El tipo DICE (Descriptor de Impresos Clásicos Españoles) es
un producto cuyo desarrollo está llevando a cabo actualmente en la
Universidad de Zaragoza el grupo de trabajo sobre informática y bibliografía
retrospectiva constituido por Manuel José Pedraza Gracia, José
Ángel Sánchez Ibáñez y Luis Julve Larraz.
DICE se ha concebido como ampliación y remodelado sustancial de la tipografía DICA, ideada previamente por los mismos investigadores (Julve et al. 1995). Ambos productos mantienen entidad independiente, y resultan operativos en aquellos proyectos de los que formen parte las tareas y opciones más adelante expuestas. Por el momento van a encontrar una primera aplicación sistemática en el Repertorio de Instrumentos Biobibliográficos Aragoneses (RIBA), proyecto actualmente en curso de realización.
DELIMITACION DE UN PROBLEMA BIBLIOGRAFICO.
El desarrollo de DICE viene determinado por una idea rectora básica
(Pedraza et al. 1996): facilitar la descripción de impresos
antiguos, en el riguroso sentido que la ciencia bibliográfica otorga
al término (y que para el ámbito español han definido
Moll 1985: 175-180, y Jauralde Pou 1981: 307-319). Según resume certeramente
Mercedes Dexeus (Dexeus 1995: 107-108), la descripción bibliográfica
del impreso manual resulta
prolija, o al menos más prolija que la del [...] moderno, debido a la necesidad de transcribir exactamente, y siempre de acuerdo con la normativa adoptada, las partes más significativas del impreso -portada, colofón, comienzo y final del o de los textos que contiene, etc.-, de transmitir con claridad la distribución y aspecto de al menos algunos de sus elementos gráficos y de facilitar los datos de su estructura material. Todo ello con el fin de que el impreso quede correctamente identificado, sin posibilidad de confusión con otros impresos semejantes en algún aspecto: otras ediciones de la obra, falsificaciones, obras distintas con títulos o contenidos parecidos, etc.Esta tarea planteaba tradicionalmente un problema nada desdeñable a los profesionales. Investigadores, libreros anticuarios e impresores no podían reproducir en la debida forma todos los caracteres que se utilizaron en la imprenta manual clásica (siglos XV a XVIII), cuyas cajas de composición abundaban en motivos ornamentales, abreviaturas y otros signos hoy desaparecidos del sistema habitual de escritura, razón esta por la que han quedado fuera de los juegos tipográficos destinados a los actuales procesadores de textos: a modo de confirmación pueden verse los modelos de caja y los testimonios de algunas peculiaridades tipográficas vigentes a fines del XVII que un contemporáneo, Alonso Víctor de Paredes, nos legó (Paredes 1984). Y deberá tenerse en cuenta que, a esas alturas, las prensas hispanas ya habían abandonado buena parte de sus viejos usos, que se acentúan a medida que nos remontamos en el tiempo (Pedraza Gracia 1991; Griffin 1991. Cf. asimismo Febvre y Martin 1962: 56ss., y el repertorio gráfico de Diderot y D'Alembert 1994).
Todo lo expuesto constituía un verdadero escollo a la hora de localizar
e identificar correctamente los productos impresos, que es de lo que, precisamente,
se trataba. Tal situación resulta familiar para cuantos han tenido
que aproximarse en grado diverso a las tareas descriptivas, ya sea como
parte de las labores ecdóticas que preceden a cualquier edición
crítica de textos y a muchos trabajos históricos, ya con la
intención compilatoria del bibliógrafo stricto sensu, ya,
por último, con objetivos comerciales.
Ahora bien, el problema era de índole meramente técnica. Como presupuesto metodológico, la Bibliografía abogaba por una fidelidad extrema respecto al ejemplar descrito, tanto en las grafías como en el resto de sus peculiaridades tipográficas (Moll 1985; Jauralde Pou 1981; López-Huertas Pérez 1994). Sin embargo, con las limitaciones expuestas resultaba punto menos que imposible llevar tal criterio a la práctica de forma rigurosa (lo cual, dicho sea de paso, entrañaba una seria contradicción). Las soluciones adoptadas hasta la fecha habían sido básicamente dos:
Ambos sistemas continúan utilizándose tanto en los repertorios y monografías destinados a difusión pública como en la fase previa de elaboración personal de trabajos de investigación, algo que no puede dejar de sorprender en estos tiempos de indiscutible hegemonía de los recursos informáticos de todo tipo.Queda, claro está, una tercera vía: la reproducción facsimilar de los elementos identificadores del impreso, por lo general la portada (y, con menor frecuencia, el colofón u otros). Utilizada desde antiguo por reputados bibliógrafos (caso de Sánchez 1908 y 1913-1914; o de Vindel 1930-1934 y 1945-1953), las herramientas informáticas auguran un más que prometedor futuro a cuanto implique captación, almacenamiento y reproducción de imágenes (Dexeus 1995). Ahora bien, a nuestro modo de entender, tal hecho no plantea inevitablemente un conflicto de competencias con la descripción bibliográfica en sí misma, ámbito al que se orienta -en sustancia- un instrumento como DICE.