Autor:
María del Carmen Vaquero Serrano
Título
Artículo: DOÑA BEATRIZ DE SÁ, LA ELISA POSIBLE DE GARCILASO. Su genealogía
Fecha de envío: 20/01/2003
DOÑA BEATRIZ DE SÁ, LA ELISA
POSIBLE DE GARCILASO
Su genealogía*
A la memoria de mi tío Florentino Serrano, que amaba la cultura y me enseñó a amarla
PRÓLOGO
A finales de la primavera de 2001, en un
trabajo de investigación que realizaba junto a mi amiga Antonia Ríos de
Balmaseda, sobre don Pedro Laso de la Vega, el comunero, hermano de Garcilaso,
surgió mi pregunta:
-¿Por qué a la segunda esposa de don Pedro
unos estudiosos la llaman Beatriz y otros Isabel?
En los
siguientes días, Antonia y yo -sin conocer por entonces las Saudades da
terra de Gaspar Frutuoso, ni consultar la cuestión en las genealogías
portuguesas, ni habernos podido hacer con un artículo de Jacintho Peres,
resumido por Carolina Michaëlis de Vasconcelos, obras todas y autores que,
desde un principio, nos hubieran proporcionado la clave- nos dedicamos a tratar
de hallar en los archivos españoles nuestra propia respuesta. Y la encontramos
en el testamento de don Pedro Laso de 1550 en el Archivo Histórico Nacional de
Madrid, donde el caballero declara que doña Beatriz de Sá -hija de doña Guiomar
de Sá- fue su segunda mujer, ya fallecida; y que doña Isabel de Sá, que aún
vivía, era su tercera esposa. Pero, ¿qué relación tenían entre sí aquellas
damas? En este caso -y todavía sin habernos adentrado en las fuentes
lusitanas-, la respuesta nos la dio el testamento de doña Isabel, que
localizamos en el Archivo Diocesano de Toledo, y en donde la señora encargaba
unas misas para doña Beatriz de Sá, su hermana. Luego quedaba claro que don
Pedro había contraído segundas y terceras nupcias con dos hermanas de igual
apellido, de ahí la confusión de ciertos investigadores. Mas doña Isabel, en
sus últimas voluntades de 1574, aportaba también el dato de la vinculación de
su familia con Ponta Delgada, en la isla de San Miguel en las Azores, en cuya iglesia
se hallaban sepultados sus padres. Por tanto, no quedaba la menor duda de que
las Sás -según su apellido ya indicaba- eran portuguesas, como tantas otras
damas que vinieron a Castilla a raíz de la boda de Carlos V.
El eslabón
siguiente -apuntado en el artículo de Peres, que no habíamos podido conseguir
entonces, y recogido en España por Enrique Martínez López- parecía lógico. Si
estas señoras se llamaban Sá y habían nacido en tierras lusitanas, eran con
toda probabilidad parientes del poeta portugués Francisco Sá de Miranda. En
consecuencia, inicié una relectura de los poemas del escritor luso, y allí, al
final de la égloga Nemoroso -compuesta en 1537, al año de morir
Garcilaso- saltó la sorpresa en la que ninguno de los investigadores que me
habían precedido ni yo misma habíamos reparado antes. Porque, si no me equivoco
en mi interpretación, en aquellos versos el lírico portugués afirma que Elisa
-la amada platónica del toledano- era una Sá, hacía tiempo muerta, por la que
se habían visto unidas las familias -o pastorilmente "apriscos"- de
los Laso y los Sá. Copiaré la parte inicial de tan definitiva estrofa, para
cuya mejor interpretación debemos recordar que el caballero -o
"pastor"- Pedro Laso, tras la guerra de las Comunidades, se refugió o
buscó abrigo en Portugal para no perder la vida y allí sobrevivió. Sá de
Miranda le dice a Garcilaso, llamándolo Nemoroso:
Al muy antiguo aprisco
de los Lasos de Vega
520 por suerte el de los Sás
viste juntado.
Si cae el mal pedrisco,
abrigando se allega
y canta ende el pastor, huelga el ganado.
Elisa, el tu cuidado,
525 que acá tanto
plañiste,
por muerte (¡ay suerte!) falta,
plañiéndola en voz alta,
¿quién no plañió después do la subiste?
¿Quién
era, pues, la Elisa de los Sá -o, dicho de otro modo, la Sá-, unida a un pastor
Laso y ya fallecida para 1537, a la que Garcilaso de la Vega había llorado
tanto en sus églogas? Que el lector conteste por sí mismo.
Desde el
momento en que di con esta clave fundamental para la trayectoria poética de
Garcilaso he investigado intensamente sobre doña Beatriz de Sá y su linaje. Las
páginas que les ofrezco a continuación son el resultado.
PRIMERA PARTE
LA FAMILIA DE DOÑA BEATRIZ DE SÁ
LOS BISABUELOS, LOS ABUELOS Y LOS TÍOS ABUELOS PATERNOS[1]
Maciot de Bettencourt[2] y
Teguine (o Lérida) Guanarteme
Bisabuelo
paterno de nuestra protagonista fue el sobrino del caballero francés Juan de
Bettencourt, conquistador de Lanzarote, Fuenteventura y El Hierro, llamado
Mathieu o Maciot de Bettencourt[3]. Nacido
en Francia, marchó como lugarteniente de su tío a las islas Canarias, y allí,
según Rodrigo Rodrigues, casó con Teguine (o Lérida) Guarda Teme
(¿Guanarteme?), probablemente -en mi opinión y por el apellido- una princesa
guanche. Trasladado Maciot a Madeira hacia 1450, llevó consigo a la isla
portuguesa, entre otros, a dos de sus hijas y allí habrían de venir al mundo
sus nietos. Al parecer, su esposa canaria había fallecido en Lanzarote.
Doña Margarida[4] de Bettencourt y
Henrique de Bettencourt
Una de las hijas de
Maciot, de nombre doña Margarida de Bettencourt, casó con un tío suyo (hermano
de su padre y que como él marchó a las Canarias) de nombre Henrique de
Bettencourt y apodado el Francés. De este matrimonio nacieron dos hijos:
Henrique y Gaspar, este último padre de doña Beatriz de Sá.
Doña Maria de Bettencourt y Rui Gonçalves da Câmara
Hija de
Maciot y hermana de Margarida, doña Maria de Bettencourt matrimonió con Rui
Gonçalves da Câmara, tercer capitán de la isla azoriana de San Miguel. Desde
Canarias esta señora se había trasladado con su padre a Madeira, donde casó con
el capitán Gonçalves y juntos marcharon después para San Miguel. Doña Maria,
sin hijos, habiendo llegado a un acuerdo con su marido, que sí tenía
descendencia extraconyugal, hizo venir a la isla azoriana a su sobrino Gaspar
de Bettencourt y en él encabezó un mayorazgo. La dama otorgó su testamento en
Funchal (Madeira) el 9 de febrero de 1491 y después un codicilo en la isla de
San Miguel el 5 de noviembre de 1493. En tales documentos, entre otros ruegos,
pidió a sus testamentarios (su marido y su sobrino Gaspar) que mandasen a
Lanzarote a buscar los huesos de su madre para enterrarlos con ella en su
sepultura. Asimismo mandó enterrar en su capilla de la iglesia de San Francisco
en Funchal los restos de su sobrino Henrique de Betthencourt. En el vínculo que
instituyó para su sobrino Gaspar incluía el mayorazgo de Ribeira de Água do
Mel, en Madeira, y la Capilla de los Mártires, en la misma isla, más otras
muchas rentas en las Azores.
Su marido
dictó sus últimas voluntades el 21 de noviembre de 1497, en Vila Franca do
Campo, en la isla de San Miguel, hallándose enfermo del mal que murió. Fue
enterrado en la capilla mayor de la iglesia del Arcángel San Miguel en Vila
Franca, en la sepultura donde yacía su mujer.
EL BISABUELO (¿O TATARABUELO?) MATERNO
JOÂO RODRIGUES DE SÁ[5] o DAS
GALÉS (+1390)
Según
indicó Jacintho Peres en un artículo publicado en la revista O Occidente[6]
y difundió más tarde Carolina Michaëlis de Vasconcelos en su edición de las Poesías
de Francisco Sá de Miranda[7], el
bisabuelo por parte de madre de nuestra protagonista fue Joâo Rodriguez de Sá o
das Galés, un famoso héroe lusitano.
Pues bien, acerca de este personaje -acaso no
el bisabuelo de doña Beatriz, sino su tatarabuelo, como luego explicaré- las
noticias más fiables que he podido manejar se hallan en un apunte biográfico
del caballero, que traduzco y adapto:
Joâo Rodrigues de Sá, uno de los denodados
compañeros del Maestre de Avis, en la lucha por la independencia nacional,
muerto el 29 de diciembre de 1390, fue el primer alcalde mayor de Oporto y
señor de las tierras de Barreiro, Sever, Neiva, Aguiar, Matoziños y Gaia y del
castillo de Lindoso. Cuando en 1385 el rey de Castilla puso cerco a Lisboa, uno
de los medios que intentó llevar a cabo para enseñorearse de la ciudad fue
entenderse con algunos defensores de ella, llegando a ajustar con don Pedro de
Castro la entrega de un lienzo de muralla, que estaba confiado a su guarda.
Joâo Lourenço da Cunha estaba en el secreto de la conspiración, y como le
doliese gravemente, sintió remordimientos y confió al confesor que se preparaba
una trama contra don Juan I; y a instancias del sacerdote, que era ardiente
patriota, consiguió que se revelase todo, siendo así frustrado el plan de los
castellanos. Viendo fallar este medio, don Juan de Castilla resolvió tomar las
galeras portuguesas que estaban varadas en tierra. Para este fin ordenó que la
escuadra procurase apoderarse de ellas, pues quedaban habitualmente poco
guarnecidas, al tiempo que el conde de Maiorca [sic], por tierra daría un
asalto para dividir la atención y las fuerzas de los defensores. Fracasó el
proyecto gracias a la intrepidez del Maestre de Avis y de muchos de sus
hidalgos, entre los cuales se distinguió Joâo Rodrigues de Sá, que, venido de
Oporto a socorrer Lisboa, hizo prodigios de valor, repeliendo él solo, ayudado
por un escudero, a los castellanos de una galera que ya tenían ocupada,
recibiendo quince heridas, una de ellas en el rostro, por lo cual después fue
recibido en los brazos del Maestre entre vivas y aplausos. Por este hecho se le
conoció generalmente por el nombre de Sá das Galés [Sá de las Galeras]. En la
batalla de Aljubarrota procedió igualmente con gran valor y también en la
reconquista de Guimarâes, que estaba en poder de los castellanos. Don Juan I no
desconoció los servicios de su bravo compañero y, entre otras mercedes, lo
escogió como su Camarero Mayor, cargo que continuaría en sus descendientes. Fue
como embajador a Roma y, al final de difíciles negociaciones, consiguió del
papa Bonifacio IX la dispensa para el matrimonio del rey, al que se oponía el
hecho de ser maestre y caballero profeso de la Orden de Avis. De este ilustre
hidalgo descienden los condes de Penaguiâo y los marqueses de Abrantes[8].
EL ABUELO MATERNO
Conforme a
Jacintho Peres[9],
el abuelo materno de doña Beatriz, fue un Joâo de Sâ (hijo ilegítimo del
célebre héroe), que casó con doña Francisca de Sousa, hija de Gil Affonso de
Magalhâes. Pero, según el historiador Gaspar Frutuoso, el padre de doña Guiomar
de Sá y, por tanto abuelo de nuestra protagonista, no se llamó Joâo, sino
Henrique de Sá, era de Oporto y los moros lo mataron cuando estaba sirviendo al
rey en Ceuta[10].
Si esto fuera así, tal vez nos encontrásemos ante el don Henrique de Sá, cuyo
apunte biográfico traduzco:
D. Henrique de Sá [era un] hidalgo que
servía en Safim en el año 1516. Quedó prisionero de los moros en la terrible
refriega en que fueron muertos el capitán de la plaza (Nuno Fernandes de
Ataíde) y gran número de sus mejores caballeros (mayo de 1516)[11].
Para la
coincidencia entre uno y otro Henrique sólo aprecio un obstáculo y es que, si
su padre Joâo Rodrigues el de las Galeras murió en 1390, difícil -por no decir
imposible- resultaría que él viviese en 1516. En el caso de ser todas las
fechas correctas, entonces tendríamos que pensar que Rodriguez de Sá o das
Galés no fue el bisabuelo, sino el tatarabuelo de doña Beatriz; y que tal vez
hubo un bisabuelo llamado Joâo de Sá.
EL PADRE
GASPAR DE BETTENCOURT (+1522)[12]
Según
Frutuoso[13]
y Rodrigues[14],
Gaspar de Bettencourt, hijo del matrimonio formado por Margarida y Henrique de
Bettencourt y, al parecer, nacido en Madeira, fue, como dijimos, sobrino y
heredero de doña Maria de Bettencourt, la esposa de Rui Gonçalves da Câmara, el
tercer capitán de la isla de San Miguel. Esta señora, por no haber tenido
hijos, hizo venir de Madeira a la isla de San Miguel a su sobrino Gaspar y en
él encabezó su mayorazgo.
El joven
Bettencourt partió de San Miguel soltero para ir a servir al rey de Portugal y
casarse en la corte, como lo hizo, con doña Guiomar de Sá, dama de palacio.
Después de casados en el continente, se fueron a San Miguel y vivieron un
tiempo en Vila Franca[15], la
entonces principal localidad de la isla, antes de la erupción que la asoló en
1522[16].
En este mismo año, pero cuando aún no se había producido el desastre, falleció
Gaspar de Bettencourt y fue enterrado en la capilla mayor del rey en la iglesia
antigua de San Sebastián (hoy también denominada Iglesia Matriz) en la ciudad
de Ponta Delgada. Se le dio sepultura en tan digno lugar -continúa Frutuoso-
por una merced que les concedió el monarca a él y a su mujer e hijos, y
asimismo se otorgó al caballero que sobre su tumba pudieran pender sus armas
con una bandera de seda, como estuvieron durante algunos años hasta que a
mediados del siglo XVI se derribó la iglesia para acrecentarla como hoy está.
Después de él nadie de su familia alcanzó una merced igual, privilegio que de
los infantes abajo no se concedía a persona alguna[17].
Los
Bettencourt, como quedó dicho, eran hidalgos provenientes de Francia, que
participaron en la conquista de las Canarias. En su escudo muestran las siete
islas Afortunadas y siete coronas entremetidas, con un león coronado, a una parte,
y con un castillo con siete banderas, a la otra. Y encima del escudo se ve un
águila bicéfala con una corona y sobre ella una flor de lis[18].
Gaspar de
Bettencourt, además de sus descendientes legítimos, de los que más adelante me
ocupo, engendró cuatro hijos extraconyugales. El primero de ellos, de nombre
Gaspar Perdomo, que luego legitimó, lo tuvo con una joven soltera llamada Maria
Dias. También le nacieron dos hijas: la primera, doña Francisca, que no se
casó; y la segunda, doña Simoa, que matrimonió en el continente con don Juan
Pereira, bisnieto del conde de Feira. Tuvo además un cuarto hijo, llamado
Rafael de Bettencourt, que falleció sin descendencia[19].
LA MADRE
DOÑA GUIOMAR DE SÁ (+1547)
Hija de
Joâo o Henrique de Sá, era dama en la corte de los reyes de Portugal. Pero,
como era costumbre que estas jóvenes no contrajeran matrimonio en el mismo
palacio, concertadas sus bodas con Gaspar de Bettencourt, se desposó con él en
la morada de doña Violante, prima hermana suya, mujer del conde de Castañeira.
Y, conforme relata Frutuoso, cuya versión adapto, le aconteció a doña Guiomar
una anécdota antes de su desposorio, y fue así: siempre andaba ella en palacio
rezando a San Juan o a otros santos para que le comunicasen quién iba a ser su
esposo y si sería portugués o no. Y una noche la dama soñó que su marido habría
de ser francés y que iría vestido de verde la primera vez que lo viese. Llegada
la mañana, doña Guiomar contó su sueño y sucedió que en ese mismo día Gaspar de
Bettencourt fue a besar la mano del rey y llevaba una vestimenta de aquel color[20].
Tras su
matrimonio, como se ha apuntado, marchó con su marido a la isla de San Miguel y
allí se quedaron a vivir, primero, en Vila Franca y, después, en Ponta Delgada.
Y en la isla fueron padres de cinco hijos en los que adelante me detendré.
Doña
Guiomar murió en 1547 y fue enterrada en la iglesia de San Sebastián junto a su
marido[21].
En su testamento de 1 de agosto de 1543[22], con
encargo de una misa a la semana y otras misas por Navidad, Pascua y festividad
del Espíritu Santo, hizo una espléndida donación de tierra a los padres
franciscanos, en la que ellos después edificaron un suntuoso monasterio.
Como nota
final añadiré que algún nobiliario apunta que doña Guiomar contrajo un segundo
matrimonio con Fernâo Álvarez da Maya[23],
aunque luego en la misma obra se afirma que este señor fue el marido de otra
dama de igual nombre[24].
LOS HERMANOS VARONES
HENRIQUE DE BETTENCOURT Y JOÂO DE BETTENCOURT DE SÁ[25]
Doña
Beatriz de Sá, además de sus dos hermanastros (Gaspar y Rafael), hijos
ilegítimos de su padre, tuvo otros dos hermanos. El mayor se llamó Henrique de
Bettencourt y sirvió en palacio al rey don Manuel, el suegro de nuestro
emperador Carlos V. El 19 de julio de 1513, el monarca portugués le hizo
donación de cualquier tierra que estuviese por dar en la isla de San Miguel[26].
Dos años más tarde, el 8 de julio de 1515, el mismo rey Manuel, llamándolo
"hidalgo de nuestra casa", le hizo merced para los días de su vida de
las rentas de las escribanías de todas las islas Azores[27],
y dos años después, el 30 de octubre de 1517, también otorgó al hidalgo la
merced de las jabonerías blancas y negras de la isla de San Miguel[28].
Casó Henrique en Évora[29] con
doña Maria de Azevedo, hija de Manuel de Oliveira, caballerizo mayor de un
cardenal, y tuvo una hija, que contrajo matrimonio con el español don Álvaro de
Luna, hijo de don Pedro de Guzmán, "que foi um dos cabeças das
Comunidades", y ella murió sin tener descendencia. A esta sobrina llamada
Maria y a su marido les dedicaré luego más espacio. Henrique de Bettencourt
debió de morir pronto, quizá incluso un tiempo antes que su padre, pero ciertamente
en algún momento previo a 1526, pues, según veremos, a principios de tal año la
merced de las jabonerías de que él gozaba se la adjudicó el rey de Portugal en
los mismos términos a doña Beatriz de Sá, su hermana y nuestra protagonista.
El segundo
hermano, Joâo de Bettencourt de Sá, fue el mejor jinete de las islas Azores y
cogía muchas naranjas cuando jugaba a las cañas o escaramuzaba[30].
También corría a caballo yendo de pie sobre la silla y hacía grandes destrezas
de extremado caballero. Por muerte de su hermano Henrique, heredó el mayorazgo
familiar administrado por su padre[31].
Casó con Guiomar Gonçalves, hija de Gonçalo Vaz, el mozo, y nieta de Gonçalo
Vaz Botelho. Y del matrimonio nacieron ocho hijos.
UNA DE LAS HERMANAS
DOÑA
ISABEL DE SÁ (+1574), SEÑORA DE CUERVA, BATRES Y LOS ARCOS
Como ya
dije, nuestra protagonista tuvo dos hermanas de padre nacidas fuera de
matrimonio, Francisca y Simoa, pero también otras tres legítimas, más pequeñas
que ella, llamadas Isabel y Guiomar de Sá y Margarida de Bettencourt. Me
ocuparé aquí de la primera.
Doña
Isabel llegó a Castilla desde la isla de San Miguel requerida por su hermana
doña Beatriz, hallándose ya casada ésta con don Pedro Laso, para que fuera dama
de la emperatriz Isabel. Ello -pienso yo- debió de ocurrir entre 1527 y 1530. Y
muerta doña Beatriz en torno a este último año, la joven portuguesa llegó a ser
camarera mayor de la soberana y aya de los príncipes[32].
Prosiguiendo con la Emperatriz, doña Isabel se halló en Ávila y de nuevo
junto a los Laso, en 1531, en el desposorio no autorizado de Garcilaso, el hijo
mayor de Pedro Laso y sobrino del lírico, en el que ella, según se apunta,
también desempeñó algún papel (aunque luego se desmienta)[33].
Tal desposorio sería la causa del destierro al Danubio en 1532 del poeta
Garcilaso.
Hacia 1536
ó 1537 (deduzco yo), hizo, según Frutuoso, una cosa que extrañó mucho, y fue
casarse en secreto con don Pedro Laso, su cuñado, y así anduvieron
encubiertamente dos o tres años, sin ser del todo manifiesto el desposorio,
aunque se murmuraba acerca de ello en la corte, hasta que la Emperatriz,
adoleciendo de una grave enfermedad -intuyo que fue la que la llevó a la muerte
en Toledo el 1 de mayo de 1539-, la llamó y le dijo que se casase con don Pedro
Laso, si tenía alguna obligación de casar con él, y que ella le concedía
licencia para tal matrimonio[34].
Era tal el
afecto que la Emperatriz sentía por su dama, que entre las cláusulas que añadió
en Toledo a su testamento, estando al borde de la muerte, el día 27 de abril de
1539, incluyó dos en que la citaba. En la primera de ellas ordenaba que se le
diese una buena cantidad de dinero y en la segunda salía al paso de una
acusación de robo en la que, al parecer, se había visto envuelta doña Isabel de
Sá. El regalo de aquella elevada suma se les hacía a ella y a una de sus
sobrinas "para su casamiento", de lo cual hay que colegir que en tal
fecha nuestra dama estaba aún oficialmente soltera. He aquí las dos referidas
cláusulas de la Emperatriz:
Ítem mando a doña Isabel de Sá un cuento
[millón], y a su sobrina doña Maria de Castro medio cuento; y esto fuera de lo
que Su Majestad les diere para su casamiento. [...].
Ítem mando que se den cincuenta ducados a
doña Isabel de Sá, los cuales hubo dado por razón de cierta plata que ella
pagó, la cual se hubo hurtado de mi plata; y, pues ella no fue en cargo de
ello, es razón se le paguen[35].
Aunque por
desventura ya fallecida la soberana, el 26 de junio de 1539 le fue concedida
autorización a don Pedro Laso para contraer nupcias con su cuñada con
dispensación previa del Papa[36].
Tres días después de la licencia para aquella boda, doña Elena de Zúñiga, la viuda
del poeta, pagó a su inminentemente oficial y nueva cuñada portuguesa -aunque
el nombre se haya transcrito por error como Isabel de Sosa- unas cantidades de
dinero que Garcilaso (muerto en 1536) le había quedado a deber[37].
De este su único matrimonio doña Isabel no tendrá descendientes.
Sin
embargo, y además de con su esposo y con los hijos de este, doña Isabel vivió
con parte de su familia, pues, según veremos, hizo venir de San Miguel a
Castilla, como poco, a seis sobrinas suyas -una de su hermano Henrique, cuatro
de su hermana Guiomar y otra nieta de su hermano Joâo-, de las cuales casó a
cuatro con cuatro caballeros con mayorazgo y a otra con uno de los hijos de su
marido; y a otra que no quiso matrimoniar logró que ingresara monja[38].
Respecto
del cuento o millón que la Emperatriz le había asignado en sus últimas
voluntades "para ayuda a su casamiento", tristemente creo deducir que
nuestra dama nunca lo recibió y que Carlos V se negó a entregárselo. Veamos lo
que escribió el Emperador desde Bruselas el 4 de julio de 1549:
En lo del cuento que doña Isabel de Sá
pretende que habemos de mandar dar para ayuda de su casamiento, como se hizo
con las otras damas, visto lo que se le dio así en juro como en el testamento
de la Emperatriz, que haya gloria, parece que basta lo que se ha hecho con ella[39].
El 15 de
noviembre de 1550, cuando su marido don Pedro Laso otorga su testamento en su
señorío toledano de la villa de Cuerva, el caballero instituye como universal
heredera y usufructuaria de todos sus bienes a su mujer doña Isabel de Sá[40].
Y por octubre de 1554, al morir su esposo, ella le cumplió su voluntad de ser
sepultado junto a sus padres en la iglesia parroquial de Cuerva[41].
Un detalle
anecdótico sobre la viuda de don Pedro es que, llevando ya la dama muchos años
fuera de palacio, alejada del servicio real, el rey Felipe II, cuando hablaba
de ella, no la nombraba sino como "doña Isabel, mi madre"[42].
Finalmente, como Antonia Ríos y yo tenemos publicado, el 11 de octubre
de 1574 la muy ilustre señora murió en Navalcarnero (actual provincia de
Madrid), habiendo otorgado su testamento en el mismo lugar cuatro días antes.
Entre sus últimos deseos doña Isabel disponía ser enterrada en la iglesia de
Cuerva y declaraba como su heredera legítima a su sobrina nieta doña Guiomar de
Castro. Toda la herencia paterna que poseía en la isla de San Miguel la dejó
para una capellanía en Ponta Delgada en la iglesia donde se hallaban enterrados
sus padres[43].
Según Frutuoso, también fue herencia suya la tierra en que se levantó la
iglesia del Cuerpo Santo en la misma ciudad, para los navegantes de ella[44].
LAS
OTRAS HERMANAS
DOÑA
GUIOMAR DE SÁ Y DOÑA MARGARIDA DE BETTENCOURT
La segunda
hermana legítima de doña Beatriz se llamó doña Guiomar de Sá como su madre.
Según el nobiliario de Felgueiras Gayo, contrajo un primer matrimonio con Diogo
Juzarte, caballero principal de Montemayor el Viejo, con quien tuvo a su hija
Guiomar y a dos varones, y un segundo con António Juzarte[45].
En cambio, Frutuoso, que parece mucho más fiable, escribe que su primer esposo
fue António Juzarte de Melo, un hidalgo natural de Évora, a quien entregó por
su casamiento quinientos mil "reis", que en aquel tiempo era mucho
dinero. Se perdió su marido en una armada que hizo el marqués de Ayamonte al
río de la Plata, por vivir entonces António Juzarte en el lugar de Ayamonte y
andar fuera del reino de Portugal, a causa de haber matado casi delante del
monarca portugués a un corregidor, a quien el soberano tenía dado seguro real.
Engendró doña Guiomar de este matrimonio cuatro hijas (entre ellas a una
homónima), todas las cuales, gracias al valimiento en la corte española de su
tía doña Isabel, vinieron a Castilla a servir como damas de la Emperatriz. Una
vez viuda doña Guiomar, contrajo nuevas nupcias con don Fernando de Castro, de
quien no tuvo descendencia. Murió la dama en la isla de San Miguel y fue
enterrada en la capilla mayor del monasterio de San Francisco de la ciudad de
Ponta Delgada, para el que dejó a perpetuidad una capellanía y un moyo de
trigo. Fue el administrador de sus bienes su sobrino António de Sá[46].
Otra
hermana de nuestra protagonista fue doña Margarida de Bettencourt, que casó con
Pedro Roiz da Câmara[47]
(hijo natural del cuarto capitán de la isla de San Miguel Joâo Rois da Câmara
(o Rui Gonçalves da Câmara[48])),
al cual dio por su casamiento doscientos y cincuenta mil "reis". De
este matrimonio nacieron ocho hijos, algunos de los cuales luego nombraré[49].
Doña Margarida sobrevivió veinte años a su marido[50].
UNA DE LAS SOBRINAS
Maria de Bettencourt[51],
hija de Henrique y primera esposa de don Álvaro de Luna
En cuanto
a esta sobrina de doña Beatriz, me interesa especialmente explicar quién fue su
marido. Aunque tanto en el manuscrito como en el impreso de las Saudades da
terra se lee con respecto a Henrique de Bettencourt que tuvo una
"filha, que casou com dom Álvaro de Luna, filho de dom Pedro de Gusmâo,
castelhano, que foi um dos cabeças das Comunidades, e faleceu ela sem haver [...]
filhos"[52],
entiendo que al nombre del comunero citado le falta el primer apellido y que
debería decir "don Pedro Laso de la Vega de Guzmán". Me baso para
ello en que durante los levantamientos de las Comunidades no existió ningún
personaje sobresaliente que se llamara Pedro de Guzmán; y, en cambio, don Pedro
Laso -cuyo segundo apellido era Guzmán- sí fue una de las cabezas más
destacadas de la sublevación. Además, también me puede valer como prueba el
hecho de que, por ejemplo, su segunda esposa, doña Beatriz de Sá, lo llama en
sus últimas voluntades don Pedro Laso de la Vega de Guzmán, así con su segundo
apellido bien declarado. Veámoslo:
Instituyo y nombro por mi universal
heredero en todos mis bienes, así dotales como gananciales habidos durante nuestro
matrimonio, como en otra cualquier manera que yo los haya y tenga, al dicho D.
Pedro Laso de la Vega de Guzmán, mi Sr. marido[53].
Puede, por
tanto, que o bien Frutuoso al redactar su historia omitiese o se olvidara del Laso
de la Vega, o bien que quien le pasó la información le hubiera anotado tan solo
un apellido. Por otra parte, he de argüir dos razonamientos más. Primero, que
el único comunero de quien me consta que tuviera un hijo llamado don Álvaro de
Luna fue don Pedro Laso, uno de cuyos vástagos -nacidos todos ellos de su
primera esposa doña María de Mendoza, hija de don Álvaro de Luna y de Mendoza-
llevaba tal nombre. Y segundo, que doña Isabel de Sá, en su testamento de 1574,
al enumerar en el grueso de él a las personas a quienes debía o le debían algún
dinero, únicamente incluye en cláusulas consecutivas a tres señores, el primero
y el segundo maridos de sus sobrinas, según de uno se especifica y del otro se
aclara en una cláusula posterior, y del tercero escribe:
Ítem mando que cobren del señor don Álvaro
de Mendoza y de Luna, vecino de Las Ventas, doscientos ducados que le presté[54].
Es
prácticamente seguro, pues, que se refiera al marido de otra de sus sobrinas y
que no escriba el nombre de ella porque quizá ya había muerto hacía años. Y de
lo que tengo absoluta certeza es de que este caballero que cita doña Isabel es
el hijo de su difunto esposo[55]
llamado aquí don Álvaro de Mendoza y de Luna, con los mismos apellidos que su
abuelo materno. En consecuencia y puesto que se trata del hijo de don Pedro
Laso, si acierto en que tal personaje era un sobrino político de doña Isabel de
Sá, entonces podría asegurar sin ninguna duda que el marido de la joven
Bettencourt fue el hijo del famoso comunero.
Pero, por
si esto fuera poco, la prueba definitiva la aporta el mismo Frutuoso cuando en
otro momento de su obra, al hablar de las sobrinas que doña Isabel de Sá se
trajo desde las Azores y de cómo las casó, declara (en palabras que traduzco)
que una de ellas contrajo matrimonio "con un entenado [hijastro] suyo, que
era mayorazgo de seis millones de renta"[56]. Y,
aunque lo de la renta y el mayorazgo[57] me
parece excesivo, lo de la boda de su sobrina con el hijastro corrobora mi
afirmación de que el esposo de Maria de Bettencourt no fue otro que el hijo de
Pedro Laso de la Vega.
Para la
época en que Frutuoso compone su historia esta sobrina había fallecido sin
dejar descendientes y, según hemos visto por el testamento de doña Isabel,
parece que ya no vivía en 1574. En cuanto a don Álvaro, hasta ahora solo
sabíamos respecto de su vida conyugal que, cuando murió en 1586, se hallaba
casado con doña Inés Quemada[58]. Así
pues, en caso de resultar ciertas mis deducciones, ahora se descubriría que
doña Inés fue su segunda esposa y que la primera había sido una portuguesa, la
hija de Henrique de Bettencourt y sobrina carnal de doña Beatriz y de doña
Isabel de Sá.
En una
nueva ocasión -la tercera- el "aprisco" de los Bettencourt-Sá se
había unido al de los Lasos. Pero, ¿cuándo se celebró esta boda? ¿Fue en vida
del poeta Garcilaso, antes del otoño de 1536? ¿Pudo el lírico haber llorado la
muerte de esta dama? He aquí mi respuesta. Como don Álvaro de Luna debió de
nacer hacia 1517 ó 1518, no creo que contrajera su primer matrimonio antes de
los 20 años, es decir, en 1537 ó 1538; y, puesto que, por otro lado, se sabe
que su padre lo emancipó hacia 1539, siendo menor de 25 años de edad[59],
tal vez fuera entonces cuando celebrase sus nupcias con la joven Bettencourt.
De todos modos yo me inclino a pensar que la boda acaeció más tarde y también
quiero hacer patente mi extrañeza ante el hecho de que don Pedro Laso, en su
testamento de 1550, no mencione a esta nuera ni aluda en ningún momento a que
don Álvaro estaba ya o había estado casado. Quizá para entonces la señora había
muerto, o bien don Álvaro, como su hermano el mayor, no había matrimoniado aún
y lo haría un tiempo después tras haber otorgado don Pedro sus últimas
voluntades. En resumen, de lo que no me cabe duda es de que don Álvaro se casó
con la Bettencourt como muy pronto en 1539, porque no iba a contraer matrimonio
sin estar emancipado y sin poder disponer de bienes propios. Luego este último
enlace de un Laso con una joven de la familia Bettencourt-Sá se llevó a efecto
habiendo fallecido hacía años doña Beatriz de Sá y muerto también el gran poeta
toledano. Ella no fue, pues, la pastoril Elisa de las églogas garcilasianas.
OTRAS SOBRINAS[60]
Las hijas de doña Guiomar de Sá[61]
Esta
hermana pequeña de nuestra protagonista tuvo cuatro hijas, todas las cuales se
trasladaron a España para servir como damas de la emperatriz Isabel, gracias al
valimiento que en la corte española gozaba su tía doña Isabel de Sá, que fue
también quien las hizo venir, les dio dotes y casó a algunas de ellas.
Una,
llamada doña Beatriz de Sá, se instaló en Toledo y en esta ciudad fue monja
profesa de las comendadoras de Santiago y priora muchas veces. Cuando Frutuoso
redactaba su historia, ella aún vivía y en los protocolos toledanos se la
documenta como religiosa en el monasterio de Santa Fe de la citada Orden en
1565[62].
Asimismo, en el Archivo de las Comendadoras de Santiago en Toledo, se conserva
una carta de la emperatriz María de Austria, dada en Madrid el 22 de marzo de
1586, en la que la hermana de Felipe II explica que les enviaba una reliquia a
las religiosas porque así se lo había solicitado "Dona Viatriz de Saa,
monja del monasterio de Santa Fee de Toledo"[63].
Otra, de
nombre doña Maria de Castro (o de Sá[64]), a
quien ya vimos cómo la emperatriz Isabel le dejaba en sus últimas voluntades de
1539 medio millón para su casamiento, matrimonió en España con don Francisco de
Cisneros[65],
patrón de la Universidad de Alcalá de Henares como sobrino nieto que era del
cardenal Cisneros, fundador de dicha institución. Doña Maria había muerto al
tiempo de componer su relato Frutuoso, pero había dejado tres hijos y dos
hijas, éstas damas de palacio cuando escribía el historiador portugués. Una de
ellas, llamada doña Guiomar de Castro, fue instituida como legítima heredera de
doña Isabel de Sá, la viuda de don Pedro Laso y hermana de su abuela materna.
Cuando la señora de Cuerva otorgó sus últimas voluntades el 7 de octubre de
1574, doña Maria de Castro, al parecer, aún vivía, y en el documento se leen
varias cláusulas concernientes a los miembros de la familia Cisneros-Castro.
Son las siguientes:
Ítem mando que cobren del señor don
Francisco de Cisneros, vecino de la villa de Madrid, quinientos y sesenta ducados
que me debe; los trescientos ducados le presté en dineros y los doscientos y
sesenta ducados le presté en piezas de plata. [...]
Y cumplido y pagado este mi testamento
[...] dejo y nombro por mi legítima heredera en el remanente de todos mis bienes
[...] a la dicha doña Guiomar de Castro, hija del dicho señor don Francisco de
Cisneros y de doña Maria de Castro, mi sobrina, su mujer, para ayuda a su
casamiento. Los cuales haya, lleve y herede después de ser casada y no antes. Y
en el entretanto que se casa, los tengan y posean mis albaceas [...], porque
quiero y es mi voluntad que el dicho don Francisco, su padre, no tenga, ni
posea, ni goce, ni entre en los dichos mis bienes, ni la dicha doña Guiomar
hasta que se case...[66]
Está claro que doña Isabel de Sá no quería depositar
su confianza en su sobrino político Cisneros, de quien se ha escrito que tenía
"ambiciones"[67].
Otra
sobrina, llamada doña Guiomar de Sá como su madre y su abuela, contrajo
matrimonio también en España con Luis Vanegas, aposentador mayor del rey Felipe
II, que actuó como embajador en Portugal y después fue caballerizo mayor de
doña Ana de Austria, última esposa del monarca español. Vanegas había sido
enviado por el rey a Bohemia a tratar el matrimonio del soberano y a traer, como
trajo desde allí en 1570, a la nueva esposa de don Felipe. Llegado Vanegas a
Bohemia, cuenta Frutuoso que comió con el Emperador por razón de la embajada
que llevaba. Doña Guiomar tuvo cinco hijos entre varones y mujeres; aquellos
alcanzaron buenas y ricas encomiendas en la Orden de Santiago[68],
y de ellas, dos fueron comendadoras de Santiago en el convento de Santa Fe de
Toledo[69]
y otra probablemente se casó[70]. Al
testar en 1574 doña Isabel de Sá instituyó como dos de sus albaceas al
matrimonio Vanegas-Sá. Lo estipulaba así:
Y para cumplir y pagar este mi testamento
[...] dejo y nombro por mis albaceas y ejecutores de él a los señores Luis
Vanegas, caballerizo mayor de Su Majestad, y a su mujer doña Guiomar, mi
sobrina...[71]
Y aún hubo
una sobrina más por este lado, de nombre doña Isabel, a quien, según cuenta
Frutuoso, por tener poca renta en la isla de San Miguel, la pretendieron casar
allí con Ruy Gago da Câmara, pero él, por la poca dote que aportaba, no la
quiso. Entonces sucedió que la joven se vino a Castilla y, por ser muy seria y
hermosa y de gran virtud, se casó con el poeta don Juan Coloma[72],
señor de la baronía de Elche, primer conde de Elda, alcaide del castillo de
Alicante y virrey y capitán general de la isla de Cerdeña, que tenía nueve
millones de renta. Doña Isabel y don Juan fueron padres del gran militar e
historiador Carlos Coloma (Alicante, 1567-Madrid, 1637), autor de Las
guerras de los Estados Bajos (Amberes, 1625).
En total,
de estas tres últimas hijas doña Guiomar de Sá y António Juzarte de Melo
tuvieron veintiocho nietos en Castilla.
Las hijas y nietas de doña Margarida de Bettencourt[73]
El
matrimonio formado por esta señora y Pedro Roiz da Câmara engendró, entre otros
hijos, dos niñas, que se llamaron doña Francisca (mujer de don António de Sousa[74])
y doña Maria. Esta última, soltera y apellidada da Câmara, falleció al caer de
una ventana de su casa, por querer coger una pera de un peral que había junto a
ella, accidente por el cual le sobrevino la muerte a los pocos días[75].
Y el hijo
primogénito de doña Margarida y Pedro, de nombre Joâo Roiz da Câmara, que casó
en segundo matrimonio con una dama de nombre doña Catalina, tuvo varios hijos e
hijas, entre ellas, escribe Frutuoso en palabras que traduzco, a "doña
Guiomar, que, yendo para Castilla a estar con su tía -entiendo que doña
Isabel-, que era dama de la Emperatriz en la corte, falleció en el
camino"; y a "doña Beatriz, que también fue para Castilla, donde está
casada con un grande y poderoso hidalgo, de quien no supe el nombre"[76].
Pues bien, si no me equivoco, esta sobrina nieta de nuestra protagonista no es
otra que doña Beatriz de Sá, citada por su tía doña Isabel en su testamento.
Casó con el señor Juan de Melo[77],
vecino de la Ciudad Imperial, y tuvieron (que me conste) una hija llamada Ana
de Padilla, priora del monasterio toledano de Santo Domingo el Real[78].
En 1574, su tía doña Isabel habla de ellos en una de las cláusulas de sus
últimas voluntades, que comienza:
Ítem, digo y declaro que yo le sigo
[?] debiendo al señor Juan de Melo, vecino de la dicha ciudad de Toledo, y a
doña Beatriz, su mujer, mi sobrina, mil y quinientos ducados[79].
OTRA SOBRINA
Doña Isabel ¿de Sá?
Igualmente
la señora de Cuerva, en sus referidas postreras voluntades, menciona a otra
joven de su familia, probablemente hija de algún sobrino o sobrina carnal, de
la cual dice:
Y por cuanto yo mandé traer de Lisboa, del
reino de Portugal, a doña Isabel, mi sobrina, ahora poco ha, y está en mi casa
con deseo de ser monja, mando que de mis bienes se le dé dote y ajuar y hábitos
al parecer de mis albaceas y lo que a ellos les pareciere y concertaren y en el
monasterio que quisieren y se lo den en lo que ellos quisieren[80].
Y cuando llega el momento de ordenar los lutos
añade:
Ítem mando que den luto a [...] doña
Isabel, mi sobrina[81].
Hasta
ahora me ha resultado imposible identificar quién sea esta sobrina que habitaba
en casa de su tía Isabel en Navalcarnero en el otoño de 1574, sin aún haber
tomado estado, sobrina que, lógicamente -y a pesar de tener el mismo nombre-
por las fechas, no se puede confundir con la condesa de Elda y virreina de
Cerdeña.
OTROS PARIENTES
MEM DE SÁ Y FRANCISCO SÁ DE MIRANDA
No cabe
ninguna duda de que doña Beatriz de Sá era familia de dos conocidísimos
caballeros portugueses, también apellidados Sá. Me refiero al poeta renacentista
Francisco Sá de Miranda y a su hermano, el tercer gobernador general de Brasil,
Mem de Sá.
Como es
sabido, ellos dos y otros seis hermanos nacieron de la relación del canónigo de
la catedral de Coímbra Gonçalo Mendes de Sá con la joven soltera Inés de Melo.
Tanto Mem como Francisco vinieron al mundo en aquella ciudad portuguesa; aquel
se ignora en qué año y este, acaso en 1481. Mem de Sá fue nombrado gobernador
de Brasil en circunstancias muy difíciles, tanto por las insurrecciones de los
indios como por la peste que se había declarado en aquel territorio. El acto
más conocido de su mandato fue la expulsión de los exploradores franceses.
Murió en Bahía el 2 de marzo de 1572, habiendo dado pruebas sobradas de energía
y prudencia durante su gobierno[82].
De
Francisco, según luego veremos, se sabe que algunas de sus poesías aparecieron
ya en 1516 en el Cancioneiro geral de Garcia de Resende[83].
Realizó un viaje a Italia de 1521 a 1526. Pero está probado que en 1527 ya se
encontraba de vuelta en Portugal. Nada conocemos de sus más que posibles
conversaciones con Garcilaso, especialmente cuando retornó de Italia a España,
durante el viaje de su regreso. ¿Estaba Sá de Miranda en Toledo cuando falleció
su pariente doña Beatriz de Sá? ¿Vería llorar al toledano la muerte de su
prima?
Al muy antiguo aprisco
de los Lasos de Vega
por suerte el de los Sás viste juntado; [...]
Elisa, el tu cuidado,
que acá tanto plañiste...
Don
Francisco casó felizmente antes de mayo de 1530 con doña Briolanja de Azevedo y
un poco antes de 1552 pasó el matrimonio a establecerse de modo definitivo con
su familia en la famosa Quinta da Tapada, no lejos de Amares. Fallecidos en los
años inmediatos uno de sus hijos y su mujer, el poeta murió en 1558, en día
posterior al 16 de mayo, última fecha en que nos lo muestran vivo los
documentos.
¿Qué
parentesco unió a Francisco Sá de Miranda con doña Beatriz de Sá? Según afirma
Jacintho Peres[84]
y repite Enrique Martínez López[85],
nuestra protagonista era prima segunda del poeta luso. Si esto es cierto, como
el parentesco les venía por la rama de los Sá, hay que suponer que el padre del
poeta (Gonçalo Mendes de Sá) y la madre de doña Beatriz (Guiomar de Sá) eran
primos hermanos, y sus respectivos progenitores apellidados Sá (Filipa de Sá,
la madre del escritor, y Henrique o Joâo de Sá, el padre de doña Guiomar),
hermanos. Y puesto que sabemos que doña Felipa era hija legítima de Joâo
Rodrigues de Sá (llamado por otros Rodrigo Annes de Sá[86]),
hijo legítimo de Joâo Rodrigues de Sá, el de las Galeras, aquél sería el
bisabuelo de nuestra protagonista y éste su tatarabuelo. He aquí su posible
árbol genealógico:
Joâo Rodrigues de Sá, el de las Galeras
(Tatarabuelo)
Joâo Rodrigues de Sá o Rodrigo Annes de Sá
(Bisabuelo)
Filipa de Sá (hermanos) Henrique o Joâo de Sá
(Abuela) (Abuelo)
Gonçalo Mendes de Sá (primos
hermanos) Guiomar de Sá
(Padre) (Madre)
Francisco Sá de Miranda (primos
segundos) Beatriz de Sá
Y ambos, nuestra protagonista y el poeta, serían
bisnietos de Joâo Rodrigues de Sá, hijo legítimo del de las Galeras, y doña
Beatriz no descendería del hijo bastardo del héroe llamado también Joâo como el
legítimo. Esto, en contradicción con lo que afirman los nobiliarios
portugueses, tal vez coincida mejor con la realidad.
SEGUNDA PARTE
DOÑA BEATRIZ DE SÁ
LA MÁS HERMOSA MUJER QUE SE HALLÓ EN PORTUGAL
HACIA SU MATRIMONIO CON DON
PEDRO LASO
La
protagonista de esta historia recibió como nombre de pila el de Beatriz,
escrito así en portugués[87],
aunque en los originales textos lusitanos del siglo XVI aparece escrito Breatiz[88]
y Briatiz[89].
Llevó siempre por apellido el de su madre, escrito Sà o Sá la mayor parte de
las veces[90],
y en alguna ocasión Saa[91]. En
todos los documentos nuestra dama recibe el tratamiento de
"doña".
Primera
hija de Gaspar de Bettencourt y de doña Guiomar de Sá, doña Beatriz de Sá nació
hacia 1500, casi con plena seguridad en la isla azoriana de San Miguel, bien en
Vila Franca do Campo, bien en Ponta Delgada, poblaciones costeras muy próximas
en el sur de la isla, aquella la antigua capital hasta la erupción de 1522, y
esta la nueva a partir de aquel año. Probablemente fue bautizada en la iglesia
de San Miguel de Vila Franca o en la ermita de San Sebastián en Ponta Delgada.
Doña Beatriz se debió de trasladar muy niña al continente, y ahí comienza a resumir
su corta biografía -la primera que he encontrado- el historiador Gaspar
Frutuoso, quien dice de ella en palabras que traduzco:
Doña Beatriz de Sá [...] fue dama de
palacio, en tiempos del rey don Manuel, el cual le dio seis moyos de trigo cada
año de renta, en los propios de la hacienda de Martín Vaz, contador [...]. La
cual doña Beatriz se crió con el rey don Jôao III, y marchó con la Princesa de
Portugal, cuando casó con el emperador Carlos V. Y en el camino, siendo ella
muy privada de la princesa, don Pedro Laso de la Vega, el que participara en
las Comunidades de Castilla con don Pedro Girón y don [sic[92]]
Juan de Padilla, andando fuera de la gracia del dicho Emperador, que por
aquella circunstancia le había requisado su hacienda y alcaidías y todo su
señorío, viendo que por la privanza de doña Beatriz le podría ser devuelto,
pensó casar con ella, lo cual se efectuó. Y por ella le fueron tornadas las
villas de Arcos, Batres y Cuerva, y otras de las que antes era señor. Estando
casada con él se trajo con ella y por su privanza a su hermana doña Isabel,
segunda hija de Gaspar de Bettencourt, por dama de la Emperatriz, que de esta
isla [de San Miguel] fue llamada para eso. [... Y murió] doña Beatriz sin tener
hijos de don Pedro Laso[93].
Y más adelante añade:
Gaspar de Bettencourt tenía [...] una hija,
de nombre doña Beatriz (que dicen ser la más hermosa mujer que se halló en
Portugal); era dama de la reina, la mujer del rey don Manuel; marchó a Castilla
con la Emperatriz, donde casó con don Pedro Laso, y mandó ir de esta isla a
doña Isabel, su hermana[94].
Pero
retrocedamos un poco en la Historia. En 1500 el rey don Manuel de Portugal,
viudo de la primogénita de los Reyes Católicos, había contraído nuevo
matrimonio con la tercera hija de los soberanos españoles, la infanta doña
María, que se convirtió así en reina de Portugal. Una numerosa prole de ocho
hijos, que iba desde los mayores, Juan e Isabel, nacidos en 1502 y 1503
respectivamente, hasta Duarte, venido al mundo en 1515, constituían la importante
descendencia de los reyes lusitanos. Con ellos, y en especial con el futuro
monarca don Jôao III, como señala Frutuoso, se crió nuestra protagonista en el
palacio real de Lisboa.
Pronto
hubo de destacar la joven por su belleza y así vienen a demostrarlo -si no se
trata de un caso de homonimia- las treinta composiciones y cinco versos de otra
dedicados a ella en el Cancioneiro geral de Garcia de Resende, impreso
en 1516. Un tiempo después, en 1517, la corte portuguesa sufrió la pérdida de
la reina María, que falleció tras dar a luz. Y en ese mismo año el monarca, al
cumplir su hija la princesa Isabel a finales de octubre los catorce años, le
puso casa y le hizo merced y donación de lo que le correspondía por herencia[95].
Tal vez desde este momento Beatriz de Sá pasó a ser dama de la futura
emperatriz.
Dos años
después, en 1519, el rey viudo contrajo su tercer matrimonio con
Leonor de Austria, la primogénita de la reina Juana
y del ya fallecido Felipe el Hermoso, que había llegado de Flandes a España
para acompañar a su hermano Carlos I, el futuro emperador. Pese a la diferencia
de edad, pues don Manuel tenía ya cincuenta y dos años y doña Leonor solo
veintiuno, la infanta, dispuesta como siempre a servir a los intereses de su
regio hermano, aceptó casarse con el monarca luso y partió para Portugal.
Recordaré aquí que, entre las damas que se llevó la nueva soberana al país
vecino iba una joven, Elena de Zúñiga, que con el tiempo se convertirá en la
esposa legítima de Garcilaso de la Vega. De la estancia de doña Elena en
Portugal no cabe ninguna duda, pues ella en su testamento dirá: "De mis
bienes que se pague a un embajador de Portugal que vino a casar [... a doña
Leonor] con el rey don Manuel, que se decía don Álvaro de Costa, 15.000
maravedís que me prestó en Portugal"[96]. Así
que es muy posible que en la corte portuguesa Beatriz de Sá no solo tratara a
Leonor de Austria, sino también a su dama Elena de Zúñiga, su futura cuñada. En
aquel año de 1519 y en Portugal, el azar había reunido, por vez primera, a tres
mujeres -doña Beatriz, doña Leonor y doña Elena- que habían de resultar
fundamentales en la vida del poeta Garcilaso.
Un trienio
más tarde, hacia mediados de 1522, y ya viudo de su primera mujer[97],
entra en esta historia don Pedro Laso de la Vega y Guzmán, señor de Cuerva,
Batres y Los Arcos, quien, tras unas agitadas andanzas en tierras portuguesas,
llegará a ser en cuatro años marido de doña Beatriz. Pero detengamos en el
personaje y en sus aventuras de la etapa lusitana. Desatadas y concluidas en
Castilla las Comunidades con la derrota de Villalar en abril de 1521, y
fallecido en diciembre de ese mismo año el rey Manuel, don Pedro Laso, uno de
los más importantes jefes comuneros toledanos, temiendo las iras de Carlos V
por su implicación en el bando rebelde, huyó a Portugal probablemente en el
verano de 1522. Don Pedro no solo buscó refugio esporádico en territorio
portugués, sino que permanecerá largo tiempo exiliado en el vecino país. Y, al
parecer, sus relaciones con don Jôao III, el nuevo monarca luso, discurrieron
por muy buen camino.
En los
primeros meses de 1523[98], don
Pedro Laso continuaba inquietando al gobierno del emperador Carlos,
especialmente por las estrechas relaciones que mantenía con el embajador
francés en Portugal. A comienzos de julio, corrió el rumor de que Laso
traspasaba reiteradamente la frontera y acudía de forma casi regular a Badajoz,
donde se entrevistaba con los regidores de la villa. Algunos días más tarde,
don Pedro se hizo fuerte, con un centenar de hombres, en el castillo de Los
Arcos, dehesa extremeña próxima a Badajoz, antigua propiedad de la rama paterna
de los Laso e incorporada el 20 de julio de 1506 a las propiedades de don
Garcilaso de la Vega, el padre del comunero y del poeta, cuando Felipe el
Hermoso se la concedió como premio a sus servicios y por haberse pasado del
bando del Rey Católico al suyo[99].
El
gobierno español, harto de los desafíos del regidor comunero toledano, decidió
organizar una expedición de castigo contra él en su finca de Extremadura. Don
Pedro, a la vista del fuerte contingente militar que se disponía a atacarlo,
buscó de nuevo refugio en Portugal. Martín de Salinas, embajador en España del
infante don Fernando, hermano del Emperador, escribía desde Pamplona a su señor
el 16 de diciembre de 1523, y a este respecto comentaba:
D. Pedro Laso [...] estaba en su castillo encastillado con gente,
que es frontero de Portugal. Su Majestad envió allá a D. Beltrán de Robles,
capitán de la puerta, con gente y artillería, el cual cobró el castillo sin
detenimiento ninguno y lo tiene el dicho D. Beltrán hasta que Su Majestad
disponga de él[100].
Transcurrido un tiempo, el capitán Robles destruyó el castillo. Sobre lo
cual escribe Gonzalo Fernández de Oviedo:
Y fuele derribada una muy hermosa fortaleza
que tenía en Extremadura, llamada Los Arcos[101].
Según
parece, a fines de 1523 o principios del año siguiente, la finca le fue
confiscada. Aunque, tan pronto como el 3 de marzo de 1524[102],
don Pedro, con la ayuda de su madre, compró con dinero de ambos la propiedad.
La felicidad del exiliado por la adquisición de aquella parte de su patrimonio
quedó reflejada en una carta escrita en Portugal, el 15 de marzo, por don Pedro
a don Juan de Zúñiga, el embajador de España ante el monarca portugués, en la
que, entre otras cosas, el antiguo comunero le decía:
...mis negocios se iban
haciendo bien y lo de Los Arcos se despachó, y en lo de mi persona Su Majestad
ha dado muy buena esperanza[103].
Ya en aquella
primavera de 1524 algunos de los comuneros refugiados en Portugal empezaban a
ser mirados desde las altas jerarquías españolas con mejores ojos y, aunque el
embajador de España se negase a tratar oficialmente con ellos y siempre los
mantuviera vigilados, hasta recibían ayuda por parte del gobierno portugués. En
este grupo hay que incluir a don Pedro Laso, con quien el embajador Zúñiga,
habiéndose temido que entrara al servicio del rey francés, había hablado, y el
13 de abril en carta a España escribía que:
Don Pedro Laso le había dicho que él no
tenía intención de ir a Francia, sino en desesperación de todas sus cosas; y
que ésta él no la tenía entonces, antes esperaba perdón. Pero que si todo le
faltase, que no dejaría de buscar de comer adonde lo hallase[104].
Zúñiga se
ocupa otra vez de Laso el 26 de mayo, porque había recibido órdenes de España
para que le insistiese en que no anduviera por la corte del monarca portugués.
Pero a don Pedro poco le importaron las recomendaciones que le hizo llegar el
gobierno español, y no solo no se alejó de don Jôao III, sino que lograba
dinero del soberano, y, lo que era más importante, que, hallándose en compañía
de un hermano suyo, incluso andaba ya en tratos para contraer nupcias con una
dama -hay que suponer que con muy buena dote- de la corte lusitana. El mismo
embajador Zúñiga, en carta de 26 de julio de 1524, comentó que:
Don Pedro Laso andaba públicamente en la
corte y en palacio y que el rey [don Jôao III] le libró mil ducados y mandó que
le hiciesen crédito de otros mil y que se hablaba de casarse con una dama y
tenía consigo un hermano suyo[105].
Por
primera vez en un documento se aludía a un posible matrimonio de don Pedro en
tierras lusitanas. Y hoy sabemos con seguridad que la joven en quien el antiguo
comunero había puesto los ojos hacia el verano de 1524 era doña Beatriz de Sá,
la mujer más bella que había en Portugal, residente en la corte como dama de la
princesa Isabel. Los destinos de ambas señoras, enlazados desde su niñez, iban
a discurrir en poco tiempo y casi simultáneamente por los mismos caminos y, por
desgracia, las dos morirían pronto y por igual causa.
Al año del
rumor sobre un probable enlace del señor de Cuerva, el 27 de agosto de 1525, en
Toledo el emperador Carlos otorgó su gracia a numerosos caballeros que habían
participado en las Comunidades. Don Pedro Laso también se encontraba entre los
ahora perdonados, pero se le mantenía el destierro de toda España, excepto en
los lugares del condado de Feria[106],
que era propiedad de sus parientes Suárez de Figueroa en Extremadura.
Poco
después, celebrada por poderes en dos ocasiones la boda de la infanta
portuguesa con su primo hermano el Emperador: la primera el 1 de noviembre de
1525, y la segunda (por problemas con la dispensa papal por su parentesco) el
20 de enero de 1526, doña Isabel emprendió viaje hacia la frontera con España
próxima a Badajoz el día 30 de dicho mes, acompañada de un brillante séquito.
Marchaban con ella, entre otros, sus hermanos Luís y Fernando, el marqués de
Vilarreal y los embajadores Laxao y Zúñiga[107]. El
4 de febrero se hallaban en el Monforte portugués, donde se agregaron nuevas
gentes al cortejo. Y al día siguiente alcanzaron la ciudad fronteriza de Elvas.
Allí los embajadores españoles decidieron esperar hasta recibir órdenes para
continuar el trayecto con la Emperatriz hacia la población (luego se supo que
sería Sevilla), donde tendría lugar la boda religiosa de los soberanos[108].
Y fue en Elvas la noche del lunes 5 de febrero, día en que llegaron a aquella
localidad portuguesa, cuando los cronistas hacen constar que se casó la
bellísima doña Beatriz de Sá con don Pedro Laso. La noticia, al parecer, la
daba el duque de Braganza al monarca portugués, en una carta del 6 de febrero,
día en que todos descansaron en Elvas[109]. Y
el miércoles 7 se hizo la entrega de la Emperatriz a los caballeros castellanos
enviados por el Emperador en la misma frontera. Hallándose doña Isabel con su
comitiva en Badajoz, el lunes día 12, por carta, el rey don Jôao III de
Portugal le hizo merced a doña Beatriz de Sá de las jabonerías blancas y negras
de la isla de San Miguel del mismo modo que las tuviera su hermano Henrique y
además le concedió otras mercedes[110].
DOÑA
BEATRIZ, CASADA. SU TEMPRANA MUERTE. LA ELISA POSIBLE DE GARCILASO
¿Partió
hacia Sevilla doña Beatriz acompañando a su señora? ¿Dejó a su marido solo en
Portugal? Aunque no he encontrado documento alguno que me certifique la
presencia de nuestra dama en la ciudad andaluza, yo me inclino a pensar que
doña Beatriz, incluso por el propio interés de su cónyuge, siguió en la
comitiva de la soberana y permaneció junto a doña Isabel en la corte española.
Si esto
fue así, la joven azoriana se reunió en Sevilla con su cuñado Garcilaso de la
Vega, que muy probablemente asistió a las bodas reales[111],
y a quien ella con casi total seguridad había conocido hacía tiempo en tierras
lusitanas. Recordemos aquel hermano que se hallaba con don Pedro en 1524 cuando
empezaba a pensar en casarse con nuestra protagonista. Tal vez fueron ambos,
esposa y cuñado, -mediando por parte de ella la Emperatriz y por la del poeta
el duque de Alba- quienes, en aquel ambiente festivo sevillano de la primavera
de 1526, lograron que el último día de la estancia de los monarcas en la
ciudad, exactamente el 13 de mayo, se otorgara una real cédula a favor del
antiguo comunero, en la que, al parecer, decía:
Por la presente [se] le alzaba el dicho destierro, para que pudiera
estar y andar por todas las otras ciudades, villas y lugares de estos reinos,
exceptuando la Corte y la ciudad de Toledo con cinco leguas alrededor[112].
Aunque el
término de cinco leguas de destierro fuera algo instituido y usual, en la situación
de don Pedro Laso resultaba muy bueno, porque dos de sus señoríos, el de Batres
y el de Cuerva, con respecto a Toledo, quedaban fuera de esa distancia, pero
muy próximos a la urbe. Ya le había llegado la hora a don Pedro de rehacer su
vida en España, junto a su bella mujer y a los tres pequeños (Garcilaso, Pedro
y Álvaro) habidos de su primer matrimonio, que habían permanecido hasta
entonces bajo el amparo de su abuela doña Sancha de Guzmán. Ahora sólo le cabía
la esperanza de una vida mejor y la bendición de unos nuevos hijos.
Es muy
posible que, hacia junio de 1526, no pudiendo acercarse a la corte, don Pedro
se instalara con sus retoños y con doña Beatriz -e incluso ocasionalmente con
la hermana de ésta, la joven y soltera doña Isabel de Sá, que ya habría llegado
de las islas para ser dama de la Emperatriz-, en cualquiera de los señoríos de
su propiedad. Y también parece lógico que, gracias a los buenos valedores que
en la corte tenía y a la mediación indudable de doña Beatriz ante la soberana,
don Pedro viera muy pronto alzados sus destierros, y él con toda su familia se
trasladara a vivir a sus casas principales de Toledo en el transcurso de 1527.
¿Qué
sintió Garcilaso (casado desde 1525) al conocer la nueva de que doña Beatriz de
Sá iba a llegar a la ciudad del Tajo y a fijar allí su residencia? La cercanía
de aquella mujer extraordinariamente bella y dulce, a la que había conocido en
Portugal y de la que quizá se había enamorado, ¿qué sentimientos suscitaba en
el poeta? Como he escrito en mi reciente biografía del gran lírico[113],
¿será este peligroso amor que viene el que le llevará a romper su juramento de
nunca más enamorarse?
Yo había jurado nunca más meterme,
a
poder mío y a mi consentimiento,
en
otro tal peligro como vano;
mas del que viene no podré valerme,
y
en esto no voy contra el juramento,
que
ni es como los otros ni en mi mano[114].
El
escritor reconoce que la culpa de este "deseo loco, imposible, vano,
temoroso" no fue suya, sino de los decretos del destino:
No vine por mis pies a tantos daños:
fuerzas
de mi destino me trajeron
y
a la que m´atormenta m´entregaron.
Mi
razón y jüicio bien creyeron
guardarme
como en los pasados años
d´otros
graves peligros me guardaron,
mas
cuando los pasados compararon
con
los que venir vieron, no sabían
lo
que hacer de sí ni dó meterse,
que luego empezó a verse
la
fuerza y el rigor con que venían[115].
¿Por qué
el caballero insiste en la realidad del peligro tan grave que se le avecina?
Haré un inciso para recordar a los lectores que en la Baja Edad Media -y creo
que la situación se prolongaría durante el Renacimiento- cualquier vínculo o
relación amorosa que afectara a parientes hasta el cuarto grado e incluso a los
políticos era considerada como incestuosa. Los políticos o miembros de la
familia no unidos a través de lazos sanguíneos a efectos legales eran tenidos
como parientes y por tanto su unión era calificada de incesto. Amar a una
cuñada -caso de nuestro poeta con Beatriz y años más tarde el de Pedro Laso con
Isabel de Sá- constituía algo tan grave como concebir un pensamiento
incestuoso. Para la sociedad de la época esas relaciones no solo eran actos
repudiables, atentados contra la moral o las creencias religiosas, pecados más
o menos graves, sino, sobre todo, auténticos delitos desde el punto de vista
jurídico[116].
¿Será esta la razón por la que Garcilaso habla a su amigo Boscán de la bajeza
que comete alimentando este amor, por causa del cual bien podría avergonzarse
-"correrme", dice él- y recibir reprehensión?
Boscán, vengado estáis, con mengua mía,
de
mi rigor pasado y mi aspereza,
con
que reprehenderos la terneza
de
vuestro blando corazón solía;
agora me castigo cada día
de
tal selvatiquez y tal torpeza,
mas
es a tiempo que de mi bajeza
correrme
y castigarme bien podría[117].
¿A qué
amor alude el poeta cuando habla de bajeza y vergüenza? Como nos descubrirá
diez años después Francisco Sá de Miranda, Garcilaso se había enamorado de una
Sá, unida a un Laso, a la que el lírico llamaba Elisa y que morirá antes de
1537. El toledano sentía vergüenza, pensaba que cometía una bajeza, porque
había dado cabida en su pecho a una irrefrenable -y en aquellos tiempos
incestuosa- pasión por su cuñada. La Sá será ya para siempre Elisa, y, tomando
un verso de un poeta portugués a ella misma referido, puedo decir que nuestro
gran lírico "por ela s´á de perder"[118]
(por ella se ha de perder).
Pero,
¿falleció Beatriz de Sá antes de 1537? ¿Conoció su muerte Garcilaso? ¿De qué
murió? Es casi indudable, a pesar de no haber dado con documentos que lo
demuestren, que nuestra protagonista residió en Toledo junto con su marido y la
familia Laso, y, siendo hacia 1527 una mujer recién casada, es de suponer que
por aquellas fechas quedase o hubiese quedado embarazada. Y, aunque sabemos por
Frutuoso y por la única cláusula que he hallado de su testamento, que doña
Beatriz no tuvo descendencia, esto no quiere decir que no sufriera abortos o
pariese criaturas no viables en varias ocasiones. Posiblemente y lo común en
aquella época era que el parto, o los partos, se complicaran y que la dama,
pese a su juventud, muriera en algún alumbramiento. ¿Cuándo pudo verse en este
trance nuestra protagonista? Pues, según deduzco, entre 1527 y comienzos de
1531. Explicaré el último año apuntado, puesto que el primero, si se casó en
1526, sería el normal para el nacimiento de un primogénito. Piénsese, por
ejemplo, en la Emperatriz, que alumbró a su primer hijo, Felipe, el 21 de mayo
de 1527. Creo seguro -por lo que el mismo Garcilaso aduce en sus églogas- que
el poeta vio morir a su cuñada en el "duro trance de Lucina" (esto
es, al tener un hijo) hallándose tanto la dama como él en Toledo. Recordaré los
famosos versos de la Égloga I:
Verte
presente agora me parece
en
aquel duro trance de Lucina;
y
aquella voz divina,
con
cuyo son y acentos
a
los airados vientos
pudieran
amansar, que agora es muda,
me
parece que oigo, que a la cruda,
inexorable
diosa demandabas
en
aquel paso ayuda;
y
tú, rústica diosa, ¿dónde estabas? [...]
¡Y
tú, ingrata, riendo
dejas
morir mi bien ante mis ojos![119]
Y el Tajo,
desde el monte cavernoso que es Toledo, lleva el nombre de la hermosa fallecida
hasta el mar de Lusitania, como afirma la propia ninfa muerta en la Égloga
III:
"Elisa
soy, en cuyo nombre suena
y
se lamenta el monte cavernoso,
testigo
del dolor y grave pena
en
que por mí se aflige Nemoroso,
y
llama "¡Elisa!"; "¡Elisa!" a boca llena
responde
el Tajo, y lleva presuroso
al
mar de Lusitania el nombre mío,
donde
será escuchado, yo lo fío"[120].
A esto
añadiré el dato de que don Pedro Laso, tan pronto como en el verano de 1531, ya
estaba en tratos para contraer un nuevo matrimonio con su sobrina viuda doña
Mencía de Bazán, conforme se desprende de un interrogatorio efectuado en enero
de 1532, en el que se preguntaba:
Si saben que el dicho don Pedro Laso se
concertó de casar con la dicha doña Mencía [de Bazán y] Manuel, y doña Mencía
con él, y así lo asentaron y concertaron. Declaren la verdad de lo que en ello
ha pasado y de lo que en ello han platicado[121].
Luego la
fecha del fallecimiento de doña Beatriz hubo de ser en algún día a partir de
1527 y anterior al estío de 1531 y en un momento en el que Garcilaso de la Vega
se encontrara en Toledo[122].
Como además sabemos que el poeta, junto con su hermano Pedro, faltó de su
ciudad natal por acompañar al Emperador a su coronación en Bolonia
aproximadamente desde mediados de marzo de 1529[123] a
abril de 1530, doña Beatriz solo pudo fallecer en dos periodos: de 1527 a
primeros de marzo de 1529; o bien -tras quedar encinta en la primavera al
regreso de su marido de Italia-, a finales de 1530[124]
o primeros días de 1531[125]. Yo
me inclino por estos últimos meses, porque, según creo deducir del soneto III
de Garcilaso tal vez escrito a finales de agosto de 1529, al poco tiempo de
arribar los españoles a Italia, doña Beatriz aún estaba viva en el verano de
1529. Escribía así el poeta:
La mar en medio y tierras he dejado
de
cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y
yéndome alejando cada día,
gentes,
costumbres, lenguas he pasado.
Ya de volver estoy desconfiado;
pienso
remedios en mi fantasía,
y
el que más cierto espero es aquel día
que
acabará la vida y el cuidado.
De cualquier mal pudiera socorrerme
con
veros yo, señora, o esperallo,
si
esperallo pudiera sin perdello;
mas de no veros ya para valerme,
si
no es morir, ningún remedio hallo,
y
si éste lo es, tampoco podré habello.
Desde
luego, aquella señora a la que el poeta anhelaba ver, si esperarlo pudiera sin
perderla, no era de ningún modo su mujer doña Elena de Zúñiga, sino alguna otra
imposible de alcanzar y a la que él se conformaba simplemente con ver. Haré
ahora una nueva digresión relacionada con ver. Como hemos leído en la Égloga
I, lo que Garcilaso sí asegurará que vio y oyó fue a una señora portuguesa
-llamada poéticamente Elisa- que moría en un parto. Y el poeta, desesperado,
llega a increpar a la diosa Lucina, auxiliadora en los alumbramientos,
diciéndole:
¡Y
tú, ingrata, riendo
dejas
morir mi bien ante mis ojos!
El
caballero explica que la oyó gritar en aquellos críticos momentos y que luego
ella murió estando él delante. Pues bien, si como en general y hasta aquí se ha
admitido la referida señora era la lusitana Isabel Freire, esposa de Antonio de
Fonseca, matrimonio en todo caso amigo, pero no de la familia próxima del vate,
¿cómo se explicaría la presencia del poeta en tal parto? En cambio, si la
parturienta era su cuñada, con la que incluso él, su mujer y sus hijos aún
convivían en el mismo hogar, ¿no se entendería mejor, primero, que Garcilaso la
oyera pedir auxilio a lo largo de todo el alumbramiento, porque estaría cerca
(tal vez él era el único varón adulto de la familia presente allí, pues su
hermano Pedro puede que se hallara ausente); y, segundo, que, advertido por las
comadronas u otras mujeres de que la joven se moría irremediablemente, el poeta
acudiera a su lado para darle su último adiós y la viera morir? Pero si se
trataba sólo de un amigo de la familia ¿qué hacía él al lado de una
parturienta?
Lo cierto fue que doña Beatriz de Sá murió en
plena juventud, "antes de tiempo y casi en flor cortada", como dirá
Garcilaso, y que, en algún día previo a su fallecimiento, realizó lo que todas
las mujeres de cierta clase de aquella época hacían cuando estaban a punto de
parir, que era otorgar testamento, del que solo he podido localizar una
cláusula recogida por su marido en sus últimas voluntades de 1550. Doña Beatriz
dispuso lo siguiente:
Ítem, por cuanto mi Sra. Dª. Guiomar de Sá, mi madre, me dio poder y
licencia para que yo pudiere testar libremente y disponer de mis bienes y
hacienda lo que por bien tuviere, no embargante que de derecho ella fuese mi
heredera, y renunció mi herencia y sucesión, de lo cual todo hay escritura
pública, a que me refiero, por ende, que [¿en?] la mejor forma y manera que
puedo y ha lugar de derecho, instituyo y nombro por mi universal heredero en
todos mis bienes, así dotales como gananciales habidos durante nuestro
matrimonio, como en otra cualquier manera que yo los haya y tenga, al dicho don
Pedro Laso de la Vega de Guzmán, mi Sr. marido, con tal condición que todo lo
que en mí hubiere lo deje después de sus días a Garcilaso de la Vega y a don
Pedro González de Mendoza[126],
sus hijos, repartidos de la manera que él y yo lo tenemos practicada
[¿platicada?]. Y más, con tal condición que todos los días que el dicho don
Pedro viviere me haga decir una misa por mi ánima[127].
Y don
Pedro Laso, en su testamento de 1550, deja constancia de lo que doña Beatriz y
él tenían platicado sobre cómo habían de llegar los bienes de ella a dos de los
hijos legítimos habidos por su esposo en su primer matrimonio. Veámoslo:
Y yo, declarando lo que entre ella y mí
acerca de esta sucesión teníamos practicado [¿platicado?], y por descargo de mi
conciencia y porque su voluntad y disposición haya hecho, declaro que lo que
entre ella y mí estaba comunicado y concertado es que de los bienes que yo de
ella hubiere y heredare hubiese el dicho don Pedro González de mejoría el
tercio y quinto; y el restante se partiese por partes iguales y entre los
dichos Garcilaso y don Pedro González, mis hijos. Y yo ahora, cumpliendo su
voluntad [y] descarganddo mi conciencia, así lo declaro. Y que el dicho don
Pedro González de Mendoza, mi hijo, haya el dicho tercio y quinto de mejoría
como arriba está dicho. Y el restante partan por iguales partes los dichos
Garcilaso de la Vega y D. Pedro González, mis hijos. Y juro a Dios y a esta
cruz +, y por el hábito de Santiago, cuyo caballero soy, que la dicha doña Beatriz
de Sá, mi mujer, comunicó conmigo que sus bienes y herencia se partiesen entre
los dichos Garcilaso y don Pedro González, mis hijos, de la manera que de suso
en este capítulo va declarado[128].
Como ha
quedado de manifiesto por las precedentes disposiciones testamentarias, doña
Guiomar de Sá, la madre de nuestra protagonista, que aún
vivía -morirá en 1547- le había concedido permiso
para "testar libremente" y doña Beatriz instituyó a su marido como
heredero universal de todos sus bienes, y para cuando él muriera, deseaba que
sus propiedades pasasen a dos de los hijos de aquel, en perjuicio de su madre
que era su heredera de derecho.
La
tristeza que sintieron los Laso-Guzmán al morir la dulce dama la reflejó
Garcilaso en unos versos de la Égloga I, trasponiéndola lógicamente al
mundo pastoril. Obsérvese cómo el poeta -mediante el pronombre nos-
incluyó en tan profunda pena a todos los miembros de la familia:
Después que nos dejaste, nunca pace
en
hartura el ganado ya, ni acude
el campo al labrador con mano llena;
no
hay bien que´n mal no se convierta y mude[129].
La
desesperación del lírico no tenía límites. Sin embargo, él soñaba con volver a
ver algún día a aquella joven ahora muerta, a la que ojalá nunca hubiera
conocido. Lo manifestaba así en el Soneto XXVI:
Echado está por tierra el fundamento
que
mi vivir cansado sostenía.
¡Oh
cuánto bien s´acaba en solo un día!
¡Oh
cuántas esperanzas lleva el viento! [...]
Las más veces me entrego, otras resisto
con
tal furor, con una fuerza nueva,
que
un monte puesto encima rompería.
Aqueste es el deseo que me lleva
a
que desee tornar a ver un día
a
quien fuera mejor nunca haber visto.
Doña
Beatriz de Sá fue enterrada, casi sin duda, en la villa toledana de Cuerva,
señorío de su esposo, en cuya iglesia parroquial dedicada al apóstol Santiago
ya se encontraban sepultados su suegro el embajador Garcilaso y doña María de
Mendoza, la primera mujer de don Pedro. Unos años más tarde, quizá en la
primavera de 1533, al regresar ocasionalmente de su destino en Nápoles,
Garcilaso de la Vega visitó su tumba y en un magistral soneto expresó cómo, a
pesar del tiempo transcurrido, aún no había hallado consuelo para la dolorosa
pérdida de su amada:
¡Oh hado secutivo en
mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste´l árbol con manos dañosas
y esparciste por tierra fruta y flores.
En poco espacio
yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas,
tornados en cenizas desdeñosas
y sordas a mis quejas y clamores.
Las lágrimas que en
esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron
recibe, aunque sin fruto allá te sean,
hasta que aquella
eterna noche escura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean[130].
Seis años
después, el 1 de mayo de 1539, moría en Toledo, asimismo a consecuencia de un
parto, la emperatriz Isabel. En sus últimas voluntades, como vimos, no se
olvidaba de las Sá, pero ya no se trataba de doña Beatriz, sino de una sobrina
y de su hermana doña Isabel, a las que legaba un buen dinero para sus
casamientos. Muy probablemente en aquel mismo año doña Isabel de Sá se
convirtió en la tercera esposa legítima del comunero don Pedro Laso y de
Guzmán. Fallecido en 1536 el poeta Garcilaso, su hermano comenzaba ahora una
nueva vida matrimonial. La familia de los Laso se unía por segunda vez a la de
los Sá, mas este enlace ya no lo pudo conocer el gran lírico toledano.
TERCERA PARTE
DOÑA BEATRIZ DE SÁ Y LOS POETAS PORTUGUESES
EL CANCIONERO GENERAL DE GARCIA DE RESENDE (1516)[131]
Como
vimos, doña Beatriz de Sá se crió en la corte lusitana junto al futuro rey don
Jôao III, que había nacido en Lisboa en los primeros días de junio de 1502.
Asimismo nos consta que nuestra protagonista fue después dama de la princesa
Isabel de Portugal, nacida a fines de octubre de 1503, y a quien su padre puso
casa propia al cumplir los catorce años, esto es, en 1517. Pues bien, en este
ambiente palaciego y poco antes, el 28 de septiembre de 1516, el impresor
alemán Hermâo de Campos acabó de imprimir en Lisboa el Cancioneiro geral
de Garcia de Resende, que como tal cancionero de corte, a imitación del español
del mismo título editado en 1511 por Hernando del Castillo, era una obra de
carácter colectivo, donde se reunían poesías que reflejaban el mundo de
palacio. Algunas de ellas, en torno a ciertas damas de la corte, aparecen
agrupadas bajo la forma de una cabeza o "texto" presentado por un
poeta y las glosas que de tales versos iniciales hacen unos cuantos caballeros.
El resultado es una extensa composición de lo que yo ya alguna vez he
denominado un "grupo poético"[132]. En
el Cancionero de Resende una de las damas que da pie a un texto y a
treinta glosas se llama doña Beatriz de Sá.
La primera
identificación que a mí me conste de la dama del Cancionero portugués
con la futura mujer de Pedro Laso se encuentra en el libro citado de Rodrigo
Rodrigues, revisado por Hugo Moreira, Genealogias de San Miguel e Santa
Maria[133].
Mas para tal identificación se me venían a la mente varios posibles
impedimentos. Para empezar, el hecho de que la obra de Resende se hubiera
impreso en fecha tan temprana como 1516 podría llevarnos a creer que las
poesías en ella contenidas eran todas del siglo XV o anteriores, y entonces
difícilmente la doña Beatriz allí cantada sería la nuestra. Pero, como se sabe,
en el Cancionero se incluyen desde composiciones bajomedievales hasta
otras realizadas por personajes de la corte del rey don Manuel el Afortunado
(1496-1521), o a ellos dirigidas a lo largo de los primeros quince años del
siglo XVI. Por tanto, y puesto que nuestra protagonista hubo de destacar por su
belleza ya en su niñez y adolescencia, sí es muy probable que la futura señora
de Cuerva fuese elogiada por los poetas de aquel entorno en sus años juveniles.
El segundo
obstáculo que no quiero eludir para dar por buena la identificación es la
homonimia. De cualquier investigador dedicado a la historia son sabidos los
problemas que crea la igualdad de nombres entre diferentes personajes, algo muy
común en los siglos medievales y renacentistas. Y de hecho en Portugal y por
esta época debieron de existir bastantes mujeres llamadas Beatriz de Sá. Otra
cosa es que vivieran en la corte y que fuesen de extremada belleza, algo que sí
nos consta de la futura mujer de Pedro Laso y de ninguna más por el momento. Y
debo añadir que he revisado en las genealogías portuguesas a las varias Beatriz
de Sá que aparecen y ninguna de ellas encaja en estas condiciones, bien por
cronología, bien por residir en lugares apartados de la corte. Aunque de todos
modos, la homonimia deberá siempre ser tenida en cuenta.
Un tercer
problema lo puede representar don Jôao de Meneses, uno de los poetas
glosadores, pues si, como afirman los editores del Cancionero, se trata
de Joâo de Meneses, señor de Cantanhede, y éste, según sus biógrafos, falleció
en 1514[134],
su participación en las glosas nos llevaría de nuevo a un año muy temprano en
la vida de doña Beatriz. Sin embargo, esta dificultad se vería resuelta de dos
posibles modos: primero, puede que el Joâo de Meneses que intervino en la
composición no fuera el de Cantanhede, sino un homónimo, dado que tal nombre
debió de ser muy común en Portugal; y segundo, acaso doña Beatriz en torno a
1513 pudiera tener unos quince años y ser algo mayor que Garcilaso, nacido en
1499. Pensemos, por ejemplo, en el año en que debieron de nacer Pedro Laso y su
primera mujer María de Mendoza. La fecha de nacimiento del comunero la tenemos
situada entre 1490 y 1494[135], y,
sabiendo que el matrimonio se casó en 1514, hemos de calcularle a su primera
esposa para la boda entre quince y veinte años de edad como pocos, lo que nos lleva
al periodo que va del año 1494 a 1499 para su venida al mundo. Doña Beatriz
pudo nacer también por aquellas fechas, y tal vez cuando contrajo nupcias con
don Pedro a principios de febrero de 1526 ella tendría cumplidos los veintiséis
o veintisiete años, y él estaría entre los treinta y uno y treinta y cinco,
aunque, como sabemos, llevaban en tratos de boda desde un bienio antes, es
decir, desde que ella contaba veinticuatro.
Por otra
parte, y en este caso nos situaría el momento de la realización del poema al
año de morir don Jôao de Meneses, señor de Cantanhede, existe el hecho de que,
entre los glosadores, participa un caballero a quien se llama el conde de
Vimioso (Francisco de Portugal), y resulta que este título nobiliario se creó
en 1515[136].
Bien es verdad que pudo ocurrir que la poesía se compusiera antes y que, al
llevar el libro a la imprenta en 1516, poseyendo ya don Francisco de Portugal
su nuevo rango, se le denominara en todas las glosas en que intervino con su
recién estrenado título de conde.
Pero,
¿quiénes constituyen el grupo poético que ensalza a doña Beatriz? En primer
lugar figura el poeta que propone el texto, Simâo de Sousa (1)[137]w,
que es el mismo que hace la primera glosa y también quien cierra las
intervenciones con dos glosas más. Y entre los otros veinticuatro
intervinientes destacan miembros de la nobleza lusitana como el mencionado don
Francisco de Portugal, conde de Vimioso (4), y el barón (casi con total
seguridad el de Alvito, llamado don Diogo Lobo da Silveira) (2); el embajador
don Rodrigo de Castro (5), el enviado real y magnífico poeta Jôao Rodrigues de
Sá (18); altos cargos militares o cortesanos como el Capitán de la Isla
(Gonçalves da Cámara) (9) y el Caballerizo mayor (Francisco Homem) (24); otros
capitanes que lucharon en África como don Luís de Meneses (19) y don Álvaro de
Noronha (16); el propio recopilador del Cancionero, Garcia de Resende,
personaje también muy cercano a la corte (12); y dos poetas que hacen su glosa
en español, Badajoz (25) y don Alonso Pacheco (15).
La lista
completa de los glosadores por orden alfabético es la siguiente:
Abranches, don Álvaro de (17)
Almeida, don Pedro de (8)
Badajoz (25)
Barâo, o (Barón, el) (2)
Brito,
Francisco de (20)
Capitâo da Ilha, o (Capitán de la Isla, el) (9)
Castel Branco, don Gonçalo de (21)
Castro, don Rodrigo de (5)
Estribeiro-Mor, o (Caballerizo mayor, el) (24)
Fóis, Vasco de (23)
Lobo, don Joâo (13)
Meneses,
don Joâo de (14)
Meneses, don Luís de (19)
Noronha, don Álvaro (16)
Pacheco, don Alonso (15)
Resende, Garcia de (12)
Rodrigues de Sá, Joâo (18)
Silva, Gonçalo da (6)
Silveira, Jorge da (3)
Silveira, Joâo da (10)
Silveira, Simâo da (11)
Sousa, Francisco de (22)
Sousa, Simâo de (1)
Teles, Aires (7)
Vimioso, conde do (4)
Copio a
continuación, a la izquierda, el texto y las glosas del poema 582 del Cancionero;
y a la derecha, escribo mi traducción española de las composiciones. Destaco en
negrita todas aquellas partes de un palabra o los grupos de palabras donde se
juega con los sonidos para lograr el apellido Saa o Sá, y obsérvese cómo en uno
de ellos -el segundo de la primera glosa- el juego da casi como resultado el
nombre de Elisa (ela s´a).
582
[1] De Simaâo[138] de
Sousa ha senhora De Simâo[139]
de Sousa a la señora dona Briatiz de
Saa doña Beatriz de Sá
Quem
qyser saarar o mal Quien
quisier´ sanar el mal
que
doutra molher tyver, que de otra mujer tuvier´,
oolhe a que lh´eu
dysser. vea la que
yo dijer´.
Por que s´aa-d´oulhar
rezâ, Porque s´ha de ver
razón,
por ela
s´a-de perder por ella
s´ha de perder
e sáa-de
ter sojeycam y s´ha de
tener sujeción
onde pode
mylhor ser. donde puede mejor
ser.
Ó perdyçam
de prazer Oh perdición de
placer
pera quem
olhos tyver, para quien ojos
tuvier´,
ó molheres,
que molher! ¡oh mujeres, qué
mujer!
[2] O
Barâo El Barón
Como saarará
meu mal ¿Cómo sanará mi
mal
quem folgou de mo fazer quien holgó de me lo hacer
e folgua de me perder, y huelga de me perder,
cuydando que pode ser, pensando que puede ser,
deuendo de cuydar al? no debiendo pensar tal?
E por mays çerto synal, Y por más cierta señal,
emquanto vyda tyver, en cuanto vida tuvier´
non verey outra molher. no veré
otra mujer.
[3] Jorge da Sylueyra Jorge da
Silveira
Bem vejo o
rysco que corro Bien veo el riesgo
que corro
naqueste meu catyueyro, en este mi cautiverio,
mas sam seu tâ verdadeyro, mas suyo soy tan verdadero,
qu´ ynda que me dêm dinheiro que aunque me den un dinero,
nam quero dele ser forro. no quiero de ello ser horro.
Venha-me mal sobre mal, Véngame mal sobre mal,
venha-m´o que me vyer, véngame lo que vinier´,
venha por esta molher. venga por esta mujer.
[4] Do Conde
do Vymyoso Del conde de Vimioso
A vysta qu´
á-de saluar La vista que
ha de salvar
tudo se perde por ela, todo se pierde por ella,
por ysso nam sey cuydar por eso no sé pensar,
s´ee mor peryguo oulhar, si es más peligro mirar,
se moor dyta conheçê-la. si mayor bien conocella.
Mas synto que´estaa em ve-la, Mas siento que está en el vella,
con quanto mal me fyzer, con cuanto mal se me hicier´,
minha vyda sem na ter. mi vida sin la tener.
[5] Dom Rodryguo de Crasto Don Rodrigo de Castro
A tristeza
que se tem La tristeza que se
tiene
co as condyçôes da minha, en las condiciones mías,
bem pode matar asynha, bien puede matar ansina,
mas nunca leyxar ninguem. mas nunca dejar a nadie.
Assy que quem se quer bem Así quien se quiera bien
e alguû prazer qyser y cierto placer quisier´
fuga daquessa molher. huya de aquesa mujer.
[6] Gonçalo da Sylua Gonçalo da Silva
Se fora no
mal passado, Si fuera en el mal
pasado,
vosso
consselho tomara vuestro consejo
tomara
e podera ser
c´ achara y pudiera ser que
hallara
este remedio
probado. este remedio probado.
Mas quem
estaa apartado Mas quien está
apartado
de mal e o
nom quiser, de mal y no lo
quisier´,
nom veja essa
molher. no vea a
esa mujer.
[7] Ayres Telez Aires Teles
De meu mal
ja desespero, De mi mal ya
desespero,
porqu´ á nele gram desuaryro, pues hay en él gran desbarro,
faz-me bem o que nam quero me hace bien lo que no quiero
e quero o que m´ee contrayro. y quiero lo que m´ es contrario.
E sey c´o mor aduerssayro Y sé que el mayor adversario
que minha vyda tyver que en mi vida
podrá haber
sera ver hûa molher. será ver una[140]
mujer.
[8] Dom Pedro d´Almeyda Don Pedro de Almeida
O remedio
do cuydado, El remedio del
cuidado,
que m´a mym pode sarar, que a mí me puede sanar,
nam estaa em bem oulhar, no está en el bien mirar,
porque vem de mal olhado. porque vien´ de mal aojado.
E quem dysto for tocado, Y quien de esto fuer´ tocado,
guarde-se do que´eu fyzer guarde de lo que yo hicier´
e olhe quem lh´eu disser. y vea a
quien le dijer´.
[9] O
Capytâo da Ilha El Capitán de
la Isla
w
A ora ey
por perdida La hora he por
perdida
que passo sem na oulhar, que paso sin la mirar,
vendo-a me custa a vyda verla me cuesta la vida
que m´outra nô pode dar que otra no me ha de dar
nem tomar. ni tomar.
Porque se nom pod´achar Porque sé no puedo hallar
quem tanto poder tyver, quien tanto poder tuvier´,
senam em quem eu disser. sino la que
yo dijer´.
[10] Joam da Sylueyra Jôao da Silveira
Nâ tem
remedio meu mal, Remedio no hay
para mi mal,
comprir-s´-á sua ventura, ceñirse ha a su ventura,
porque par´ ela ter cura pues para ella hallar cura
aa-se d´achar outra tal. hase de hallar otra igual.
E por mays çerto synal, Y por más cierta señal,
quem outra cousa disser quien otra cosa dijer´
mostrar-lh´-ey hûa molher. mostrarle he una mujer.
[11] Symâo da Sylueyra Simâo da Silveira
Myl mortes
d´ ûa fygura Mil muertes de
una figura
sem lembrança da que tinha, sin recuerdo de la mía,
por m´ acabar mays asynha por me acabar más aína
m´ ordenou minha ventura. me ordenó la mi ventura.
He muy impidosa cura, Tengo muy difícil cura,
cada hû dyg´oo que quyser cada cual diga a placer
e d[e]yxe-m´ ûa molher. y déjeme una mujer.
[12] Garçia de Resende Garcia de Resende
Os olhos
que se puserem Los ojos que se
pusieren
fyrmes em seu pareçer firmes en su parecer
lyvrar-s´-am de quem quiserem librarse han de quien quisieren,
mas dos seus nâ pode ser. de los suyos no ha de ser.
Meus olhos, poys fostes ver Mis ojos, pues fuisteis ver
quem vos nam ve nem vos quer, a quien ni os ve ni os quier´,
sofrey quanto vos fyzer. sufrid cuanto ella os hicier´.
Outra
sua Otra suya
Quem na vyr
nâ veraa mais Quien la vier´ no
verá más
outra pessoa naçyda, otra persona nacida,
quem nam na ten conheçyda para quien no es conocida
dou-lhe dela estes synays: doyle de ella estas señales:
que daa sempre triste vyda, que da siempre triste vida,
nom presta tê-la seruyda, no vale verla servida,
porque´a quem mor bem lhe quer pues a quien más bien la quier´
deyxa mays çedo perder. deja más pronto perder.
[13] Dom Joam
Lobo Don Joâo Lobo
Se fosseys
ja conheçida, Si fueseis ya
conocida,
poys curais mal en mudança, pues curáis mal en mudanza
qu´ em ter esta confyança, qu´ en haber esta confianza,
Atayde, minha vida, Ataíde, la vida mía,
nam posso ter esperança. no puedo haber esperanza[141].
Est´ ee a que me faz mal, Esta es la que me hace mal,
se remedyo me nam der, si remedio no me dier´,
nam mo dê outra molher. no me lo dé otra mujer.
[14] Dom Joam de Meneses Don Joâo de
Meneses
As aves que
mudam mal A las aves que mudan
mal
o bom caçador ordena el buen cazador ordena
como mudem su pena cómo le muden su pena[142]
e se cubran doutra tal. y se cubran de otra tal.
Mas corre rysco mortal Mas corre riesgo mortal
da noua que lhe vyer de la nueva que vinier´
e goay de quem na tyver! ¡y guay de quien la tuvier´!
Outra
sua Otra suya
E quem pode
con ajudas Y quien puede con
ayudas
mudar-se coma falcam, mudarse como el halcón,
perde a pena de Symâo pierde pena[143] de
Simón
e fyca Symâo e Judas. y queda Simón y Judas.
Vên-lhe penas tam agudas Le vien´ penas tan agudas,
que sobe cam alto quer, que sube cuan alto quier´,
mas guarda de Luçyfer. mas recuerda a Lucifer.
[15] Don
Alonso Pacheco
Pues[144]
do yo perdí la vida
alguno piensa vivir,
en ser más de muy[145]
servida
no la quiero deservir.
Ella causa mi partir,
otra me hará volver
a morir en su poder.
[16] Dom Áluaro de Noronha Don Álvaro de Noronha
Nos males
em que ha cura En los males en que
hay cura
todo benefyçio val, todo beneficio val´,
mas o mal qu´ ee immortal mas el mal que es inmortal
quem lhe remedyo procura quien remedio le procura
perde todo o cabedal. pierde todo su caudal.
Quem quyser ver o synal Quien quisier´ ver la señal
do que diguo assy ser, de lo que digo así ser,
olhe o que lh´ eu disser. vea lo que yo dijer´.
[17] Dom Áluaro d´Abranches Don Álvaro de Abranches
Isto nunca
vyo ninguem Esto nunca vio
cualquier,
por isso nam sey dyzer por eso no lo diré;
nem estaa no conheçer ni está en el conocer
saber çerto donde vem. saber cierto de dó vien´.
O moor descansso que tem El gran descanso que tien´
quem este meu mal tyver quien este mi mal tuvier´
he nam saber entender. es no saber
entender.
[18] Joam
Rodriguez de Saa Joâo Rodrigues de
Sá
O mal que tenho sofrido El mal que tengo sufrido
de soffrer e emcubryr de sufrir y de encubrir
nom se cura con sentido, no se cura con sentido,
porque naçeo de sentyr. porque nació de sentir.
Dysto soo lhe pode vyr De esto solo puede venir
o remedeo e, quem mo der, el remedio y, quien me lo dier´,
he muyto mays que molher. es mucho más que mujer.
[19] Dom Luys de Meneses Don Luís de Meneses
Porque sey
qu´ey-de guanhar, Porque sé que he
de ganar
folgaria d´ apostar holgaría de apostar
hûa muy grande cousa: una muy, muy grande cosa:
c´ o que diz Symâo de Sousa que lo que diz Simón Sosa
nam tem Deos mais c´ arranhar. no tiene Dios más que arañar[146].
E quem disto douidar, Y quien de esto dudare,
deyxe quem ele quyser deje a quien él
quisier´
e olhe quem me nam quer. y vea a quien a mí non quier´.
[20] Françisco de Brito Francisco de Brito
Cuydo eu em
quem seraa Pienso yo en quién
será
a que tanto poderaa. la que tanto poder ha.
Acho qu´ee a que me tem, Hallo que es la que me tien´
sem me fazer nenhû bem sin hacerme ningún bien,
que me ja nunca faraa. que a mí ya nunca me hará.
Nysto se conheçeraa, En esto se conocerá,
mas, quem desquansso quyser, mas, quien descanso quisier´,
fugua de a conheçer. huya de la conocer.
[21] Don Gonçalo de Castel Branco Don Gonçalo de Castel Branco
S´ ousara
de nomear, Si me atreviera a
nombrar
ja teuera dyto quem ya te hubiera dicho quién
me pode dar com olhar me puede dar con mirar
saude, que de ninguem salud, que de nadie más
atequy quys açeytar. hasta aquí quise aceptar.
Por todo meu mal goardar Pero aguarda todo mi mal
a saarar, quando disser a sanar, cuando dijer´
o nome desta molher. el nombre de esta mujer.
[22] Françi[sc]o de Sousa Francisco de Sousa
Hûa me
pareçe bem, Una me parece
bien,
nam sey se dizeys por ela, no sé si decís por ella,
que se bem quiserdes ve-la, que si bien quisiereis vella
nam vos lembraraa ninguem. no os recordará a cualquier´.
Tanta jentileza tem, Tanta gentileza tien´,
tam fermosa he, quando quer, tan hermosa es, cuando quier´,
qu´ee muyto mays que molher. que es mucho más que mujer.
[23] Vasco de Foes Vasco de Fóis
Meu senhor
Symâo de Sousa, Mi señor Simón de
Sosa,
deyxar-m´-ya antes finar me dejaría antes finar
sem fazer nenhûa cousa sin hacer ninguna cosa
que comvosco me curar. que con vos verme curar.
S´alguû tempo tanto mal Si algún tiempo tanto mal
m´am meus olhos de fazer, mis ojos hanme de hacer,
nam nos quero, s´aa-de ser. no los quiero, Sá ha de ser.
Outra sua Otra suya
Se fosseys
com´ eu ferydo, Si fueseis como yo
herido
da vyda desesperado, de vida desesperado,
vós terieys o cuydado vos tendríais el cuidado
que tenho de my perdido. que tengo de mí perdido.
Por isso curar meu mal Por eso curar mi mal
nam he bem nem pode ser ni he por bien ni puede ser
nem tenho olhos par´ o ver. ni tengo ojos para lo ver.
[24] Do Estrybeyro mor Del Caballerizo mayor
Ó quem
podera tomar ¡Oh quien pudiera
tomar
o consselho do ryfam, el consejo del refrán
mas he muy mal desejar. mas es muy mal desear!
O mal de meu coraçam [?] El mal de mi corazón
foy ter sogeyta a rezam fue sujetar la razón
da vontade, que me quer de la voluntad, que me quier´
con seus enguanos perder. con sus engaños perder.
[25] De Badajoz
No[147]
tengo por buen concierto
el
remedio que me dais,
que con
lo que vos sanáis
con eso
vivo yo muerto.
Mas sé
vos decir de cierto
que yo
huelgo de lo ser,
por ver
su gran merecer.
[1] De Symâo de Sousa De Simâo de Sousa
Nam ha hy tempo passado, Que no hay tiempo pasado
senam presente e por vyr, sino presente y porvenir
pera sentyr para sentir
meu mal qu´estaua goardado, mi mal que estaba guardado,
que tanto tardou em vyr. que tanto tardó en venir.
Quem no c´ os meus olhos vyr, Quien con mis ojos lo
vier´,
qu´ ele estey no que quyser, que él esté en lo que quisier´,
faraa o que eu fyzer. hará lo que yo hicier´.
Outra sua
e cabo Otra suya y final
Faley soo do poder seu, Sólo hablé del poder suyo
sem falar no mays que tem, sin nombrar lo más que tien´,
tambem do nam poder meu también del no poder mío
oulhar jaa outrem ninguem. mirar ya a
otra mujer.
E se hy ouuer alguem Y si aquí hubiere cualquier
que douyde no que diguo, que dude de lo que digo
eu lho prouarey muy bem yo lo probaré muy bien
comyguo. conmigo.
Finalmente, en el Cancionero general, unos folios después, se
encuentra una largo poema del recopilador, en cinco de cuyos versos se ha
querido descubrir una alusión a doña Beatriz de Sá[148].
Como el autor dirige su composición a Manuel de Goios cuando este ocupaba el
cargo de capitán de la Mina, y ello aconteció, según parece, entre 1509 y 1510,
no se puede dudar que Resende hubo de escribir la obra en aquel tiempo. Lo cual
-si la referencia ciertamente es a doña Beatriz- nos obliga a pensar que la
fama de la belleza de nuestra protagonista se había extendido por la corte en
años tempranos. He aquí el título de la poesía y los versos que contienen la
alusión, más mi traducción al castellano del fragmento:
836
De Garçia de Resende, estando el rei em Almeyrim a
Manuel de Goyos qu´estaua por capitam na Myna e lhe mandou pedir que lhe
escrevesse nouas da corte, as quaes lhe manda.
201 Doutra fermosa molher De otra hermosa mujer
que laa
naçeo nûa ilha que allí nació en
una isla
nam dyguo
mais senam ser no digo más sino ser
muyto
grande marauylha una grande
maravilla
205 quem na vyr nam se perder[149]. quien la vier´ no se perdier´.
FRANCISCO SÁ DE MIRANDA: LA ÉGLOGA NEMOROSO. CAMÔES
La
relación de Garcilaso con el poeta Sá de Miranda ha sido puesta de relieve en
múltiples ocasiones. Recordaré, por ejemplo, cómo el investigador Adrien Roig
llegó a proponer en su día que el Salicio garcilasiano era el disfraz pastoril
de Sá de Miranda[150].
Pero hay más: Enrique Martínez López, en un brillante estudio, ya apuntaba
-aunque, cegado por el mito de Isabel Freire, sin dar con la clave final- al
triángulo Sá de Miranda-Beatriz de Sá- Garcilaso, y hasta recogía como muy
importantes los versos 518-523 de la égloga Nemoroso referentes al
parentesco entre los Sá y los Laso, sin continuar con el verso 524
("Elisa, el tu cuidado") y los siguientes, que completan el
significado de los anteriores. Tampoco conocía este investigador la biografía
de nuestra dama y, por tanto, no le constaba que doña Beatriz había fallecido
unos años antes que Garcilaso y que podía ser la ninfa por él tan llorada.
Sin
embargo, ahora yo creo haber demostrado que la Elisa nombrada por Sá de Miranda
en los versos finales de su poema pastoril a la muerte del vate toledano no es
otra que doña Beatriz de Sá, la segunda mujer de Pedro Laso.
En consecuencia, he de afirmar que acaso la última
vez que nuestra protagonista fue cantada por un poeta portugués contemporáneo
suyo y que la conocía[151] fue
en dicha égloga y al año de haber fallecido el lírico de Toledo. Sá de Miranda
ponía de este modo el fin a la historia amorosa vivida por Garcilaso y Beatriz
y al mismo tiempo nos descubría, cuando ya ambos pisaban con sus pies la
eternidad, quiénes eran realmente los pastores Nemoroso y Elisa. Merece la pena
volver a evocar aquella última estrofa con el envío o remate final:
10. Al muy antiguo
aprisco
de los Lasos de Vega
por suerte el de los Sás viste juntado. 520
Si cae el mal pedrisco,
abrigando se allega
y canta ende el pastor, huelga el ganado.
Elisa, el tu cuidado,
que acá tanto plañiste,
525
por muerte (¡ay suerte!) falta,
plañiéndola en voz alta,
¿quién no plañió después do la subiste?
Ora ella al cielo erguida,
dejas la muerte atrás, vaste a la vida. 530
11. En esto, oh buen pastor,
¿qué te va a ti?
El mal todo es de España
si enriquecen tus huesos tierra estraña.
Pero no
puedo concluir sin recordar, con Carolina Michaëlis de Vasconcelos[152],
que el más grande escritor de la lengua portuguesa, Luís de Camôes (1524-1580),
aun sin haberla conocido, también evocó a la pastora Elisa de Garcilaso en su Égloga
II, en unos famosos versos que decían:
E da morte invejosa Nemoroso
ao monte cavernoso se querella,
que sua Elisa bella em pouco espaço
cortou inda en agraço[153].
La Elisa
bella del toledano había muerto, mas su recuerdo y la clave de quién era habían
quedado para la posteridad bien guardados entre los versos de los poetas
portugueses. Ojalá definitivamente hayamos hecho una buena lectura.
PRINCIPALES FUENTES EMPLEADAS
MANUSCRIT0S
Archivo Histórico Nacional de Madrid
Copia
del testamento de la emperatriz Isabel (Secretaría de Estado, leg. 2.451
(1), nº 28).
Archivo Diocesano de Toledo
Testamento
de doña Isabel de Sá (leg. 57. Expediente 662, ff. 17r.-27r.).
Arquivo de Ponta Delgada (isla de San Miguel)
Frutuoso, Gaspar, Saudades da terra.
IMPRESOS
ARCHIVO DOS AÇORES, Ponta Delgada, tomos I y III,
1878 y 1881.
CARRIAZO Y ARROQUIA, Juan de Mata, La boda del
Emperador, Sevilla, Área de Cultura, Ayuntamiento de Sevilla, Patronato del
Real Alcázar, 1997.
DANVILA Y COLLADO, Manuel, Historia crítica y
documentada de las Comunidades de Castilla, t. V, en Memorial Histórico
Español, Madrid, 1899.
FELGUEIRAS GAYO (Manuel José da Costa), Nobiliário
de famílias de Portugal. Facsímile de la 1ª. ed. actualizada por el equipo
de "Carvalhos de Basto"), IX volume (Tomos XXV, XXVI e XXVII). Ediçâo
de Carvalhos de Basto, Braga, 1990.
FRUTUOSO, Gaspar, Livro quarto das Saudades da
terra, Ponta Delgada, Ediçâo do Instituto Cultural de Ponta Delgada, vol. I, 1977; vol.
II, 1981; vol. III, 1987.
GALLEGO MORELL, Antonio, Antología poética en
honor de Garcilaso de la Vega. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1958.
GALLEGO MORELL, Antonio, Garcilaso: documentos
completos. Barcelona, Editorial Planeta, 1976.
GRANDE ENCICLOPÉDIA PORTUGUESA E BRASILEIRA,
Lisboa-Río de Janeiro, Editorial Enciclopédia, Limitada.
LAURENCÍN, Marqués de, Documentos inéditos
referentes al poeta Garcilaso de la Vega, Madrid, Establecimiento
Tipográfico de Fortanet, 1915.
MARTÍNEZ LÓPEZ, Enrique, "El rival de
Garcilaso: "esse que de mi s´está reyendo" (Égl.I.180)", Boletín
de la Real Academia Española, 61, 1981, pp. 191-281.
MARTINS, José V. de Pina, Cultura portuguesa,
Lisboa, Editorial Verbo, 1974.
MICHAËLIS DE VASCONCELOS, Carolina (vid.
VASCONCELOS, Carolina Michaëlis de).
MIRANDA, Francisco de Sá, Poesias. Ediçâo de
Carolina Michaëlis de Vasconcelos, Halle, Max Niemeyer, 1885.
PERES, Jacintho, "Notas soltas a propósito de
Francisco de Sá de Miranda", O Occidente. Revista illustrada de
Portugal e do estrangeiro, I, Lisboa, 15 de octubre de 1878, p. 158.
PÉREZ, Joseph, La revolución de las Comunidades
de Castilla (1520-1521), Madrid, Siglo veintiuno de España Editores, 6ª ed.
en español, 1998.
PINA MARTINS, José V. de (vid. MARTINS, José V. de Pina).
RESENDE, Garcia de, Cancioneiro geral. Texto establecido,
prefaciado e anotado por Álvaro J. da Costa Pimpâo [...] e Aida Fernanda Dias,
Coimbra, Centro de Estudos Románicos (Instituto de Alta Cultura), 2 vols.,
1973.
RESENDE, Garcia de, Poesia de Garcia de Resende.
Ediçâo de José Camôes, Lisboa, Comissâo Nacional para as Comemoraçôes dos
Descobrimentos Portugueses, 1999.
RÍOS DE BALMASEDA, Antonia, La iglesia parroquial
de Cuerva (Toledo) y los Lasso de la Vega, Toledo, 1998.
RODRIGUES, Rodrigo, Genealogias de San Miguel e
Santa Maria, vol. I (Revisâo de Hugo Moreira). Ponta Delgada, Ediçâo da
Sociedade Afonso Chaves, Associaçâo de Estudos Açoreanos, 1998.
SÁ DE MIRANDA, Francisco (vid. MIRANDA,
Francisco de Sá).
TORRE, Antonio de la, y SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis, Documentos
referentes a las relaciones con Portugal durante el reinado de los Reyes
Católicos, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Patronato Menéndez Pelayo, Biblioteca "Reyes Católicos", t. II, 1960;
t. III, 1963.
VAQUERO SERRANO, Mª. del Carmen y RÍOS DE BALMASEDA,
Antonia, Don Pedro Laso de la Vega, el comunero, señor de Cuerva. Su
testamento, el de sus padres y el de su tercera esposa, Toledo, 2001.
VAQUERO SERRANO, Mª. del Carmen, Garcilaso, poeta
del amor, caballero de la guerra, Madrid, Espasa Calpe, 2002 (col.
"Espasa Fórum").
VASCONCELOS, Carolina Michaëlis de (vid.
MIRANDA, Francisco de Sá).
NOTA FINAL
El libro donde se ha aparecido este estudio -además
de unas pequeñas biografías de cada uno de los poetas portugueses citados-
contiene en su parte final un anexo garcilasiano con el último testamento de
doña Elena de Zúñiga, la esposa de Garcilaso.
* Publicado en Toledo, Oretania ediciones, Serie minor, 2002; ISBN 84-930796-1-8
[1] En general, las noticias sobre
estos antecesores de doña Beatriz las tomo principalmente de Rodrigo Rodrigues,
Genealogias de San Miguel e Santa Maria, Ediçâo da Sociedade Afonso
Chaves y Associaçâo de Estudos Açoreanos, Ponta Delgada, 1998, volumen 1º.
(Revisao de Hugo Moreira), pp. 167 y 168, libro que de aquí en adelante citaré
como Genealogias. También he tenido muy en cuenta la maravillosa y mucho
más antigua obra Saudades da terra de Gaspar Frutuoso, escritor nacido
en Ponta Delgada en 1522 y doctor en Teología por Salamanca, que falleció en su
ciudad natal en 1591; y, en especial, la parte editada de tal manuscrito Livro
quarto das Saudades da terra, Ponta Delgada, Ediçâo do Instituto Cultural
de Ponta Delgada, 1977, vol. I, pp. 103 y 104; y 1981, vol. II, pp. 268-271
(citada a partir de aquí como Livro quarto).
[2] Dado que este apellido francés
se escribe, tanto en portugués como en español, de muy diferentes maneras
(Bethencourt, Bettencourt, Bettencour, Betencor, Betancor), como se comprueba
perfectamente en las islas Canarias, he decidido regularizarlo en Bettencourt.
[3] Este personaje y Juan de
Bettencour, el conquistador, eran hijos del hidalgo francés Reinaldde de
Bettencour, barón de Saint-Martin le Grillard, y de su mujer Marie de
Braquemont (vid. Rodrigues, R., Genealogias, p. 167).
[4] Escribo al modo portugués, no
solo en cuanto a letras, sino también en cuanto a tildes, todos los nombres de
personas del vecino país que aparecen en este estudio. No deberán extrañar, pues,
escrituras como Henrique, Maria, Afonso, Garcia, Luís o António.
[5] Dado que este apellido aparece
escrito, tanto en portugués como en español, de muy diferentes maneras (Saa,
Sâ, Sá), lo he regularizado en la actual forma portuguesa Sá.
[6] Jacintho Peres, "Notas
soltas a propósito de Francisco de Sá de Miranda", O Occidente. Revista
illustrada de Portugal e do estrangeiro, I, Lisboa, 15 de octubre de 1878,
p. 158. Vid. Anexo documental I.
[7] Halle, Niemeyer, 1885, p. 885,
n. 518-520. Michaëlis daba su fuente de modo muy incompleto, pues solo decía
que lo había tomado "na revista illustrada que se intitula "O
Occidente" (vol. I, p. 58)". La referencia mucho más exacta la
proporcionó Enrique Martínez López en "El rival de Garcilaso: "esse
que de mi s´está reyendo" (Égl.I.180)", Boletín de la Real
Academia Española, 61, 1981, p. 199, n. 9, donde precisaba todo lo relativo
al artículo de Jacintho Peres.
[8] Grande Enciclopédia Portuguesa e Brasileira. Lisboa-Río de Janeiro,
Editorial Enciclopédia Limitada, vol. XXVI, pp. 445-446 (a partir de aquí
citaré esta obra como Grande Enciclopédia).
[10] Frutuoso, G., Manuscrito de Saudades
da terra, en la Biblioteca y Archivo de Ponta Delgada, capítulo 9, f. 199r.
(citado a partir de aquí como Ms. Saudades). Del mismo autor, vid.
Livro quarto, vol. I, p. 104.
[12] La mayor parte de las noticias
relativas a este personaje y a su familia nos han llegado a través de la ya citada
obra Saudades da terra de Gaspar Frutuoso y, en concreto, de su Livro
quarto. Igualmente aporta interesantes nuevas el también mencionado
investigador Rodrigo Rodrigues en sus Genealogias, en un capítulo
dedicado especialmente a este prohombre y a su descendencia.
[15] Tal vez viviendo ya en esta
población micaelense, el 1 de abril de 1505 a Gaspar de Bettencourt le fue
confirmado por el rey don Manuel el baronazgo de los Bettencourt, que había
pasado a España, en marzo de 1502, a su tío materno André de Bettencourt (vid.
Rodrigues, R., Genealogias, p. 167, que remite a Arquivo dos Açores,
vol X, p. 452). Fue el padre de doña Beatriz hidalgo escudero de la Casa Real
por cédula de 12 de mayo de 1521 (vid. Rodrigues, R., ibídem, p. 161).
[23] Felgueiras Gayo (Manuel José
da Costa), Nobiliário de famílias de Portugal. Facsímile de la 1ª. ed.
actualizada por el equipo de "Carvalhos de Basto"), IX volume (Tomos
XXV, XXVI e XXVII). Ediçâo de Carvalhos de Basto, Braga, 1990, p. 133 (=
[325]).
[25] Para estos dos personajes vid.
Frutuoso, G., Ms. Saudades, cap. 9, f. 199v., y Livro quarto,
vol. I, p. 105.
[33] Gallego Morell, Antonio, Garcilaso:
documentos completos, Barcelona Planeta, 1976, pp. 124-125 (citado desde
ahora como Documentos). Para la errónea transcripción del nombre de la
dama en los citados documentos, vid. Vaquero Serrano, Mª. del Carmen y Ríos de
Balmaseda, Antonia, Don Pedro Laso de la Vega, el Comunero, señor de Cuerva,
Toledo, 2001, p. 64, n. 91. A partir de aquí citaré a las autoras como Vaquero
y Ríos.
[36] Marichalar, Antonio de, Garcilaso
de la Vega, embajador de Felipe II, Madrid, Imprenta del Ministerio de
Asuntos Exteriores, 1949, pp. 9 y 122.
[39] Fernández Álvarez, Manuel, Corpus
documental de Carlos V, III, 1548-1554, Salamanca, Ediciones Universidad,
1977, p. 141.
[51] El nombre de esta señora, que
no consta en la obra de Frutuoso, se encuentra en Rodrigues, R., Genealogias,
p. 162.
[55] Me baso para esta seguridad en
que don Álvaro de Luna, el hijo de don Pedro Laso, murió en Las Ventas (hoy
Ventas con Peña Aguilera) (vid. Ríos de Balmaseda, Antonia, La
iglesia parroquial de Cuerva (Toledo) y los Lasso de la Vega, Toledo, 1998,
p. 115), y de este caballero doña Isabel también afirma, como hemos leído, que
era vecino de aquel lugar. En las Relaciones de los pueblos de España
ordenadas por Felipe II, Reino de Toledo. Segunda Parte. Edición de Carmelo
Viñas y Ramón Paz, Madrid, CSIC, 1963, p. 217, en el capítulo del pueblo Peña
Aguilera, dicen los informantes el 20 de enero de 1576: "En este lugar no
hay ningún mayorazgo, ni caballero más que don Álvaro de Luna, hijo de don Pero
Lasso de la Vega, el cual tiene una casa en este lugar y una cerca que se
siembra de pan, y no tiene otra hacienda en este lugar, y de presente es
gobernador de Almagro, el cual dicho don Álvaro no es mayorazgo al presente, ni
tiene escudo de armas en la dicha su casa".
[60] Aunque Joâo de Bettencourt de
Sa, hermano de doña Beatriz, entre su numerosa prole, engendró dos niñas, como ninguna
de ellas abandonó Portugal no me detengo en nombrarlas. Por la misma razón
omito tanto a los hijos de este caballero, como a los habidos por doña
Margarida de Bettencourt.
[61] En general para estas damas,
vid. Frutuoso, G., Ms. Saudades, cap. 9, f. 200r. y v., y Livro
quarto, vol. I, pp. 109-110.
[62] Archivo Histórico Provincial
de Toledo, protocolo 1.636 de Juan Sotelo, año 1565, f. 439v.: Poder de doña
Beatriz de Sa, monja profesa en el monasterio de Santa Fe, de Toledo
(26-VI-1565). Debo este dato a mi primo, el investigador Ángel Santos Vaquero.
[65] Se trata del nieto así llamado
de Juan Jiménez de Cisneros (hermano del Cardenal) e hijo de Benito Jiménez de
Cisneros y doña Petronila de Mendoza (vid. García Oro, José, Cisneros,
Barcelona, Ariel, 2002, pp. 274 y 275). Participó en 1557 en la batalla de San
Quintín, se halló en la rebelión de los moriscos de Granada, y acompañó a su
tío el duque del Infantado en 1560 cuando trajo a la reina Isabel de Valois
desde París a Castilla. También, según Álvarez y Baena, su mujer, doña María,
era natural de Lisboa y dama de la emperatriz doña Isabel, y logró de ella una
larga sucesión, siendo su primogénito don Diego de Cisneros (vid.
Álvarez y Baena, Joseph Antonio, Hijos de Madrid, Madrid, Benito Cano,
1789, t. II, p. 89).
[68] Uno de ellos se llamó Pedro
Venegas de Sa y fue comendador de Valencia del Ventoso. Este dato lo tomo del Índice
de la colección de Salazar y Castro, t. 23, pp. 164 y 165. Allí se remite
al ms. de la Real Academia de la Historia 9/608, donde existe una cédula de
Felipe II a los comendadores de la orden de Santiago para que estén dispuestos
a la guerra, dada por el monarca el 18-I-1597.
[69] Se llamaron Guiomar de Sá y
Venegas y María de Venegas y Sá. Sus pruebas se conservan en el Archivo Histórico
Nacional con la signatura 614 entre los expedientess de religiosas de Santiago
(vid. Pérez Castañeda, Mª. Ángeles, y Couto de León, Mª. Dolores, Pruebas
para ingreso de religiosas en las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara,
Madrid, Ministerio de Cultura, 1980, p. 141). Al constar en estos documentos,
entre otros familiares, los abuelos maternos de ambas monjas, comprobamos cómo
el padre de Guiomar de Sa, la sobrina carnal de nuestra protagonista, no fue
Diogo Juzarte, como aseguraba Felgueiras Gayo, sino António Juzarte, según
había escrito Frutuoso.
[70] En el Índice de la
colección Salazar y Castro, t. 28, p. 366, se lee: "Noticias de la
escritura de capitulaciones otorgadas por doña Guiomar de Sá, viuda de Luis
Venegas de Figueroa, caballerizo mayor de la reina doña Ana de Austria, de una
parte, y Juan Fernández de Espinosa, del Consejo de Hacienda, de la otra, para
el matrimonio de éste con doña Guiomar Venegas de Figueroa, hija de la primera.
Madrid, 7-VI-1581". Real Academia de la Historia, ms. M-4 (= 9/811), f. 122v.
[72] Publicó un Cancionero
general de obras nuevas nunca hasta ahora impresas así por el arte española
como por la toscana y esta primera es el triunfo de la muerte traducido por
don Juan de Coloma (Zaragoza, 1554). Y también escribió una Década de la
Pasión, en tercetos, y un Cántico a la Resurrección, en octavas,
dedicado a la Emperatriz, obras reunidas en un solo tomo con el título de Década
de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, con otra obra intitulada Cántico de
su gloriosa resurrección (Cagliari, V. Sambenito, 1576; Madrid, Q. Gerardo,
1586), composiciones muy elogiadas por Cervantes en el Canto de Calíope,
1.6 de La Galatea, por Luis Zapata (Carlo famoso, canto 38) y por
J. Sannazaro, y obra que figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua,
de la Academia Española (vid. Cejador y Frauca, Julio, Historia de la
lengua y literatura castellana, Madrid, Ed. Gredos, 1972, tomo II, p. 301 y
Enciclopedia Espasa, s. v. Coloma (Juan)).
[77] ¿Se tratará del poeta toledano
Juan de Merlo? Si así fuere, vid. Vaquero Serrano, Mª. C., En el
entorno del Maestro Álvar Gómez. Pedro del Campo, María de Mendoza y los
Guevara, Ciudad Real, Oretania Ediciones, 1996, p. 179, n. 708.
[83] Para esta y otras noticias de
Sa de Miranda he consultado la obra de Martins, José V. de Pina, Cultura
portuguesa, Lisboa, Editorial Verbo, 1974, pp. 67-80.
[89] Resende, Garcia de, Cancioneiro
geral. Texto establecido, prefaciado e anotado por Álvaro J. da Costa
Pimpâo [...] e Aida Fernanda Dias, Coimbra, Centro de Estudos Románicos
(Instituto de Alta Cultura), 1973, vol. II, p. 84.
[90] Así el primero en Frutuoso,
G., Ms. Saudades, f. 200r.; y el segundo en Livro quarto, vol. I,
p. 108.
[94] Frutuoso, G., Ms. Saudades,
cap. 51, f. 301 (vid. la reproducción del documento en el Anexo I), y Livro
quarto, vol. II, p. 154.
[95] Mazarío Coleto, Mª. del
Carmen, Isabel de Portugal, emperatriz y reina de España, Madrid,
Escuela de Historia Moderna, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1951, p. 19.
[97] Doña María de Mendoza, primera
esposa del mayor de los Laso, ya había fallecido para el 9 de diciembre de
1522, día en que declara uno de los testigos en el proceso contra Juan Gaitán,
y dice de ella que haya gloria. (vid. Vaquero Serrano, Mª C.
(dir.) et al., El proceso contra Juan Gaitán, Toledo, 2001, p.
260). Según parece, doña María otorgó testamento en Guadalajara el 22 de
septiembre de 1522, ante Francisco López de Buendía (vid. Alcocer y Martínez,
Mariano, Archivo General de Simancas. Catálogo genealógico entresacado de la
contaduría de mercedes, Valladolid, Imprenta de la Casa Social Católica, a
cargo de Valentín Franco, 1927, p. 109). Lo más probable es, por tanto, que
doña María falleciera a fines de septiembre o primeros de octubre de 1522.
[98] Resumo todo lo relativo a este
episodio siguiendo a Pérez, Joseph, La revolución de las Comunidades de
Castilla (1520-1521), Madrid, Siglo veintiuno de España Editores, 6ª. ed.
en español, 1998, p. 615.
[99] Pérez-Bustamante, Rogelio y
Calderón Ortega, José Manuel, Felipe I (1506). Serie Reyes de Castilla y
León. Palencia, Diputación Provincial de Palencia, Editorial La Olmeda, 1995,
pp. 243 y 245.
[100] Rodríguez Villa, Antonio, El
emperador Carlos V y su corte, según las cartas de don Martín de Salinas,
embajador del infante don Fernando, Madrid, 1903, p. 154.
[101] Batallas y quinquagenas. Introducción de Juan Bautista
Avalle-Arce. Salamanca, Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1989, p. 229.
[102] Garcilaso de la Vega, Obra
poética y textos en prosa. Edición de Bienvenido Morros. Barcelona,
Editorial Crítica, 2001, p. 292, n. 42.
[103] Danvila y Collado, Manuel, Historia
crítica y documentada de las Comunidades de Castilla, t. V, en Memorial
Histórico Español, Madrid, 1899, p. 496.
[107] Vales Failde, Javier, La
emperatriz Isabel, Madrid, M. Aguilar Editor, Colección Crisol, núm. 34, 1944,
pp. 192-198. Mazarío Coleto, Mª. C., op. cit., pp. 37 y 38. Carriazo y
Arroquia, Juan de Mata, La boda del Emperador, Sevilla, Área de Cultura,
Ayuntamiento de Sevilla, Patronato del Real Alcázar, 1997, pp. 80-86.
[108] Mazarío Coleto, Mª. C., op.
cit., p. 40. Carriazo y Arroquia, J. de M., op. cit., pp. 86 y 87.
[111] Tras haber recibido de su
madre, en la Ciudad Imperial, el 12 de febrero (esto es, curiosamente a los
pocos días del matrimonio de su hermano Pedro) una importante cesión por vía de
mayorazgo instituido para él por su progenitora, y haber firmado el escritor
también en Toledo un poder para un criado el día 20 del mismo mes (vid. Marqués
de Laurencín, Documentos inéditos referentes al poeta Garcilaso de la Vega,
Madrid, 1915, pp. 15 y 16).
[113] Vaquero Serrano, Mª. C., Garcilaso,
poeta del amor, caballero de la guerra, Madrid, Espasa, 2002, pp. 179-181.
[116] Vid. Córdoba de la Llave,
Ricardo, "Las relaciones extraconyugales en la sociedad castellana
bajomedieval", Anuario de Estudios Medievales, 16, 1986, pp.
596-599.
[118] Vid. en la tercera parte de este estudio el verso
de Simâo de Sousa contenido en el Cancionero general de Resende.
Obsérvese que destaco en negrita el calambur -no perfecto- que da como lectura
el nombre de Elisa. Puede que en un tipo de calambur como este se inspirara
Garcilaso para denominar Elisa a su pastora.
[122] Los documentos hasta ahora localizados
que certifican la presencia de Garcilaso en Toledo o sus alrededores durante
los años 1527 y 1528 son los cuatro siguientes:
a) 24-I-1527. Poder de
Garcilaso a su esposa para que pueda comprar unas casas en la parroquia
toledana de San Bartolomé de Sansoles (Gallego Morell, A., Documentos,
pp. 92 y 93).
b) 20-VII-1527. Poder
dado en Batres por Garcilaso a Pedro Sánchez sobre unas fincas en las riberas
del Tajo (Marqués de Laurencín, op. cit., p. 16).
c) 2-II-1528. Poder de
Garcilaso a Gonzalo Gudiel y Juan de Valdecabras [?] ante el escribano Pedro
García Yáñez, documento descubierto por mí en el protocolo 1.344, f. 81v. del
Archivo Histórico Provincial de Toledo.
d) 11-III-1528.
Escritura hecha en Toledo, ante Hernando Rodríguez de Canales, por la que
Garcilaso compraba unas casas en la colación toledana de Santa Leocadia
(Marqués de Laurencín, op. cit., 15).
A
ello se deberá añadir el que, como desde el 13-X-1528 hasta el 9-III-1529 la
corte permaneció en Toledo, durante todos estos meses es de suponer que
Garcilaso también se hallara en la ciudad.
[123] Recogeré aquí el interesante
dato -salvo que se trate de una homonimia- de que para el 22 de junio de 1529
don Pedro Laso había sido nombrado en la corte caballerizo mayor, según escribe
en una carta a su rey desde Barcelona, tal día, el embajador Martín de Salinas
(vid. Rodríguez Villa, A., op. cit., p. 436).
[124] El embajador Salinas dirige a
su señor, don Fernando de Austria, Rey de Romanos, una carta desde Tordesillas,
el 19 de octubre de 1530, y le dice: "en el negocio que V. A. me mandó que
entendiese con S. M. acerca del asentar por dama de la Emperatriz la sobrina de
D. Pedro Laso, se hizo conforme yo escribo al dicho D. Pedro Laso"
(Rodríguez Villa, A., op. cit., p. 509). ¿Se trataría de alguna de las
Sas, sobrinas de doña Beatriz?
[125] No olvido que Garcilaso de la
Vega también se ausentó de Toledo desde mediados de agosto hasta quizá finales
de septiembre de 1530, por la visita a la reina Leonor en Francia que le
encomendó la Emperatriz (vid. Gallego Morell, A., Documentos, p.
107).
[126] Según el Marqués de Laurencín,
op. cit., p. 28, este don Pedro González de Mendoza "cedió [a favor
de Garcilaso, su hermano] en 1562 todos los bienes muebles y raíces que le
correspondieron en la herencia fideicomisaria que le dejara doña Beatriz de
Saá, que fue la segunda esposa de su padre".
[131] Utilizo para este estudio la
edición ya citada del Cancioneiro geral de Garcia de Resende establecida
por Álvaro J. da Costa Pimpâo y Aida Fernanda Dias.
[136] Conforme se afirma en la Grande
Enciclopédia, t. 36, p. 167, el título se le otorgó al caballero por
concesión realizada el 2-II-1515.
[137] Los números entre paréntesis
remiten a los que yo he asignado a los poetas glosadores por orden de
intervención.
[138] Respeto en todos los nombres
de los poetas el modo en que aparecen escritos en la edición que manejo.
[139] En mis traducciones escribo en
portugués actual los nombres y apellidos de los poetas, pero, excepcionalmente,
pongo su traducción en castellano cuando se los denomina sólo por su título o
rango.
[140] Puede que este artículo
indeterminado tenga valor intensificativo, como cuando decimos "Verás lo
que es un profesor" y queremos decir que es muy bueno.
[141] No entiendo el sentido de
estos cinco primeros versos, ni sé a quién se refiere con el apellido Ataíde.
[142] En portugués pena
constituye una dilogía, pues significa pluma y pena. Al
traducirlo por esta última palabra, pierdo el primer sentido.
[148] En Poesia de Garcia de
Resende, Ediçâo de José Camôes, Lisboa, Comissaâo Nacional para as
Comemoraçôes dos Descobrimientos Portugueses, 1999, p. 73, se anota en relación
con tales versos que la dama aludida "poder ser Beatriz de Sa que se sabe
ser natural da ilha da Madeira ou de Sâo Miguel".
[150] Roig, Adrien, "¿Quiénes
fueron Salicio y Nemoroso?" Criticón,
IV (Université de Toulouse-Le Mirail, 1978), pp. I-36. Aunque
ahora, a la vista de mis investigaciones, tal vez hubiera que pensar que el
nombre de Salicio no sería un derivado del Sá del poeta portugués, sino del
apellido de la amada de Garcilaso, doña Beatriz de Sá.
[151] Según Vasconcelos, C. Michaëlis de, op. cit., p. 833,
"Miranda, Antonio Pereira, e o Infante D. Luís deviam ter forçosamente
conhecido a infeliz Elisa "antes de tiempo y como en flor cortada" na
corte de D. Manoel e de D. Joâo III; e ainda seguiriam con sympathia a su vida
ulterior na côrte hespanhola". La misma autora recordaba que Antonio
Pereira, a quien sería dedicada la égloga Nemoroso, fue quien antes de
1536 entregó a Miranda un manuscrito con las poesías de Garcilaso; y que el infante
don Luís debió de ser quien llevó a Portugal la noticia de la muerte del poeta
toledano, infausta nueva que motivaría la referida composición pastoril
(ibídem, p. 822).