes, - de quien
el Cid ha temblado”-.
-“Yo te agradezco, moro, - que
de mí tengas cuidado
que pues las damas me envían, -
no volveré sin recaudo”-. 20
Y sin hablar más razones, -
entrambos se han apartado,
y a los primeros encuentros - el
moro deja el caballo,
y puso mano a un alfanje, - como
valiente soldado.
Fuese para don Manuel, - que ya
le estaba aguardando;
mas don Manuel, como diestro, -
la lanza le había terciado. 25
Vara y media queda fuera, -que
le queda blandeando,
y desque muerto lo vido, -
apeóse del caballo.
Cortado le ha la cabeza, - y en
la lanza la ha hincado,
y por delante las damas - al
buen rey la ha presentado.
V. 5.- Garcilaso de la Vega
Romance de Garcilaso de la Vega16
Cercada está Santa Fe - con
mucho lienzo encerado,
al derredor muchas tiendas - de
seda, oro y brocado,
donde están duques y condes, -
señores de gran estado,
y otros muchos capitanes - que
lleva el rey don Fernando,
todos de valor crecido, - como
ya habréis notado 5
en la guerra que se ha hecho -
contra el granadino estado;
cuando a las nueve del día - un
moro se ha demostrado
encima de un caballo negro - de
blancas manchas manchado,
cortados ambos hocicos, - porque
lo tienen enseñado
el moro que con sus dientes -
despedace a los cristianos. 10
El moro viene vestido - de
blanco, azul y encarnado,
y debajo esta librea - trae un
muy fuerte jaco,
[...]
Aqueste perro, con befa, - en la
cola del caballo, 15
la sagrada Ave María - llevaba
haciendo escarnio.
Llegando junto a las tiendas, -
de esta manera ha hablado:
-“¿Cuál será aquel caballero -
que sea tan esforzado
que quiera hacer conmigo-
batalla en este campo?
Salga uno, salgan dos, - salgan
tres o salgan cuatro”. 20
[...]
Los caballeros del rey - todos
están escuchando: 31
cada uno pretendía - salir con
el moro al campo.
Garcilaso estaba allí, - mozo
gallardo, esforzado;
Licencia le pide al rey - para
salir al pagano.
-“Garcilaso, sois muy mozo -
para emprender este caso; 35
otros hay en el real - para
poder encargarlo”-.
Garcilaso se despide - muy
confuso y enojado
por no tener la licencia que -
que al rey había demandado.
Pero muy secretamente -
Garcilaso se había armado
y en un caballo morcillo -
salido se había al campo. 40
[...]
El moro cuando lo vido - en poco
lo había estimado
y díjole desta suerte: - “Yo no
estoy acostumbrado
a hacer batalla campal - sino
con hombres barbados:
vuélvete, rapaz, le dice, - y
venga el más estimado”.
Garcilaso con enojo - puso
piernas al caballo; 50
arremetió para el moro, - y un
gran encuentro le ha dado.
El moro que aquesto vio, -
revuelve así como un rayo:
comienzan la escaramuza - con un
furor muy sobrado;
cortárale la cabeza - y en el
arzón la ha colgado:
quitó el Ave María - de la cola
del caballo: 55
hincado de ambas rodillas, - con
devoción le ha besado,
y en la punta de su lanza - por
bandera la ha colgado.
[...]
VI.- Granada ha sido perdida
Romance del Rey Chico que perdió
a Granada17
El año de cuatrocientos - que
noventa y dos corría,
el rey Chico de Granada - perdió
el reino que tenía.
Salióse de la ciudad - un lunes
a mediodía,
cercado de caballeros - la flor
de la morería.
Su madre lleva consigo - que la
tiene compañía. 5
Por ese Genil abajo - que el rey
Chico se salía,
los estribos se han mojado - que
eran de gran valía.
Por mostrar más su dolor - que
en el corazón tenía,
y aquesa áspera Alpujarra - era
su jornada y vía;
desde una cuesta muy alta -
Granada se parecía; 10
volvió a mirar a Granada, -
desta manera decía:
“¡Oh Granada la famosa, - mi
consuelo y alegría!
¡oh mi alto Albaicín - y mi rica
Alcaicería!,
¡oh mi Alhambra y Alijares - y
mezquita de valía!,
¡mis baños, huertas y ríos, -
donde holgar me solía!; 15
¿quién os ha de mí apartado -
que jamás yo os vería?
Ahora te estoy mirando - desde lejos,
ciudad mía;
mas presto no te veré, - pues ya
de ti me partía.
¡Oh rueda de la fortuna, - loco
es quien en ti fía,
que ayer era rey famoso - y hoy
no tengo cosa mía!” 20
Siempre el triste corazón -
lloraba su cobardía,
y estas palabras diciendo - de
desmayo se caía.
Iba su madre delante - con otra
caballería;
viendo la gente parada, - la
reina se detenía,
y la causa preguntaba - porque
ella no lo sabía. 25
Respondióle un moro viejo - con
honesta cortesía:
“Tu hijo mira a Granada - y la
pena le afligía”.
Respondido había la madre, -
desta manera decía:
“Bien es que como mujer - llore
con grande agonía
el que como caballero - su
estado no defendía”. 30
[1].- R. Menéndez Pidal, Flor nueva de romances viejos, Madrid,
1997, pág. 9.
[2] .- Los romances, al proceder directamente de los cantares de gesta, adoptan su misma configuración métrica, es decir, una tirada de versos largos anisosilábicos monorrimos en asonante, con una fuerte cesura interna que divide el verso en dos claros hemistiquios. Desde finales del siglo XIII los cantares de gesta tienden a regularizarse en tiradas de versos de dieciséis sílabas (con hemistiquios de ocho sílabas), aspecto que se constata en los fragmentos desgajados y posteriormente independientes, que constituyen los romances primitivos. Además el octosílabo se iba abriendo camino en la poesía narrativa del mester de clerecía, alternando en algunos episodios los alejandrinos puros de 7+7 con los de 8+8, y se convierte posteriormente en el verso tradicional por excelencia de la poesía española de arte menor.
El hecho de que se escriban los octosílabos separados o formando una
unidad de verso largo con el otro hemistiquio carece de relevancia, sin embargo
requiere una explicación, en la que sigo a Menéndez Pidal (Romancero
hispánico, I, págs. 86-99). Es muy probable que los romances más antiguos
se escribieran en verso de dieciséis sílabas, pero en el siglo XV por influjo
de la lírica el romance se escribe en octosílabos, aunque no siempre; así
siguió durante todo el Siglo de Oro y se mantuvo hasta el XIX, en el que
algunos editores emplearon el verso hexadecasílabo con cesura interna (Grimm,
Milá y Fontanals y Menéndez Pelayo), si bien Wolf y Durán usaron el octosílabo.
En el siglo XX Menéndez Pidal usó de manera preferente en sus obras el verso
largo de dieciséis sílabas, aduciendo que éste era la base del romance cantado
y no el de ocho sílabas, pues la musicalidad registrada en los cancioneros se
desarrolla en melodías de dieciséis notas o de treinta y dos, pero no en
tiempos de ocho; además la coherencia oracional se produce en los dos
hemistiquios en vez de en uno.
La autoridad de Menéndez Pidal dio
preferencia en el siglo XX a la escritura de los romances en verso
hexadecasílabo, dividido en dos hemistiquios de ocho y ésta es la razón por la
que en este trabajo los textos se acomodan a la trascripción preferida por el
maestro.
[3].- M. Díaz Roig (ed.), El Romancero, “Introducción”, pág. 10.
[4].- R. Menéndez Pidal, Romancero hispánico, I, Madrid, 1968,
pág. 158.
[5].- Apud M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos
castellanos, VII, Madrid, 1944, pág. 85.
[6]. R. Menéndez Pidal, “El Romancero”, cap. V de Epopeya castellana a
través de la literatura española, Madrid, 1959, pág. 149.
[7].- M. Menéndez Pelayo, op. cit., pág. 86.
[8].- Pedro M. Piñero (ed.), Romancero, Madrid, 1999, pág. 144.
[9].-Pedro Correa, Los romances fronterizos, I, Granada, 1999,
pág. 28.
[10] .- Los enemigos del rey don Pedro lo llamaban “Pero Gil” con el propósito de propalar la calumnia de que no era hijo de Alfonso XI, sino retoño adulterino de doña María de Portugal y don Juan Alfonso de Alburquerque, uno de cuyos apellidos era Gil.
[11] .- El mote de tornadizo obedece al hecho de que Vanegas (que fue raptado por los granadinos y criado entre ellos) combatió contra los cristianos, pero luego se cambió de bando al pasarse al servicio del rey don Juan.
[12].- M. Menéndez Pelayo, op. cit., pág. 96.
[13] .- Parece ser, según afirma M. Pidal, que esta parte final (vv. 40-55) es un añadido al primitivo romance, debido a una mano erudita, que relata desde una perspectiva cristiana los hechos fundamentales del asalto y conquista de Antequera, aportando datos concretos, como son el número de soldados, el lugar de la batalla, las máquinas de guerra utilizadas y las condiciones de rendición. Su estilo reiterativo y prosaico contrasta con la agilidad y viveza del romance tradicional.
[14].- R. Menéndez Pidal, Flor nueva de romances viejos, Madrid,
1997, pág. 221
[15].- Lo más probable es que la causa no sea verosímil, pues entre las
cláusulas de la rendición de Antequera estaba que los moros pudieran salir
hacia Archidona con sus mujeres: “e que saliesen con todo lo otro suyo que
pudiesen llevar, e el Infante que les diese mill e cient vestias en que fuessen
las mugeres e las criaturas e lo suyo e que los pusiesen en salvo en Archidona” (Crónica de Juan II, manuscrito de la Biblioteca Colombina de
Sevilla, fol. 150 v.)
[16].- R. Menéndez Pidal, Romancero Hispánico, II, Madrid, 1953,
págs. 33-34.
[17].- Ibidem, pág. 34.
[18].- R. Menéndez Pidal, op. cit., pág. 32.
[19].- M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos,
Madrid, 1944, pág. 94: “En tres versiones harto prosaicas y de estilo nada
popular ha llegado a nosotros el romance de la muerte del alcaide de Cañete, y
de la venganza que de ella tomó su padre Fernán Arias en los moros de Ronda. Es
una mera paráfrasis del texto de la Crónica de Don Juan II (año 1410,
caps. XIX y XX)”.
[20].- R. Menéndez Pidal, Romancero hispánico, I, Madrid, 1968,
pág. 306: “Probablemente otro romance, Buen alcaide de Cañete (Primav.,
73, 73 a) (encuentro fronterizo con los moros en el mismo año 1410), sirve de
fuente al texto primero de la misma crónica de Juan II, y ésta nos hace ver que
hubo otra versión anterior del romance, más extensa.”
[21].- J. B. Avalle-Arce, “El romance Río Verde, Río Verde” en Homenaje a Álvaro Galmés de Fuentes,
vol. I, Madrid, 1985, págs. 359-370, aporta nuevos datos históricos y arroja además
luz propia a la contaminación sufrida por el romance al mezclarse en su
temática el suceso de Saavedra con el de Alonso de Aguilar.
[22].- M. Menéndez Pelayo, op. cit., pág. 102
[23].- L. Spitzer, “El romance de Abenámar”, en Estilo y
estructura en la literatura. española, Barcelona, 1980, pág. 126.
[24].- R. Menéndez Pidal, Estudios sobre el Romancero, Madrid,
1973, pág. 33.
[25].- J. Torres Fontes, “La historicidad del romance Abenámar,
Abenámar”, Anuario de Estudios Medievales, 8 (1972-1973), págs.
225-256.
[26].- P. Benichou, “Abenámar”, en Creación poética en el romancero
tradicional, Madrid, 1968, págs. 61-92., pág. 67.
[27].- P. Benichou, loc. cit., pág. 68.
[28].- J. Lara Garrido, “Introducción”, M. Alvar, Granada y el
Romancero, Granada, 1990, pág. XXXVII.
[29].- M. Menéndez Pelayo, op. cit., pág. 103.
[30].- Pedro Correa, Los romances fronterizos, I, Granada, 1999,
pág. 352.
[31].- Pedro Correa, op. cit., pág. 389.
[32].- M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos,
vol. VII, Madrid, 1944, pág. 130.
[33].- M. Menéndez Pelayo, op. cit., pág. 133
[34].- De esta leyenda se hacen eco posteriormente entre otros autores
Garci Sánchez de Badajoz en su Infierno de amor, poema inserto en el Cancionero
General de 1511; Cervantes en el Quijote, II,17, en la aventura del
carro de los leones, llama a don Quijote “segundo y nuevo don Manuel de León”;
Jerónimo de Urrea en una de las octavas del canto XXXIV que interpoló en su
traducción del Orlando Furioso de Ariosto y G. Pérez de Hita en sus Guerras
civiles de Granada (parte primera, cap. XVII).
[35].- Entre estas versiones teatrales sobresalen las comedias de Lope de
Vega, Los hechos de Garcilaso y el moro Tarfe (su primera comedia,
escrita probablemente a los 12 años) y El triunfo del Ave María.
[36].- Así lo atestiguan, entre otros, Argote de Molina, Nobleza de
Andalucía (1588), libro II, ca. LXXXII, y Gonzalo Fernández Oviedo, Quinquagenas
(1555), batalla 10, quinquagena 30, diálogo 43.
1.- De este romance,
probablemente el más antiguo de los fronterizos, conservamos sólo este texto,
recogido por Argote de Molina en su libro Nobleza de Andalucía (Sevilla,
1588). Es el único conservado del siglo XIV.
2.- Difundido impreso en el
siglo XVI en varios pliegos y en las primeras colecciones. Transcribo el texto
de Cancionero, s.a., fol. 185.
3.- Corresponde a Pliego
S, Salamanca, 1541, pág. 64. Romance tradicional con un final añadido
inspirado en la Crónica de Juan II.
4.- Cancionero de Juan
Fernández de Híjar.
5.-- Pliegos Praga,
II, LIV, págs. 105-106.
6.- Inserto en Ginés Pérez
de Hita, Guerras civiles de Granada,1595.
7.- Conservado en el Cancionero
Musical de los siglos XV y XVI, de Barbieri, n1 331
8.- Cancionero de
Amberes, de 1550 (pág. 247)
9.- Versión del Cancionero
de romances s.a.(fols. 174v-175v).
10.- Versión de Ginés Pérez
de Hita en sus Guerras civiles de Granada (1595)
11.- El romance que no lleva
título pertenece a la obra de Ginés Pérez de Hita Guerras civiles de Granada
(1595).
12.- Versión de la Silva...
Zaragoza 1550.
13.- Versión de la Segunda
parte de la Silva...1550
14.- Versión de Aquí
comienzan seis romances...
15.- Versión de Romance
de don Manuel glosado...
16.- Inserto en las Guerras
civiles de Granada (1595) Ginés Pérez de Hita.
17.- Versión de Tres
romances...(1568).