Autor: Juan Francisco Maura (University of Vermont)
Título Artículo:
Adelantadas, virreinas y aventureras en los primeros años de la conquista de América
Fecha de envío:
(17/1/2002)

Abstract:

(Español): La ausencia del elemento femenino en el contexto general de la conquista de América obedece a la idea generalizada de brutalidad y pillaje que se ha querido atribuir al colonizador español. Sin embargo, como veremos en el presente estudio, la mujer española ocupó puestos mucho más importantes de lo que tradicionalmente se ha venido creyendo en la sociedad hispanoamericana.

(Inglés): The absence of the female element in the overall picture of the encounter obeys the generalized notion of brutality and pillage with which the Spanish settler has been depicted. Nevertheless, as we shall see in the course of this study, Spanish women occupied important post in Hispanic American society, with much more significance than has traditionally been believed.


 Adelantadas, virreinas y aventureras en los primero años de la conquista de América

 

Según los estudios geobiográficos de José Luis Martínez, el porcentaje de emigración femenina que llegó al Nuevo Mundo a través de España llegó a ser de hasta un 28.5 % en el período 1560-1579. "De las 5.013 mujeres registradas que van a América en esta veintena, 1.980 (cerca del 40%) eran casadas o viudas, y 3024 (60%) solteras" (Martínez 168). No es nada despreciable la cifra de un 60% de mujeres españolas solteras emigradas, algunas de ellas acompañadas de niños, y que este número sea en total más alto que el de las casadas. Con respecto a este particular, Richard Konetzke comenta: "Lo que se explica recordando que entonces existía un exceso de mujeres y que a muchas de ellas les resultaba imposible casarse" (Emigración 146). Estas cifras contradicen y desmienten la idea de que los españoles únicamente tuvieron acceso a mujeres nativas del recién descubierto continente.

Entre las mujeres casadas, hubo muchas aventureras que no dudaron en seguir a sus maridos hasta los apartados rincones del imperio. Todos los rincones de España estuvieron representados por estas mujeres: "Allí fueron las Aldonza, las Celestinas; mujeres del "Corbacho" y de las de Santillana; también las Melibea, las Teresas, las Dulcineas, las místicas, las altivas, las pendencieras, las fáciles, las Beatrices..." (Borges 411). Todas estas mujeres que jugaron un papel tan importante en la evolución cultural y económica de la sociedad novomundista apenas han recibido atención de los historiadores modernos "ni aun como elemento económico".(1)

Borges, con merecida indignación, resaltando este ominoso vacío cultural afirma que cualquier otro objeto de minería o agricultura ha recibido más atención por parte de la historiografía americana que el factor humano representado por la mujer: "Frente a la exaltación de la obra de conquista, es ofensivo el silencio sobre la pobladora" (Borges 411). En el decenio 1509-1519, esto es casi al comienzo de la conquista, Boyd Bowman cuenta 308 mujeres, procedentes de grandes ciudades y con destino a Santo Domingo.(2) Las mujeres pocas veces viajaban solas: "la mayoría de las mujeres viajaba en grupos, generalmente acompañadas por maridos, padres, hijos o parientes. Unas cuantas jóvenes solteras, casi siempre sevillanas, viajaban como "criadas", término que puede haber ocultado un oficio distinto" (Boyd-Bowman xviii). De cualquier manera, hay documentación tanto de criadas como de criados que no tienen por qué estar ligados a la prostitución.(3)

En las inmediaciones de este período específico de 1509 al 1519, encontramos un "dato curioso" sobre un embarque en particular en el que subieron un buen número de mujeres pasajeras. Ana María Ortega Martínez, basándose en los registros que aparecen en el Catálogo de Pasajeros a Indias, cuenta 306 mujeres, dos menos que Boyd-Bowman:

La mayoría de ellas pasaron con sus maridos hijos e hijas. Algunas vinieron completamente solas. Como un dato curioso, anotamos el registrado en la papeleta 1910 correspondiente a Juan Guillén, vecino de Sevilla; su mujer María de Malaver; Isabel de Malaver, Martina Núñez Girón, Beatriz Girón, María Malaver, Catalina Guillén Girón, Lucía Girón, Eufrasia Malaver y Juana Guillén sus hijas; Leonor Rodríguez Toledano; Juana Sánchez, hija de Pedro Sánchez...pasaron a las Indias el 16 de octubre de 1514 (Ortega 23).

El "oficio distinto", que menciona Boyd-Bowman, no es otro que el de la prostitución, que al aceptarse por parte de las autoridades, permitía un continuo control de la citada "actividad" por parte de éstas. La prostitución, "el oficio más antiguo", no fue algo nuevo en Europa y desde el tiempo de las cruzadas se reconocía su importancia. Existen testimonios de que los Templarios calcularon que serían necesarios los servicios de trece mil prostitutas por la ausencia de un año. Esta cifra da una idea del número de estas mujeres que participaron en algunas expediciones (Ratcliff 346-50). En la siguiente disposición real, hecha en Granada en el año 1526, se autoriza la primera casa de mujeres públicas en Puerto Rico: "Por la honestidad de la ciudad y mujeres casadas della, é por excusar otros daños e inconvenientes, hay necesidad que se haga en ella casa de mujeres públicas (O'Sullivan-Beare 53)". En otra Real disposición dictada el mismo año, se concedía permiso a Juan Sánchez Sarmiento para edificar una casa de mujeres públicas en Santo Domingo (Ots 14: 385). Es interesante, desde el punto de vista sociológico, observar como en pleno siglo XVI, en España, se contemplase con cierta displicencia el hecho de poner una "casa pública" ante la necesidad de proteger la "honra" de los maridos, más que la de proteger la honestidad de las mujeres que tendrían que trabajar en las mencionadas "casas". La iglesia católica, siempre flexible a las circunstancias, supo, bajo la supervisión de los obispos de Osma, de Canarias y ciudad Rodrigo, apoyar tal decisión (O'Sullivan-Beare 53). El "honor" de la mujer y las hijas de los funcionarios no estaba muy seguro con tanto soldado suelto:

Y los reyes empezaron entonces a dictar órdenes severísimas, para evitar que ningún funcionario pasase a estos reinos sin proveerse de legítima mujer en la Península, a excepción, claro está de los clérigos... Y mientras se montaban los grandes portones en las casas, anduvieron locos los maridos, los padres y los novios (Arciniegas 42-43).

En su estudio sobre la mujer sevillana durante los siglos XVI y XVII, Mary Elizabeth Perry, resalta la importancia social de las prostitutas y la tolerancia de éstas durante siglos en su sociedad como "un mal menor" ya que, sin su presencia, se pensaba que muchos hombres pondrían sus energías en la seducción de mujeres honradas, en el incesto, la homosexualidad o el adulterio (Perry 137). A pesar de todo, la función de la prostituta española en el Nuevo Mundo iba más lejos que la de una simple unión carnal remunerada, ya que los españoles en un principio tuvieron fácil acceso a mujeres indias. La prostituta representaba muchas veces una unión física y espiritual con la lejana metrópoli. Este fue el caso de María de Ledesma en Potosí que, además de saber cantar, tocaba la vihuela y la guitarra (Lockhart 161-62). Refiriéndose a las prostitutas de Lima y Potosí, Lockhart afirma: "Spanish men found Indian women attractive, and any Spaniard could have as many as he wanted. Spanish prostitutes catered more to the need of Spaniards to be near a woman who shared their language and culture (Lockhart 161-62)." [Los españoles consideraban a las indias atractivas y cualquier español podía tener cuantas quisiese. Las prostitutas españolas satisfacían más la necesidad de estar al lado de una mujer que compartiese su misma lengua y cultura.]

La función social de la prostituta no es exclusiva de una sociedad, o de una época en particular del Viejo Mundo; ya en la América precolombina se encontraron casos similares. Fray Juan de Torquemada menciona de paso la existencia de casas públicas en la ciudad de México antes de la llegada de los españoles:

Volvió Cortés a donde estaba Motecuhzuma, el cual con el rostro alegre, (disimulando el pesar, que tenía en su corazón) le recibió. Ordenó, que luego se deshiciese una ramería de mujeres públicas, que ganaban en el Tlatelulco, cada una pecezuela, que serían más de cuatrocientas, diciendo, que por los pecados públicos de aquellas, habían los dioses permitido, que fuesen a su ciudad, y reino, aquellos cristianos (Torquemada 464)...

A pesar de todo, la idea de una América "arcádica", llena de seres nobles y buenos, pese a ser completamente absurda e ingenua, se ha mantenido hasta el presente. La única "Arcadia" válida era la que tenían algunos monarcas indígenas, que no solamente ejercían un despótico control sobre sus ciudadanos, sino que, además podían disponer a su vez de cuantas mujeres quisiesen. Esta poligamia "oficial" no tenía nada que envidiar a ninguna de las que hubo antes en otras partes del mundo. Juan de Torquemada cuenta sobre la costumbre de los reyes mexicanos de tener muchas mujeres y de legitimar al heredero de la mujer más noble, siendo las de la casta mexicana las más preciadas. Cuenta el cronista, que poco después de la boda del rey Nezahualpilli con una noble mexicana, esta tenía como dama de compañía a una hermana suya, Xocotzincatzin, que era tan hermosa que el rey tuvo que pedirla también por mujer (Torquemada 184).

Los primeros colonizadores tuvieron desde un primer momento el apoyo de las autoridades para contraer matrimonio con indígenas, como efectivamente sucedió. Las mujeres españolas, también bajo la ley, eran alentadas a casarse con indios. En una instrucción del 29 de marzo de 1503, recogida por Ots Capdequí, se lee:

Otrosi: mandamos que el dicho Nuestro Gobernador e las personas que por él fueren nombradas para tener cargo de las dichas poblaciones, e ansí mismo los dichos Capellanes procuren como los dichos indios se casen con sus mujeres en la faz de la Santa Madre Iglesia; e que así mismo procure que algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas, con algunos indios (Ots, 14: 361).

Si en el primer período colonizador (1509-1519), pasó un "buen" número de mujeres, en el segundo período de 1520-1539 se puede apreciar no sólo un incremento en el número de mujeres que van al Nuevo Mundo --más de la mitad eran andaluzas-- sino también más variedad en la procedencia de éstas. Aparecen 16 extranjeras; 8 portuguesas, 5 flamencas, 2 griegas, y una italiana (Martínez 161).(4)

En este segundo período, entre 13.262 emigrados, 845, o sea, el 6,3%, son mujeres, la mayoría con destino a México y a Santo Domingo. Doscientas cincuenta y dos casadas viajaban con sus maridos y 85 iban a reunirse con ellos. Cuatrocientas cincuenta y siete eran solteras y niñas, más 51 viudas y mujeres de estado civil incierto (Martínez 161).

Es a partir de ahora, cuando se va a empezar a notar de una manera constante esa presencia femenina. Muchas de estas niñas y mujeres solteras serán el germen de la nueva sociedad naciente.

Richard Konetzke, reconociendo que la conquista de América no fue sólo un hecho militar, hecho por tropas mercenarias, (como lo fueron las campañas de Italia y de los Países Bajos), ni que tampoco fue una manifestación del poderío militar español para la incorporación de los nuevos territorios, apunta lo siguiente:

Estos hechos son de capital importancia para comprender el desenvolvimiento de la población americana pues no llegaron allí únicamente guerreros carentes de mujeres, sino que desde el principio, y cada vez en mayor número, fueron a establecerse en el país colonos con sus esposas e hijos y hombres casados cuyas familias habían más tarde de seguirles a la nueva patria (Konetzque, emigración, 124).

El mismo autor destaca el esfuerzo hecho desde un principio, por el gobierno español, para que el hombre no pasase "solo". El gobierno español no puso impedimentos para que pasasen mujeres al Nuevo Mundo --exceptuando algunos casos especiales--, al contrario, fomentó en todo lo posible la presencia de éstas, actitud que debe tenerse en cuenta al analizar los hechos de estos primeros años: "En efecto casi se ejercía una coacción para que fuesen mujeres a América (Konetzque: emigración, 124)."

La manera tradicional y romántica de ver la historia --el no querer incluir a la mujer española dentro del mundo femenino de la conquista--, no corresponde muchas veces a la realidad de los hechos:

Las damas al presenciar el embarque exclamaban: "¿Esto se ha de comer la mar? ¡Qué lástima! "Embarcaban, no obstante, también ellas, según lo dicho, haciéndolo, eso sí, como cuantos ponían el pie en la carabela o nao, con aquellas prevenciones graves e importantes que se recomiendan a los atacados de doble pulmonía; una buena confesión general y testamento con manda de sufragios; además, ánimo con que acreditar el proverbio: "¿Queréis saber orar? Id a navegar (Fernández Duro 20-21).

Gracias a la información existente en los diversos archivos y demás instituciones de una época mucho más burocrática de lo que quisiéramos imaginar, se pueden constatar todos estos hechos llevados a cabo por infinitas mujeres. Algunos de estos hechos llaman la atención por la responsabilidad e independencia que algunas mujeres gozaban. Varias mujeres sevillanas invirtieron su capital en negocios e incluso crearon sus propias compañías, aunque lo normal es que tuvieran algún socio masculino que las representase en sus negocios de America. Este fue el caso de la muy magnífica señora Doña Francisca Ponce de León.(5)

Todo esto viene a confirmar, no solamente que los españoles no vinieron solos, sino que la presencia femenina estaba presente directa o indirectamente en todos los campos de la vida social.

Si bien es cierto que era el marido el que ocupaba el lugar preeminente (al menos en teoría) en la sociedad española del siglo XVI, la función social de la mujer no se limitó exclusivamente a papeles secundarios. Ocupó, en muchos casos, las líneas de vanguardia a la hora de tomar decisiones, incluso cuando éstas tuviesen que ver con la vida económica de la familia. Documentos notarizados del siglo XVI indican que las mujeres compraron y vendieron y alquilaron propiedades, preparaban el matrimonio de sus hijos, y cuidaban de los hijos en la ausencia del esposo. Ya desde el año 1503, nos encontramos con este tipo de documentos, en donde la mujer ejerce el poder de demandante en negocios relacionados con América. Este es el caso de Beatriz de Alcocer, viuda y heredera de Diego Hurtado, vecina de Sevilla en la collación de San Andrés, quien otorga poder al licenciado Fernando Gutiérrez Tello, del Consejo Real, para que demande a Rodrigo Bástidas, vecino en la collación de San Vicente 22.000 maravedís con que su difunto esposo contribuyó a la armada que, a mando de Rodrigo de Bástidas, fue a descubrir las Indias (RAHPS. Libro del año 1503, Oficio IV, Libro II, Escribanía: Manuel Segura. Folio: 305v. Fecha, 11 de febrero). Igualmente, Diego de Valdés, tejedor de terciopelos, vecino de Sevilla en la collación de San Vicente, en nombre de su suegra, Constanza García Corredera, avecindada asimismo en Sevilla, designa procurador sustituto a Bárbara de Vargas, vecina de dicha ciudad de Sevilla en la collación de Santa María, para que solicitase a Juan Ortiz, sombrerero, y a su esposa Luisa de Vargas, estante en la isla Española, 11.500 maravedís que adeudaba a la citada Constanza García (RAHPS. Libro del año 1506, Oficio IV, Escribanía: Francisco Segura. Folio 148, Fecha: 13 de enero). En este otro documento aparece mencionado el célebre navegante Juan de la Cosa, primer cartógrafo en dibujar las costas americanas en el año 1500. Juana de Vargas, viuda de Juan Rodríguez, piloto que fue con Juan de la Cosa a descubrir las Indias otorga amplio poder a Alonso Sánchez, carpintero, para que cobre del dicho Juan de la Cosa lo que le debía por los salarios devengados por su difunto marido (RAHPS. Libro del año: 1506. Oficio: XV. Libro I. Escribanía: Bernal Gómez Vallesillo. Folio: Final del legajo. Fecha: 9 de mayo). Ya en fechas posteriores, otro ejemplo es el de Mariana de los Ríos, que en ausencia de su marido, Damián de los Ríos, un médico que se encontraba en las Indias, firmó y notarizó el 20 de mayo de 1550, un poder que permitió a un mercader local representarla en la Casa de Contratación y recibir en su nombre todo aquello que su marido le mandara desde el Nuevo Mundo (Perry 14).

En las actividades financieras de la mujer española en América, se aprecian diferentes facetas donde queda de manifiesto la participación activa de la mujer en la naciente economía colonial. Algunas mujeres poseyeron cantidades importantes de bienes raíces, tanto para uso propio como para alquiler; pocas veces, por otra parte, fueron propietarias de tierras de labranza y ganado. Una buena proporción de los esclavos negros domésticos era de ellas y a menudo las que eran solventes, participaban como socios "sin voz" en inversiones de mercancías y prestamos (Lockhart 159-60).(6)

Tal sería el caso de María Bejarano, co-propietaria de la nao Santa María del Antigua en 1536. Ésta recibe un poder de Pedro Ginovés, para que cobre a Hernando Rodríguez, piloto dueño de la otra mitad, lo que se le debe por el oficio de despensero en el viaje y tornaviaje al puerto de Santo Domingo, en la isla Española (RAHPS. Libro del año: 1536. Oficio: XV. Libro II. Escribanía: Juan Barba. Folio: primer tercio del legajo. Fecha: 21 de febrero). Lo mismo ocurre unos años más tarde con Francisca de Albarracín, viuda de Domingo Ochoa, maestre de la carrera de Indias, vecina de Sevilla, en Triana, en nombre de María Ochoa, su hija, y como su tutora, vende a Alonso Rodríguez de Noriega la mitad de la nao nombrada San Miguel (RAHPS. Libro del año: 1580. Oficio: XXIV. Escribanía: Luis de Porras. Folio: 184. Fecha: 1 de enero). El historiador franco-argentino Paul Groussac, deja testimonio en su obra, Mendoza y Garay, de mujeres que tuvieron, además de una transcendencia histórica, una influencia directa en los primeros asentamientos de la futura Argentina. Aparece en su trabajo el nombre y apellidos de una mujer que contribuyó, como tantas otras, no ya desde un papel pasivo, sino desde una posición de poder. De igual manera que en su día el conquistador Francisco Vázquez de Coronado, explorador del Suroeste de los actuales Estados Unidos, recibiese una cuantiosa e imprescindible suma de dinero de su mujer, Beatriz Estrada, para poder sufragar su ambiciosa expedición en busca de las Siete Ciudades de Cibola, María de Zárate ayudará desde España a su pariente, Lucas de Zárate a mandar una pequeña armada al Río de la Plata en el año 1571: "Entre la parentela de ambos se contaba la ya mencionada señora, doña María de Zárate, hija y rica heredera del excontador de la Contratación, quien tenía situado en la renta de almojarifazgo de Sevilla un principal de dos cuentos y más de maravedís" (Groussac 180). O bien porque quería "hacer comodidad y buena obra" a su pariente, según dice la escritura, o porque viese ganancia en la inversión, María de Zárate puso parte de ese principal: "Prestando al adelantado un cuento y medio de maravedís (exactamente 1.582.496 maravedís o casi 4220 ducados), con la garantía de Lucas de Zárate e hipoteca sobre ciertas fincas de la Plata" (Groussac 180).

El citado autor menciona, en el mismo libro a Juana de Zárate, mujer medio legendaria, hija de español y de princesa peruana que heredó cuantiosas sumas de dinero al morir su padre, el adelantado Juan Ortiz de Zárate, muerto el mismo día de otorgar su testamento, el 26 de enero de 1576. Doña Juana, "hija mestiza del adelantado Zárate" terminó casándose con Juan de Torres y Vera, del que tuvo un hijo Juan Alonso de Vera y Zárate:

Doña Juana salvo tal cual peculiaridad debida a su situación de huérfana excepcionalmente rica y mimada, se parecería, por lo análogo de la educación, gustos y hábitos, a sus compañeras del "diminuto grupo social" platense o potosino --el cual por otra parte difería poco de sus congéneres de Lima, y aun de Sevilla o Madrid (Groussac 28-29).

Estas pioneras, ya fuese en el plano social o financiero, de los primeros años en las Indias, pudieron compararse sin ninguna desventaja con las que llegaron años más tarde del mundo anglosajón. Meelvena Mckendric, compara precísamente el entusiasmo pionero de las anglosajonas que colonizaron Norteamérica con el de las españolas que cruzaron el Atlántico con sus maridos y padres, o las solteras que bajo la tutela de una mujer principal fueron con la intención de empezar una familia. Sus labores variaban desde el trabajo físico hasta el exclusivamente político y administrativo (McKendric 42-43):

Doña María de Toledo governed the West Indies as vicereine. Doña Juana de Zárate was named Adelantado of Chile by Charles V. Doña Isabel Manrique and Doña Aldonza Villalobos were governors of the Venezuelan island of Margarita...Doña Catalina Montejo succeded her father as Adelantado of Yucatán. The wife of Hernando de Soto governed Cuba during her husband's absence...(McKendrick 42-43).

[Doña María de Toledo gobernó las Indias Occidentales como virreina. Doña Juana de Zárate fue nombrada Adelantado de Chile por Carlos V. Doña Isabel Manrique y doña Aldonza Villalobos fueron gobernadoras de la isla venezolana Margarita...Doña Catalina Montejo sucedió a su padre como Adelantado de Yucatán. La mujer de Hernando de Soto gobernó Cuba durante la ausencia de éste...]

Se ha mencionado de paso a Doña María de Toledo, importante mujer que ayudó a su marido Diego Colón a conseguir los privilegios y bienes que debía heredar a la muerte de su padre Cristóbal Colón. Para conseguir dichos privilegios, Diego tuvo que entablar un pleito, que ganó, gracias a la influencia de la familia de su mujer (Acosta 141).(7)

María de Toledo, pese a pertenecer a una de las familias más nobles de España, no dudó en pasar al Nuevo Mundo con su marido que iba destinado como gobernador y virrey de la isla Española (Acosta 142). Durante la ausencia de Diego Colón de la Española de 1515 a 1520, la ahora virreina, María de Toledo, asumió el cargo de su gobernación:

Y con todos esos favores no se dejaron de hacer algunas befas a Doña María de Toledo su mujer, y darla muchos disgustos, y porque el Rey sabía que el Almirante quería pretender parte de los provechos de las Provincias de Castilla del Oro, diciendo que era tierra descubierta por su padre...(Herrera 556, Tomo 1, Década 2, Libro 1, Cap. 7.)

Doña María, además de ser madre de cinco hijos, demostró no solamente ser una mujer inteligente, por la influencia que tuvo en Santo Domingo, sino también valiente. Fueron varias las ocasiones en que quisieron aprovecharse de ella, robándola lo que la pertenecía. Podemos leer en un documento del año 1536, cuando ya se encontraba en Sevilla, que:

El licenciado Suárez de Carvajal del nuestro Consejo de Indias y mío u nuestros oficiales que residís en la ciudad de Sevilla en la Casa de Contratación de las Indias doña María de Toledo virreyna de las Indias/ me ha hecho relación que bien sabía como avía mandado dar para vos una mi cédula del tenor siguiente/ La Reyna nuestros oficiales que residís en la ciudad de Sevilla en la Casa de Contratación de las Indias. Está asentado en este libro [...] en Valladolid a uno de junio de 1536. E agora la dicha doña María de Toledo me ha hecho relación que en las postreras naos que han venido de la ysla Española le traen dozientos y cinquenta pesos de oro consignados al dicho Melchor de Carrión y diez marcos de topos y dos de aljófar y [...] de perlas consignadas de mí de Vitoria y que aunque vos el dicho licenciado fuysteis requerido con la dicha cédula...y os fueron mostradas ciertas cartas mensajeras por donde consta que el dicho oro y perlas viene para ella y no se lo quisísteis entregar diziendo que venía registrado al dicho Melchor de Carrión y me suplico vos mandase luego se lo entregasedes[...] y todo lo demás que de aquí en adelante le viniese o como[...]e yo túvelo por bien por ende yo vos mando que [...] el dicho oro y perlas consignado al dicho Melchor de Carrión y no por otra causa alguna no se lo entreguéis y hagáis entregar luego sin impedimento alguno al dicho Melchior de Carrión y lo mismo haréis en lo que aquí en adelante veniera para la virreina aunque venga consignado al dicho Melchior de Carrión e no fagades ende al fecha en la villa de Valladolid a treynta días del mes de setiembre de mill e quinientos y treinta e seis años y es la Reina y la señalada de los dichos. La Reina. (Carta de la Reina a los oficiales para que den un cargamento de oro y perlas a la virreina María de Toledo. A.G.I. Indiferente General. Legajo. 1962. Libro 5. Fols. 180-81).

El historiador Gonzalo Fernández de Oviedo, contemporáneo de María de Toledo, sin ahorrar palabras para ensalzar a tan singular mujer y conocedor de primera mano de la situación por la que tuvo que pasar, ya que él mismo residía en Santo Domingo, nos da su valiosísima impresión de tan singular dama:

Tornando al nuevo almirante, digo que assí como la visoreyna, doña María de Toledo, supo la muerte de su marido el almirante don Diego Colom, é le ovo mucho llorado é fecho el sentimiento é obsequias semejantes a tales personas (porque en la verdad esta señora ha seydo en esta tierra tenida por muy honesta y de grande exemplo su persona é bondad, é ha mostrado bien la generosidad de su sangre); determinó de yr en España a seguir el pleyto que su marido tenía sobre las cosas de su Estado con el fiscal real, y llevó consigo á su hija menor, doña Isabel, y al menor de sus hijos llamado Diego; y dexó en esta cibdad á su hija mayor, doña Phelipa (la qual era enferma é sancta persona) y al almirante don Luis, y á don Chripstóbal Colom, sus hijos harto niños (Oviedo 115-16, Libro 4, Cap. 7).

La virreina al poco tiempo de llegar a España casó a su hija menor, doña Isabel Colom, con don Jorge de Portugal, conde de Gelves y alcalde de los alcázares de Sevilla. Se encontró con que el emperador se había ido a Bolonia a coronarse y durante su asusencia se dedicó a resolver los pleitos y negocios del ahora almirante, su hijo don Luis. Cuenta Oviedo, que una vez llegado el emperador fue muy bien recibida y su hijo menor, Diego Colom, fue puesto por page del que más tarde llegaría a ser Felipe II. Para su hijo don Luis, el almirante, le otorgó "quinientos ducados de ayuda de costa en cada un año al almirante, don Luis, en las rentas reales de aquesta isla" (Oviedo 115-16, Libro 4, Cap. 7). Pero eso no fue todo. Cuenta Oviedo que además de los privilegios antes mencionados, se le concedieron los siguientes:

digo que esta señora visoreyna, continuando su buen propóssito é siguiendo la justiçia que pretendía por parte de sus hijos, litigando como quien ella era, é acordando á César, después que volvió de Italia, el grande serviçio, é no como el otro jamás fecho á prínçipes, como lo hizo el primero almirante, vino esta pendençia á se conçertar. E el Emperador; nuestro señor, descargando las reales conçiençias de sus padres abuelos y suya, como gratíssimo prínçipe, hizo al almirante, don Luis, duque de Veragua é del golpho é islas de Çerebaro en la Tierra Firme, é dióle la isla de Jamáyca con mero y mixto imperio é título de marqués della; é demas deso, le hizo merçed de diez mill ducados de oro de contado en cada un año, situados en las rentas reales é derechos de esta isla Española, é el alguaçiladgo mayor de esta cibdad, con voto en el regimiento della é confirmaçión del ofiçio de almirante perpétuo destas Indias, assi en lo descubierto como en lo que está por descobrir. E todo lo que es dicho con título de mayoradgo perpétuo entera é indivisiblemente para el dicho almirante é sus subçessores, sin que se pueda enagenar ni salir de sus legítimos herederos. E demas desso, mandó Su Magestad dar merçed un qüento de maravedis de renta en cada año en sus derechos reales, por todos los dias de sus vidas, á doña Maria é doña Johanna Colom, hermanas del almirante, para ayuda á sus casamientos, é otras merçedes.(8) E dió Su Magestad el hábito de Sanctiago á don Diego Colom, menor hermano del almirante, con çierta renta en aquella Órden militar (Oviedo 115-16, Libro 4, Cap. 7).

Oviedo, con un cariño especial por esta gran mujer, afirma que no fue únicamente gracias al primer almirante, Cristóbal Colón, por lo cual sus nietos consiguieron todos esos privilegios, sino por su madre que con sus buenas maneras y diligencia pudo reclamar lo que sus hijos se merecían:

Lo qual todo fué negoçiado é concluido con la diligençia de tan buena é prudente madre, como ha seydo la visoreyna á sus hijos, á quien sin dubda ellos deben mucho; porque aunque esta satisfaçion pendiesse de los méritos é serviçios del primero almirante, mucho consistió el efecto destas merçedes y su conclusión en la soliçitud desta señora, é en su bondad é buena graçia, para lo saber pedir é porfiar. A lo qual ayudó asaz el mucho çercano debdo que la visoreyna tiene con Sus Magestades; porque su padre della y el Rey Cathólico fueron primos, hijos de dos hermanas, ambas hijas del almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez (Oviedo 115-16, Libro 4, Cap. 7).

Existe un documento, en la Colección San Román de la Real Academia de la Historia de Madrid, que merece mención. Son varias las razones. La forma y el fondo. Existen muy pocos documentos manuscritos de esa época de una claridad y caligrafía tan bella y perfecta. Todo tipo de manifestación tiene su importancia y esta es una de ellas. La sencillez, elegancia y manera en que María de Toledo se dirigue a la emperatriz es en sí misma un modelo de aparente pulcritud moral y belleza estética. Es este un documento autógrafo, manuscrito valiosísimo, escrito por la misma virreina, que demuestra en los trazos, por un lado la dulzura y al mismo tiempo la firmeza de tan singular mujer. Esta carta fue enviada a la emperatriz, una vez que María de Toledo ya era viuda de Diego Colón. Dice así:

Doña María de Toledo. Virreina de Indias. Carta a la emperatriz [Isabel de Valois, mujer de Carlos V] quejándose de los aposentadores.

S.ce.ca.M.

Aunque me da pasión el destierro de mi casa y las fatigas de mi pleito/siéntome por otra parte tan consolada con el favor y merced que de vuestra majestad siempre recibo y especialmente con pensar que estoy a do pueda emplearme en su Real Servicio que ya no tengo pena sino en ver que me quieren apartar de los aposentadores con no querer jamás darme posada y así no puedo hacer menos de dar a vuestra majestad sobre ello importunidad pues que ni a mi ni a don Hernando Colón mi hermano ninguna nos han querido dar diciendo que expresamente se lo tiene vuestra majestad de mandar porque según mi dicha no parece que les satisface habérselo ya tantas veces mandado que aunque no volviese con otras mercedes a mi casa puedo tener mi venida a estos reinos por muy bien empleada/ y tengo que rogar a nuestro señor que la muy alta y católica persona de vuestra majestad por largos días y con acrecentamiento de reinos y señoríos a su servicio prospere/

Anverso: A la Sacra Cesárea y Católica majestad la emperatriz Nuestra Señora. (9)

Ni siquiera una dama de esta categoría se vio libre de los rigores burocráticos de unos "aposentadores", pertenecientes al grupo de los que vieron en América y en sus habitantes una manera más de enriquecer sus haciendas e intereses. Es alagador saber que no todos pensaban igual y que hubo mujeres que supieron mantener una ética humana por encima de los mayores obstáculos.

Doña María fue madre de cinco hijos y demostró no solamente ser una mujer inteligente, por la influencia que tuvo en Santo Domingo, sino también valiente. Tuvo que sufrir en su propia carne todas las humillaciones que le hicieron a ella y a su marido, por el simple hecho de ser quienes eran y de intentar cambiar el régimen privilegiado de aquellos que poseían indios y no estaban dispuestos a cambiar de condición social. Entre ellos estaba el obispo de Santo Domingo, el tesorero Pasamonte, y el siempre polémico Frey Nicolas de Ovando, quien intentaban hacer la vida imposible a Diego Colón por ser una persona de "condición noble y sin doblez".(10) Las Casas hace el siguiente retrato de Ovando: "Este caballero era varón prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios, porque, con su gobernación, inestimables daños, como abajo parecerá les hizo" (Madariaga 450).(11) Las Casas, de la misma manera, no escatima adjetivos positivos para María de Toledo cuando nos relata las tribulaciones que tuvo que pasar en la isla después de ido su marido a España a arreglar los pleitos y quejas de que le acusaban:

El cual [Diego Colón], obedeciendo el mandado del rey, aparejó su partida y salió del puerto de Sancto Domingo en fin del año de 1514, o al principio del año 15, dejando a su mujer doña María de Toledo, matrona de gran merecimiento, con dos hijas en esta isla. Entretanto, quedaron a su placer los jueces y oficiales, mandando y gozando de la isla y no dejando de hacer algunas molestias y desvergüenzas a la casa del Almirante, no teniendo miramiento en muchas cosas a la dignidad de la persona y linaje de la dicha señora doña María de Toledo (91; Libro 3, Cap. 78).

Ella misma, al enterarse de la muerte de su marido Diego en España, pidió permiso para ponerse al frente de una armada y pasar a colonizar Tierra Firme; licencia que nunca le sería concedida...(Acosta 143). Sin embargo, existe documentación que pone en entredicho, desde una perspectiva actual, la calidad moral de esta dama por la concesión que tenía de esclavos negros.(12) De todos es sabido la existencia de un tráfico de esclavos negros en el Caribe. El mismo padre Las Casas, reverenciado por su actitud protectora del pueblo sometido y defensor a ultranza de los derechos de los indios, recomienda en cierta ocasión el uso de esclavos negros en su lugar:

pero que en lugar de los indios que había de tener en dichas comunidades, sustente S.A. en cada una veinte negros o otros esclavos de las minas y les de comida la que hobieren menester. Y será muy mayor servicio para S.A. y ganancia porque se cogerá mucho más oro que se cogería teniendo doblados indios de los que había de tener en ellas (Jiménez 553).

Aunque la esclavitud fuese algo corriente tanto en Europa, Africa, Asia, así como en la América precolombina, no deja de parecer sorprendente y repugnante, en nuestros días, la utilización de vidas humanas como mercancía.(13) Dada la enorme influencia que tenía el padre Las Casas sobre el marido de doña María de Toledo, Diego Colón, sobre este tema, lo más lógico es pensar que a la muerte de éste, doña María, hubiese seguido sus pasos. No olvidemos que Las Casas no sólo promulgó el tráfico de esclavos negros(14) sino que, casi a mediados del siglo XVI (1544), mandó pasar en su nombre a varios de ellos:

e para rreçibir e cobrar qualquier oro e plata e otras cosas que enbiaremos de las Yndias del mar oçeano e a nos fueren enbiadas e lo/ rreçebir de quien e con derecho deuan e del rreçibo dello dar e den las cartas de pago e/ de fin e quito que convengan e otrosy para que puedan en nuestro nombre pasar e pasen a las dichas Yndias quatro esclavos negros de que thenemos merçed e liçençia de Su Magestad....

También existe información sobre Aldonza de Villalobos, primera colonizadora de la venezolana isla Margarita. Cuando los españoles trataron de fundar un establecimiento colonial en la isla de Cubagua llevaron mujeres, cuyos nombres no anotan los cronistas, pero sí conocemos el de la primera colonizadora de la isla Margarita: llamábase doña Aldonza de Villalobos, cuyo padre D. Marcelo Villalobos había pedido licencia para levantar en la isla una fortaleza. A la muerte de éste, tocó a su hija llevar a cabo el proyecto de su padre en 1526 (Acosta 153).

Existen varios testimonios y nombres de "las primeras mujeres" que poblaron territorios como Panamá o Perú, como es el caso de Inés Escobar, que en 1512 era única mujer blanca de la ciudad de Santa María la Antigua en Panamá: "Estaba casada con un tal Caicedo y tenía una especie de posada de forma que a ella cabe el honor de la primacía. El matrimonio poseía extensas tierras y esclavos" (Borges 418).(15)

En el caso del Perú, hay constancia de que la primera mujer casada fue Inés Muñoz, cuñada de Francisco Pizarro, y también de la primera soltera, que fue Juana Hernández, expedicionaria que acompañó a las tropas de Hernando de Soto desde Nicaragua (Borges 418). También hay evidencia de un intento de falsificación, con la intención de querer pasar por "la primera". "En 1537, la Ciudad de los Reyes de Lima iniciaba su población con trescientos ochenta españoles y sólo catorce mujeres, pero una tal Isabel Rodríguez --en 1560-- con evidente falsedad, añadía a su firma, 'la conquistadora primera de estos reinos del Perú'" (Borges 418).

De Inés Muñoz, se dice que fue la primera en haber importado y cultivado el trigo en el Perú; otros dicen que fue María Escobar en el mismo año, y también en Lima. Gonzalo Pittaluga dice al respecto que existe la posibilidad de que ambas mujeres tuviesen la misma preocupación al mismo tiempo: "O toparan casualmente con el mismo hecho y se dedicaran a sembrar la escasa semilla --al parecer en tiestos de flores, en las terrazas de sus casas--, para ver si alcanzaría a dar espigas" (77-78). En realidad, la importancia de estos acontecimientos no estriba en saber quién fue la "primera" que plantó ésto o lo otro. Por supuesto que para muchos esta información representa un testimonio documental de primer orden, pero estos hechos deben verse a un nivel metafórico como la "plantación" de una nueva semilla en un suelo distinto. Sin este cultivo hecho por algunas de estas mujeres el "crecimiento" de una nueva sociedad hubiese sido muy diferente o simplemente no hubiese sido posible de una manera permanente.

En cuanto a las condiciones sociales de estas mujeres, Lockhart afirma que era tan variada como la de los hombres, pasando a ser desde hermanas de pescadores a hijas de condes (Lockhart 157). Las mujeres más influyentes en el Perú fueron las mujeres de los encomenderos, teniendo éstas en muchos casos tanta influencia como sus maridos (Lockhart 157). Fueron muchas las mujeres que mejoraron sus condiciones de vida pasando al Nuevo Mundo, no todo fueron penalidades y sufrimientos. Muchas mujeres que en la península no hubiesen imaginado un "mundo mejor", en las nuevas tierras descubiertas pudieron hacer realidad sus sueños. Algunas de estas mujeres "nuevas ricas" disfrutaron de unas comodidades y una autoridad que nunca habían tenido en España: "Las bodas celebrábanse con gran pompa y ostentación, como si estuvieran en la más opulenta corte de España" (Pinto 397).

La imagen esteriotípica de la mujer española, pasiva y sumisa, que se tiene en el mundo anglosajón, no ha dejado muchos huecos a esas miles de aventureras, que solas o con sus maridos, decidieron probar suerte con valentía y generosidad de espíritu, aún a sabiendas de que la muerte podía estar presente a cada paso: "Así vinieron las mozas modestas y honradas, las de alto linaje y algunas predestinadas a ser esposas de conquistadores" (Pinto 397).

Fueron, efectivamente, las mujeres las que muchas veces tuvieron la iniciativa de ir en busca de aventuras, sin quedarse a esperar que un apuesto caballero llegase a buscarlas. Como dice Analola Borges, aparece un "trueque de valores" en la concepción del amor: "Ahora, no es la dama quien espera en el castillo el regreso del caballero andante, sino que la doncella es quien, con riesgo de su vida, va al encuentro del desconocido héroe" (395-96). La mujer recién llegada, compartirá con los hombres los mismos peligros, desde la severidad del clima de las más apartadas regiones, hasta el dolor y el horror de las guerras y las enfermedades: "Pero, además, para ellas solas quedó el dolor de tener hijos, el sentir en la propia carne el desgarro de las muertes prematuras y violentas de esos mismos hijos que habían dado a luz en circunstancias a veces dantescas" (Borges 395-96).

Quizás lo más sobrecojedor de todo esto sea no ya la interminable lista de penalidades por las que tenían que pasar estas mujeres, sino el hecho de que aún a sabiendas de lo que las podía esperar, siguieron pasando al otro lado en proporciones cada vez más grandes, aunque no lo suficiente como poder satisfacer las necesidades de las poblaciones fundadas en los primeros años: "A pesar de los sufrimientos, el éxodo no se detiene sino que aumenta con los años. Las tierras por poblar y las villas o ciudades ya fundadas están muy lejos de tener los habitantes necesarios para el desarrollo urbano, y continúan las peticiones reclamando mujeres-pobladoras" (Borges 396).

Es necesario ver con diferente óptica la historia de los primeros años de la conquista. Dejar en el olvido, o pasar por encima de un número tan significativo de mujeres, por su calidad así como por su cantidad, a lo único que puede llevarnos es a tener una visión distorsionada de la realidad. Jaime Delgado, en su artículo, "La mujer en la conquista de América", resume en pocas líneas el difícil y a menudo arriesgado papel de las españolas que participaron en la conquista de América, ya fuese como enfermeras, soldados o cocineras:

Muchas veces gracias a ellas las entradas resultaron victoriosas y los pueblos y las ciudades se mantuvieron en orden y buena gobernación, como en los casos de doña Isabel Manrique y doña Aldonza de Villalobos, que rigieron la isla Margarita, o el de doña Beatriz de la Cueva, que gobernó a Guatemala hasta su muerte (Delgado 105).

Richard Konetzke, en su trabajo sobre la emigración de las mujeres hacia América, confirma la inequívoca presencia de éstas, afirmando que debieron pasar en una proporción elevada, ya que a los veinte años de presencia española en el continente americano, no se notaba escasez de mujeres. Además, escribe Konetzke, a mediados del siglo XVI, en la ciudad de México, existía un exceso de mujeres, siendo dificultoso contraer matrimonio para muchas de ellas (147-48):

Los procuradores de la ciudad de Méjico recibieron en 1542 una instrucción para suplicar al emperador permitiese la fundación de dos conventos de monjas, pues en la ciudad de Méjico y en toda Nueva España existía gran número de muchachas, hijas legítimas e hijas naturales de españoles distinguidos y honorables que no podían casarse (Konetzke 147-48).

La dificultad de casar a las jóvenes llegó incluso a involucrar al propio virrey,, que tuvo que tomar "cartas en el asunto". "También el virrey Antonio de Mendoza advertía a su sucesor de que en Nueva España había muchas jóvenes, hijas de buenas familias, y le recomendaba se ocupase, con todo interés, de casarlas" (Konetzke, emigración 148). Esta sobreabundancia de mujeres no se limitaba a la Nueva España; en el Perú ocurría una situación muy parecida. Si bien es cierto que en los primeros treinta años de la conquista existió un cierto déficit de mujeres, a causa de la emigración y el gran número de nacimientos del sexo femenino esta situación se invirtió (Konetzke, emigración 148).

En 1553, el licenciado Fernández hacía saber al Consejo de Indias que en el Perú sobraban mujeres nacidas en el país o inmigradas (Konetzque: emigración, 148). Igualmente escribía el licenciado Castro en 1565, manifestando que en el Perú el número de mujeres era tan abundante que, como consecuencia de ello, se pretendía que aportasen al matrimonio elevadas dotes, por lo cual no podían casarse las muchachas (Gobernantes 3: 36). En los primeros tiempos de la conquista del Perú no pareció conveniente permitir la fundación de conventos de monjas, para así fomentar el desarrollo de la población. Más "después acá an nascido tantas mugeres y cada hora nascen más que se podrían entresacar para poblar otro reyno" (Konetzke: emigración, 148).

Va a ser, a su vez, la lengua transmitida por estas primeras pobladoras, un elemento importantísimo a la hora de fijar la idiosincrasia cultural de las nuevas naciones hispano-americanas.


BIBLIOGRAFÍA

Manuscritos:

REAL Archivo de Protocolos de Sevilla. (RAHPS). Véanse notas.

REAL Academia de la Historia. Colección Muñoz. Legajos. A/103, A/105. Colección San Román. Caja 8. Núm. 47. A/106, A/110.

Impresos:

ACOSTA DE SAMPER, Soledad. "Las esposas de los conquistadores." Boletín de la Academia de la Historia del Valle de Cauca, 25. 108 (1957): 140-154.

ARCINIEGAS, Germán. América, tierra firme. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1966.

BORGES, Analola. "La mujer pobladora en los orígenes americanos." Anuario de Estudios Americanos 29 (1972): 389-444.

BOYD-BOWMAN, Peter. Indice Geobiográfico de más de 56 mil pobladores de la América Hispana I. 1493-1519. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.

DELGADO, Jaime. "La mujer en la conquista de América." en Homenaje a Jaime Vicens Vives. Vol. 2., Barcelona: U. de Barcelona, 1967.

FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo. La mujer Española en Indias. Madrid: Establecimiento tipográfico de la viuda e hijos de M.Tello, 1902.

FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias (Madrid:Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1851)

GROUSSAC Paul. Mendoza y Garay. 2 vols. Buenos Aires: Academia Argentina de las Letras, 1949.

HERRERA Y TORDESILLAS, Historia General de los hechos de los castellanos en las islas i tierra firme del océano. 9 vols. Madrid, 1601-1615.

JIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel. Bartolomé de las Casas, Vol II, Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1960.

KONETZKE, Richard. "La emigración de mujeres españolas a América durante la época colonial." Revista Internacional de Sociología 9 (1945): 123-150.

LOCKHART, James. Spanish Peru 1532-1560. Madison: University of Wisconsin Press, 1968.

MADARIAGA, Salvador de. Vida del Muy Magnífico don Cristóbal Colón. Madrid: Espasa-Calpe, 1982,

MARTÍNEZ, José Luis. Pasajeros de Indias. Madrid: Alianza, 1983.

McMENDRIC, Melveena. Woman and Society in the Spanish Drama of the Golden Age. Cambridge: Cambridge U P, 1974.

ORTEGA MARTÍNEZ, Ana María. Mujeres Españolas en la Conquista de México. México: Vargas Rea, 1945.

O'SULLIVAN-BEARE, Nancy, Las mujeres de los conquistadores. Madrid: Compañía Bibliográfica Española, 1956.

OTS CAPDEQUÍ, José María. Bosquejo Histórico de los derechos de la mujer en la legislación de Indias. Madrid: Editorial Reus, 1920.

PERRY, Mary Elizabeth, Gender and Disorder in Early Moder Seville. Princeton: Princeton U P, 1990.

PINTO, Carlos. "La mujer española en Indias." Revista de Derecho Historia y Letras 13 (1902): 397-403.

RATCLIFFE, Marjorie. "Adulteresses, Mistresses and Prostitutes: extramarital relationships in Medieval Castile." Hispania 67.3 (1984): 346-350.

TORQUEMADA, Juan de. Monarquía Indiana. México: Editorial Porrúa, 1975.