Autor: Pablo Ancos García
Título Artículo: Las Mocedades de Rodrigo en Día era de los Reyes y Cabalga Diego Laínez
Fecha de envío: (20/09/97)

Abstract:

El presente trabajo parte del análisis comparativo de las coincidencias y de las diferencias entre dos romances y el material épico que los origina, con el fin de (re)interpretar estas últimas (fundamentalmente las referidas a la estructuración del relato y a la configuración de los personajes) tomando en consideración no sólo los textos en sí, sino también el distinto contexto histórico en el que surgen y la tradición literaria (anterior y posterior) en la que se insertan.


Las Mocedades de Rodrigo en Día era de los Reyes y Cabalga Diego Laínez

Día era de los Reyes(1) y Cabalga Diego Laínez(2) son de los pocos romances cuyo origen épico puede constatarse en un poema conservado. Aunque no es probable que ninguno de los dos derive directamente de las Mocedades de Rodrigo (MR)(3), lo cierto es que el parentesco entre los tres textos parece indudable(4). No quiero decir con esto que exista una relación orgánica estrecha entre la épica y el género romancístico en su conjunto. Mi propósito sólo es mostrar cómo, en este caso concreto, a partir de un cierto material épico se originan, como composiciones estructuralmente diferentes, dos romances.

En este sentido, se observa, en primer lugar, que Día era... y Cabalga... mantienen la misma rima que los fragmentos de MR emparentados con ellos (vv.363-408 y 409-432,(5) respectivamente). Día era... comienza con asonancia en «a-o», que cambia a «a-e» a partir del v.5 (del v.7 en adelante debe haber «-e» paragógica, aunque ésta se represente gráficamente sólo a partir del v.31). Tanto el cambio de asonancia como la «-e» paragógica vienen propiciados por el modelo épico, de la misma forma que la rima en «a-o» de Cabalga... Además, hay en el poema épico y en los romances palabras coincidentes en posición de rima: «madre» (Día era..., v.5/MR, v.368); «padre» (Día era..., v.6/MR, v.370); «mano» ( Cabalga..., v.1/MR, vv.425, 426 y 427); «lozano» ( Cabalga..., v.15/MR, v.422).

En segundo lugar, se aprecian también coincidencias verbales significativas entre MR y, fundamentalmente, Cabalga...(6):

	Cabalga...				MR

-»Cabalga Diego Laínez al -»Allegó don Diego Laínez al
buen rey besar la mano»(v.1) rey bessarle la mano» (v.425)
-»Aquí viene entre esta gente -»Todos dizen: 'Ahé el que
quien mató al conde Lozano» mató al conde lozano'»(v.422)
(v.15)
-»Quítate, Rodrigo, allá; -»A grandes bozes dixo:
quítateme allá, Diablo»(v.34) 'Tiratme allá esse pecado'» (v.429)
-»Porque la besó mi padre me -»Porque vos la bessó mi
tengo por afrentado» (v.39) padre soy yo mal amanzellado» (v.432)

Por último, el esquema básico del relato es idéntico en romances y poema épico:

1. Jimena marcha a la corte.
2. Se queja ante el rey de una serie de agravios cometidos por Rodrigo y reclama justicia.
3. El rey se encuentra ante un dilema: castigar a Rodrigo y exponerse a una revuelta o no hacer justicia e incumplir con su deber.
4. Jimena propone una solución: su matrimonio con Rodrigo.
5. El rey acepta tras consultar con su ayo (MR )/con cierta sorpresa (romances).
6. El rey envía cartas a Rodrigo convocándole a la corte.
7. Rodrigo y Diego Laínez recelan de las cartas, pues temen una traición.
8. Finalmente deciden acudir a la corte, pero acompañados de sus hues tes (trescientos caballeros).
9. De camino a la corte, Rodrigo causa el «espanto» de quienes lo ven.
10. Una vez ante el rey, Rodrigo se niega a besarle la mano.
11. Su padre le convence de que lo haga (aquí hay una laguna en el ms. que nos ha transmitido las MR y, por tanto, este pasaje falta).
12. Al acercarse al rey, Rodrigo, en vez de besarle la mano, muestra su espada.
13. El rey, asustado, pide que aparten a Rodrigo de su vista. 14. Rodrigo se marcha de la corte en son de guerra (romances)/el rey propone a Rodrigo que se case con Jimena (MR).

Las coincidencias entre los romances citados y las MR son lo suficientemente amplias como para pensar que los tres textos derivan de fuentes idénticas o muy similares. Éstas tuvieron que ser uno o varios textos perdidos, seguramente posteriores a las versiones cronísticas incluidas en CrC y Cr1344, ya que en éstas faltan los puntos 3, 5, 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13 del esquema anterior, y 2 y 14 aparecen modificados(7). Por otro lado, las coincidencias verbales y de rima apuntadas hacen pensar que la base inmediata de Día era... y de Cabalga..., tal y como han llegado hasta nosotros, sería una obra en verso (difundida oralmente o por escrito), o bien (hipótesis más improbable) un texto en prosa perdido, del que no se han conservado noticias, que habría mantenido muchas de las características formales del poema épico que prosificaba (rimas, ciertas expresiones «popularizadas» por la tradición, versos enteros del original, etc.).

No obstante también hay entre MR y los dos romances algunas diferencias de detalle, y otras motivadas por las características propias y distintivas de las formas literarias a las que pertenecen y por los diferentes contextos históricos en los que surgen. Entre estas diferencias destacan las siguientes:

1. Día era... y Cabalga... forman una secuencia narrativa, como ya indicó Menéndez Pidal [1953, pág.220]. La carta del rey y el recelo que ésta provoca en Rodrigo y en su padre (Día era..., vv.31-39) hacen comprender mejor tanto el desplazamiento del héroe acompañado de sus huestes, como su actitud hostil al inicio de Cabalga... (vv.1-10). De hecho, Día era... , vv.32-39, podría muy bien ser el inicio y haber formado parte de este último poema en algún momento de su transmisión.

Ahora bien, esta secuencia narrativa comienza «in medias res» y acaba de forma abrupta(8).

En cuanto a la «pre-historia» de los romances, MR relata las causas que producen el enfrentamiento entre los bandos de los Gormaz y de los Laínez y la muerte del padre de Jimena, que da pie a la reclamación de ésta. Nada hay, pues, en el poema épico que contradiga el comienzo de Día era...

Por el contrario, el final de Cabalga... parece, a primera vista, incompatible con el desarrollo de la historia que presenta MR. En esta obra, el rey, tras ser insultado y amenazado públicamente por Rodrigo, le propone, de forma bastante inconsecuente, el matrimonio con Jimena. El joven héroe no rechaza abiertamente la propuesta, pero, a diferencia de las versiones cronísticas, en las que la acepta de buena gana, la condiciona a una hipotética victoria en cinco lides campales. En Cabalga..., el final trunco, en el que Rodrigo sale airadamente de la corte con sus huestes, transformadas, como por arte de magia, de un acompañamiento festivo en un auténtico escuadrón de combate, parece negar la posibilidad de matrimonio.

Ya Menéndez Pidal [1953, pág.221] señaló la superioridad del «enigmático final» de Cabalga... sobre el legendario, transmitido por MR, pero sin explicar las causas de la transformación ni sus implicaciones. Para Di Stefano [1986, págs.557-559] este desenlace sería la consecuencia del deseo de autorrealización característico de la juventud literaria y legendaria del héroe, plasmado en una insumisión social y familiar que provoca el desenlace frustrado de la (auto)marginación del protagonista (similar, por ejemplo, al de En Santa Gadea de Burgos, vv.28-40). En esta línea, y siguiendo los pasos de Rodríguez Puértolas (ver [1992] y n.8), Montaner Frutos [1992, págs.487-488] sugiere que el final de Cabalga... reflejaría la nueva concepción individualista del hombre (ausente en la *Gesta y en las crónicas, subyacente en MR y llevada a sus últimas consecuencias en los romances).

En mi opinión, este tipo de explicaciones podría completarse con otra más inmediata: en el momento en que el episodio relatado en el romance se separa de la obra épica y a medida que la nueva composición va adquiriendo forma y cobrando vida independiente, surge la posibilidad de nuevos desenlaces que, dadas las características de los romances, habrán de ser breves, y no tendrán por qué coincidir exactamente con el de un referente cada vez más lejano.

Lo dicho hasta ahora puede explicar, creo, el distinto final de Cabalga... y de su episodio gemelo en MR sin poner en entredicho el parentesco entre los dos textos. Lo que, sin embargo, sigue resultando enigmático es la contradicción (ahora en el plano del romance considerado como texto en sí mismo y no en el de las relaciones intertextuales) entre los versos iniciales y finales de Cabalga... Los trescientos engalanados acompañantes de Diego Laínez se convierten en hombres armados al mando de Rodrigo, que «si bien vinieron vestidos volvieron mejor armados/y si vinieron en mulas todos vuelven en caballos»(vv.42-43). Díaz-Mas [1994, pág.99, n.] hace notar que el cambio de señor implica un cambio de actitud hacia el rey: sumisión (Diego Laínez)/rebelión (Rodrigo). En cuanto a la transformación de las cabalgaduras, Montgomery [1984, pág. 124] la explica como una reminiscencia del trasfondo mítico (un rito de iniciación guerrera) de los episodios que nos ocupan(9). Por su parte, Di Stefano [1993, págs.349-350, n.] cree que Cabalga..., de forma alusiva y elíptica, insinúa el botín de una hipotética victoria militar de Rodrigo sobre el rey. La transformación de los acompañantes y de sus cabalgaduras sería, pues, una imagen que, además de otorgar una estructura circular a la composición, actuaría anafóricamente, sugiriendo y anticipando al receptor el resultado de un previsible enfrentamiento posterior a lo narrado en el romance. La sugerente lectura de Di Stefano incluso podría poner en contacto este poema con aquellos romances novelescos en los que aparecen transformaciones (mucho más elaboradas) con valor simbólico.

2. Por otra parte, la explicación de Díaz-Mas sobre el significado metafóri co del cambio de señor encaja muy bien con los cambios en el carácter del personaje de Rodrigo en su paso de la *Gesta a los romances.

El joven héroe de Día era... y de Cabalga... se caracteriza por su aparente comportamiento antisocial en tres ámbitos:

a)familiar: falta de respeto hacia su padre e insolidaridad con los suyos; b)político-social: insumisión a la autoridad real; y c)sexual: quizá, acoso y vejaciones sexuales(10).

Ninguno de estos tres rasgos de la etopeya de Rodrigo (tan distinto del protagonista del Poema de mio Cid) aparece en CrC o en Cr1344. MR incorpora ya la figura de un héroe caracterizado, al menos en un primer momento, por su rebeldía, su desmesura y su insolencia(10), mostrando así una tendencia a la exageración que, al parecer, se acentúa conforme avanzamos en la tradición literaria de la juventud del Cid en la Edad Media(11). Sin embargo, sólo la insumisión a la autoridad del rey está presente en el pasaje de MR que se corresponde con lo narrado en Día era... y Cabalga...(12) Y aun esta conducta aparece en el poema épico compartida por Diego Laínez y Rodrigo. En MR el héroe se niega (como en Cabalga...) a besar la mano del rey. También aparece aquí el incidente relacionado con la espada de Rodrigo que «espanta» al monarca, aunque en la gesta (vv.425-432) el rey parece asustarse sólo por el tamaño de la espada y no (como ocurre en Cabalga...) porque Rodrigo le amenace con ella. Pero la actitud de Diego Laínez en el poema épico dista mucho de ser la del vasallo sumiso y subordinado al joven héroe del romance. De hecho, es el padre de Rodrigo el que, tras recibir la carta del rey y sospechar una traición (motivo que en Cabalga... apenas si se puede intuir) aconseja a su hijo:
al rey que vos servides, servillo muy sin arte, assí vos aguardat dél commo de enemigo mortal ( MR, vv.394-398)

Con estos consejos no es de extrañar que las huestes que acompañan a Rodrigo en el poema épico, a diferencia de lo que ocurre en el romance, marchen bien armadas (MR, vv.409-412) y con las instrucciones (MR, vv.413-420) de responder violentamente a cualquier agresión del rey. Además, las recomendaciones de Diego Laínez nos hacen sospechar que su gesto de besar la mano del rey en MR esconde una actitud que no es en absoluto sumisa.

Por contra, en el romance no podemos dudar de la sincera sumisión del padre de Rodrigo. Su figura queda empequeñecida ante la del hijo (Clavero [1994, págs. 151-168]). Así, en Cabalga..., vv.4-10, mediante una (según definición de de Chasca [1972, pág.21]) «enumeración de elementos alternantes contrapuestos», muy similar a la de Castellanos y leoneses, vv.26-32, se contrasta la singular e insolidaria figura de Rodrigo con una masa indiferenciada entre la que se encuentra su padre(13). La desaparición de la autoridad paterna se hace más evidente si tomamos en cuenta la recriminación de Rodrigo a Diego Laínez en Día era..., v.34: «Malas mañas habéis, conde, no vos las puedo quitare». La respuesta del joven héroe al ofrecimiento de su padre de acudir ante el rey en su lugar adquiere así un sentido irónico: «Nunca Dios atal quisiese ni Santa María lo mande,/sino que adonde vos fuéredes que vaya yo delante» (Día era..., vv.38-39 -el subrayado es mío).

Es, pues, evidente el carácter insumiso del Rodrigo de los romances tanto hacia el rey (igual que en en el pasaje correspondiente de MR) como hacia su padre (a diferencia de lo que ocurría en el poema épico). La figura de Diego Laínez casi desaparece (cosa que no ocurría en la gesta) ante la poderosa individualidad del joven héroe, que viene a asumir las funciones de aquel. Este comportamiento antisocial en los ámbitos familiar y político-social puede corroborarse también por la lectura divergente que del romance hacen los dramaturgos de los Siglos de Oro, por un lado, y la tradición oral moderna, por otro. Así, los vv.38-39 de Cabalga... («Por besar mano de rey no me tengo por honrado,/ porque la besó mi padre me tengo por afrentado»), ya presentes en MR, se encuentran aún hoy en algunas versiones delDestierro del Cid entre los judíos sefardíes de Marruecos como expresión fosilizada y descontextualizada de esa doble insumisión(14). Pero ésta desaparece por completo en Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro (y también en El Cid de Corneille)(15). Si la tradición oral moderna retoma la rebeldía social del Cid y la transforma en una exaltación del esfuerzo individual como único camino para ascender socialmente y llegar a imponerse a los representantes del poder heredado, la ideología dominante del siglo XVII borra del carácter del héroe nacional castellano todo atisbo de rebeldía contra la autoridad real.

Además, el receptor no puede dudar del carácter antisocial de Rodrigo en los dos ámbitos señalados, ya que éste viene apuntado por el narrador general en tercera persona del romance y corroborado por las acciones y las propias palabras de Rodrigo. No ocurre lo mismo, sin embargo, con las alusiones a la conducta sexual agresiva del héroe. Nada nos dice el narrador principal sobre tal actitud y la conducta y las palabras del héroe no la corroboran. El receptor recibe toda la información a través de Jimena (Día era..., vv.5-14). Y su testimonio no es nada fiable, ya que, en primer lugar, aparece como oponente de Rodrigo y, además, la retahíla de agravios que enumera viene condicionada por la situación particular en que se encuentra: cuanto más graves sean las afrentas que diga haber sufrido de Rodrigo, más obligado estará el rey a impartir justicia.

En Día era..., pues, se amplía la gama de agravios atribuidos al Cid (en MR sólo se dice -y se relata previamente- que ha matado a don Gómez de Gormaz y que ha hecho prisioneros a los hermanos de Jimena) con varios de índole sexual. Pero, en realidad, no sabemos si los ha cometido. Probablemente, al desgajarse el romance del referente épico y a medida que éste dejaba de tener peso en la mente de los autores/receptores, se posibilitó la «amplificatio» de los agravios. De hecho, éstos (nuevo motivo para dudar de su veracidad) parecen proceder de una contaminación con las quejas de doña Lambra en Yo me estaba en Barbadillo (vv.3-7). Y, aunque al insertarse en una nueva composición (en la que, por lo demás, encajan muy bien)(16) pueden adquirir un sentido distinto, lo cierto es que en el romance del ciclo de los Infantes de Lara las acusaciones eran falsas.

3. De hecho, el tratamiento del tema de las quejas de Jimena y su petición de justicia mediante la propuesta de matrimonio con Rodrigo en Día era... ha sido una cuestión muy debatida por la crítica(17).

En CrC y Cr1344 (también, probablemente, en la *Gesta que prosifican), Jimena, como observa Montaner [1992, págs.475-478], acude ante el rey a pedir «merced» (no justicia) por la situación de desamparo en que ha quedado después de que Rodrigo matara a su padre (la acción de aquel no parece, pues, considerarse un delito). Su petición consiste en el matrimonio con el joven héroe, matrimonio con el que se tendría «por mucho honrada», ya que «su fazienda [de Rodrigo] ha de ser en el mayor estado que de ningún hombre de vuestro señorío(18)». Todo esto hace pensar que el motivo del casamiento con el asesino del padre(19), tal y como aparece en CrC y Cr1344 (y probablemente también en la *Gesta) consiste simplemente en la petición (sin el menor atisbo de venganza) por parte de Jimena de un matrimonio compensatorio, método habitual de justicia poética en los textos medievales. Esta petición no resulta nada conflictiva, como se demuestra por la asunción sin violencia de su papel por parte de cada uno de los personajes (el rey concede sin extrañeza a Jimena lo que pide y Rodrigo acepta de buena gana -Montaner [1992, págs.475-478 y 488-489]).

En MR Jimena se dirige al rey: «A vos que sodes rey véngome a querellar; /señor, por merçed, derecho me mandat dar» (vv.371-372). Se habla, pues, ya de «querella» y se pide, aunque de forma tímida, «derecho», lo que implica, según Montaner [1992, pág.480], que la muerte del conde, junto con el apresamiento de sus hijos varones, se ve ya como un delito. En este contexto, la petición de justicia de Jimena pone al rey en un compromiso, ya que teme que los castellanos se subleven si castiga a Rodrigo. La propuesta de matrimonio (vista como un tanto sorprendente, aunque muy oportuna, por Osorio, ayo del rey) no es una mera compensación, sino también una venganza (Jimena no la justifica porque así mejoraría socialmente, sino como una forma de «assosegar Castilla» -v.378). El hecho de que Rodrigo no acepte la propuesta de buena gana vendría a corroborar esta hipótesis. Parece, pues, que la situación ha cambiado respecto de la que mostraban CrC y Cr1344. Para Montaner [1992, págs.488-489], «perdidos los valores que hacían posible la asunción del matrimonio reparador, estas reacciones [de los personajes] dan lugar a una dialéctica cada vez más tensa, en la que el argumento preestablecido contrasta (...) con las convicciones de la nueva época».

En Día era... los desajustes se hacen, según Montaner [1992, págs.481-489], aún más evidentes. En principio, Jimena pide claramente justicia y la lista de agravios cometidos por Rodrigo se amplía notablemente (vv.5-18). El conflicto que se le plantea al rey por esta petición no es sólo político (como en MR), sino también moral (vv.19-22). Por otro lado, Jimena sigue justificando su solicitud de matrimonio (vv.23-25) por razones de estado (como en MR) y la reacción del rey ante esta petición (Osorio no aparece en el romance) es claramente de sorpresa (vv.26-31). El desenlace de la historia en los romances (en este caso hay que buscarlo en Cabalga...) no nos permite saber cómo habría aceptado Rodrigo la propuesta.

Estas modificaciones del argumento preestablecido para adaptarlo al nuevo contexto social y literario supondrían, según Montaner [1992], la formación y el desarrollo paralelos de los mitemas (ausentes en las crónicas y la *Gesta, en embrión en MR y presentes ya en Día era...) del héroe turbulento (en todos los ámbitos, pero especialmente en el sexual) y de la mujer impúdica que ayuda a calmar al héroe (dada la extendida creencia del debilitamiento del hombre producido por la vida conyugal o, en general, por las relaciones sexuales). En este nuevo contexto, la respuesta irónica del rey a la propuesta de matrimonio de Jimena (Día era..., vv.27-28) entroncaría con la línea ideológica de los escritores misóginos del siglo XV (Montaner [1992, pág. 487]).

Para determinar si esto es así habría, en primer lugar, que precisar el significado y alcance de las nuevas quejas de Jimena y de su petición de justicia y de matrimonio en Día era...

En cuanto a las primeras, McMullan [1979] ya señaló el simbolismo sexual de las imágenes, para él oníricas, del gavilán/halcón (=macho agresor), de la paloma (=fidelidad y castidad femeninas) y de la sangre salpicando la falda de Jimena (=pérdida -querida o no- de la virginidad). También están provistas de significado erótico las supuestas amenazas de Rodrigo de «cortar mis haldas» (v.12) y de «matar un pajecico so haldas de mi brial» (v.14).

Según Montaner [1992, pág.484], las quejas de Jimena aluden a una actuación presente de Rodrigo que se queda en la provocación erótica y a una hipotética acción futura que implicaría ya la agresión sexual. No estoy del todo de acuerdo con esta interpretación. Para mí es significativo en este pasaje el juego con los tiempos verbales. Jimena se queja (vv.5-14):

a)por lo que hizo Rodrigo (vv.5-6 pretérito indefinido);
b)por lo que hizo y continúa haciendo (vv.7-10 pretérito indefinido y presente de indicativo, respectivamente);
c)por lo que amenaza con hacer (vv.11-14 pretérito imperfecto de sub juntivo).

a) sería la queja que ya aparece en las crónicas y MR: la muerte del padre (no se dice nada en el romance del encarcelamiento de los hermanos) y c) alude a posibles agresiones sexuales futuras. Sin embargo, b) no se queda sólo en la provocación erótica, sino que implica, creo, una agresión sexual evidente. En este sentido, es significativo el contraste del presente de indicativo (que Jimena utiliza para referir aquellas acciones habituales de Rodrigo en el momento actual: cazar con un gavilán/halcón en su palomar) con el indefinido (que Jimena utiliza en una ocasión para designar una acción pasada de Rodrigo no habitual: «con sangre de mis palomas ensangrentó mi brial» -v.10). Se está aludiendo aquí a un acto que ocurrió (sólo pudo ocurrir) una vez. Si la interpretación de McMullan expuesta anteriormente es correcta (y creo que sí lo es), se habrá de concluir que Jimena está acusando a Rodrigo de haber cometido y de seguir cometiendo no sólo una provocación, sino una agresión sexual. (En este sentido, es de notar el uso «anticortés» que el romance hace del tópico de la caza de amor (Montaner [1992, pág.485] y Devoto [1974]).)

Ahora bien, si parece claro que Jimena acusa a Rodrigo de un delito de violación, lo que ya no lo es tanto es si Rodrigo lo ha cometido en realidad o no. Como hemos visto, Día era... y Cabalga... dejan bien patente el comportamiento antisocial del héroe en los ámbitos familiar y político-social, ya que es el narrador principal del romance el que lo declara y Rodrigo el que, mediante sus acciones y sus palabras, lo corrobora. Sin embargo, sus supuestas agresiones sexuales sólo aparecen puestas en boca de un personaje, que además, en este momento concreto, tiene interés en presentar al joven héroe de una forma negativa ante el rey para forzar a éste a «impartir justicia». Nada dice el narrador general del romance sobre el particular y nada hace Rodrigo (ni en los romances ni en el material épico anterior) para corroborar las palabras de Jimena, que se nos presenta, pues, como una voz narrativa nada fiable. Si a esto unimos la lectura que Guillén de Castro parece hacer del romance (atribuyendo un valor onírico a las palabras de Jimena)(20) y el hecho ya señalado del carácter de «contaminación» de las quejas, se podría concluir que las acusaciones de la futura esposa de Rodrigo no tienen por qué ser reales(21). Para mí son, más bien, una invención con la que provocar las dudas del rey y conseguir un objetivo preestablecido: el matrimonio con Rodrigo.

Esta opinión vendría corroborada, creo, por el carácter mucho más imperativo que en MR (vv.371-372) de la imprecación de Jimena al rey. La enumeración paralelística de acciones que un rey no debe llevar a cabo si no hace justicia (vv.15-18) tiene una larga tradición literaria, además de ser eco de ciertas formas de execración que aparecen en los documentos medievales y de una costumbre de juramentos que se daba en la realidad (Montaner [1992, págs.485-486], Díaz-Mas [1994, pág.95, n.] y Débax [1982, pág.198, n.]). En el contexto del romance parece una letanía que Jimena llevaba preparada de antemano con el fin de suscitar dudas, de carácter político y moral, en el rey, y de poderle sugerir así una solución que también parecía tener pensada antes de entrevistarse con el monarca: el matrimonio con Rodrigo.

En Día era... esta solución pone sobre el tapete el motivo del matrimonio con el asesino del padre, como ya ocurría en las crónicas y en MR, con la novedad, respecto de los antecedentes, de que aquí el enemigo aparece también acusado de delitos sexuales. Pero si, como hemos visto, esta acusación es falsa, ¿a qué responde? Para Montaner [1992, pág.484] y Di Stefano [1993, págs.347-348, n.] la vinculación en el romance entre la denuncia de (supuesta) agresión sexual y la petición de matrimonio presenta a una Jimena que «pide, en cierto modo, participar del ardor del héroe en razón del mutuo aplacamiento de sus ansias». Sin embargo, me parece que los críticos han pasado por alto el hecho de que conocemos lo que Jimena nos cuenta sólo a través de un narrador no fiable y que, por tanto, ese supuesto ardor sexual no tiene por qué ser «real». Nadie puede negar a la protagonista femenina un carácter activo, emprendedor, inteligente, que ya poseía en las crónicas y en MR, pero que se acentúa en Día era... Como apunta Ratcliffe, refiriéndose a MR, esta Jimena [1992, pág.974] es «lista e impávida frente a la autoridad (...), una mujer completa». Pero yo no la veo vinculada al tipo de mujer lasciva, incapaz de resistir, por la «debilidad consustancial» atribuida a la mujer, a la provocación erótica de Rodrigo y a sus propios impulsos libidinosos, con el que la asocia Montaner [1992, pág.489]. Me parece que Jimena está más en la tradición de la mujer fuerte, brava, inteligente y activa (también, pero no sólo, en el plano sexual), que en la de las mujeres lujuriosas y culpables presentadas por los moralistas del siglo XV. Estos cambios en el carácter de Jimena, personaje menos central que Rodrigo y cuya evolución es, por tanto, más fácilmente asumible que la de éste (Ratcliffe [1992]), cuadrarían muy bien con el individualismo de la nueva situación histórica y con la posible existencia de un público femenino deseoso de personajes de mujeres con rasgos fuertes y activos. En este contexto, el comentario irónico del rey («siempre lo oí decir y agora veo que es verdad: /que el seso de las mujeres que no era natural» -Día era..., vv.28-29), con el que salva la extrañeza que le produce la petición de matrimonio y trata de hacer aceptable el desenlace (Bénichou [1953, pág.327]), me parece más próximo a la exclamación machista popular que a la crítica culta del moralista misógino medieval. Jimena, pues, parece tener desde el principio muy claro qué persigue y cómo ha de conseguirlo. La explicación a su propuesta de matrimonio habría que buscarla no sólo en la lógica interna del romance en sí (compensación por la pérdida del padre, resolución de un conflicto político, satisfacción de un presunto impulso incontrolado, etc.), sino también a la luz de la propia tradición literaria, que impone un desenlace (el matrimonio) y presenta a un héroe que, si bien en el contexto aislado del romance no parece muy atractivo, en el conjunto de la tradición es difícilmente resistible. En este sentido, Jimena y el receptor conocen más datos de los que nos proporciona el romance y su «pre-historia». Conocen la «post-historia» del Cid. Y saben que nadie podrá «cazar» (no es casual que Jimenautilice el tópico de la caza de amor en sus acusaciones) un mejor «partido» que aquel que se convertirá en el héroe nacional castellano por excelencia. Teniendo, pues, en cuenta el contexto global de la tradición literaria cidiana en el momento en que circulaba el romance, no parece tan ilógico que Jimena Gómez pida a Ruy Díaz en matrimonio, aunque éste haya matado a su padre y aunque tal solicitud pueda resultar inmoral a un lector actual.

4. Día era... y Cabalga... presentan, además de las señaladas, otras diferencias de detalle respecto de sus episodios gemelos en MR. Así, por ejemplo:

a)Día era... comienza (vv.1-4) con una localización temporal que falta en MR y que parece un inicio típico de romance.

b)La acción se sitúa en los romances en la corte del rey en Burgos ( Cabalga, v.12). MR la sitúa en Zamora (v.365). Para Clavero [1994, pág.153] este cambio podría explicarse como un ejemplo más de la tendencia del romancero a la castellanización de los temas épicos. Por otro lado, tampoco es de extrañar que la figura del Cid se asocie a la región burgalesa. Sin embargo, en el Libro de bienandanzas y fortunas (LBF) la acción transcurre también en Burgos. Sería asimismo posible, pues, que Cabalga... dependiera de un texto que utilizara material semejante al reflejado en LBF (Clavero [1994, pág.153]).

c)Por último, el padre de Jimena se llama Gómez de Gormaz en CrC, Cr1344 y MR. En Día era... Jimena se apellida Gómez, pero a su padre se le llama «Lozano» (v.3), en una conversión de un epíteto épico (ver MR, v.422, por ejemplo) en un nombre propio que hará fortuna (Guillén de Castro llama también «Lozano» al personaje del padre de Jimena en las Mocedades del Cid).

En suma, las coincidencias formales y de contenido entre Día era... -Cabalga... y MR muestran que los romances se originan a partir de un material épico muy similar al utilizado por el autor del poema extenso. Las diferencias apuntadas (comienzo «in medias res» y final abrupto; cambios en el carácter de Rodrigo y de Jimena; abreviación de diversos pasajes y ampliación de otros; modificaciones de detalle; etc.) no contradicen esta opinión. Al desgajarse los romances del material épico original y conformarse como textos con vida independiente, pero sometidos a las líneas maestras de un esquema argumental prefijado, se producen ciertos desajustes que se habrán de explicar e interpretar teniendo en cuenta tanto la especificidad de los poemas del nuevo género, como el distinto contexto histórico del que surgen y la tradición literaria (anterior, contemporánea y posterior) en la que se insertan.

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